Atrápame
si puedes. El secreto de la inflación en Argentina
Economía
Victoria Giarrizzo: "La
inflación, en muchos casos, está generada por la falta de ética"
La autora del libro "Atrápame si puedes. El secreto de la inflación en Argentina" aseguró en diálogo con ámbito.com que para combatir la suba generalizada de precios se debe apuntar al desarrollo productivo y a la cooperación de todos los sectores.
Por Mariana Leiva
La inflación de 2018 terminó en 47,8%, la mayor en 27
años, según datos difundidos por el Instituto Nacional de
Estadísticas y Censos (INDEC). El problema no es nuevo: la
lucha contra la inflación es una de las batallas económicas y sociales más
duras que libra el país desde 1945.
Así lo asegura Victoria
Giarrizzo, economista y autora del libro “Atrápame si puedes. El
secreto de la inflación argentina”, quien conversó con ámbito.com
sobre este dilema complejo de la economía nacional, sus causas, responsables y
posibles soluciones.
Periodista:
¿Cuál es el secreto de la inflación en Argentina?
Victoria
Giarrizzo: Para contestar esta pregunta es necesario dejar de abordar
el problema la inflación desde sus síntomas, para comenzar a analizarla desde
sus causas más profundas. Al contrario de lo que se piensa, la cuestión fiscal,
monetaria y cambiaria son sólo la consecuencia de otros problemas mucho más
profundos de la economía. Lo que genera la inflación es: la falta de desarrollo
productivo y la ausencia de cooperación. Éste es el secreto.
P: ¿Por
qué considera que la falta de desarrollo productivo genera inflación?
V.G.:
El país no tiene la capacidad de generar dólares y su economía es dependiente
de la importación, sobre todo porque el argentino es un consumidor muy
exquisito e informado –por encima de la media en cultura y educación- que
demanda productos de calidad, que en muchos casos el país no está en
condiciones de producir. Argentina es un expulsor de dólares, que vende al
mundo lo mismo que hace 10 años atrás. ¿Cómo se generan esos dólares hoy? Vía
endeudamiento. La exportación se dificulta porque el país no es competitivo,
tiene una estructura de costos que está desfasada de las condiciones de
desarrollo económico. Por otro lado, el país tiene un problema fiscal debido
–entre otros factores- al empleo público, pero esto es así porque no hay
generación en empleo privado suficiente debido a los bajos niveles de
inversión. Asimismo, existe todo un sector de la economía social bajo la modalidad
emprendimiento, que no logra convertirse en un negocio tradicional
(capitalista). Por último, la falta de marcos regulatorios ocasiona que existan
grandes empresas que fijan precios, monopolizan mercados o toman acciones poco
competitivas. En esta lista, podemos seguir enumerando.
P: En su
libro, menciona a la cooperación como otro factor responsable de la inflación
V.G.:
Sí, es un nuevo tema que planteo en el libro: Argentina ya probó de todo y pero
falta un componente principal que es la cooperación. Es una economía en la que
nadie coopera, ni el Estado, ni las grandes empresas, ni las pymes, ni los
consumidores. Empecemos: entre las 50 personas más ricas de la Argentina, unos
10 son propietarios de bancos, pero aún así las entidades financieras nunca han
cooperado ni con el desarrollo ni con tratar de frenar la espiral
inflacionaria; sino que al revés. Hoy se necesitaría de los bancos para salir
de la recesión económica, pero en lugar de eso este sector sube las tasas
abruptamente, de manera que incrementa los costos productivos y, además, reduce
el poder adquisitivo de las familias. Las grandes empresas, donde también
encontramos que muchos propietarios son millonarios, optan por trasladar a precios
toda la suba del dólar (y más porque se cubren de futuras devaluaciones).
Esgrimen las razones más diversas para estos comportamientos pero lo cierto es
que estas empresas tienen margen para ceder rentabilidad con el objetivo de
tratar de cooperar con el país, que está apuntando a frenar la inflación.
P: El
argumento de los bancos es que acompañan la suba de tasas del BCRA, ¿por qué
deberían prestar más barato?
V.G.:
Ellos tienen un negocio y tratan de maximizar sus ganancias. Sin embargo, hay
que resaltar que hoy la autoridad monetaria les permite mantener parte de sus
encajes en Leliq, con lo que obtienen un interés altísimo que antes no
recibían. Es un sector que viene ganando.
ATRAPAME SI PUEDES. El secreto de la inflación argentina
P: En
tu opinión, los bancos y grandes grupos empresariales son los principales
responsables…
V.G.:
Sí, pero no son los únicos porque, como mencionaba, están
todos los sectores de la economía involucrados. Por ejemplo, hicimos una
encuesta para el libro entre pymes industriales, donde determinamos que el 50%
de estas empresas admitía haber tomado coberturas para cubrirse de posibles
subas de precios de insumos. Son prácticas que pareciera que fueran normales y
se entiende un país como el nuestro, con tanto historial en términos de
inflación. Es como si todos tuviéramos la misma enfermedad (el de intentar
sacar una mejor tajada de precios frente a la inflación) pero alguien tiene que
combatir el virus. Los que tienen más poder de hacer esto es el Estado y las
grandes de empresas en tanto formadores de precios. Si la iniciativa fuera
únicamente de las pymes, habría una mayor concentración de mercado porque sería
imposible para ellas soportar la estructura del negocio sin mover los precios
mientras suben los costos y enfrentan la competencia de las grandes compañías,
que sí incrementan los valores de sus mercancías. Distinto sería si las líderes
picaran en punta.
P:
¿Cómo podría tomar la iniciativa el Estado?
V.G.:
En este caso, el acusado problema fiscal debería analizarse no desde la
perspectiva de cuánto sino cómo gasta el Estado. Se podrían eliminar consumos
superfluos como viajes al exterior, consultorías mientras que a la par suben
impuestos y tasas municipales, lo que genera más presión en los costos de
producción. Otro sector a considerar en este problema es el inmobiliario, que
con la suba de alquileres impulsa los costos de producción de muchas empresas y
reduce el poder adquisitivo de las familias.
.P:
¿Qué pasa con la cooperación de los consumidores o las familias?
V.G.:
Existen dos cuestiones que me gustarían resaltar sobre este tema: por un lado,
los movimientos de consumidores que promueven el no consumo de ciertos
productos con precios abusivos arrancan con fuerza sus reclamos pero
rápidamente decae la intención de lucha. Es que el consumidor se acostumbra
rápidamente al nuevo precio y baja los brazos. Asimismo, existen situaciones en
que los consumidores convalidan precios sólo porque quieren un producto, sin
pensar en colaborar con la gente que no puede comprar a esos valores. Son
comportamientos habituales, pero en momentos de inflación debemos ser más
cuidadosos. Por otro lado, muchas familias tienen propiedades para alquilar y
son formadores de precios. Los empresarios en general tienen naturalizada la
suba de precios –como cuando venden a precio de exportación en el mercado
local- sin considerar el aspecto social, omiten que hay un consumidor con
restricciones en el poder adquisitivo. ¿Por qué es tan normal que si sube la
demanda tiene que subir el precio? ¿O si exporto puedo vender más caro en el
mercado local? Hay muchos hábitos que no son normales, no son éticos.
P:
¿Cuál es el límite para la ley de la oferta y la demanda?
V.G.:
Llevado al extremo, esta ley no debería regir en el mercado ante problemas
sanitarios o climáticos para casos de bienes de primera necesidad. Por ejemplo,
en Mendoza, hubo un alud que dejó varadas a 300 personas, que debieron pagar
con sobreprecios –en muchos casos a sus propios vecinos no afectados- para ir
al baño, ducharse o comer algo. Cuando se enseña la ley de oferta y demanda en
las instituciones educativas nunca esos conocimientos van acompañados de una
reflexión ética sobre esos comportamientos mezquinos. Se están formando
economistas que tienen naturalizadas esas prácticas. Ése es para mí un límite.
Incluso en bienes sociales. Nos quejamos de la venta de productos truchos pero
si uno lo piensa en realidad hay empresas que inculcan un deseo a personas de
bajos recursos, que no podría comprar esos artículos originales aunque usaran
para ello todo su sueldo.
P: A
partir de esto que dice, me pregunto por dónde hay que empezar para terminar
con la inflación
V.G.:
El problema de la inflación no se termina porque se lo
aborda desde la macro, pero tiene muchos componentes relacionados con la
microeconomía, el sistema productivo y el comportamiento de los consumidores
frente a los precios. También tiene que ver con las políticas públicas: el
Gobierno avanza con un programa financiero –que incluye suba de tasas y ajuste
fiscal-, pero no cuenta con un plan productivo. El país está yendo a un
escenario de alto endeudamiento y baja capacidad productiva. Los economistas
dicen que la inflación es un problema monetario, y lo es, pero lo que no se analiza también es generada por falta de ética" es porque existe ese problema. Mientras
no se contemplen todo eso que hace a la suba generalizada de precios será muy
difícil combatirla.
P:
¿Cuán posible es transparentar el alza de precios a lo largo de toda la cadena
de comercialización?
V.G.:
Las empresas no quieren transparentar la cadena debido a
que una parte de su actividad se maneja de manera informal, por el alto nivel
de impuestos. El otro problema es la longitud de esa cadena, es increíble la
cantidad de intermediarios desde que un producto sale de fábrica y llega a la
mesa de los consumidores. Eso se traduce muchas veces en ineficiencias. No hay
política a conciencia para tratar de resolver estos problemas.
P:
El presidente Mauricio Macri dijo en campaña que la inflación era una muestra
de la incapacidad para gobernar. ¿Qué opina de esa declaración, teniendo como
referencia los resultados de su gestión?
V.G.:
Cuando los gobiernos asumen, llegan con toda la teoría monetaria aprendida y
entonces creen que ajustando algunas variables se resolverá la inflación. Ya en
el gobierno se dan cuentan que para resolver ese problema –fiscal, por
ejemplo-, deben resolver muchos otros como achicar el gasto, bajar la cantidad
de empleados públicos, generar otras fuentes de trabajo privado, al tiempo que
tiene que devolver favores políticos y ello muchas veces requiere incrementar
la planta de empleados. La economía así se pone al servicio de la política. En
este contexto, bajar la inflación es el problema más difícil de la Argentina,
porque es una cuestión de desarrollo. Para la región, nuestro país es extraño
porque, a pesar de los altos niveles de pobreza, cuenta con un alto nivel de
asistencialismo sobre todo en educación, salud, cultura; eso es atípico para
los países del nivel de ingresos como el de la Argentina. Eso es positivo pero
requiere un desarrollo mucho más fuerte y potente del actual. Si fuera un país
polarizado, entre ricos y pobres como Chile o Brasil, sin clase media,
posiblemente no existirían estos problemas de inflación, sería más fácil controlarla.
Fuente:
Diario Ámbito Financiero, 17 de enero de 2019.