La literatura
va de un extremo al otro en las letras y los estilos literarios.
¿Son los escritores seres generosos?
Por Luis
Eduardo García
Haruki
Murakami, el novelista japonés cuyo nombre se vocea cada año como candidato al
premio Nobel, ha escrito un magnífico, seductor y controvertido libro de
ensayos donde nos revela su experiencia pública y privada como lector y
novelista.
He leído varios libros de Haruki
Murakami y reconozco que soy un fiel lector de este narrador japonés. Hay tres
libros que considero como los mejores que ha escrito: Kafka en la orilla
(2006) El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas (2009)
y Hombres sin mujeres (2015).
Como todo gran escritor, Haruki Murakami
convoca adhesiones y rechazos. De él se ha dicho que es uno de los pocos
escritores que ha logrado, al mismo tiempo, ser un escritor de prestigio y un
éxito de ventas. Y también que se trata de un narrador frívolo y de una clara
vocación comercial que calza bien con el gusto de un público poco exigente. No
obstante, nadie puede dudar del cuidadoso entramado de sus narraciones y de su
facilidad para convertir temas corrientes en profundos, además de su instinto
para sintonizar con los gustos del lector de cualquier lengua.
Con un título estructurado bajo la
fórmula que Raymond Carver ideó para uno de sus libros de relatos
(De qué hablamos cuando hablamos de amor), Murakami ha escrito un libro
delicioso e importante para entender su cocina literaria: De qué hablo
cuando hablo de escribir. Se trata de un libro que sus lectores hemos
esperado con ansias y confieso que yo, por lo menos, no he salido defraudado.
El libro está compuesto por once ensayos
y el primero de ellos es, con toda seguridad, el más hermoso, lúcido y
controvertido de todos. Parte de la idea de que los escritores son seres
parcializados y muy pocos dados a hacer migas con los de su especie. Reconoce
que casi no hay nada digno de admiración en estos seres que se creen casi
infalibles, salvo en algo que los hace distintos a todos los demás: su
generosidad. Pero se trata de una generosidad para que con los que vienen de
otras artes, con los que no representan ninguna amenaza o peligro. Y son
generosos con los advenedizos porque saben, en lo más profundo, que la
literatura es un largo camino en el que estos terminarán por deponer las armas
más temprano que tarde.
Para Murakami, escribir una novela, si
se tiene una mínima inteligencia y un conocimiento básico, es relativamente
fácil, lo difícil es permanecer en el oficio durante mucho tiempo, en el que la
mayor parte de las veces no existe ninguna retribución material. Esto, dice, lo
saben muy bien los escritores y, por esta razón, son generosos y compasivos con
los que se irán pronto. Con sus competidores, en cambio, son despiadados y
desdeñosos. Para demostrarlo cita el célebre encuentro entre Proust y Joyce,
autores que pese a compartir una misma mesa fueron incapaces de cruzar palabra
alguna entre ellos.
Todas las ideas que desarrolla Murakami
se relacionan directa o indirectamente con su oficio de novelista,
Probablemente los más atractivos —por lo que dicen y por lo bien escritos que
están― son los que se refieren a lo originalidad, los premios literarios, el
valor complementario del esfuerzo físico para la creación, la importancia de la
lectura, las motivaciones de su escritura, la búsqueda del lector y, sobre
todo, cuál es el método que emplea para escribir sus narraciones cortas y
largas. Un libro fascinante que todos los narradores —novicios y
experimentados— deberían leer con placer.
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