El relato que describe el amor
en tu cuerpo desnudo
"Tengo frío, estos días son los más helados del invierno", decía mientras se acercaba
Para ser franco,
no era mi primera vez y quizás tampoco la tuya, pero no había tenido una
experiencia similar en donde tuviera la posibilidad de percibir mi propio
nerviosismo transpirando por cada uno de mis poros ante la imagen colosal de tu
cuerpo.
Y es que cuando
de sexo se trataba yo me consideraba un experto en conducirme ante las primeras
impresiones, siendo estas buenas o no y no solo atendiendo de forma exclusiva
al físico, porque lo que doblegó mis sentidos quizás fue tu sensualidad en su
máxima expresión.
Salíamos hace
tres meses y paradójicamente no se había presentado la oportunidad de este
acercamiento, o tal vez ambos de forma inconsciente esperamos el momento
indicado y la espera había valido la pena.
Recuerdo que ese
día usaste un vestido nuevo que dejaba ver sutilmente tu figura, mientras que
sigilosamente descubría tus hombros, "tengo frío, estos días son los más
helados del invierno" mientras te acercabas y me abrazabas, besando
suavemente mis labios; ante mi falta de auto conducción, tomaste mis manos y
las colocaste en tu cintura, sentí tu mirada fija con esos ojos de gata en mí y
sin decir una palabra, mordiste mi labio inferior, lo que hizo surgir un
escalofrío que recorrió todo mi cuerpo y que de manera instintiva te sujetara
fuertemente contra mí.
Entonces te bese
de una forma casi desesperada y recorrí cada parte de tu cuello hasta llegar a
tus hombros, "quítame la ropa" demandaste, y con movimientos
imprecisos, deslice tu vestido sin esperar aquella imagen: tú en lencería de
encaje color negro, usando un ligero con medias, una imagen alejada de tu
constante incredulidad e inocencia.
Acaricié y
admiré cada parte de ti, todo parecía una fantasía, pero tus besos, tus
caricias, tus gemidos, me devolvían a la realidad y lo real es que tú y yo
estábamos juntos aquí y ahora, tú envolviéndome en esa atmósfera de erotismo
insaciable que ni con toda mi experiencia podría haber conocido.
Llegó
el punto en el que me rendí, te tomé entre mis brazos y tu colocaste tu cabeza
en mi pecho, yo ansiaba que ese momento en el que te sentía tan mía
prevaleciera en la eternidad, sin nada más, fundiéndonos en uno solo.
Comenzaste a acariciarme con los dedos, generando en mí una sensación
inexplicable de bienestar y protección.
De un momento a
otro perdí el sentido del tiempo y el espacio, y al despertar, me cantabas
sensualmente al oído: "Quiero ser el calor, para despertarte puedo
reinventarme y ser parte de tu ser en la orilla del mar, quiero desnudarte y
volar en el viento, ser parte de tu ser", a lo que yo correspondí sin
chistar, al replicar "Ya lo eres", bese tu frente y no permití que te
alejara más.
Dr. Joaquín Alejandro
Soto Chilaca*
*Médico
Psiquiatra, Sexólogo, Psiquiatra Forense y Psicoterapeuta
Director de
Mindful. Expertos en Psiquiatría y Psicología
Fuente: El Sol de Puebla, Círculos, miércoles
9 de enero de 2019.