Los robots ya están aquí
Por Dionisio Bosch
“Y… la tuve que
echar”. “Nos trajo un certificado médico, pero fue tan tonta que posteo unos
videitos borracha en una fiesta en Pinamar”. “La batió una compañera que no la
bancaba y no me quedo más remedio”. Este es un caso real de hace apenas una
semana presenciado por quien esto escribe. A esta altura, rumor urbano o no, todos
conocemos el cuento de alguien más que capacitado/a que no consiguió un trabajo
o que vio destruido su matrimonio por una foto o comentario equivocado.
La masificación
de las redes sociales, con todo lo bueno que conllevan, se ha convertido en una
Caja de Pandora, capaz de arruinar, parejas, amistades y trabajos. Sin entrar
en calificaciones morales, seres solitarios, novios y novias, padres,
empleadores y empleados “se vigilan” en la www y cualquier paso en falso “se
paga”, al punto que hoy es común eso de “No, no te estoy stalkeando, solo
quería ver…” (cada uno sabrá si creerle o no al interlocutor). Es que la línea
entre el ciberacoso (en inglés ciberbulling o ciberstalking) y lo que puede ser
un interés enfermizo o inocente, es cada vez más fina.
¿Quién podría
culpar a una madre con dos hijos de “hacerle el veraz” a su nuevo “candidato”,
a la empresa que busca corroborar lo que un potencial gerente dice sobre si, o
a la enamorada que busca conocer cómo era “el” de bebito?.
Hasta ahora
todas estas actividades, fuesen una sana investigación o acoso tenían un
problema/ventaja: se hacían a pulmón, googleando, buscando “el face”, revisando
los tweets, etc. lo que limitaba su alcance. No más.
De a poco y sin
que nos demos cuenta, con mejor comprensión de la “big data” la tan temida
Inteligencia Artificial (AI) se está metiendo en nuestra vida, al punto que en
cinco o diez años no podemos ni imaginarnos la repercusión que tendrá.
Uno de los
primeros brotes lo tuvimos el año pasado con la aparición de Predictim, un
algoritmo que por u$s24.99 realizaba un escaneo en las redes para trazar un
perfil de riesgo en base al nivel de “acoso”, “desconsideracion”, “uso de
contenidos explícitos” y “abuso de drogas”, de potenciales candidatos a
trabajar como “baby sitters” (todos hemos visto los videos de la niñera que
insulta o golpea una criatura, solo por llorar). El sitio fue un éxito
inmediato entre los padres, pero también denostado por los medios –se lo acusa
de discriminación-, al punto que Facebook, Instagram y Tweeter (los del
escándalo de la venta de “su” información personal a Cambridge Analytics, entre
otros) le negaron el acceso a pesar que los análisis solo se realizaban con
permiso de los involucrados y sobre información pública. Hoy la empresa cesó
sus operaciones –no cerró- y se encuentra en un proceso de revisión de sus
modelos.
Dado que la AI
es básicamente en un proceso de aprendizaje continuo, buscando ver donde
estamos parados, decidimos probar Frrole Deepsense, un algoritmo para la
contratación de personal gerencial. Si bien casi todas las grandes empresas
utilizan desde principios de la década algún sistema automatizado para escanear
las redes y corroborar currículos y habilidades de potenciales candidatos, lo
que permite la AI es analizar en apenas unos minutos (en lugar de semanas con
humanos) y de manera absolutamente fría algo que es tanto o más gravitante: las
personalidades.
Deepsense no es
perfecta –insistimos, AI es un proceso de aprendizaje- y tampoco la única en
este juego (por caso Unilever está desarrollando su propio sistema, Ideal se
enfoca en puestos masivos, etc.), si bien es la de mejor reputación, con
clientes como eBay, el Instituto Smitsoniano, Grey Group, Atlantic, etc.
publicando atributos con una significancia estadística mayor al 80%.
Sin avisarles,
para probar el sistema (que tiene una versión más limitada y gratuita) y
cocientes que por ahora no es más que un indicador y no un elemento clave en la
decisión laboral, escogimos para ver quien cubriría mejor el puesto de director
en una firma financiera a un amigo, administrador de empresas, sumamente
popular en los medios, gerente de una de las instituciones del sistema y
director en otras; a uno de los mejores periodistas financieros del país, con
algunos libros de su autoría, conferencista y habitual invitado a diversos
programas de TV y radio, y por último y como testigo… la esposa de quien esto
escribe, jefa de medios regional para una multinacional norteamericana, de
perfil extremadamente bajo. Los tres de más de 40 años, profesionales, de
altísima reputación y profusa actividad en las redes; los tres con
personalidades conocidas hace años por quien esto escribe (a los dos primeros
usted los conoce).
Después de
proporcionarle la info básica y un par de minutos de revisar las redes, la
aplicación proporciona un resumen del historial laboral, estudios, intereses,
afinidades, actividad social y lo que es el núcleo de su servicio y donde entra
la AI: el perfil de personalidad. Aquí provee cuatro informes: una puntuación
de 1 a 10 de los rasgos de actitud y presencia, necesidad de autonomía,
habilidades para el trabajo en equipo, comportamiento general, focalización,
potencial de estabilidad y capacidad de aprendizaje; realiza un examen de
extroversión, estabilidad emocional, apertura, nivel de agradabilidad y
autoconciencia; un análisis de dominancia, influencia, persistencia y
“calculatividad y finamente un resumen escrito en base a todo lo anterior.
¿Los
resultados?. Asustan! (no los publicamos por razones de espacio y privacidad).
¿Ganador?... la esposa de quien esto escribe.
La inteligencia
artificial ya está comenzando a digitar nuestra vida. El consejo es: cuidado
con lo que pone en las redes y sobre todo…cuidado con quien se casa.
Fuente: Diario Ámbito
Financiero, Los robots ya están aquí, Dionisio Bosch, 15 feb 2019.