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Chocar la Coca-Cola
Todos los
gobiernos tienen momentos que quedan en la memoria colectiva como ejemplo de lo
que se está viviendo, y de la suerte real de las políticas que se aplican. El
macrismo no es la excepción. El fallido 28/D quedará en la historia.
Probablemente también el 13-14/F de este año, donde Mauricio Macri anunció que
la inflación estaba en baja y un día después se conoció el dato del aumento de
2,9% del IPC de enero. Quizá también el 20 de febrero quede en la memoria. Ese
día Coca-Cola
Femsa se presentó en Procedimiento Preventivo de Crisis Empresaria
(PPCE) ante la Secretaría de Trabajo, aduciendo estar “atravesando una etapa compleja
debido a la desaceleración del consumo, lo que la ha colocado en la necesidad
de readecuar su estructura de trabajo”. Se aclaró luego que se trata
del mayor embotellador de la empresa, pero no la sede de la Argentina. Esto es,
un asociado directo pero no la central de decisiones. Se dijo además que el
problema se concentra en la planta de Nueva Pompeya, y que el resto de las
embotelladoras del país están en situación de normalidad. Todo puede ser
cierto. Y que en realidad sólo se trata de una empresa en problemas (otra más),
fruto de una recesión feroz (de las tantas en realidad que vivió este país) y
que, en definitiva, sobrevivirá y se adaptará a las nuevas circunstancias. Al
menos esta es la versión en la que ayer coincidían algunos voceros del Gobierno
y de la propia empresa. Y que lo mejor es dejar que las partes hoy se
encuentren en la Secretaría de Trabajo y comiencen a negociar un acuerdo para
que la planta siga funcionando.
En realidad la
situación es más compleja. Y, en muchos casos (incluyendo este), la realidad se
basa, también, en sensaciones. Y estas se forman con imágenes y mensajes,
además de un medio desde donde se transmiten. Y un político de raza, un
estadista, sabe que no puede dejar de lado este factor comunicacional. El
Gobierno lo hizo y dejó que el caso Coca-Cola Femsa creciera y se transformara
en lo que se convirtió para la sociedad. La imagen es irreparable. Ese
miércoles 20 de febrero, la multinacional Coca-Cola anunció que tiene problemas
de continuidad, fruto de la crisis generada por la recesión que el país vive desde
el estallido de la crisis financiera que en un mes y medio cumplirá un año. Y
que aún no tiene visos reales de superarse, más allá de las expectativas
optimistas verbales de los funcionarios del oficialismo, incluyendo al
Presidente. El Gobierno ya llegará tarde. Para la sociedad, la crisis es tan
grave que rompió el pie de apoyo en el país de una de las diez marcas más
valiosas del mundo (según la revista Forbes). O, dicho de una manera brutal que
circulaba ayer en las redes sociales, el Gobierno “chocó hasta la Coca-Cola”. Una manera de decir: peor no hay.
El mojón que
quedará en la memoria es inevitable. Como en el resto del mundo, Coca-Cola es
quizá la empresa que más está presente en la vida de todos los días de los
argentinos a través de la presencia de las bebidas cola, los jugos o las aguas
minerales. O puede ser el fenomenal bombardeo publicitario que exige sostener
esas marcas. Pero de una manera u otra sólo caminando por las calles cualquier
ciudadano se topará en algún momento con un producto fabricado (y embotellado)
por la multinacional. E inevitablemente la memoria colectiva traducirá el
mensaje con el concepto que se trata de una empresa en crisis en el país, al
punto de pedir ayuda del Estado para poder continuar.
Las
explicaciones de Coca-Cola son razonables. Se habla de la caída en el consumo,
especialmente en enero. Según el INDEC, el rubro mostró una caída del 18,5% en
un año comparando diciembre de 2018 contra el mismo mes de 2017. También según
el INDEC, el precio de las gaseosas aumentó en enero 6,2%, por encima del 2,9%
general y del 3,4% general del sector de alimentos y bebidas. En la empresa se
menciona que el llamado a un PPCE se debe dar por la necesidad de reducir
personal en la planta de Nueva Pompeya, algo que es normal en un país en
tiempos de crisis, pero que por la rigidez de las leyes laborales argentinas
obliga a llamar a procedimientos especiales para que pueda ponerse en práctica.
Al saber las novedades, los sindicatos están ya en alerta. Especialmente el
poderoso gremio de los camioneros de Hugo Moyano, dueño y señor que las bebidas
lleguen (o no) a los usuarios, y que ya saborea la crisis de Coca-Cola como un
evento único para volver a embestir contra el Gobierno y su política económica.
Y rechazar, desde ya, cualquier tipo de plan de ajuste que proponga la empresa.
La multinacional plantea también otros motivos que llevan a su peligro de
continuidad, comenzando una desgracia nacional: la presión impositiva que, a
esta altura, se está convirtiendo en un factor de muerte del sector productivo
argentino. La Copal (la cámara donde está afiliada Coca-Cola) recordaba ayer
que los impuestos representan el 50% del valor final de una gaseosa, sumando
los tributos nacionales, provinciales y municipales. Y que el costo del
transporte supera el 33%, el más alto de América Latina. Culpa también la
empresa el alza de los costos fruto del aumento de las tarifas de electricidad
y de los impuestos locales.
El público
mencionaba ayer que en realidad la crisis por la que pasa Coca-Cola es
merecida, ante la suba indiscriminada de los precios de las bebidas. Se
mostraban ayer fotos en las redes sociales, donde se comparaban precios de las
gaseosas de la compañía de hace un año y ahora, con alzas siderales en los
costos y valores que hace poco superaron la barrera psicológica de los 100
pesos. Los analistas del mercado de bebidas inundaron ayer los medios
explicando además que hay una tendencia mundial a consumir menos gaseosas, a
cambio de bebidas más sanas; sin saber quizá que Coca-Cola fabrica de ambos
rubros. Otros expertos hablaron del traslado hacia segundas y terceras marcas,
muchas de ellas nacionales. Los datos reales niegan ese fenómeno. Si bien se
afirma que hay una mayor participación de los embotelladores más chicos, el
porcentaje de caída en la participación de Coca-Cola es menor. Casi marginal.
Esto no justificaría el momento crítico ya que, de hecho, este problema es a
nivel mundial y no parece Coca-Cola tener mayores problemas de continuidad en
otro lugar del mundo fuera de la Argentina.
Queda saber la
opinión y la interpretación de la crisis del actor más importante: el Gobierno
nacional, que esta mañana deberá organizar en la Secretaría de Trabajo la
reunión donde comenzará a evaluarse si corresponde o no otorgar a Coca-Cola el
PPCE, y aceptar la reestructuración de personal en la planta de Femsa. La
actitud oficial de ayer fue la de negar la existencia de un problema y eludir
cualquier referencia. Sin saber que desde ayer, la crisis de la Coca Cola se
convirtió en un mojón negativo más para el gobierno. Y que el 20 de febrero se
recordará como el día en que Coca Cola, una de las empresas más grandes e icónicas
del mundo, que sobrevivió en el mundo a la Segunda Guerra Mundial, al
comunismo, a catástrofes naturales y a dictaduras de todo pelaje, entró en
crisis en la Argentina por las políticas económicas del macrismo.
Fuente: Diario Ámbito Financiero, 22-febrero-2019.