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Argentina es, fiscalmente, la
más vulnerable de la región
LA CONSULTORA INTERNACIONAL OXFORD ECONOMICS EVALUÓ A LOS CUATRO GRANDES DE LATINOAMÉRICA - Cualquiera que triunfe en las elecciones de octubre deberá renegociar el acuerdo con el FMI en 2021. Allí surgen tres caminos: mantener el ajuste y crecer poco, reestructurar la deuda o patear el tablero.
Por
Jorge Herrera
La lupa de
analistas e inversores internacionales se ha posado sobre las cuentas fiscales
de la región, en particular, de las principales cuatro economías: Brasil,
México, Colombia y Argentina. Días atrás la influyente consultora internacional
Oxford Economics difundió un informe que pone paños fríos sobre los casos
mexicano y colombiano pero alerta sobre los desafíos en Brasil (pese a la
reforma previsional) y, sobre todo, en Argentina, “donde un ajuste en medio de
una recesión puede ser una combinación tóxica para un presidente que busca la
reelección”.
Antes de entrar
de lleno en el caso argentino, a modo de resumen, el diagnóstico de Oxford
Economics destaca que Brasil tuvo el mayor déficit fiscal entre las economías
clave de la región en 2018, seguida por Argentina. Y, si bien ambos países
tienen importantes déficits primarios, los pagos de intereses de Brasil son uno
de los más altos del mundo. Sin embargo, el caso de Argentina es preocupante
porque enfrentará el desafío de pasar a un superávit primario en medio de una
elección presidencial. Los casos de Colombia y de México son menos alarmante,
de los que se cree. Pero en pocas líneas ven que:
Argentina es,
por mucho, el país fiscalmente más vulnerable de la región. Porque a pesar de
que los desequilibrios macroeconómicos internos y externos se están corrigiendo
con éxito, el país tendrá que enfrentarse al desafío permanente de tener un
elevado stock de deuda externa pública. Cualquiera que gane las elecciones este
año, probablemente negociará un segundo paquete con el FMI en 2021, cuando
habrá que tomar una decisión difícil: comprometerse con la austeridad
permanente y un menor crecimiento, reestructurarse o patear el tablero.
Brasil la tiene
más sencilla pero su enorme stock de deuda (77% del PBI) le impone un elevado
costo financiero que continuará aumentando hasta que comience a generar un
superávit primario decente. La nueva administración deberá modificar la
constitución una o dos veces para generar ahorros significativos.
En México, el
presidente López Obrador (AMLO) puede alcanzar los superávit primarios
prometidos, pero Pemex puede requerir más inyecciones de capital del Tesoro si
AMLO decide adherirse a su política energética. Sin embargo, la posibilidad de
que México o Pemex pierdan su calificación de investment grade es una
posibilidad muy remota.
Es probable que
Colombia rompa su regla fiscal, ya que la división política pone fuera de su
alcance una reforma fiscal significativa. Pero incluso con un déficit del 0,4%
del PBI con respecto a los objetivos de déficit para 2022, la deuda con
respecto al PBI aún se espera que disminuya desde el 49% de 2018. A pesar que
el 8% de los ingresos dependen del petróleo, un shock petrolero no sería un
golpe muy fuerte y desestabilizador para la deuda gracias a las reformas
fiscales aprobabas en 2016 y 2018.
Veamos ahora lo
más relevante del análisis del caso criollo.
Argentina está
sufriendo un severo ajuste macroeconómico que ha llevado a la economía a una
profunda recesión. Hasta abril de 2018, el Gobierno no solo tenía un enorme
déficit fiscal, alcanzando el 6% del PBI en 2017, sino que también lo
financiaba con flujos de cartera volátiles. Emitiendo deuda externa, apenas dos
semanas antes del inicio de la crisis monetaria en 2018, se advertía que el
gradualismo del presidente Macri se estaba desbaratando y que su incapacidad
para reducir el déficit hacía de Argentina uno de los mercados emergentes más
vulnerables.
Tras una severa
crisis monetaria que obligó a las autoridades a solicitar asistencia financiera
del FMI debió renovar completamente el marco de la política monetaria para
estabilizar la moneda y recuperar el control de la inflación. Las políticas
monetarias y fiscales más restrictivas y una severa reducción en el poder de
compra de los argentinos (debido a la aceleración de la inflación) causaron una
contracción del PBI estimada en 2.68% en 2018, lo que probablemente será
seguido por otra caída de 1,6% este año (la recesión finalizará en el segundo
trimestre).
Esta gran
depreciación y la consiguiente recesión han llevado a una reducción de los
desequilibrios externos del país a través de un menor consumo e importaciones,
lo que reduce la probabilidad de una segunda crisis consecutiva. La buena
noticia es que el déficit externo ahora se está reduciendo rápidamente; el malo
es que lo está haciendo a costa de menores importaciones, lo que implica un
menor consumo e inversión. El personal del FMI sabe que sus proyecciones de
deuda originales son poco probable que se materialicen. Además, el FMI asume
que la dura austeridad está aquí para quedarse, algo que es poco probable que
sea políticamente factible en la Argentina.
Argentina tiene
que lidiar con una serie de problemas acuciantes asociados con sus
desequilibrios económicos. Con más de la mitad del gasto público indexado a la
inflación, el ajuste continuará dependiendo principalmente de los recortes en
el gasto de capital. Esto puede aliviar las restricciones de financiamiento
temporalmente, pero no se cree que conduzca a una reducción sostenible del
déficit. El resto de los recortes serán en gran parte a los subsidios a la
energía, que plantean riesgos políticos importantes antes de las elecciones de
octubre, ya que afectan directamente los presupuestos de los hogares. Si la
estrategia de ajuste no se cumple, podría haber algunas sorpresas negativas
para los inversores el próximo año.
El desafío
inmediato de las autoridades es mantener su compromiso de reducir el déficit
fiscal primario del 2,6% en 2018 a cero este año y, al mismo tiempo, evitar una
reacción popular que podría impulsar a la expresidenta Cristina de Kirchner a
la presidencia en las elecciones de octubre.
Una reducción
adicional del déficit del 2,6% en medio de una profunda recesión puede parecer
la receta perfecta para perder una elección presidencial, sin embargo, queda el
truco fiscal gravar aún más a las exportaciones.
El FMI está
actualmente proporcionando toda la financiación que el Gobierno necesita,
aunque la historia será diferente para 2020, ya que la mayoría de los fondos
del programa ya se habrán utilizado. Y no solo el déficit fiscal se está
reduciendo rápidamente: estimamos que el déficit de la cuenta corriente se
reducirá en dos tercios a u$s11.600 millones este año a 2,3% del PBI.
Pero incluso si,
en términos de flujos, las cosas avanzan, la Argentina enfrentará
inevitablemente problemas relacionados con su gran deuda pública, que puede
llegar al 80% del PBI a fines de 2018 (el FMI esperaba que caería por debajo
del 60% para 2023).
Un impulso de
austeridad tan prolongado y severo no será políticamente factible en Argentina.
Con excedentes primarios mucho más modestos (menores al 0,5% del PBI), es poco
probable que la relación Deuda/ PBI caiga por debajo del 70% en los próximos
cinco años.
Revertir una
deuda tan grande será un desafío para un país volátil como Argentina. Por lo
tanto, se cree que el escenario más probable es que quien sea elegido
Presidente este año negocie un segundo programa del FMI en 2021. La elección
será una decisión difícil: comprometerse con la austeridad permanente y un
menor crecimiento para reducir la relación Deuda/PBI, reestructurar la deuda o
patear el tablero. La última opción perpetuaría la vulnerabilidad y
probablemente terminaría en una reestructuración cuando llegue la próxima
crisis.
Fuente: Diario Ámbito Financiero, Argentina es fiscalmente la más vulnerable de la
región, Jorge
Herrera, Edición Impresa, 28-Feb-2019.