¿Cuál
es la Argentina que queremos?
La
Argentina de la Verdad y la Paz; ó la Argentina de la Oscuridad y la Violencia.
Juan Pablo Barrientos
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Bernardino Ávila
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Actualidad
Notas periodísticas de referencia
de los diarios La Nación y Página 12.
LA NACIÓN / POLÍTICA
/ MEDIOS
Camarazo frente al Congreso contra la agresión a dos fotógrafos
El camarazo frente
al Congreso de la Nación Fuente: Archivo -
Crédito: ARGRA
Diputados,
dirigentes gremiales y profesionales de prensa realizaron esta mañana frente al
Congreso un camarazo y conferencia de prensa (bajo el lema #FotografiarNoEsDelito)
en repudio por la agresión y detención sufrida por los
fotógrafos Bernardino Ávila y Juan Pablo Barrientos, mientras cubrían el
cuadernazo de los trabajadores de una cooperativa gráfica.
Diferentes
entidades se manifestaron en las últimas horas sobre el tema:
El pronunciamiento de ADEPA en Twitter
Desde Adepa
repudiamos los hechos de violencia sucedidos esta mañana contra trabajadores de
prensa por parte de fuerzas de seguridad en los alrededores del Congreso de la
Nación, mientras se producían manifestaciones, y se solidariza con los
agredidos. De acuerdo a diversas fuentes, los trabajadores de prensa agredidos
fueron Bernardino Ávila, fotógrafo de Página 12; Lucas Martínez, periodista de
El Destape Radio y Juan Pablo Barrientos, fotógrafo de la revista Crítica.
Ávila y Barrientos, además, fueron detenidos por la policía.
El repudio de FOPEA en las redes
FOPEA repudia la
detención por parte de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires de los reporteros
gráficos Bernardino Ávila (Página 12) y Juan Pablo Barrientos (Revista Cítrica)
mientras cubrían una marcha de trabajadores de la cooperativa Madygraf. FOPEA exige
la inmediata liberación de los fotógrafos que cumplían su misión informativa
frente al Congreso Nacional y reclama que las autoridades porteñas supervisen
que los policías no restrinjan el trabajo periodístico, ya que eso es un ataque
a la Libertad de Expresión.
El comunicado de ARGRA y SIPREBA
La Asociación de
Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA) junto al Sindicato de
Prensa de Buenos Aires (SIPREBA) y distintos bloques parlamentarios,
organizaciones sociales y sindicales, acompañan a los reporteros gráficos Bernardino
Ávila y Juan Pablo Barrientos, denunciando la represión policial y detención
arbitraria que sufrieron el pasado miércoles 20 de febrero, mientras realizaban
la cobertura periodística de la protesta de los cooperativistas de MadyGraf,
frente al Congreso Nacional. (1)
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PÁGINA 12 / SOCIEDAD
Los reporteros gráficos explican
cómo la policía ahora los marca, identifica y ataca
El fotógrafo como
blanco
La cámara y la
credencial eran un freno a los policías, pero ahora son la razón para atacar.
Los fotógrafos explican que ahora se trabaja con miedo porque están marcados y
la represión se ensaña con ellos.
Por Karina Micheletto
Pablo Piovano,
baleado cubriendo la protesta por la reforma previsional. Bernardino Avila,
golpeado y detenido cubriendo el Cuadernazo. Imagen: Joaquín García Conde
“La cámara, la credencial de prensa, fueron siempre un escudo: las veían y
se cuidaban, ponían un freno. Hoy es al revés. Si sos fotógrafo, pasás a ser un
blanco”. Esto concluyen varios reporteros gráficos consultados por PáginaI12
sobre lo que es hacer fotoperiodismo hoy. Ir a cubrir una marcha, con su
respectiva represión policial, por ejemplo. En la Argentina actual, los fotógrafos
ya no solo cubren esas represiones. Al igual que los trabajadores y desocupados
que protagonizan las marchas, también son reprimidos.
En los testimonios de los fotógrafos, una palabra aparece, repetida y
peligrosamente: miedo. Un miedo que, sin embargo, no detiene la tarea. La
reciente golpiza y detención a Bernardino Avila, fotógrafo de este diario, y
Juan Pablo Barrientos de la revista Cítrica, y el modo en que previamente
fueron “marcados” por la policía –como testimonian sus propias fotos, entre otros
registros– vuelve a poner el foco en un estado de situación que excede
cualquier “margen de riesgo” de la profesión.
“Hoy sabemos que nos tenemos que cuidar. Nos quedó muy claro después del
día de la reforma previsional. Ahí a Pablo Piovano lo acribillaron a corta
distancia con balas de goma, a muchos otros colegas los atacó la policía de
frente. En el verdurazo de la famosa foto de la abuela a mí me vieron y me
tiraron gas con total alevosía. Como diciendo: Ah, ¿sos reportero? Para vos
también hay”. El que habla es Avila, todavía dolorido por los palos que recibió
en el Cuadernazo, mientras junta documentos para responder a las causas que les
abrieron a los cuatro detenidos: Resistencia a la autoridad y lesiones leves.
No recibidas, sino infringidas. Con una cámara.
Avila vuelve a repasar la escena: “Yo estoy haciendo mi trabajo y un
policía se me viene encima, señalándome. No puedo asegurar que fue: ahí está
Bernardino, pero que nos tienen recontra fichados a todos, de eso estoy seguro.
Me marca y me saca del sector donde estoy trabajando, de mala manera, se me
viene encima. Yo empiezo a ir hacia atrás sin dejar de hacerle fotos, mientras
se acerca. Solo pienso en la cámara y en las fotos. Es un acto reflejo que
tenemos los fotógrafos: salvar el instrumento con que trabajás, que es muy
caro, y hacer tu trabajo”, relata.
La parte grata es la de las fotos, que seguirán sacándose. Y algunas,
volviéndose icónicas, como la de “la abuela de las berenjenas”. “Jamás pensé
que una foto mía iba a tener ese impacto. El gesto de los Trabajadores de la
Tierra de buscar a la abuela y garantizarle sus verduras, la repercusión
nacional e internacional que tuvo... Me alegra que haya cumplido el objetivo de
mostrar lo que pasa”, dice el fotógrafo. ¿Será que se busca que no muestren
más? “No quisiera pensar eso, pero pareciera que sí. Es muy estúpido, porque
nosotros llevamos cámaras profesionales, pero a nuestro alrededor hay cientos
registrando con celulares. Y porque no se puede tapar el sol con la mano”.
Avila se permite terminar la charla con una sonrisa: “Yo sabía que iba a
estar horas bajo el sol y llevé el gorrito piluso. Lo voy a cambiar por un
casco”, se ríe. Pero resulta que el chiste hace pie en la realidad: los
fotógrafos, efectivamente, comienzan a ir pertrechados para la defensa a las
marchas, cuenta. Lo corrobora Kaloian Santos Cabrera, fotoperiodista que
trabaja de manera free lance para varios medios nacionales e internacionales.
“Las charlas entre colegas antes eran qué equipo y qué lentes nos podíamos comprar,
qué es lo último que salió. Ahora empezamos a hablar sobre dónde comprarnos los
cascos y las caretas anti gas. Parece una anécdota graciosa, pero es grave, y
es tal cual”, advierte.
Señalados
Santos Cabrera es cubano y llegó a la Argentina hace diez años. “Si bien
tenía una preparación y algunos años de experiencia dentro del fotoperiodismo,
era en otra coyuntura y en otro país. Empecé a ir a Argra, a ver ciertas
dinámicas, a cubrir marchas… Y a escuchar los relatos de mis colegas sobre lo
que habían vivido en 2001, y los más grandes antes, en la dictadura. Nunca
pensé que iba a volver a pasar”, asegura. “Recuerdo que en mis primeras
marchas, cuando la policía te veía con una cámara y una acreditación, se
frenaba. Empecé a vivir un país distinto a partir de 2015, ya con los ánimos
caldeados. Hasta que cambia mi forma de trabajo, en lo personal, con lo de la
reforma previsional, el 14 y 18 de diciembre de 2017. Me impactó la cantidad de
fuerzas de seguridad que vi, pero seguía con la inocencia de que no nos iba a
pasar nada por portar cámara y credencial. No fue así”.
“En la primera marcha yo estaba a unos metros de Pablo Piovano, cuando uno
de los policías nos ve y nos apunta, directo. Lo veo a Pablito lleno de
corchazos, ensangrentado… Sentí un miedo que jamás había sentido”, recuerda.
“El 18 ya fui cuidándome de otra manera. Pero viví una cacería. Nos tiraron gas
lacrimógeno, palazos, en la 9 de Julio nos volvieron a disparar directamente a
los fotógrafos. Comparado con otros, a mí no me pasó nada, solo recibí balas de
goma en la espalda y en la pierna, de lejos. Ahí por primera vez tomé
conciencia de que podía peligrar mi vida por hacer mi trabajo. Fue muy fuerte.
Esos relatos de mis colegas, que parecían lejanos, los estábamos viviendo. Hoy
siento miedo cuando cubro una marcha. Es un miedo que hay que sobrepasar, y al
mismo tiempo cuidarnos más que nunca. Esa conciencia no la tenía antes, ahora
la tengo. No somos héroes, pero tampoco podemos dejar de hacer fotos. Hoy
trabajo sabiendo que nos salen a cazar, porque somos peligrosos. Porque
mostramos lo que pasa”.
Paula Ribas, fotógrafa de Télam, data “el comienzo de la escalada” un poco
antes, el 21 de septiembre de 2017, tras la marcha por Maldonado que terminó
con represión y con varios periodistas y fotógrafos, sobre todo de medios
alternativos, presos. “Desde entonces, sucedieron una serie de hechos que
demuestran que el periodismo pasó a ser un blanco de las fuerzas de seguridad.
Empezaron a pegar golpes, bastonazos, patadas, balas de goma, gases lacrimógenos.
Y ahora han dado un paso más: Ya no solo somos un blanco, parecería que hay un
señalamiento”, advierte. “Es innegable que a los colegas que apresaron los
fueron a buscar, está todo filmado. Y que son justo los autores de las
fotografías del verdurazo que generaron mucha empatía en la sociedad”.
En aquella represión de la reforma previsional, Ribas recibió diez balas de
goma, mientras cubría para la agencia oficial del país. “Igual transmití como
pude, las fotografías estuvieron on line en el servicio, una de mis fotos fue
portada durante todo el día. Unos meses después me despidieron, sin ninguna
justificación, tras trabajar 16 años en Télam”. El repaso conmociona. Como
muchos de sus compañeros, fue reincorporada tras la lucha gremial y judicial.
“Los fotoperiodistas ponemos el cuerpo. Donde creemos que vale la pena ponerlo,
cuando nuestro trabajo sirve para contar un hecho de interés público. Corremos
muchos riesgos, eso es verdad. Pero pasar a ser un blanco, es otra cosa. Y si
además sos señalado por hacer fotos, todo es mucho más grave”, marca.
Ribas aporta otro dato: “Nosotros trabajamos con la credencial de Argra (la
asociación de reporteros gráficos). Nos la otorga Presidencia de la Nación, a
través del Ministerio del Interior. Estamos registrados porque nuestro
ejercicio profesional hace que estemos en lugares donde es necesario saber
quién está detrás de la cámara. Todos los años nos renuevan la credencial, y
para eso tienen todos nuestros datos y antecedentes. Es decir que la policía actúa
por sobre una credencial otorgada por Presidencia de la Nación. Está claro que
nadie debería ser reprimido, con o sin credencial. Pero estamos hablando de una
coerción concreta a la libertad de expresión”.
Los presos de la berenjena
Tras la represión al cuadernazo, en la puerta de la Fiscalía donde estaban
detenidos dos trabajadores de Madygraf y dos fotógrafos, se vivió otra escena
urgente, de dignidad y de bronca. La protagonizó Pepe Mateos, fotógrafo que
trabajó 24 años en Clarín y que, entre otros registros históricos, hizo el de
los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en la Masacre de
Avellaneda. Blandiendo berenjenas, Mateos se plantó a gritar lo inadmisible:
“Estos son los presos de la berenjena”. La escena circuló en las redes y,
probablemente, ayudó a acortar las horas de detención. “Hice lo que pude. No sé
si lo más correcto”, explicó después en su cuenta de Facebook. “Desde que supe
de las detenciones de Bernardino y Juan Pablo sentí, por primera en muchos años
de profesión, algo que no había experimentado con tanta claridad hasta ahora:
miedo. No porque sea particularmente valiente, sino porque siempre sentí que
nuestra actividad, los lugares para los que trabajábamos, los compañeros, la
gente , la clase política, un tejido social en definitiva, nos amparaba más
allá de avatares que podían atravesarnos. Escribo esto y pienso en José Luis
Cabezas y en la multitud de fotógrafos heridos y golpeados estos años de
democracia. Pero esta vez me pareció distinto”, advirtió.
Eso “distinto”, cuenta ahora en diálogo con PáginaI12, es la idea concreta
de la acción policial en represalia por una imagen. “Veo que hacen mucha
inteligencia. Descaradamente te filman y fotografían, sobre todo la Policía de
la Ciudad. Y encima hay mucha gente joven que tiene una actitud muy soberbia,
se te burlan, sobre todo cuando hay represión”, observa Mateos. El
fotoperiodista sufrió en carne propia el “debut” de la Metropolitana en 2012,
cuando fue herido y detenido durante una represión en el hospital Borda. Pero
ahora es distinto, insiste.
“Siempre filmaron en las manifestaciones. Pero antes las cámaras estaban
escondidas, los fotógrafos de la policía se disfrazaban; ahora no les importa
nada, te siguen a tres metros de distancia. Es preocupante que haya tanto
interés en hacer registro, no solo de los fotógrafos, de cualquier
manifestante. No quiero ser paranoico pero, ¿qué hace la policía con todo eso?
A esta altura tienen el álbum de figuritas de los que cubrimos siempre las
marchas. Entonces, se instala la duda lícita de la represalia. Eso da miedo. El
riesgo que pasamos a correr es muy alto, ya entramos en una dinámica distinta a
la de represión en el campo, para pasar a la programación”, analiza. Y agrega:
“También me preocupó que no haya habido una decisión política, un llamado de
Santilli, de Rodríguez Larreta, para que los liberen rápido. No porque seamos
especiales, por el costo político que, evidentemente, no están teniendo”.
El citado Pablo Piovano contó trece balas de goma en el cuerpo tras la represión
de la reforma previsional; ese día Barrientos también fue uno de los muchos
fotógrafos baleados. “La policía había dispersado a los manifestantes, y yo
estaba solo con una cámara colgada en el hombro. No hay ninguna duda que le
dispararon a un fotógrafo, no sé si a Pablo Piovano, pero sí a un fotógrafo”,
analiza. Piovano fue durante muchos años fotógrafo de PáginaI12, y actualmente
recorre el mundo haciendo trabajos de investigación, como su premiado El costo
humano de los agrotóxicos. Uno de sus libros es Episodios argentinos diciembre
y después, en coautoría con otros colegas, Avila entre ellos. Asegura que en
aquel 20 de diciembre trágico que retrata el libro, los fotógrafos no corrieron
tanto peligro como el que corren hoy trabajando en la calle.
“Yo antes no tenía miedo a acercarme a nada. No tenía que pensar que algo
me podía pasar. Ahora trabajamos en estado de alerta, mirando a los costados,
viendo por dónde va a entrar la policía”, describe. “Hemos cubierto situaciones
peligrosas, como la del 20 de diciembre, con decenas de muertos. Sin embargo en
ese momento la policía no direccionaba las balas hacia los compañeros. De hecho
no recuerdo muchos compañeros heridos ese día trágico”, compara, y concluye:
“Se han perdido los derechos individuales”.
“Nunca en democracia hubo tantas represiones direccionadas hacia quienes
los que tenemos que informar y documentar, como en este gobierno. Hay una
intención de silenciar voces, e imágenes. Y lo vemos también en lo laboral,
cómo han cerrado las agencias, cuántos compañeros han quedado sin trabajo. Nos
va quedando claro que hay una intencionalidad de mostrar un país que no existe,
y la manera de mostrarlo es corriéndonos del camino a los encargados de
comunicar”, analiza el fotógrafo. “Este es nuestro oficio. No podemos elegir no
estar en las represiones. Contar lo que pasa es nuestra obligación. Y es
nuestro derecho.” (2)
Biografía
consultada
2)- Diario
La Nación, Política, Camarazo frente al Congreso contra la agresión a dos
fotógrafos, 22 de
febrero de 2019.
2)- Diario
Página 12, Sociedad, El fotógrafo como blanco, Karina Micheletto, 24 de febrero
de 2019.