El País
El Blog del Viajero
por Paco Nadal
El turismo no tiene por qué
arruinar las culturas indígenas: aquí, cuatro ejemplos
El
turismo que da el poder sin intermediarios a las comunidades locales para la
propia gestión sostenible de sus recursos, permite generar ingresos sin acabar
con su estilo de vida
Bernarda Morales,
fundadora de la asociación Stibrawpa en la comunidad bri bri del sur de Costa
Rica. Paco Nadal
El turismo puede llegar a ser como Atila.
Creo que todos los implicados en este sector deberíamos ser capaces de
reconocerlo. Mal gestionado es un agente aculturizador de potencia
termonuclear. Pero bien gestionado —y hay casos de éxito por todo el mundo— se
ha revelado como una herramienta poderosa capaz de generar ingresos para
comunidades locales marginadas, sin que tengan que renunciar a su estilo de
vida y su cultura. Porque lo que trata el turismo comunitario real (hay también
mucho engaño y pseudonegocios encubiertos en este sector) es de dar poder a las
comunidades locales para la propia gestión sostenible de sus recursos —sin
intermediarios ni touroperadores— poniendo en valor sus tradiciones y cultura.
Estos son cuatro de esos casos dignos de aplausos, vistos en la última edición
de FITUR.
Las ruinas de Quilmes
están ubicadas en los valles Calchaquíes, en la provincia de Tucumán, y es el
mayor asentamiento precolombino de Argentina.
Vino de origen aymara en Argentina
Perdida en el noroeste del país, a más de 1.300 kilómetros
de Buenos Aires, Tucumán es la provincia más pequeña de Argentina. Hasta este rincón
del país llegaron hace siglos procedentes del sur del Perú diversos pueblos en
lo que algún historiador ha creído ver un éxodo o huida para no ser sometidos
al imperio inca. Eran los quilmes o kilmes, que crearon uno de los
asentamientos prehispánicos más importantes de la región. Se cree que en el
siglo XVII su número pudo superar los 13.000 individuos. Sus descendientes
siguen viviendo en los valles Calchequíes de Tucumán y protagonizan uno de los
mejores proyectos de turismo vivencial de Argentina, basado en el alojamiento
rural con la comunidad, la vitivinicultura, la gastronomía y las experiencias.
Los Amaichas, de estilo
arquitectónico prehispánico, es una de las tres únicas bodegas en el mundo
regentada por comunidades indígenas.
Uno de ellos tiene que ver con el vino. Resulta que en
Tucumán está una de las tres únicas bodegas conocidas del mundo regentadas por
comunidades indígenas. Se llama Los Amaichas. El cultivo de la vid en esta zona
se remonta a cédulas reales de la época colonial en las que se cedía tierra a
las comunidades para trabajarla. Desde entonces los quilmes trabajan en familia
sus viñas y tras la vendimia llevan la uva a la bodega, construida a semejanza
de la arquitectura prehispánica. Es la que enseñan a los turistas y donde estos
pueden degustar los dos vinos que producen: Sumaj Kawsay y Kusilla Kusilla, que
en aymara significa El buen vivir y Ayúdame, sé generosa.
Los mayas existen
Mucha gente cree
que los mayas se extinguieron. Pero los mayas siguen viviendo en el sur de
México, en Belice, en Honduras, en El Salvador y muy especialmente en
Guatemala. Son descendientes de aquellos mayas clásicos, sí, pero su cultura,
sus lenguas y su estilo de vida difieren muy poco de los de aquel pueblo que
llegó a crear un imperio en Mesoamérica que duró 18 siglos.
Hoy, la Organización
Mundo Maya, una entidad pública para el fomento y la protección de estas etnias
creada en 1992 y que engloba a esos cinco países donde la cultura maya sigue
presente, ha encontrado en el turismo una forma de que las comunidades locales
tengan ingresos manteniendo su cultura en vez de aniquilarla, y que los
beneficios redunden íntegramente en ellos. Curiosamente, la mayoría de
asociaciones, emprendimientos, cooperativas y pequeños negocios están en manos
de mujeres mayas. "El papel de las mujeres en el turismo comunitario y en
toda la vida es primordial, porque somos las generadoras de todo el movimiento
de la organización, de las comidas y también hay mujeres guías, tenemos puestos
directivos... Estamos en todas las fases", explicaba a la agencia Efe
Justita Ríos, representante del centro ecoturístico Top Che, situado en la
selva Lacandona, en Chiapas (México).
Uaxactún, yacimiento
arqueológico maya precolombino 25 kilómetros al norte de Tikal, Guatemala.
Uno de los ejemplos más exitosos es el proyecto de turismo
comunitario Maya Uaxactún, en la selva del Petén, Guatemala. Uaxactún es una
aldea y sitio arqueológico de 1.600 habitantes a 24 kilómetros al norte de
Tikal. Se dedican a la extracción sostenible de madera y otros productos del
bosque. Y ahora también a acoger a visitantes que quieran conocer guiados por
los pobladores elementos de la cultura, la naturaleza y la arqueología de la
Reserva de la Biosfera Maya en Guatemala.
Niñas de cultura maya
enseñan artesanías típicas de Uaxactún
Hay programas de medio día y de día completo que incluyen
una charla introductoria a Uaxactún, recorrido por el complejo arqueológico
maya, visita a hogares de artesanos de la comunidad local, un paseo por la
aldea para conocer la escuela, el aserradero y el almacén de madera y de xate
más un almuerzo preparado por la gente local para conocer la gastronomía y los
productos de la cocina del Petén. Todo, desde un prisma respetuoso que permita
a las comunidades financiarse sin aculturizarse.
Los bri bri de Costa Rica
El país que ha hecho de la biodiversidad un emblema fomenta
también desde hace más de una década el turismo comprometido con las causas
indígenas para aquellos viajeros que quieran conocer de cerca las comunidades
indígenas locales y contribuir a su desarrollo. Uno de los proyectos pioneros y
más desarrollados de este tipo de turismo comprometido es el de Stibrawpa de
una comunidad de indígenas bri bri que vive en el río Yorkín, al sur del país,
en la provincia de Talamanca, frontera con Panamá. Hace ya más de dos décadas
que tres mujeres del pueblo formaron esta asociación de artesanas para mejorar
la vida de la comunidad. Pronto se dieron cuenta de que vender sus productos
fuera de la comunidad era costoso y poco efectivo, pero tampoco podían esperar
venderlos en el pueblo porque no venía nadie de fuera a visitarlos.
Lancheros bri bri lleva
a un grupo de visitantes hasta su aldea remontando el río Yorkín, al sur de
Costa Rica. Paco Nadal
Decidieron
entonces ampliar los objetivos de su asociación y buscar financiación para
construir un albergue sencillo pero confortable con los mismos materiales que
ellos construyen sus casas para que pudieran llegar turistas. El resultado es
un alojamiento con capacidad para 40 personas en el que acogen a los
visitantes, ya que no quieren llamarlos turistas. Viajeros que acceden hasta
este remoto lugar de la selva sur costarricense para conocer de cerca la
cultura bri bri. Pero el mayor logro, como me explicaba Bernarda Morales, la
líder del proyecto, es que gracias a ello han conseguido frenar el éxodo de
hombres que tenían que buscar trabajo fuera de sus aldeas, ampliar la escuela
para que una vez acabada la primaria los chavales no dejaran los estudios (ahora
hay 65 escolarizados cuando hace 10 años solo eran 30) y subir la autoestima de
la comunidad, haciéndoles ver que su cultura tiene un valor y que merece la
pena conservarla.
El plan de
actividades con los visitantes incluye estancias en el albergue, visitas a sus
propias casas para ver las tareas cotidianas y caminatas por los alrededores
para conocer el entorno en el que viven. Para llegar al poblado hay que
remontar el río Yorkín con piraguas que los bri bri han aprendido a propulsar
con motor fueraborda, lo que hace más rápido y cómodo el trayecto entre la
última carretera y su poblado.
Integración a ritmo de la música en Colombia
En Colombia todo se hace a ritmo de la música. Hasta la
integración social. La Banda de Música Departamental de Baranoa, más conocida
como la banda de Baranoa, un municipio de la costa caribeña de Colombia con dos
millones de habitantes, fue fundada en 1995 por el músico Hilton Escobar Roa
para ayudar a niños y niñas a superar la exclusión social y ofrecerles una
salida personal y profesional. Desde entonces han pasado más de 5.000 menores
por ella y ahora mismo cuenta con 600 integrantes. Ha recibido todo tipo de
premios y menciones por su labor.
La banda de Baranoa, en
su reciente visita a Madrid con motivo de Fitur 2019.
Labor que ahora va más allá de lo cultural para convertirse
también en una referencia turística de la ciudad. A los visitantes que llegan a
Baranoa atraídos por el proyecto se les acoge en su nuevo parador
turístico —y sede de la banda—, situado a cinco minutos del centro de la
ciudad, en un paraje muy caribeño, donde hay conciertos, actos culturales,
exposición y venta de artesanías regionales, información turística... y un
restaurante donde probar las delicias de la gastronomía del Atlántico
colombiano, que genera a su vez beneficios para la banda.
Fuente: El País, Aventura, 16 de febrero de 2019.