EL
PAÍS
Opinión
Belgrano, un revolucionario de Mayo
Por Juan
Carlos Junio*
La decisión
del gobierno nacional que invoca el doble aniversario, decretando el "Año del General Manuel Belgrano" y recordarlo como un factor que pueda contribuir
a la unidad nacional nos interpela a considerar, una vez, más su aporte
histórico en aquellos tiempos de revolución y su notable legado hacia el futuro
de la patria.
Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano nace en
Buenos Aires, a pocas cuadras del Cabildo porteño. En España estudia la carrera
de derecho en Salamanca y Valladolid, la que culminará en 1789, el año de la
Revolución francesa.
Aquel extraordinario acontecimiento generó un efecto
huracanado en todo el mundo y también en nuestro joven estudiante. Él mismo
dirá que «como consecuencia de la Revolución en Francia, se apoderaron de mí
las ideas de la libertad, igualdad, fraternidad, propiedad, y sólo veía tiranos
en los que se oponían a que el hombre, fuese donde fuese, no disfrutase de unos
derechos que Dios y la Naturaleza le habían concedido».
La figura de Belgrano ha generado un creciente sentimiento
de respeto y valoración por su trascendente rol en la Revolución de Mayo y en
las Guerras de Independencia contra los ejércitos restauradores del colonialismo
que reaccionaron con furor ante el grito de libertad e independencia de los
pueblos del continente.
Sin embargo, resulta necesario señalar que el intento
permanente de que la vida y el papel de este personaje decisivo y crucial de
nuestra historia se vea restringido al rol de “hombre abnegado y desinteresado
y Padre de nuestra Bandera”. Ese esquema reduccionista se "completa"
con la descripción heroica de sus triunfos en Salta y Tucumán, y las
“tragedias” de Vilcapugio y Ayohuma.
No se debe restarle mérito al enorme simbolismo que
significó la creación de una Bandera Nacional en un país que todavía no existía
como tal. Por el contrario, hay que ubicarlo como un firme acto de rebeldía y
una contribución política a forzar la marcha de la historia en aquellas
circunstancias brumosas. Podemos interpretarla como una audaz intuición
independentista frente a las corrientes inclinadas a retardar la ruptura con el
viejo orden político y cultural. Los que «fernandeaban» al decir de Monteagudo.
Sin embargo, Belgrano fue un hombre de una personalidad desbordante, apoyado en
una cultura vasta y profunda, que incluía las lecturas en Europa de los libros
prohibidos.
Antes de ser un político sagaz y un militar valiente y
decidido, durante más de diez años luchó desde su sitial de secretario del
Consulado para romper la rutina de siglos de una cultura primitiva y
oscurantista. Fue Belgrano defensor e impulsor de una idea sustancial y
revolucionaria para su tiempo.
En tal sentido, su idea era que la riqueza no se debe constituir
del producto de la explotación de la mano de obra indígena y de la extracción
de metales preciosos, sino del trabajo productivo de la tierra. De allí su
constante inquietud por transformar el régimen de propiedad de la tierra,
típico del colonialismo atrasado del feudalismo español. Crítico severo de
"la importación de mercadería que impiden el consumo de las del país"
condenaba a "los grandes monopolios que se ejecutan en esta capital".
Señalaba con un profundo sentido crítico: «se han elevado entre
los hombres dos clases muy distintas, la una que dispone de los frutos de la
tierra, la otra es llamada solamente a ayudar con su trabajo (...) las unas se
someten invariablemente a la mente de los otros». Se aprecia claramente que sus
ideas estaban lejos del estereotipo del hombre moderado que algunos le
endilgan.
En esta cuestión, fue Belgrano el primero que propuso una
idea de reforma agraria, basada en la expropiación de las tierras baldías para
entregarlas a los desposeídos. El vendaval de la Revolución lo une al núcleo de
criollos que toman la determinación de constituir un gobierno propio,
independiente, rompiendo en todos los sentidos con el colonialismo. Junto con
Moreno, Castelli y San Martín va por el camino de la lucha. No dudará en actuar
como jefe militar, diplomático, periodista, educador, jurista y cualquier otro
oficio que hiciera falta.
Es interesante apreciar un rasgo de gran determinación en
sus actos. En una carta a Moreno del 20 de octubre de 1810 le dice: «Deje a mi
cuidado el dejar libre de godos al país (...) ellos han de ayudar a nuestros
gastos. Por lo pronto he mandado a rematar la estancia de uno que se ha
profugado a Montevideo». En la misma misiva, le cuenta a Moreno que el realista
Vigodet es una «solemne bestia». Se despide del secretario de la Junta
diciéndole «basta mi amado Moreno, desde las cuatro de la mañana estoy
trabajando y ya no puedo conmigo».
Fue Belgrano un creyente sincero y consecuente con su fe
cristiana: «Dios nos da la unión y con ella todo lo resistiremos». Esa era su
convicción. Sin embargo, lo definitivo de su conducta fue la lucha política. No
dudó entonces en ordenar la detención y remisión a Buenos Aires del obispo de
Salta que conspiraba con los realistas.
Una de las facetas más valiosas de este gran constructor
fue su convicción acerca de la necesidad de transformar radicalmente el sistema
educativo colonial y de instruir al pueblo. Es este sentido fue Belgrano un
fundador de una nueva educación para una nueva Patria: «Sin educación en balde
es cansarse, nunca seremos más de lo que desgraciadamente somos».
Trabajó sobre los ámbitos más urgentes de la enseñanza
primaria y secundaria creando escuelas principalmente para los núcleos más
abandonados del sistema vigente: “los indios, los hombres de campo y las
mujeres”. En la cuestión de la mujer, denunciaba que “las tenemos condenadas a
las bagatelas, y a la ignorancia, a pesar del talento privilegiado que
distingue a la mujer”. Defendió la igualdad de los pueblos indígenas asociado a
la acción libertaria que cumplía en el alto Perú su primo Juan José Castelli.
Muchas liviandades e irrelevancias se han escrito sobre su
vida. Basta decir que tuvo un hijo de su relación con María Ezcurra, que será
adoptado por la familia Rosas, y crecerá con el nombre de Pedro Pablo Rosas y
Belgrano. Más tarde, en Mayo de 1819, de su amor con la joven tucumana María
Dolores Helguera nació su hija Manuela Mónica Belgrano.
Difícilmente nos podamos sustraer de la mejor opinión para
finalizar esta breve reseña. Decía el General San Martín de nuestro ilustre
patriota: «Belgrano es el más metódico de los que conozco en nuestra América,
lleno de integridad y talento natural. No tendrá los conocimientos de un Moreau
o un Bonaparte en punto a milicia, pero créame usted que es lo mejor que
tenemos en América del Sud”. Moría, aquel 20 de junio de 1820, pobre y
abandonado en su casa de la calle Santo Domingo (hoy Belgrano).
Creó la Bandera, fundó escuelas, repartió tierras, blandió
la espada, impartió justicia, fue amigo leal y sincero, amó y fue amado. Su
ejemplo está incrustado en el corazón y la memoria del pueblo
*Profesor de historia. Juan Carlos Junio. Director
del Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini" y secretario
general del Partido Solidario.
Fuente:
Diario Página 12, 19 de junio de 2020.