1770 – 3 de Junio – 2020
250º Aniversario del Natalicio de Manuel Belgrano
El presidente Alberto Fernández
declaró el 2020 como el año del General Manuel Belgrano, en homenaje al prócer
por los 250 años del nacimiento y 200 de su muerte. El ministerio de Cultura
realizará actividades especiales durante todo el año con el objetivo de
difundir y acercar su figura a la sociedad. (1)
Video: 2020 - Año del General Manuel Belgrano
El año de Belgrano, dos aniversarios para festejar
A 250 año de su nacimiento y a 200 de su muerte, el gobierno
de Alberto Fernández, a través del Decreto 2/2020, publicado en el
Boletín Oficial el 3 de enero, determinó el 2020 como el “AÑO DEL
GENERAL MANUEL BELGRANO”, resaltando su destacada actuación pública en
el proceso que condujo a la independencia de nuestro país en el marco de las
luchas por la emancipación sudamericana. (1)
Dice el decreto: “Que
por su probada austeridad y honradez sacrificó sus propios intereses en pos de
las necesidades de la Patria, siendo considerado por ello como uno de los
ejemplos más destacados de virtud cívica entre los hombres y mujeres que
forjaron nuestra Nación”. (2)
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Biografía de
Manuel Belgrano
Autor: Felipe Pigna
En estos días de tanta discusión y poco debate se hace
necesario recurrir a aquellos que pensaron el país antes que nosotros. Recurrir
al pensamiento de uno de nuestros padres fundadores, el primero que pensó
económicamente estas tierras, a las que soñó distintas, prósperas y justas.
Se llamaba Manuel Belgrano y había nacido en Buenos Aires
el 3 de junio de 1770. Estudió en el Colegio de San Carlos y luego en España,
en las Universidades de Valladolid y Salamanca. Llegó a Europa en plena
Revolución Francesa y vivió intensamente el clima de ideas de la época.
Así pudo tomar contacto con las ideas de Rousseau,
Voltaire, Adam Smith y al fisiócrata Quesnay.
Se interesó particularmente por la fisiocracia, que ponía
el acento en la tierra como fuente de riqueza y por el liberalismo de Adam
Smith, que había escrito allá por 1776 que “La riqueza de las Naciones” estaba
fundamentalmente en el trabajo de sus habitantes, en la capacidad de
transformar las materias primas en manufacturas. Belgrano pensó que ambas
teorías eran complementarias en una tierra con tanta riqueza natural por
explotar.
En 1794 regresó a Buenos Aires con el título de abogado y
con el nombramiento de Primer Secretario del Consulado, otorgado por el
rey Carlos IV. El consulado era un organismo colonial dedicado a fomentar y
controlar las actividades económicas. Desde ese puesto, Belgrano se propuso
poner en práctica sus ideas. Había tomado clara conciencia de la importancia de
fomentar la educación y capacitar a la gente para aprendiera oficios y pudiera
aplicarlos en beneficio del país. Creó escuelas de dibujo técnico, de
matemáticas y de náutica.
Las ideas innovadoras de Belgrano quedarán reflejadas en
sus informes anuales del Consulado en los que tratará por todos los medios de
fomentar la industria y modificar el modelo de producción vigente.
Desconfiaba de la riqueza fácil que prometía la ganadería
porque daba trabajo a muy poca gente, no desarrolla a la inventiva, desalentaba
el crecimiento de la población y concentraba la riqueza en pocas manos. Su
obsesión era el fomento de la agricultura y la industria.
Daba consejos de utilidad práctica para el mejor
rendimiento de la tierra recomendando que no se dejara la tierra en barbecho,
pues “el verdadero descanso de ella es la mutación de producción”...
Aconsejaba el sistema que se usaba en aquel tiempo en Alemania, que hacía de
los curas párrocos verdaderos guías de los agricultores, realizando éstos,
gracias a sus conocimientos, experimentos de verdadera utilidad, enseñándoles
las prácticas más adelantadas.
Belgrano, el más católico de todos nuestros próceres,
entendía que estas eran funciones esenciales de los curas que encuadraban dentro
de su ministerio, “pues el mejor medio de socorrer la
mendicidad y miseria es prevenirla y atenderla en su origen”.
El secretario del Consulado proponía proteger las
artesanías e industrias locales subvencionándolas «un fondo con destino al
labrador ya al tiempo de las siembras como al de la recolección de frutos».
Porque «La importación de mercancías que impiden el consumo de las del
país o que perjudican al progreso de sus manufacturas, lleva tras sí
necesariamente la ruina de una nación».
Esta era, a su entender la única manera de evitar “ los
grandes monopolios que se ejecutan en esta capital, por aquellos hombres que,
desprendidos de todo amor hacia sus semejantes, sólo aspiran a su interés
particular, o nada les importa el que la clase más útil al Estado, o como dicen
los economistas, la clase productiva de la sociedad, viva en la miseria y
desnudez que es consiguiente a estos procedimientos tan repugnantes a la
naturaleza, y que la misma religión y las leyes detestan».
En Memoria al Consulado 1802 presentó todo un alegato
industrialista: “Todas las naciones cultas se esmeran en
que sus materias primas no salgan de sus estados a manufacturarse, y todo su
empeño en conseguir, no sólo darles nueva forma, sino aun atraer las del
extranjero para ejecutar lo mismo. Y después venderlas.”
En unos de sus últimos artículos en el Correo de Comercio,
resaltaba la necesidad imperiosa de formar un sólido mercado interno, condición
necesaria para una equitativa distribución de la riqueza: “El
amor a la patria y nuestras obligaciones exigen de nosotros que dirijamos
nuestros cuidados y erogaciones a los objetos importantes de la agricultura e
industria por medio del comercio interno para enriquecerse, enriqueciendo a la
patria porque mal puede ésta salir del estado de miseria si no se da valor a
los objetos de cambio y por consiguiente, lejos de hablar de utilidades, no
sólo ven sus capitales perdidos, sino aun el jornal que les corresponde. Sólo
el comercio interno es capaz de proporcionar ese valor a los predichos objetos,
aumentando los capitales y con ellos el fondo de la Nación, porque buscando y
facilitando los medios de darles consumo, los mantiene en un precio ventajoso,
así para el creador como para el consumidor, de que resulta el aumento de los
trabajos útiles, en seguida la abundancia, la comodidad y la población como una
consecuencia forzosa.”
Belgrano fue el primero por estos lares en proponer a fines
del siglo XVIII una verdadera Reforma Agraria basada en la expropiación de las
tierras baldías para entregarlas a los desposeídos: “es
de necesidad poner los medios para que puedan entrar al orden de sociedad los
que ahora casi se avergüenzan de presentarse a sus conciudadanos por su
desnudez y miseria, y esto lo hemos de conseguir si se le dan propiedades ( …)
que se podría obligar a la venta de los terrenos, que no se cultivan, al menos
en una mitad, si en un tiempo dado no se hacían las plantaciones por los
propietarios; y mucho más se les debería obligar a los que tienen sus tierras
enteramente desocupadas, y están colinderas con nuestras poblaciones de
campaña, cuyos habitadores están rodeados de grandes propietarios y no
tienen ni en común ni en particular ninguna de las gracias que les
concede la ley, motivo porque no adelantan …».
Se trata como puede leerse de un pensamiento sabio, muy
avanzado para la época, de una actualidad que asombra y admira, la de aquel
hombre que se nos fue un 20 de junio de 1820 en medio de la indiferencia
general, mientras en plena guerra civil Buenos Aires tenía tres gobernadores en
un mismo día, aquel genial Manuel Belgrano que alcanzó a decir “Yo
espero que los buenos ciudadanos de esta tierra trabajarán para remediar sus
desgracias.” (3)
Fuentes
1)- Ministerio
de Cultura de la Nación
2)- 2020 - AÑO DEL GENERAL MANUEL BELGRANO, Decreto 2/2020.
3)- El historiador, Felipe Pigna.