SOCIEDAD
La peor cara de la pandemia entre el
miedo, el rechazo y la ignorancia
Coronavirus y acoso: violencia
contra contagiados y profesionales de la salud
Por Sonia Santoro
#Noalacosoporcovid. “No naturalicemos la
violencia. Nadie tiene por qué atacarte por tener coronavirus”, dice Marisol
San Román, muy activa en las redes sociales con una campaña contra el acoso
y la discriminación a las personas que padecen coronavirus. Es que el bullying
no solo se da contra personal de la salud sino contra las propias víctimas de
esta enfermedad, e incluso persigue a aquellos de quienes se sospecha podrían
estar contagiados. “El escrache y el acoso a las personas que tienen coronavirus,
lo único que va a generar, es que nadie se quiera hacer los test. Nos vamos a
perjudicar todos si esto pasa”, advierte la paciente número 130 del
coronavirus.
“No hay que
buscar enemigos. El enemigo invisible ya está, no hay que buscar culpables,
hay que intentar no contagiarnos más”, dice Marisol. Esta joven de 25 años
se presenta como cientista social. Vive en Boedo pero ahora está haciendo la
cuarentena en Vicente López, en la casa de su padre. Desde allí conversó con Página/12.
Marisol estaba
haciendo una maestría en España y se volvió cuando se desataron las primeras
alertas de la pandemia. A los días de estar en Buenos Aires, supo que tenía
coronavirus. “Respeté la cuarentena, no contagié a nadie”, aclara, por
las dudas, porque desde que hizo pública su enfermedad a través de un video el
19 de marzo, además de mensajes de apoyo, no dejó de recibir insultos y
agresiones: “por tu culpa nos vamos a morir”, “ojalá te mueras”.
Dos días atrás
se decidió a hacer una denuncia por “ciberacoso agravado por violencia de
género” en el Ministerio Público Fiscal contra un hombre, porque sintió que
el mensaje iba más allá de una puteada lanzada al viento virtual. “Me dijo
‘hija de re mil putas, dejá de mentir, dejá de hacer esto para hacerte famosa,
sos una ciberpelotuda, farsante’. Le pedí que no me insultase y le advertí que
si seguía el acoso, lo iba a denunciar. Me contestó ‘sé dónde estás, estás
adentro de tu casa, cagándote de risa, te voy avisando que no vas a hablar
más’. No sabés si es un loco que quiere matarte o solo te quiere asustar”,
contó Marisol.
Lo cierto es que
este hombre logró asustarla. “Esa situación me angustió muchísimo,
porque acabo de salir de tres internaciones, fue muy feo, me asusté mucho, me
dio miedo. No me pareció un mensaje más”, cuenta a este diario.
Marisol San Román hizo una denuncia por
“ciberacoso agravado por violencia de género”
-¿Por qué
decidió hacer pública su historia?
-Porque me
pareció que era la mejor forma de concientizar sobre lo que estaba pasando.
Tenemos que hacer que la gente tome conciencia de que esto no es una gripe, que
le puede pasar a cualquiera. Es muy duro. Tengo un cuadro complicado. Tengo
escrito en la pared “voy a vivir”, no sé si lo voy a lograr. La forma que usé
para canalizar todo esto es ayudar a los demás.
Leprosa
En más de un
mensaje a Marisol le dijeron leprosa. Algo del estigma que
históricamente se asoció a esa enfermedad parece activarse con el coronavirus.
La persona que la padecía en la Edad Media no sólo sufría el dolor físico, sino
que también era condenada a la marginación hasta su muerte. Debía aislarse y
llevar cencerro o golpear unas maderas para avisar que tenía lepra, por si se
cruzaba con alguien en los caminos. En el Levítico, se llama “inmundos”
a los que la padecen y ordena su humillación pública: “Y el
leproso en quien hubiera llaga llevará vestidos rasgados y la cabeza
descubierta, y embozado deberá pregonar: «¡Soy inmundo! ¡Soy inmundo!”.
Al
coronavirus y la lepra los une el espanto. El clima de persecución
ciudadana generalizado, en algunos casos llega al acoso, la amenaza y el
escrache. De acuerdo a las consultas recibidas desde el 20 de marzo pasado en
los whatsapp de guardia de la Dirección de Asistencia a la Víctima del
Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi),
el 46,46% de los llamados fue para buscar información sobre diversos temas
relacionados con la pandemia. Mientras que el 53,54% fue para denunciar alguna
situación discriminatoria.
En los últimos
días “comenzamos a notar un incremento en los casos de discriminación por ser
positivo en coronavirus, o aún por ser algún familiar positivo. En algunos
casos, vecinos que “escrachan” y acusan a personas de estar infectados, y en
otros en casos personas a quienes les dio positivo el test pero que obtuvieron
el alta hospitalaria. En estos casos se denunciaron insultos a estas personas y
sus allegados por parte de sus vecinos”, informaron desde el organismo.
La semana pasada
se supo que Tomás Duarte, un joven rosarino, fue escrachado en las redes
sociales luego de recibir un llamado falso en el que le comunicaron que su test
de coronavirus había dado positivo. El 21 de marzo Tomás empezó con fiebre y
llamó a su obra social. Al día siguiente el Sistema Integrado de Emergencias
Sanitarias (SIES) fue a hacerle el hisopado para descartar Covid-19. Lo
hicieron salir a la vereda y se lo practicaron en la puerta de la casa, a la
vista de toda la gente que circulaba en la avenida donde reside y en la
farmacia contigua.
"A los días
me llega un llamado que confirmó mi hisopado, que tenía que aislarme y contarle
a las personas con las que me vi. Paralelamente ya estaba circulando mi foto,
mi dirección, ¡audios donde contaban cosas de mi vida! Cuando abro mi
Instagram, tenía insultos de personas que decían que yo volví de Miami y no
respeté la cuarentena, y que me iban a venir a prender fuego la casa, mensajes
al negocio. Tuve que aclarar que estaba en cuarentena y que el test me había
dado positivo”, explicó Duarte. Finalmente, después de días de angustia por la
cantidad de mensajes que le llegaban por las distintas redes sociales, supo que
simplemente tenía anginas.
El jueves este
diario difundió lo que padeció Marcela Gabioud por estar
cumpliendo la cuarentena con su hijo, que había llegado hacía unos días de
viaje. Al día diez de la reclusión, tuvo fiebre y diarrea, por lo que fue
trasladada en ambulancia para descartar que tuviera el virus. A la vuelta, un
vecino, que ya la había agredido cuando supo que su hijo venía del exterior,
volvió a la carga contra ella y a los gritos le exigió que le diera un
certificado médico de su estado de salud. Por otro lado, en Córdoba, un
hombre fue llevado a un hospital por una úlcera y cuando regresó, en el chat
del barrio algunos audios aseguraron que tenía coronavirus y debía cumplir
cuarentena. Sus vecinos compartieron información privada de él y toda su
familia, y alentaron la persecución.
Todes bajo sospecha
Quienes trabajan
en el sistema de salud tampoco la están pasando bien. El jueves un consorcio de
Belgrano intimó a una médica a no circular por el edificio y el viernes pasó lo
mismo en Venado Tuerto. Dos médicos que hacen su residencia en cirugía en el
Hospital Gutiérrez de Venado Tuerto y viven en edificio ubicado en Pellegrini
938 se encontraron con un mensaje amenazante fijado en el ascensor del
edificio: “Si sos médico, farmacéutico y/o trabajás en el servicio
de salud... Ándate!! Nos vas a contagiar a todos”. Los médicos atribuyeron
la reacción al miedo.
“El miedo genera
modos horrorosos de actuar y puede sacar lo bueno o lo malo de cada uno. Estos
son momentos donde algo de 'lo humano' tan especifico y que nos distingue,
supuestamente, por sobre otras especies, parecería diluirse dejando lugar al
“sálvese quien pueda”, en vez de un “nos salvamos juntos”, explica a este
diario Sandra Bernabó, psicóloga y psicoanalista, que se desempeña en el
sistema público de salud de la ciudad de Buenos Aires y en consultorio
privado.
Ella misma
siente que quienes trabajan en el sistema de salud son vistos y tratados como
si fueran “el virus caminando”. Por eso llama a una reflexión en relación a lo
que está sucediendo con el personal de salud (las profesiones, técnicos y
administrativos, así como también el personal de limpieza): “Paradójicamente
se aplaude y se llama héroes a aquellos a quienes luego se discrimina y
estigmatiza. Y es que si alguien carga con el estigma, entonces el resto
queda limpio”, analiza.
“La angustia nos
toca a todes, la cuestión es lo que hacemos con la angustia, y eso es lo que
nos diferencia. En este punto, hay mucho para trabajar desde lo singular y
subjetivo. 'Vomitar' la angustia afuera no debería ser la alternativa”, dice.
Lo que está claro es que instalar la lógica de la catástrofe nunca salva a
nadie. “Las lógicas de cuidado y cautela, tanto en nuestras acciones como en la
información, son imprescindibles. Revisemos lo que recibimos, lo que
reenviamos, y cuál es el sentido de hacer circular mensajes que potencian
malestares”, aconseja la profesional.
Fuente:
Diario Página 12, 06 de abril de 2020.