lunes, 6 de abril de 2020

Reflexión

SOCIEDAD
La peor cara de la pandemia entre el miedo, el rechazo y la ignorancia
Coronavirus y acoso: violencia contra contagiados y profesionales de la salud
Por Sonia Santoro
#Noalacosoporcovid. “No naturalicemos la violencia. Nadie tiene por qué atacarte por tener coronavirus”, dice Marisol San Román, muy activa en las redes sociales con una campaña contra el acoso y la discriminación a las personas que padecen coronavirus. Es que el bullying no solo se da contra personal de la salud sino contra las propias víctimas de esta enfermedad, e incluso persigue a aquellos de quienes se sospecha podrían estar contagiados. “El escrache y el acoso a las personas que tienen coronavirus, lo único que va a generar, es que nadie se quiera hacer los test. Nos vamos a perjudicar todos si esto pasa”, advierte la paciente número 130 del coronavirus.
“No hay que buscar enemigos. El enemigo invisible ya está, no hay que buscar culpables, hay que intentar no contagiarnos más”, dice Marisol. Esta joven de 25 años se presenta como cientista social. Vive en Boedo pero ahora está haciendo la cuarentena en Vicente López, en la casa de su padre. Desde allí conversó con Página/12.
Marisol estaba haciendo una maestría en España y se volvió cuando se desataron las primeras alertas de la pandemia. A los días de estar en Buenos Aires, supo que tenía coronavirus. “Respeté la cuarentena, no contagié a nadie”, aclara, por las dudas, porque desde que hizo pública su enfermedad a través de un video el 19 de marzo, además de mensajes de apoyo, no dejó de recibir insultos y agresiones: “por tu culpa nos vamos a morir”, “ojalá te mueras”. 
Dos días atrás se decidió a hacer una denuncia por “ciberacoso agravado por violencia de género” en el Ministerio Público Fiscal contra un hombre, porque sintió que el mensaje iba más allá de una puteada lanzada al viento virtual. “Me dijo ‘hija de re mil putas, dejá de mentir, dejá de hacer esto para hacerte famosa, sos una ciberpelotuda, farsante’. Le pedí que no me insultase y le advertí que si seguía el acoso, lo iba a denunciar. Me contestó ‘sé dónde estás, estás adentro de tu casa, cagándote de risa, te voy avisando que no vas a hablar más’. No sabés si es un loco que quiere matarte o solo te quiere asustar”, contó Marisol. 
Lo cierto es que este hombre logró asustarla. “Esa situación me angustió muchísimo, porque acabo de salir de tres internaciones, fue muy feo, me asusté mucho, me dio miedo. No me pareció un mensaje más”, cuenta a este diario.
Marisol San Román hizo una denuncia por “ciberacoso agravado por violencia de género”
-¿Por qué decidió hacer pública su historia?
-Porque me pareció que era la mejor forma de concientizar sobre lo que estaba pasando. Tenemos que hacer que la gente tome conciencia de que esto no es una gripe, que le puede pasar a cualquiera. Es muy duro. Tengo un cuadro complicado. Tengo escrito en la pared “voy a vivir”, no sé si lo voy a lograr. La forma que usé para canalizar todo esto es ayudar a los demás.

Leprosa

En más de un mensaje a Marisol le dijeron leprosa. Algo del estigma que históricamente se asoció a esa enfermedad parece activarse con el coronavirus. La persona que la padecía en la Edad Media no sólo sufría el dolor físico, sino que también era condenada a la marginación hasta su muerte. Debía aislarse y llevar cencerro o golpear unas maderas para avisar que tenía lepra, por si se cruzaba con alguien en los caminos. En el Levítico, se llama “inmundos” a los que la padecen y ordena su humillación pública: “Y el leproso en quien hubiera llaga llevará vestidos rasgados y la cabeza descubierta, y embozado deberá pregonar: «¡Soy inmundo! ¡Soy inmundo!”.
Al coronavirus y la lepra los une el espanto. El clima de persecución ciudadana generalizado, en algunos casos llega al acoso, la amenaza y el escrache. De acuerdo a las consultas recibidas desde el 20 de marzo pasado en los whatsapp de guardia de la Dirección de Asistencia a la Víctima del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi), el 46,46% de los llamados fue para buscar información sobre diversos temas relacionados con la pandemia. Mientras que el 53,54% fue para denunciar alguna situación discriminatoria.
En los últimos días “comenzamos a notar un incremento en los casos de discriminación por ser positivo en coronavirus, o aún por ser algún familiar positivo. En algunos casos, vecinos que “escrachan” y acusan a personas de estar infectados, y en otros en casos personas a quienes les dio positivo el test pero que obtuvieron el alta hospitalaria. En estos casos se denunciaron insultos a estas personas y sus allegados por parte de sus vecinos”, informaron desde el organismo.
La semana pasada se supo que Tomás Duarte, un joven rosarino, fue escrachado en las redes sociales luego de recibir un llamado falso en el que le comunicaron que su test de coronavirus había dado positivo. El 21 de marzo Tomás empezó con fiebre y llamó a su obra social. Al día siguiente el Sistema Integrado de Emergencias Sanitarias (SIES) fue a hacerle el hisopado para descartar Covid-19. Lo hicieron salir a la vereda y se lo practicaron en la puerta de la casa, a la vista de toda la gente que circulaba en la avenida donde reside y en la farmacia contigua. 
"A los días me llega un llamado que confirmó mi hisopado, que tenía que aislarme y contarle a las personas con las que me vi. Paralelamente ya estaba circulando mi foto, mi dirección, ¡audios donde contaban cosas de mi vida! Cuando abro mi Instagram, tenía insultos de personas que decían que yo volví de Miami y no respeté la cuarentena, y que me iban a venir a prender fuego la casa, mensajes al negocio. Tuve que aclarar que estaba en cuarentena y que el test me había dado positivo”, explicó Duarte. Finalmente, después de días de angustia por la cantidad de mensajes que le llegaban por las distintas redes sociales, supo que simplemente tenía anginas.
El jueves este diario difundió lo que padeció Marcela Gabioud por estar cumpliendo la cuarentena con su hijo, que había llegado hacía unos días de viaje. Al día diez de la reclusión, tuvo fiebre y diarrea, por lo que fue trasladada en ambulancia para descartar que tuviera el virus. A la vuelta, un vecino, que ya la había agredido cuando supo que su hijo venía del exterior, volvió a la carga contra ella y a los gritos le exigió que le diera un certificado médico de su estado de salud. Por otro lado, en Córdoba, un hombre fue llevado a un hospital por una úlcera y cuando regresó, en el chat del barrio algunos audios aseguraron que tenía coronavirus y debía cumplir cuarentena. Sus vecinos compartieron información privada de él y toda su familia, y alentaron la persecución. 

Todes bajo sospecha

Quienes trabajan en el sistema de salud tampoco la están pasando bien. El jueves un consorcio de Belgrano intimó a una médica a no circular por el edificio y el viernes pasó lo mismo en Venado Tuerto. Dos médicos que hacen su residencia en cirugía en el Hospital Gutiérrez de Venado Tuerto y viven en edificio ubicado en Pellegrini 938 se encontraron con un mensaje amenazante fijado en el ascensor del edificio: Si sos médico, farmacéutico y/o trabajás en el servicio de salud... Ándate!! Nos vas a contagiar a todos”. Los médicos atribuyeron la reacción al miedo.
“El miedo genera modos horrorosos de actuar y puede sacar lo bueno o lo malo de cada uno. Estos son momentos donde algo de 'lo humano' tan especifico y que nos distingue, supuestamente, por sobre otras especies, parecería diluirse dejando lugar al “sálvese quien pueda”, en vez de un “nos salvamos juntos”, explica a este diario Sandra Bernabó, psicóloga y psicoanalista, que se desempeña en el sistema público de salud de la ciudad de Buenos Aires y en consultorio privado. 
Ella misma siente que quienes trabajan en el sistema de salud son vistos y tratados como si fueran “el virus caminando”. Por eso llama a una reflexión en relación a lo que está sucediendo con el personal de salud (las profesiones, técnicos y administrativos, así como también el personal de limpieza): “Paradójicamente se aplaude y se llama héroes a aquellos a quienes luego se discrimina y estigmatiza. Y es que si alguien carga con el estigma, entonces el resto queda limpio”, analiza. 
“La angustia nos toca a todes, la cuestión es lo que hacemos con la angustia, y eso es lo que nos diferencia. En este punto, hay mucho para trabajar desde lo singular y subjetivo. 'Vomitar' la angustia afuera no debería ser la alternativa”, dice. Lo que está claro es que instalar la lógica de la catástrofe nunca salva a nadie. “Las lógicas de cuidado y cautela, tanto en nuestras acciones como en la información, son imprescindibles. Revisemos lo que recibimos, lo que reenviamos, y cuál es el sentido de hacer circular mensajes que potencian malestares”, aconseja la profesional. 
Fuente: Diario Página 12, 06 de abril de 2020.