SOCIEDAD
Los fans del
pop coreano que se lanzaron al ciberactivismo y ya le arruinaron un acto a
Trump
K-Popers, los militantes menos pensados
Son una tribu adolescente, se visten
con colores llamativos y tienen una música y coreografía particulares. Ahora se
organizan en TikTok: ya dejaron en ridículo a Trump, a la policía racista de
Dallas y a la ultraderecha de España. Y boicotearon una movida homofóbica en
internet.
Por Santiago Brunetto
El pasado 20
de junio una postal se hizo viral en las redes sociales de todo el mundo:
micrófono en mano y bajo una gran bandera de Estados Unidos, Donald Trump
lanzaba su campaña para la reelección presidencial en el escenario de un
estadio casi vacío. Días antes, Brad Parscale, su jefe de campaña,
anunciaba que cerca de un millón de seguidores del presidente habían
reservado tickets para concurrir al BOK Center de Tulsa, Oklahoma, por lo que
se prepararon pantallas en el exterior del estadio para recibir a la multitud.
Sin embargo, finalmente solo seis mil personas llegaron al lugar. ¿Qué
sucedió en el medio? Los K-Popers, la comunidad de fans del pop
coreano que en las protestas del Black Lives Matter dejó atrás el
estigma de la inocencia para introducirse de lleno en el escenario político,
habían metido sus garras virtuales para boicotear la campaña de Trump.
Una comunidad global
Los inicios del K-Pop en Corea del Sur se remontan a los
primeros años de la década de los '90. En 1992 el grupo Seo Taji and Boys,
compuesto por tres "Idols" -- así se denominan los integrantes
de las bandas de pop coreano -- lanzó su disco "I Know", donde por
primera vez se escuchaba la fusión entre pop, rock, metal, rap y electrónica
que caracteriza al K-Pop. Entre los tres álbumes de la
banda se vendieron más de cuatro millones de copias y pronto
su música traspasó las fronteras para abrir un mercado internacional entre
los adolescentes que, gracias al animé japonés, ya mostraban interés
por las culturas orientales.
Casi treinta años después, las juntadas y eventos K-Popers
se pueden ver en las plazas de casi todos los rincones del mundo, mientras
que los videos de youtube donde imitan baile, canto y vestimenta de sus
"Idols" orientales suelen ser tendencia en las redes
sociales. Según un estudio del Ministerio de Relaciones Exteriores de
Corea del Sur, en 2018 había más 89 millones de K-Popers distribuidos en
todos los continentes. A partir del año 2016, gracias al éxito de la
"boy-band" BTS, el número de fans a escala internacional creció un 22
por ciento y en 2018 la industria del pop coreano aportó cerca de 18 mil
millones de dólares a la economía del país.
Es que hacia fines de los '90 las discográficas del país
oriental vieron en el K-Pop una oportunidad de negocios y construyeron un
rígido esquema basado en lo que se conoce como "sistema de
aprendices": "Todos los 'Idols' son entrenados durante
muchos años. Empiezan desde chicos y recién llegan a formar parte de un
grupo oficial más o menos cuando cumplen veinte años", explicó a Página/12
Paw Depp, K-Poper argentina y una de las principales conocedoras del pop
coreano en el país.
Según Depp, para llegar a ser parte de una banda "hay
que entrenarse entre siete y nueve años, con clases de baile, canto, idiomas e
instrumentos. Recién entonces se hace una audición muy compleja y una
empresa puede invertir dinero. La industria es muy estructurada y busca la
perfección". En este sentido, Depp aseguró que "la rebeldía
de los K-Popers de Estados Unidos no es algo que inculque la industria coreana,
donde está todo calculado. Diría que el K-Pop está bastante adoctrinado".
Pero los fans parecen ir a contramano de esta rígida
disciplina industrial. Aunque el estilo de música "ligero", las
letras en apariencia poco profundas, las ampulosas coreografías y los colores
llamativos de sus vestimentas hagan presuponer desde el sentido común
que los K-Popers no podrían mostrar compromiso social, los fans invaden
las redes con estrategias virtuales que ponen en jaque a algunos líderes de
la política internacional. Tal es así que ni Trump pudo escaparse de
ellos.
K-Popers versus Trump
Los tickets
para el inicio de la campaña electoral del presidente de Estados Unidos se
lanzaron una semana antes de la realización del acto. Para conseguir su lugar
en el estadio, los seguidores de Trump debían acceder a una aplicación a
través de sus smartphones donde, de manera gratuita, podían reservar las
entradas. En menos de 24 horas casi un millón de personas habían
obtenido su lugar, por lo que desde la organización decidieron cerrar las
reservas y preparar espacios en el exterior del estadio para recibir a quienes
no pudieran ingresar.
Con una extraña capacidad para actuar en silencio en el
sonoro escenario de las redes sociales, los K-Popers no demoraron más de un día
en organizarse, a través de Twitter e Instagram, para difundir videos en Tik
Tok y SnapChat en los que se llamaba a boicotear el acto presidencial de un
modo muy simple: reservar los lugares para finalmente no asistir. Del
millón de personas que en teoría se acercarían a Tulsa, solo seis mil ocuparon
los asientos del BOK Center, para dejar a Trump hablando casi en soledad.
Elijah Daniel, youtuber de 26 años, quien participó en la
organización del boicot, explicó en declaraciones a The New York Times
cómo fue que lograron mantener el plan en secreto: "Lo difundimos solo
en el lado 'tranquilo' de las redes, donde la gente hace bromas y hay mucho
activismo, se extendió principalmente a través de Alt Tik Tok".
El "Alt" que antecede a "Tik Tok" hace
referencia a "alternativo". Es que en el mundo del Tik Tok
estadounidense hay dos comunidades enfrentadas: los "Straight", que
siguen las corrientes de moda y utilizan Tik Tok para publicidad,
marketing o ventas, y los "Alt", quienes usan la aplicación
para difundir videos de humor crítico e incluso este tipo de estrategias
políticas. La comunidad K-Poper es una de las más influyentes en el mundo
del Alt Tik Toky, según el youtuber, "conocen cómo funcionan los
algoritmos de las redes para impulsar videos y llegar a donde
quieran".
Es que esta no es la primera incursión en el mundo de la
política que realizan los K-Popers en los últimos meses. El pasado primero de
junio, en medio de la rebelión desatada por el asesinato de George Floyd, la
policía de Dallas creó una aplicación para que la población denunciara
supuestos actos de violencia por parte de manifestantes. El sistema era
simple: los usuarios podían filmar la escena y subirla a la plataforma, que de
inmediato reportaría a la policía. En menos de una hora, la aplicación estaba
invadida por miles de videoclips de "Idols" que hicieron
colapsar el sistema.
También con estos videos los K-Popers sabotearon el
hashtag #WhitesLivesMatter, que los sectores conservadores quisieron
contraponer a la consigna Black Lives Matter, mientras que en el Día
Internacional del Orgullo LGBTI+, los fans hicieron colapsar el hashtag
#PrideHetero.
Bailando sobre Franco
En España, los K-Popers también hicieron sus primeras
incursiones en el mundo de la política. El 2 de junio, la cuenta de Twitter
del partido de extrema derecha VOX fue invadida por videos de "Idols"
bailando sobre la tumba del dictador Franco, encima de banderas con el logo
del partido o cantando para tapar discursos de sus principales líderes. A cada
tweet que se publicaba desde la cuenta, de inmediato le seguía la respuesta de
cientos de K-Popers que, con sus videos, interrumpían la conversación entre
los seguidores de VOX.
“Es algo muy común en Twitter. Antes de eso la comunidad
estaba por lo general intentando difundir lo que estaba pasando en Estados
Unidos y haciendo campañas de donaciones o compartiendo las peticiones para
firmar”, explicó Paula Fuentes, K-Poper de 20 años y una de las organizadores
de la estrategia, en declaraciones al diario El País de España. “No creo
que haya que tomarlo ciento por ciento en serio, porque aunque el mensaje
político que se quiere dar es directo, hacerlo de esta manera lo
categorizaría más como performático y con un poco de tono de broma”,
concluyó la K-Poper.
La rebelión chilena
“Desarrollamos en la clandestinidad estrategias de guerrilla
y acción directa junto al Frente K-Poper de Liberación Nacional. Estamos en
proceso de recuperar icónicos espacios de cosplays rebeldes y coreografías
subversivas. Autogestionamos la actividad con parches de animé. Tiembla,
gobierno”. Con este irónico posteo del pasado 22 de diciembre, la página de
Facebook chilena de "Brigada Otaku Antifascista" (BOA) cosechó
más de 2.500 likes. Unos días antes, el Ministerio del Interior y Seguridad
Pública de Chile había entregado al Ministerio Público un informe de 112
páginas sobre el comportamiento en redes sociales de los rebeldes del
estallido de octubre: el análisis de Big Data destacaba la
"importante" influencia de "aficionados del K-Pop" en
las protestas del pueblo chileno contra el gobierno de Sebastián Piñera.
"El informe del ministro Gonzalo Blumel fue una
pésima interpretación de Big Data", aseguraron a Página/12,
desde Chile, los administradores de las redes sociales de la BOA, que hoy en día
cuentan con más de 70 mil seguidores en Instagram. "Sin embargo, fue grato
porque la gente empezó a asociar a los cosplayers con las protestas. Usamos
el acontecimiento para nuestro material y para hacer convocatorias".
Es que, efectivamente, las comunidades Otakus y K-Popers
tuvieron y tienen actividad en el proceso rebelde chileno. Antes de ser
irrisoriamente señalados como los organizadores de las protestas, la Brigada
había nacido como una página de humor que mezclaba animé y política:
"Partimos como página de memes, siendo pocas personas, pero el
estallido nos obligó a organizarnos más allá, levantar convocatorias,
protestar en grupo, coordinar intervenciones o propagandear en la calle. Llegó
mucha gente de distintas ciudades y de a poco nos tocó pasar nuestro
contenido a la propaganda y la difusión", comentan desde BOA.
En medio de memes y videos humorísticos, en las redes de la
Brigada se puede encontrar material político y teórico. Por ejemplo, en
un posteo del pasado 11 de junio, se difunden textos "para conocer la
historia mapuche, contra la desinformación y el colonialismo".
"Como antifascistas es nuestra responsabilidad estar informados y
propiciar la autoformación", señala el texto que da paso a los
contenidos.
Según los administradores de las redes, el espíritu rebelde
de Otakus y K-Popers puede estar relacionado con el hecho de ser
"grupos estigmatizados, generalmente víctimas del bullying escolar. Eso
hace que entendamos los que le pasa a la gente, las opresiones que
sufren". Además, comentan que "sobre el animé hay varias lecturas
políticas, pero no hay algo en el contenido que te convierta a una postura
ideológica, tiene que ver con cómo lo lees en tu experiencia personal.
Reivindicamos contenidos como Ranma ½ o Sailor Moon, pioneras en temas
LGBTI+ para toda una generación".
Estas comunidades también generan lazos muy fuertes en su
interior y buscan crear nuevos modos de relacionarse entre ellos. Para
la BOA, "K-Popers y Otakus se apoderan de un espacio y generan normas
propias de protección, por ejemplo respecto al acoso. También se han vuelto
reflexivas sobre su contenido: hay K-Popers que critican la explotación del
rubro y Otakus que se cansaron del mercado del fanservice".
Fuente: Diario Página 12, 05 de julio de
2020.