HISTORIA
El Alto Perú y la revolución: el fracaso de tres expediciones en el intento
por retenerlo
Una vez dominada la resistencia de Córdoba, la Expedición Auxiliadora
siguió su marcha hacia el norte al mando de Antonio González Balcarce, aunque
las decisiones últimas en materia política y militar quedaron en manos de Juan
José Castelli, representante de la Junta. La designación de este último, así
como las "instrucciones" de que fue provisto, demostraban un cambio
de posición en la Junta ante la necesidad de enfrentar la reacción del
Interior.
Dichas instrucciones, como también las redactadas para Manuel Belgrano para
la expedición al Paraguay -aunque en menor medida-, incluían medidas de tipo
terrorista. La prudencia de Belgrano consiguió que por lo menos Paraguay no se
pusiera en la posición del enemigo, pero instrucciones semejantes en manos de
Castelli produjeron la pérdida del Alto Perú para la causa de Buenos Aires. (1)
La noticia de la destitución de Cisneros e instalación de la Junta
Provisional Gubernativa llegó a Potosí el 17 de junio y a Chuquisaca (o
Charcas) el 20. La primera reacción del gobernador-intendente y presidente de
Charcas, Vicente Nieto, fue desarmar el cuerpo de Patricios de Buenos Aires que
había llevado el año anterior. Expulsó a los oidores de la Real Audiencia y al
fiscal, Juan Antonio Álvarez de Arenales, apresuró la requisa de armas e invitó
a los gobernadores de las provincias norteñas a un Congreso que debía
establecer el plan de acción contra la Junta de Buenos Aires.
Francisco de Paula Sanz, gobernador de Potosí, fue el único que respondió a
la invitación de Nieto. La asamblea se efectuó con los dos oidores que habían
quedado de la Real Audiencia de Charcas, el arzobispo, dos canónigos en
representación del clero y dos alcaldes del Cabildo secular. A propuesta de
Nieto se convino en pedir que las cuatro intendencias del Alto Perú fueran
incorporadas al Virreinato de Lima, lo que fue aceptado por Abascal, como ya se
dijo. Como delegado del virrey y gobernador de las mismas fue designado el
general José de Goyeneche, quien había sofocado la rebelión de La Paz el año anterior.
Abascal ordenó a Goyeneche que facilitase a Nieto el armamento necesario para
la defensa y concentrara las tropas en el río Desaguadero. Para entonces Nieto
había movilizado las milicias de Arequipa, Puno y Oruro.
El anuncio de la partida de la Expedición Auxiliadora preocupaba a las
autoridades de Lima porque no se tenían datos sobre su fuerza y porque se sabía
que, fracasada la resistencia en Córdoba, no tendría mayores obstáculos hasta
Potosí. Además comenzaron a aparecer algunos partidarios del reconocimiento a
la Junta de Buenos Aires. En julio, Nieto descubrió una conspiración juntista.
Asimismo, una compañía enviada por las autoridades de Oruro al mando del
coronel Francisco del Rivero se negó a cumplir con la orden de unirse a Nieto y
posteriormente su jefe se dirigió a Cochabamba para encabezar el movimiento
militar que plegó esa ciudad a la causa de Buenos Aires.
Cochabamba fue la primera ciudad altoperuana que contestó a la proclama del
virrey Abascal reconociendo a la Junta de Buenos Aires. El 14 de septiembre una
pueblada depuso al gobernador y el virrey del Perú nombró un reemplazante para
el cargo. Pero Francisco del Rivero y otros complotados se apoderaron de la
guarnición y el pueblo los apoyó. Un Cabildo Abierto acordó que el
gobernador-intendente nombrado por el virrey, junto con otras dos personas, se
hiciera cargo del gobierno, y Rivero quedara como comandante de armas. Pero el
gobernador renunció y por pedido del pueblo el gobierno fue puesto en manos de
Rivero.
El 23 de septiembre se procedió a la jura y reconocimiento de la Junta de
Buenos Aires. A mediados de octubre, Rivero había logrado reunir una fuerza de
alrededor de 2.000 hombres, con la que se dispuso a atacar a Oruro. Puestas las tropas al mando de
Esteban Arce se logró tomar aquella ciudad e impedir que se vaciara el tesoro
de las cajas reales, lo que serviría para ayudar a la Expedición Auxiliadora.
El pronunciamiento de Cochabamba y la toma de Oruro incomunicaron a Nieto con
las fuerzas peruanas que debían apoyarlo. El 24 de septiembre también Santa
Cruz de la Sierra proclamaba su adhesión a la Junta de Buenos Aires, animados
sus representantes tal vez por las pretensiones de los portugueses en la
región. (2)
Rápido fue el avance hacia el norte de la columna que marchaba al mando de
González Balcarce. El grueso de las fuerzas realistas al mando de José de
Córdova había establecido su cuartel general en Cotagaita. Aquí se produjo un
encuentro que fue desfavorable para los porteños, aunque éstos pudieron retirarse
en orden. Pocos días más tarde el 7 de noviembre tuvo lugar el combate de
Suipacha, primer triunfo patriota, que fue de escasa significación militar pero
importante por su repercusión política. Todas las ciudades del Alto Perú se
pronunciaron por la revolución y apresaron a sus gobernantes. Potosí depuso al
gobernador Paula Sanz, formándose una junta de gobierno patriota, y en Charcas
otro levantamiento apresó al mariscal Nieto y al general Córdova y los entregó
a Castelli. Por último, el intendente Domingo Tristán de La Paz, ante la
inminencia de la llegada de las fuerzas de Buenos Aires y de Cochabamba,
también reconoció a la Junta de Buenos Aires.
Castelli ordenó el fusilamiento de los jefes realistas Nieto, Paula Sanz y
Córdova en la Plaza Mayor de Potosí. También autorizó saqueos, confiscaciones y
otros desmanes de las tropas en perjuicio de los vencidos que fueron mal vistos
por las poblaciones. Asimismo cometió la imprudencia política de intentar
ampliar el apoyo a su causa liberando a los indígenas del tributo y declarando
la total igualdad entre las razas. Como consecuencia, los criollos del Alto
Perú se unieron a los españoles. Por otro lado, la permanencia inactiva de las
tropas patriotas en Potosí durante dos meses relajó la disciplina y el espíritu
de combate. Además la vida licenciosa de algunos oficiales y las actitudes
ofensivas hacia el sentimiento religioso de la población altoperuana terminaron
de provocar la enajenación de ésta, que en poco tiempo estuvo a favor de la
independencia de las autoridades del Río de la Plata.
Luego de un armisticio que no fue cumplido por ninguno de los dos bandos, y
habiendo recibido las fuerzas de Goyeneche refuerzos de Lima, Castelli y
González Balcarce fueron sorprendidos el 20 de junio de 1811 en Huaqui. El
desastre fue completo, las tropas se desbandaron y cometiendo todo tipo de
desmanes retrocedieron hasta Jujuy. De esta forma, la revolución perdió el
metálico altoperuano, que había sido el principal recurso financiero del
Virreinato del Río de la Plata. Los realistas dominaron nuevamente toda la
región, quedándoles además abierto el camino para llegar a Córdoba e incluso a
Buenos Aires.
Esta posibilidad llevó al gobierno porteño a decidir el levantamiento del
sitio de Montevideo -para cerrar uno de los frentes de lucha-, pero
consiguiendo con ello la enemistad de los orientales y de su jefe Artigas, que
se consideraron postergados ante los intereses de Buenos Aires.
No obstante, en cuanto les fue posible, las autoridades de Buenos Aires
dieron orden al general Manuel Belgrano de ponerse al frente del ejército del
Norte y reorganizarlo. Belgrano lo encontró al norte de Tucumán y decidió
conducirlo hasta Jujuy, cerca de las avanzadas realistas. En agosto de 1812
Goyeneche ordenó el avance hacia el sur de la vanguardia de sus tropas al mando
del general peruano Pío Tristán. Cuando Belgrano comunicó la noticia al
gobierno de Buenos Aires, éste ordenó el repliegue. Belgrano dispuso aplicar la
táctica de tierra arrasada y que los habitantes de Jujuy abandonaran la ciudad,
lo que se conoce como el "éxodo jujeño". Seguidos de cerca por los
realistas, la caravana pasó por Salta y llegó finalmente a Tucumán.
Belgrano tenía orden de replegarse hasta Córdoba, pero ante la insistencia
de los pobladores de Tucumán, decidió desobedecer y defender la ciudad. La
batalla (24 de septiembre de 1812) fue muy confusa pero al día siguiente los
patriotas pudieron constatar que Tristán había emprendido la retirada hacia
Salta, dejando todo el armamento pesado y la mitad de sus soldados. La noticia
del triunfo alegró a los habitantes de Buenos Aires pero desacreditó a su
gobierno. Pocas horas después una revolución militar derrocaba al Triunvirato.
Recién a comienzos de 1813, Belgrano inició el avance hacia el norte. Luego
de jurar lealtad a la Asamblea que acababa de iniciar sus sesiones en Buenos
Aires e izar una nueva bandera, el 20 de febrero tenía Salta a la vista. Ordenó
el ataque a las tropas de Tristán, quien debió replegarse a la ciudad y finalmente
capitular. Luego de esta acción Goyeneche ordenó el repliegue de las fuerzas
hacia el norte y fue relevado del mando. El gobierno de Buenos Aires dispuso
que Belgrano ocupara el Alto Perú.
Belgrano estableció su cuartel en Potosí y durante seis meses se dedicó a
organizar la región, tratando de no repetir los errores anteriores. Nombró como
gobernadores a Álvarez de Arenales en Cochabamba, Ignacio Warnes en Santa Cruz
y Ortiz de Ocampo en Charcas.
Por su parte, el virrey Abascal organizó un nuevo ejército y lo confió al
general Joaquín Pezuela, que estableció su cuartel en Oruro. El encuentro entre
ambos ejércitos se produjo el 1º de octubre de 1813 en la pampa de Vilcapugio.
Una desinteligencia en el bando patriota provocó el desbande y la derrota de
Belgrano. El 14 de noviembre, nuevamente atacado por Pezuela, Belgrano fue
definitivamente vencido en la batalla de Ayohuma. Este se retiró hacia el sur
hasta Tucumán donde entregó el mando a San Martín. Por segunda vez el Alto Perú
se perdía para la revolución.
No obstante la lucha contra los españoles en el norte tendría una nueva
fase. Cuando a los pocos meses San Martín, invocando razones de salud, pidió
ser relevado del mando del ejército, José Rondeau fue designado para
reemplazarlo. Pero en el momento que las tropas se hallaban preparadas para
iniciar la tercera campaña al Alto Perú, el general Carlos de Alvear fue
nombrado para reemplazar a Rondeau.
Era la segunda vez que esto se producía: anteriormente Alvear había
reemplazado a Rondeau cuando era inminente la caída de Montevideo en poder de
las fuerzas de Buenos Aires. Los oficiales se sublevaron, comunicaron a Rondeau
que no acatarían al nuevo jefe y lo instaron a iniciar las operaciones. Rondeau
en rebeldía dispuso el comienzo de la campaña. El general Paz recordaría
después en sus Memorias que era un ejército anarquizado que marchaba hacia un
desastre seguro.
Una pequeña victoria patriota obtenida inicialmente obligó a Pezuela a
retirar sus fuerzas hasta Oruro, abandonando pueblos que fueron ocupados por
los hombres de Rondeau. Este se apoderó de Potosí y Charcas y estableció su
cuartel en Chayanta. Güemes enemistado con Rondeau abandonó las filas del
ejército junto con sus gauchos y se retiró hacia Salta, llevándose consigo el
parque del ejército que se encontraba en Jujuy. A su vez, Martín Rodríguez
pretendió sorprender al general Olañeta, brillante militar jujeño a las órdenes
del virrey de Lima, en el pueblo de Venta y Media, pero fue derrotado.
Rondeau buscó refugio en la pampa de Sipe-Sipe, junto a los macizos de
Viluma. Allí fue alcanzado por Pezuela el 28 de noviembre de 1815, resultando
el encuentro la más grave derrota -después de Huaqui- sufrida por las tropas
patriotas en la guerra de la emancipación. Este hecho dio lugar a que en Europa
se creyera que la suerte de la revolución estaba sellada. Poco después Pezuela
sería designado virrey del Perú. En esos momentos solamente Buenos Aires
permanecía en rebeldía, pero amenazada por la anarquía y la guerra civil.
El terrible final del ejército del Norte, además de ocasionar nuevamente la
pérdida del Alto Perú, hizo llegar a la conclusión de que ése no era el camino
adecuado para enfrentar a los españoles de Lima. San Martín propondría
reemplazarlo por la expedición a Chile y el ataque a Lima por mar. Mientras
tanto, las poblaciones altoperuanas continuarían hostigando a los españoles por
medio de las llamadas "republiquetas", que capitaneadas por los
gobernantes designados por Belgrano y otros caudillos mantuvieron convulsionada
la región. Pezuela finalmente no pudo mantenerse en Salta y decidió
abandonarla, retirándose al centro del Alto Perú para luchar desde allí contra
los insurrectos. En Salta se organizó una milicia de gauchos para defender la
frontera con Perú. De esta forma el límite entre los futuros Estados de la
Argentina y Bolivia se fijó imprecisamente en lo que era el límite entre las
Audiencias de Buenos Aires y Charcas, las cuales habían sido parte del
Virreinato del Río de la Plata.
Bibliografía
1)-Vicente D. Sierra, op. cit., tomo V, p. 176.
2)-Ibid., pp. 179-180.
Mapa de la primera
campaña al Alto Perú (1810-1811). Los triángulos señalan las batallas; rojos
para las victorias realistas (Cotagaita, Huaqui y Amiraya) y azules para las
victorias independentistas (Suipacha)
Segunda Campaña al
Alto Perú (1812-1813). Los triángulos representan las batallas: azules para las
victorias independentistas (Éxodo jujeño, Tucumán y Salta) y rojas para las
victorias realistas (Vilcapugio y Ayohuma)
Tercera Campaña al
Alto Perú (1815). El triángulo rojo representa la única batalla importante de
la misma, la victoria realista en Sipe-Sipe.