ECONOMÍA
La situación de la deuda argentina es insignificante
en una economía mundial que enfrenta el peligro de una insolvencia masiva de
países emergentes y corporaciones
El virus del
default global y el colapso de la economía
La deuda
mundial suma 253,2 billones (millones de millones) de dólares en 2019,
equivalente a 322 por ciento del Producto Global. Con más de la mitad de la
economía mundial paralizada, los deudores no podrán pagar ni intereses ni
capital de los créditos. Los paquetes de rescate anunciados son insuficientes
si los motores de la economía no vuelven a funcionar.
Por Alfredo Zaiat
La
deuda pública argentina está en virtual default. El gobierno de Alberto
Fernández no quiere que esa herencia de Mauricio Macri se convierta en default
abierto. Pero el estallido de la crisis global por la expansión del
coronavirus que ha derrumbado en forma vertical la economía mundial convierte
en insignificante la situación de la deuda argentina.
Por el eventual
default de la deuda argentina sólo están ansiosos voceros locales de los
acreedores externos que ni el derrumbe de la economía mundial los aleja de sus
obsesiones bien pagas. Ahora el riesgo mayúsculo que existe no es el default
de un país periférico, sino el estallido de un default global de deudas
soberanas, corporativas y de hogares.
El Instituto de
Finanzas Internacionales, que agrupa a los principales bancos del mundo, estima
que la deuda mundial suma 253,2 billones (millones de millones) de dólares
en 2019. Ese monto equivale a 322 por ciento del Producto Interno Global,
esto es la generación material de bienes y servicios en el mundo. Nunca antes
esa relación había alcanzado un valor tan elevado. Existe mucha más deuda en
circulación que riqueza material que respalde ese capital, exceso que se
denomina "capital ficticio".
Los países
emergentes acumulan deuda por 72,5 billones de dólares (223 por ciento del PIB
de esas economías), mientras que los países desarrollados registran una deuda
de 180,1 billones (383 por ciento de su PIB).
Esos
indicadores de solvencia deuda/PIB empeorarán aún mucho más con la crisis:
subirán mucho los pasivos y bajarán mucho los Productos.
Desde hace
siglos, esa inconsistencia se resolvió con defaults de deudas, que destruyen el
capital ficticio acumulado por burbujas especulativas. Es el escenario más
probable en estos próximos meses donde el funcionamiento de la economía se ha
paralizado por la pandemia.
Vulnerables
No debería
sorprender los default de deuda. Lo extraño es cuando existen periodos
prolongados sin que suceda alguno. La insolvencia de deudas soberana o
corporativa es un acontecimiento repetido que recorre la historia del
capitalismo. Ocurrieron en diferentes etapas, desde la formación de los
Estados nacionales, el mercantilismo, el capitalismo moderno hasta la presente
globalización financiera.
La actual
vulnerabilidad financiera sistémica es anterior a la pandemia coronavirus,
sólo que ahora queda expuesta en su forma más fulminante. Las dos últimas
grandes burbujas especulativas, la de las empresas puntocom en 2001 y la de los
créditos subprime 2008, provocaron fuertes recesiones que se atendieron con más
y más deuda.
El ritmo de
emisión fue vertiginoso después de esa última debacle. Las bancas centrales
colocaron paquetes inmensos de deudas por un total de 11 billones de dólares
para salvar bancos y empresas, y, a la vez, las compañías rescatadas emitieron
luego más deuda con tasas muy bajas, alimentando de ese modo una nueva burbuja
especulativa.
Inestabilidad
En octubre pasado,
el FMI presentó el último reporte de Estabilidad Financiera Global
advirtiendo acerca de la fragilidad del sistema financiero mundial por el
aumento de la carga de la deuda corporativa, el incremento de las tenencias de
activos más riesgosos y más ilíquidos por parte de inversores institucionales,
y por la creciente dependencia de los préstamos externos de los países
emergentes.
Los economistas Tobías
Adrian y Fabio Natalucci, autores del documento, definieron un escenario
crítico y entregaron una inquietante cifra de la deuda con probabilidad de
default.
Plantearon que
con una desaceleración económica mitad de severa que la de 2008-2009 la deuda
corporativa en riesgo, que es la deuda contraída por empresas que no pueden
cubrir el pago de intereses con sus ganancias, asciende a 19 billones de
dólares. Este monto representa el 40 por ciento del total de la deuda
corporativa de las ocho principales economías del mundo.
Ese cálculo fue
realizado considerando que una eventual recesión fuera la mitad de intensa de
la registrada en la anterior crisis. El consenso de economistas y organismos
internacionales es que la actual debacle será por lo menos el doble de aguda.
Una estimación
lineal del escenario base presentado por Adrian y Natalucci, con el presente
escenario de colapso de la actividad económica y crac bursátil, entrega como
saldo un default global de deudas impactante.
La mayoría de
las corporaciones no podrá cumplir con el pago del capital e intereses porque
se frenó el giro comercial de su negocio, al tiempo que los bancos no estarán
motivados a entregar nuevos créditos.
La declaración
de insolvencia masiva está a un paso de ese abismo, sólo podrá frenarse en
algunos casos con la intervención de los gobiernos. El Congreso de Estados
Unidos está por aprobar un paquete de rescate de 2,2 billones de dólares, el
triple del aplicado en la crisis 2008. Sólo el 10 por ciento de ese monto
será para salvatajes corporativos. Las bancas centrales (Reserva Federal y
Banco Central Europeo) tienen también preparadas ambulancias para salir a
socorrer a bancos y corporaciones. Se sabe que no podrán hacerlo con todas. La
Fed y el Tesoro disponen de 6,5 millones de dólares, y el BCE además se
comprometió a comprar deuda de países de la Unión Europea.
Depresión
La atención
mundial se concentra en aplanar la expansión del coronavirus con el aislamiento
social obligatorio. La consecuencia de esa estrategia médica en el frente
económico es una profunda recesión, que algunos economistas estiman que
puede ser peor que la generada por el crac del '29.
Nouriel
Roubini, economista turco-estadounidense, conocido como “Dr. Doom” por
anticipar la crisis subprime, publicó en Project Syndicate el artículo "A
greater depression". Dice que este crac bursátil contabilizó una caída
en tres semanas lo que en el crac del '29 sucedió en tres años.
Señala que los
bancos Goldman Sachs, JP Morgan y Morgan Stanley esperan que el PIB de Estados
Unidos baje de 24 a 30 por ciento anualizado en el segundo trimestre, y que el
secretario del Tesoro, Steve Mnuchin advirtió que el desempleo podría superar
el 20 por ciento. Roubini apunta que “cada componente de la demanda agregada
(consumo, inversión, exportaciones) está en una caída sin precedentes”.
Si bien hoy la
angustia colectiva está en superar la pandemia, cuando se precipita una
recesión con riesgo a que se convierta en una depresión y que además
sea global, los ingresos de los hogares y de las compañías colapsan y el
desempleo aumenta a velocidad devastadora de la convivencia social.
Se produce un
efecto multiplicador negativo en la economía arrojando a empresas y bancos
hacia la quiebra. Si además los balances de esas compañías están colmados
de pasivos, la caída se acelera.
Catástrofe
El economista
británico Michael Roberts detalló en su blog que en Estados Unidos, en los
últimos diez años de dinero barato por tasas cercanas a cero, las
corporaciones no financieras duplicaron su endeudamiento, al pasar de 3,2
billones de dólares en 2007 a 6,6 billones de dólares en 2019.
Los economistas
Joseph Baines y Sandy Brian Hager escribieron "Covid-19 y la próxima
catástrofe de la deuda corporativa". Indican que las pequeñas y
medianas empresas enfrentan el mayor riesgo de default. En ese sentido,
especulan con que el saldo de esta crisis será una mayor concentración
económica.
Explican que la
administración de las finanzas de las corporaciones en Estados Unidos tuvo un
cambio radical hace 40 años, en coincidencia con la irrupción de los gobiernos
neoliberales y desreguladores de Ronald Reagan, en ese país, y de Margaret
Thatcher, en Gran Bretaña. En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial
hasta mediados de los '70, periodo que se conoce como la edad de oro del
capitalismo, las corporaciones acumulaban ganancias para reinvertirlas en
expandir la capacidad de producción.
Desde
comienzos de los '80, esa política fue alterada y pasó a ser dominante la
estrategia de maximizar la retribución a los accionistas mediante la
distribución de dividendos, restando recursos propios para la reinversión. Para
mantener el ritmo de inversiones apareció el endeudamiento que, en
gran parte de este ciclo largo del capital, fue barato por tasas de interés muy
bajas.
De ese modo se
fue alimentando una inmensa burbuja especulativa de deudas corporativas que
algún evento inesperado y brusco podía interrumpir esa cadena de la felicidad.
Ese evento fue la crisis del coronavirus y el consiguiente crac global de las
bolsas.
Baines y Hager
son contundentes con la siguiente advertencia: "Estamos en aguas
peligrosas; si los acreedores se asustan y la carga de intereses aumentan,
una ola de incumplimientos de pequeñas firmas podría enviar ondas de choque, a
través del ya inestable mercado financiero, para ampliar el colapso hacia
grandes corporaciones".
Tormenta perfecta
El cisne
negro de la pandemia coronavirus es un shock extraordinario por la coincidencia
de factores muy perturbadores:
* La
clausura casi total de actividades productivas y comerciales en más de la mitad
de la economía mundial.
* El
consiguiente derrumbe del precio del petróleo.
* Caída
que se produjo casi en simultáneo con el crac de los mercados de capitales y
bursátiles.
* El
derrape de esos mercados está provocando la parálisis del crédito y, por lo
tanto, también la cancelación de intereses y capital de deudas.
* El
escenario de fragilidad financiera, aislamiento social obligatorio y freno a
los motores de la producción y el comercio, si se extiende en el tiempo,
derivará en el colapso de las cadenas de abastecimiento global.
* El
saldo de este cataclismo es un alza abrupta del desempleo y del malestar
social.
Esta secuencia
es la tormenta perfecta del caos económico. Los paquetes de salvatajes
serán insuficientes para detener la ola de quiebras y defaults de deudas.
Los países de
la periferia están padeciendo además una fuga de capitales especulativos
fulminante de unos 80 mil millones de dólares, contabilizó el Instituto de
Finanzas Internacionales. En el último mes y medio, esa salida fue más
acelerada y pronunciada que las de las crisis de 2008 o asiática de 1998.
La huida de esos
capitales se le agrega la caída de los precios de materias primas y de las
exportaciones, lo que implicará una merma en la disponibilidad de divisas,
y el derrumbe de la actividad interna.
En ese contexto una
ola de defaults de deudas sobernas se acerca si no se frena la salida de
capitales y se extiende la parálisis de la economía mundial.
El por ahora
default virtual de la deuda argentina o el default abierto del Líbano, que
anunció que no puede cumplir con un eurobono de 1200 millones de dólares, son
irrelevantes en ese escenario global.
Ola de deudas
La tormenta
perfecta para los países emergentes y en desarrollo derivará en que cuidarán
las reservas disponibles y no las destinarán a pagar ni intereses ni capital de
sus bonos.
Ayhan Kose,
Peter Nagle, Franziska Ohnsorge y Naotaka Sugawara, economistas del Banco
Mundial, publicaron hace dos semanas el texto "Deuda y crisis financieras:
¿se repetirá la historia?". Señalan que la mayor parte del aumento de
la deuda soberna desde 2010 se produjo en los mercados emergentes y las
economías en desarrollo, que vieron aumentar su deuda en 54 puntos
porcentuales del PIB a un récord de aproximadamente el 170 por ciento del
PIB en 2018.
Precisan que la
ola actual de deuda se destaca por su tamaño, velocidad y amplitud
excepcionales. Dicen que es el aumento más grande, más rápido y más
amplio de la deuda en esos países en los últimos 50 años. Explican que es
la cuarta ola desde la década del '70. Las otras tres son la del '70 y '80
concentrada en América latina, la del '90 en Asia y la tercera en Europa.
Coinciden en que cada una de esas olas de endeudamiento culminó en una crisis
financiera.
Esas crisis
"generalmente se desencadenaron por shocks externos que resultaron en
fuertes aumentos en la aversión al riesgo de los inversores, picos en los
costos de los préstamos y paradas repentinas de las entradas de capital".
Algunos de esos
atributos se están verificando con la crisis del coronavirus. Por eso el
Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional adelantaron el pedido a los
países centrales para que no exijan la cancelación de deudas bilaterales con
países pobres, la mayoría de África.
El FMI anunció a
la vez que, más allá de sus servicios tradicionales de préstamos, explorará
opciones adicionales para ayudar a los países miembros que experimentan escasez
de divisas. Argentina se anota en ese grupo.
Inédito
Nunca antes
casi la mitad de la población mundial está en aislamiento social obligatorio.
Poco más de 3100 millones de personas, cantidad que puede aumentar en
estas semanas, están confinadas en sus hogares. Y la Organización
Mundial de la Salud reclama que los países que todavía no dispusieron la
cuarentana, la decidan en forma urgente para frenar la expansión del virus.
La actividad
económica fue literalmente clausurada en China, Estados Unidos y Unión Europea,
los principales motores de la economía mundial que representan en conjunto el
62 por ciento del Producto global.
Ni en la
primera y segunda guerra mundial y ni en la gran depresión de la década del '30
sucedió algo parecido. El riesgo a un default masivo de deudas corporativa
y soberana irrumpió entonces con fuerza porque nunca antes hubo una crisis
global de estas características.
Fuente:
Diario Página 12, 29 de marzo de 2020.