Por qué fracasan en Argentina
todas las políticas económicas
Por Horacio Lachman
En
Argentina las políticas económicas han fracasado sistemáticamente. El país
viene perdiendo hace décadas participación en el PBI
mundial.
Lo
que se sabe menos es de las múltiples rebeliones populares que impulsó Yrigoyen
hasta lograr en 1912 el dictado de la ley Sáenz Peña que, por primera vez,
permitió comicios transparentes en el país.
El fuerte crecimiento de los años dorados de la economía primaria
exportadora, la educación y la inmigración dieron lugar en el país a una
importante clase media en la ciudad de Buenos Aires y a una incipiente
industrialización que se potenció con el cierre de la economía con la crisis
del 30 y la segunda guerra mundial.
Surgió así una población urbana y una industria mediana que pudo absorber a
la mano de obra que expulsaba el campo y dio base social al peronismo. El
empresariado nacional y los sindicatos alcanzaron entonces un peso político y
económico parejo con el de los productores primarios. Unos daban trabajo pero
no tenían competitividad internacional y los otros generaban las divisas pero
eran impotentes para integrar al mayoría de la población en una sociedad que
era mucho más compleja que la del resto de América Latina.
Esta situación de virtual empate llevó a que ningún de los dos modelos
prevaleciera.
El sector urbano e industrial, que incluye a la gran mayoría, podía
consolidarse cuando los circunstancias en los mercados mundiales creaban
condiciones favorables que permitían transferir recursos del sector competitivo,
el campo, al menos eficiente, la ciudad (como el peronismo y el kirchnerismo.
Pero en lugar de darse paso a una política de desarrollo de largo plazo, se
cayó muchas veces en el populismo – ya que la menor eficiencia podía sostenerse
con los recursos del campo. Se produce así subestimación de la restricción
externa, crecimiento desmedido del gasto público y subsidios generalizados. De
esa forma el país no alcanza a modernizarse y reaparece la crisis externa
cuando las peores condiciones internacionales y el déficit fiscal se hacen
sentir.
Para llevar adelante el ajuste vuelve al primer plano el modelo liberal
agroexportador, que expresa al sector generador de divisas, pero sin apoyo
popular y por eso, en principio, sostenido por los militares. Menem y Macri
surgieron de las urnas pero mintiendo sin ningún escrúpulo sobre sus verdaderas
intensiones. Uno prometía el salariazo, el otro bajar rápidamente la inflación,
la lluvia de inversiones y el segundo semestre.
Lo grave es que ninguno de los dos grandes modelos se consolidó y Argentina
paso a ser un país sin rumbo. Los liberales agroexportadores no podían incluir
a la población y terminaban echados del poder. El despilfarro de Gelbard, el
ministro de economía populista que Perón designó en su tercer mandato, dio pie
al brutal ajuste que implicó el Rodrigazo que a su provoco una reacción
sindical que dejó sin capacidad de gobierno a Isabel Perón. Se crearon así las
condiciones para el advenimiento de la terrible dictadura de Videla, con
Martínez de Hoz, expresión clara del pensamiento liberal criollo, como ministro
de Economía.
Ante su
incapacidad para desarrollar el país, los liberales
apelan al endeudamiento y de paso la especulación y por esa vía llevan también,
a gigantescas desastres financiero como el de Martínez de Hoz – masiva quiebra
bancaria y default en 1982; la Convertibilidad – que desembocó en la mayor
crisis de la historia argentina - y el macrismo, que nos lleva al borde del
desastre.
Argentina pasa
de un “progresismo” que fracasa por sus tendencias populistas a un
neoliberalismo que no puede incluir a la población y además vía endeudamiento y
fuga de capitales lleva a una explosión de la economía aun más violenta.
La dualidad
económica y social de la Argentina explica porque a pesar de su inmensa dotación
de recursos y el gran desarrollo relativo de su capital humano no logra poner
en marcha su desarrollo.
La experiencia
del macrismo confirma una vez mas que no es viable una Argentina primaria
exportadora porque dejar afuera a la mitad de la población y el intento de
contenerla y facilitar el ajuste vía endeudamiento externo provoca un dramático
fracaso. El intento de realizar un ajuste de shock es política y socialmente
inviable, pero además implica, literalmente, 25 millones de pobres.
Por ende no
parece haber otro camino que la diversificación productiva, la incorporación de
valor agregado a la producción primaria y el desarrollo de una industria con
capacidad exportadora. Esa es la única forma de asegurar divisas suficientes, y
un crecimiento sostenido que permita financiar el gasto público que el país
reclama. Es una tarea difícil, más aun después del desastre que deja el
gobierno saliente y el programa del FMI. Pero no parece haber otra alternativa
que sea social y políticamente posible.
Fuente: Ámbito Financiero, 07 noviembre 2019.