jueves, 7 de noviembre de 2019

Opiniones

Por qué fracasan en Argentina todas las políticas económicas
Por Horacio Lachman
En Argentina las políticas económicas han fracasado sistemáticamente. El país viene perdiendo hace décadas participación en el PBI mundial.
Quienes hablan de un modelo exitoso basado en la economía primaria exportadora hace 80 o 100 años atrás, atribuyen a desviaciones políticas el fracaso ulterior. Pero el vertiginoso crecimiento de esa etapa estaba asociado principalmente a la extensión de la frontera agropecuaria. En esos años, en EEUU, los estados del norte impusieron una política proteccionista, de industrialización y de reparto de la tierra - terminando con el modelo agroexportador y esclavista del sur. Mientras tanto Argentina aplicó un modelo de absoluta apertura, endeudamiento, apropiación por unos pocos de las tierras públicas y autoritarismo. Más allá de algunos méritos de nuestros patriotas como fue el impulso a la educación y a la inmigración, se generó un desarrollo dependiente llamado a agotarse, mientras EEUU se potenciaba.
La ponderada generación del 80 llevo al país al “pánico de los 90”, con un gigantesco default que por poco arrastra a la banca inglesa, que había concentrado en nuestro país – o casualidad - una porción demasiado grande de su capacidad de crédito. Fue una crisis provocada por el abultado déficit fiscal, el exceso de endeudamiento y la desenfrenada especulación con tierras, que no sólo llevo al país a la bancarrota, al pueblo a la miseria y a la quiebra del Banco Nacional sino que se llevó consigo a Juárez Celman, el presidente de la república. La corrupción y el fraude motorizan la Revolución del 90 donde nace el radicalismo encabezado por Leandro Alem.
Lo que se sabe menos es de las múltiples rebeliones populares que impulsó Yrigoyen hasta lograr en 1912 el dictado de la ley Sáenz Peña que, por primera vez, permitió comicios transparentes en el país.
El fuerte crecimiento de los años dorados de la economía primaria exportadora, la educación y la inmigración dieron lugar en el país a una importante clase media en la ciudad de Buenos Aires y a una incipiente industrialización que se potenció con el cierre de la economía con la crisis del 30 y la segunda guerra mundial.
Surgió así una población urbana y una industria mediana que pudo absorber a la mano de obra que expulsaba el campo y dio base social al peronismo. El empresariado nacional y los sindicatos alcanzaron entonces un peso político y económico parejo con el de los productores primarios. Unos daban trabajo pero no tenían competitividad internacional y los otros generaban las divisas pero eran impotentes para integrar al mayoría de la población en una sociedad que era mucho más compleja que la del resto de América Latina.
Esta situación de virtual empate llevó a que ningún de los dos modelos prevaleciera.
El sector urbano e industrial, que incluye a la gran mayoría, podía consolidarse cuando los circunstancias en los mercados mundiales creaban condiciones favorables que permitían transferir recursos del sector competitivo, el campo, al menos eficiente, la ciudad (como el peronismo y el kirchnerismo. Pero en lugar de darse paso a una política de desarrollo de largo plazo, se cayó muchas veces en el populismo – ya que la menor eficiencia podía sostenerse con los recursos del campo. Se produce así subestimación de la restricción externa, crecimiento desmedido del gasto público y subsidios generalizados. De esa forma el país no alcanza a modernizarse y reaparece la crisis externa cuando las peores condiciones internacionales y el déficit fiscal se hacen sentir.
Para llevar adelante el ajuste vuelve al primer plano el modelo liberal agroexportador, que expresa al sector generador de divisas, pero sin apoyo popular y por eso, en principio, sostenido por los militares. Menem y Macri surgieron de las urnas pero mintiendo sin ningún escrúpulo sobre sus verdaderas intensiones. Uno prometía el salariazo, el otro bajar rápidamente la inflación, la lluvia de inversiones y el segundo semestre.
Lo grave es que ninguno de los dos grandes modelos se consolidó y Argentina paso a ser un país sin rumbo. Los liberales agroexportadores no podían incluir a la población y terminaban echados del poder. El despilfarro de Gelbard, el ministro de economía populista que Perón designó en su tercer mandato, dio pie al brutal ajuste que implicó el Rodrigazo que a su provoco una reacción sindical que dejó sin capacidad de gobierno a Isabel Perón. Se crearon así las condiciones para el advenimiento de la terrible dictadura de Videla, con Martínez de Hoz, expresión clara del pensamiento liberal criollo, como ministro de Economía.
Ante su incapacidad para desarrollar el país, los liberales apelan al endeudamiento y de paso la especulación y por esa vía llevan también, a gigantescas desastres financiero como el de Martínez de Hoz – masiva quiebra bancaria y default en 1982; la Convertibilidad – que desembocó en la mayor crisis de la historia argentina - y el macrismo, que nos lleva al borde del desastre.
Argentina pasa de un “progresismo” que fracasa por sus tendencias populistas a un neoliberalismo que no puede incluir a la población y además vía endeudamiento y fuga de capitales lleva a una explosión de la economía aun más violenta.
La dualidad económica y social de la Argentina explica porque a pesar de su inmensa dotación de recursos y el gran desarrollo relativo de su capital humano no logra poner en marcha su desarrollo.
La experiencia del macrismo confirma una vez mas que no es viable una Argentina primaria exportadora porque dejar afuera a la mitad de la población y el intento de contenerla y facilitar el ajuste vía endeudamiento externo provoca un dramático fracaso. El intento de realizar un ajuste de shock es política y socialmente inviable, pero además implica, literalmente, 25 millones de pobres.
Por ende no parece haber otro camino que la diversificación productiva, la incorporación de valor agregado a la producción primaria y el desarrollo de una industria con capacidad exportadora. Esa es la única forma de asegurar divisas suficientes, y un crecimiento sostenido que permita financiar el gasto público que el país reclama. Es una tarea difícil, más aun después del desastre que deja el gobierno saliente y el programa del FMI. Pero no parece haber otra alternativa que sea social y políticamente posible.
Fuente: Ámbito Financiero, 07 noviembre 2019.