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Un niño cubierto de petróleo:
la catástrofe de la costa noreste de Brasil en imagen
Un niño sale del océano cubierto del
crudo derramado en la playa de Itapuama, en Cabo de Santo Agostinho,
Pernambuco, Brasil, el 21 de octubre de 2019 (AFP | LEO MALAFAIA)
La imagen dio la vuelta al
mundo: un niño sale del agua con los ojos cerrados y un gesto de impotencia, el
cuerpo cubierto por una bolsa de plástico, embadurnado por el petróleo que
desde hace casi dos meses se extiende por la costa nordeste de Brasil.
Fue tomada por un fotógrafo
colaborador de la AFP el 21 de octubre, hacia las 11 de la mañana, en
la playa de Itapuama, en Cabo de Santo Agostinho (estado de Pernambuco).
Everton Miguel dos Anjos, de 13
años, se había sumado ese día junto a sus cuatro hermanos y varios primos a
centenares de voluntarios que retiraban los residuos de crudo esparcidos por la
arena o incrustados en la roca.
Entró al mar con una camiseta,
pero se la sacó cuando vio su cuerpo ennegrecido. Se confeccionó entonces una especie
de túnica con una bolsa para la basura.
El joven brasileño le contó al
fotógrafo que su madre, que administra un bar en la costa, lo regañó cuando vio
las fotos, publicadas por muchos de los principales medios mundiales."Le
había pedido permiso para ayudar a limpiar la playa y ella me lo dio, ¡pero a
condición de que no me ensuciara!", confesó Everton.
El ministerio de la Salud
recordó la semana pasada que la inhalación de vapores de petróleo o el contacto
físico con sus substancias tóxicas era peligroso. El jueves 25, cuatro días
después de que esa foto fuera tomada, solo se veían algunos fragmentos de
petróleo en la playa.
El ejército había tomado entre
tanto el mando de las operaciones de limpieza, prohibiendo la participación de
niños.
Desde el inicio de la
catástrofe, se han recogido unas 1.000 toneladas de crudo, según datos de la
Marina brasileña.
El derrame fue observado por
primera vez el 30 de agosto en Paraiba (noreste) y se ha detectado desde
entonces a lo largo de unos 2.250 kilómetros, llegando a playas paradisíacas de
una región pobre y muy dependiente del turismo. Unas 200 localidades fueron
afectadas.
Varias oenegés denunciaron la
lentitud de reacción de las autoridades y la falta de medios
para combatir lo que muchos especialistas consideran como la peor catástrofe
ambiental del noreste brasileño.