lunes, 14 de octubre de 2019

Debate 2019

OPINIONES
Conclusiones del primer debate electoral 2019
Más allá de la ausencia del intercambio de ideas, el evento sirvió para que los candidatos plateen ideas generales sobre distintos tópicos.
NA
Por Paola Zuban
Los debates presidenciales tienen larga tradición en muchos países, especialmente en los anglosajones. Hay coincidencia internacional en torno a la idea de que contribuyen a la formación de la ciudadanía y a lograr un sano intercambio democrático. Dice el diccionario que debate es, por definición, “discusión” y aunque hay muchos formatos de debate, nuestro país seleccionó una variante que parece complicar un poco las cosas.
Con la intensión de ordenar la palabra, se despojó al debate del esperado y necesario intercambio de ideas entre los candidatos. Los periodistas no podían preguntar, por lo que no se les puede asignar el título de moderadores. Las cámaras no podían enfocar el rostro de un candidato mientras otro hablaba. Los candidatos no podían preguntar y contestar a otro. Tampoco podían tener apuntes con datos o preguntas escritas para otro candidato. Estos son solo algunos ejemplos de todo lo que no se podía.
Cada candidato tuvo, sin embargo, la posibilidad de plantear una idea general de su postura frente a cada tema: relaciones internacionales, género, economía, salud y educación, todos temas muy “grandes” para explicar propuestas en tres minutos. Por eso, cada uno pudo afirmar una postura ideológica general, hablarle al propio espacio y, como era de esperarse, los pocos cruces fueron entre Macri y Alberto Fernández.
Mauricio Macri se mostró fiel al libreto, firme en sus posturas, por momentos parecía monologar sin acusar recibo de las alusiones que los otros candidatos le hacían. Roberto Lavagna perdió la oportunidad de confrontar más directamente con el presidente y disputarle los electores con los que comparten posiciones. Claro, se lo vio mucho más cómodo cuando habló de economía.
José Luis Espert tuvo muchos buenos momentos, y aprovechó bien la oportunidad de hablarle a aquella audiencia a la que no llega con su publicidad electoral. Como Nicolás del Caño, sin nada que perder, podían darse el lujo de decir y confrontar a su opuesto sin medias tintas, pero al contrario de lo que podía esperarse, Nicolás se mostró hasta correcto, demasiado. Pareció muy coacheado, demasiado aburrido para ser el candidato del fit. Podría haber ganado más si planteaba una discusión de extremos con Gómez Centurión. Poco que decir de este último, solo que olvido el reloj.
Alberto Fernández era quién más tenía para perder. A estas alturas de la campaña, sirve más no equivocarse. Por ese motivo, los candidatos que van ganando, en general se resisten a participar en los debates. Sin embargo, en general fue el que estuvo más sólido en la oratoria y los contenidos, quizás con un tono algo arrogante que no era necesario.
¿Lo que el debate nos dejó? El contenido no fue protagonista. El debate en general fue aburrido, de formato muy acartonado y esto hace que se pierda ritmo. En muchos países, los debates son exitosos porque fomentan el cruce y la discusión abierta. “Nuestro” debate es más una exposición de candidatos que otra cosa y el protagonismo o relevancia está más en el post debate que el evento central en sí mismo. La clase política, los medios y una porción de la población muy comprometida con una postura partidaria, estuvieron atentos y algunos reconfirmaron su preferencia e intensión de voto.
Pero el resto de la sociedad argentina prestó más atención a otras cosas: sus casas inundadas, la movilización de 200.000 mujeres en el Encuentro Nacional de Mujeres de La Plata o, simplemente, continuó con su domingo.
Fuente: Diario Ámbito Financiero, 14 octubre 2019