Opiniones
El monotributo es el camino a
la solución de la presión tributaria
Para analizar este punto es importante
recordar qué es la presión tributaria y cómo se viene acrecentando en los
últimos 30 años en nuestro país.
El monotributo
es el camino a la solución de la presión tributaria.
Por Juan Pablo Chiesa*
La carga o
presión tributaria es el porcentaje del PBI que recauda el Estado a través de impuestos.
En la última década, la presión impositiva se duplicó. Entre
la carga previsional e impositiva una empresa de impuestos y de cargas sociales
paga casi el 150% al Estado. No solo en el plano económico, sino también en el
plano social, institucional, político y laboral se encuentra en plena
decadencia. El monotributo es el camino a la solución de la presión
tributaria.
Ambas cosas
darían por resultado favorables empleos formales y genuinos, con mejores
salarios, empresas en crecimiento y con ello, una mejor calidad de vida para
todos los argentinos.
La presión
impositiva se ha convertido en un perfecto sistema de opresión camuflada. La
presión impositiva no solo nos oprime, sino que terminamos siendo sufrientes de
las impericias, negligencias e imprudencias de toda nuestra dirigencia
política.
En los años 90,
la presión impositiva ya era del 22% del PBI, el Estado había crecido un 25% y
las ayudas sociales representaban una cantidad cercana a las 500 mil.
El aumento del
Estado en estos años no había dado muestras de tener relación con una mejora en
la calidad de vida de la gente, por el contrario, prácticamente el resultado
fue lo opuesto: en esos años la inflación se disparaba y la pobreza mostraba
franco aumento.
A mediados de
2003 y ya con el horizonte puesto en la crisis que vendría, de a poco la
presión tributaria se fue incrementando hasta llegar al 22% del PBI. El Estado
crecía un 20% en relación a la década anterior y ya llevaba un crecimiento
acumulado de un 50% desde los comienzos de la democracia.
El impuesto a
los movimientos bancarios y las retenciones a las exportaciones eran las
novedades de la década, pero a diferencia de lo actual, salimos de la crisis con
menos impuestos que los que tenemos actualmente. La pobreza se mantuvo en un
promedio al 29% y los planes sociales ya superaban los 3 millones.
En la Argentina
de 2012, la presión tributaria representó alrededor de 36% del PBI.
El Estado había crecido un 30% más y ya había duplicado su tamaño desde la
vuelta a la democracia. Los planes sociales, eran la vedette del momento, ya
alcanzaban los 10 millones, y la pobreza nunca descendió de los niveles del
30%. No nos olvidemos de nuestro castigado índice de precios, “la inflación”,
endémica en nuestro país, que rondaba por aquel entonces desde los 40% y hasta
50 puntos.
Todos estos
factores, acompañados de la creciente presión tributaria volvieron a dar serias
muestras de estancamiento económico el cual había llegado para quedarse, y se
quedó, para estar bien presente en toda esta década.
Hoy, la
presión tributaria roza el 40%. La presión fiscal efectiva muestra qué
porcentaje del PBI es recaudado por el Estado en forma de impuestos y se
utiliza para medir el peso tributario del país
¿Cuándo van a
comprender que la altísima presión tributaria es una de las principales
debilidades de la economía argentina? Por cada 12 meses del año, los argentinos
trabajamos siete para el Estado, para pagar, casi confiscatoriamente, los
impuestos y cinco meses para nosotros.
El Estado nos ha
empobrecido, nos ha quitado las posibilidades de ser un país mejor. Y no solo
son cuestiones meramente numéricas: entre más alta es la presión tributaria,
menores son nuestras libertades.
Tenemos 82
tributos a nivel municipal, 40 a nivel nacional y 41 a nivel provincial: en
total 163 impuestos en el país; miles de regulaciones y una burocracia que nos
devora todos los días, lo infame es que con el 10% de los principales impuestos
(IVA, Ganancias, Seguridad Social, etcétera) se genera la masa recaudatoria del
país.
La cantidad
excesiva de impuestos representa nuestra incapacidad para administrar lo que es
de todos. Basta compararse con otros países y darse cuenta. ¡Queremos ser más
libres!
Tengamos
en cuenta que:
-Las faltas de seguridad jurídica hacen que el esquema tributario actual no
pueda sostenerse por sí mismo entre nación, provincias y municipios, es
infernal. Gastamos más de lo que generamos.
-El gran nivel de informalidad de la economía, a niveles macro y
microeconómicos, como ser, el trabajo clandestino y las facturas apócrifas,
hacen que la presión fiscal no ceda en su ahogo a los que intentan sobrevivir a
la crisis actual
-La falta de inversiones, financiamiento y caída del consumo, producen que
sea tentativo la franja de informalidad, y, a su vez, el órgano recaudador no
acompaña en esta debacle, alterando más el curso de la informalidad con
resoluciones y medidas contra fácticas.
-Es necesario abordar medidas necesarias a corto plazo que apoyen el
comercio y el emprendedurismo bajo el lema “sin empresas no hay empleo”; “sin
empleo no hay consumo” y “sin consumo es insostenible cualquier economía”, y
sin estos factores no hay país serio que resista.
Seamos capaces
de comprender lo que somos para poder llegar a transformar esta penosa realidad
con un Estado distinto y con un futuro amigable para las generaciones venideras
Frente a esta
situación compleja y coyuntural, el monotributo puede convertirse en el
principio de una solución que necesariamente tiene que llegar para que el país
pueda ordenarse fiscalmente.
La idea de pagar
poco y aumentar el número de contribuyentes está en el génesis de este régimen,
por lo que el inicio hacia una reforma integral del esquema recaudatorio
argentino está delante de nosotros.
Prueba de eso es
que frente a diversos intentos de hacer más engorrosa y controlada la
existencia de monotributistas, su número no ha bajado, sino todo lo contrario.
En definitiva, el régimen supo resolver problemas que en el resto del sistema
tributario no.
Así como tenemos
que cambiar lo que está mal, también debemos defender al menos algo de lo que
resultó exitoso en este sistema tributario perverso.
Tengamos en cuenta que, en la actualidad, el 75% del
universo monotributista se dedica a los servicios, siendo que, no hay muchos
que se dediquen al comercio de bienes.
Evidentemente,
es inviable volcarse al comercio en esos niveles tan bajos de ventas. Incluso,
considero que en algunos casos es el propio Estado (que no tributa IVA) el que
promueve una suerte de “monotributización” de las personas.
Hay
municipalidades que no aceptan facturas del Régimen General, porque les resulta
más caro por el pago del IVA.
Ahora bien, los
que están en las escalas más altas los quieren pasar más rápido al Régimen
General, donde los costos son ocho veces más altos y costosos.
Evidentemente,
es inviable volcarse al comercio en esos niveles tan bajos de ventas. Incluso,
considero que en algunos casos es el propio Estado (que no tributa IVA) el que
promueve una suerte de “monotributización” de las personas.
Hay
municipalidades que no aceptan facturas del Régimen General, porque les resulta
más caro por el pago del IVA.
Ahora bien, los
que están en las escalas más altas los quieren pasar más rápido al Régimen
General, donde los costos son ocho veces más altos y costosos.
Tenemos que
entender que, en una economía inflacionaria como la de la República Argentina,
la facturación subió mucho nominalmente, pero eso no quiere decir que se haya
ganado en términos de rentabilidad.
Considero de
vital importancia que se deberían introducir modificaciones al régimen
simplificado para corregir esos errores y mantener, en estos tiempos, el
Régimen Simplificado del Monotributo y contribuir a su impulso.
Desde esa
perspectiva deberíamos preguntarnos: ¿Por qué desmantelar un régimen en el que
todos quieren estar para instaurar uno que lo remplace y del que todos quieren
huir?
(*) Escritor. Docente.
Abogado Laboralista
Fuente:
Diario Ámbito Financiero, 3 de agosto de 2019.