UNIVERSIDAD
ENTREVISTA
JUGADORA DE TODAS LAS CANCHAS
Gabriela
Garton es arquera, socióloga y feminista. Nació en Estados Unidos, se
nacionalizó argentina y fue una de las 23 futbolistas de la Selección local que
viajó al Mundial de Francia. Becaria del CONICET, realizó la primera tesis de
posgrado en Humanidades sobre fútbol femenino.
Por Martina Jaureguy
Imagen: FIFA
Su
relación con el fútbol comenzó a los 8 años, en su Estados Unidos natal. “Allá
es muy aceptado que la mujer juegue al fútbol. Acá es un deporte históricamente
para varones”, compara Gabriela Garton, en referencia a Argentina, su actual
hogar y al que volvió hace unas semanas después de participar del Mundial de
Fútbol Femenino de Francia como arquera suplente de la Selección nacional.
Pero, además de ser deportista, tiene otra faceta: es socióloga y becaria del
CONICET.
Graduada de la
licenciada en Estudios Hispanos con enfoque en Letras por la Rice University de
Houston, Texas, decidió seguir jugando en Argentina, tal vez guiada por la
sangre materna, que es oriunda de estos pagos. Comenzó en River y se chocó con
una situación de precariedad muy distinta a la que estaba acostumbrada. Así fue
como se decidió a estudiar algo que le diera “las herramientas para analizar lo
que estaba viviendo como jugadora” y lo que vivían sus compañeras, le cuenta al
Suplemento Universidad. Eso devino en una maestría en Sociología de la Cultura
en la Universidad Nacional de San Martín y una beca del CONICET para doctorarse
en Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires. El tema de su tesis no
podía ser otro: la realidad de las jugadoras de fútbol en Argentina, a través
de un enfoque cualitativo y etnográfico que publicó en su primer libro,
Guerreras. Fútbol, mujeres y poder. Y todo esto, con la ventaja de observar
desde adentro: “Ser jugadora me abrió las puertas a una mirada más íntima del
fútbol femenino”, remarca.
-¿Por qué se
te ocurrió empezar a investigar sobre el fútbol femenino argentino?
-Tuve mi primer
contacto con el fútbol femenino en Argentina cuando realicé una prueba con la
Selección, en 2011. Todavía no estaba naturalizada y no pude jugar en ese
momento. Llegué al predio de la AFA y me sorprendió todo: la ropa que usaban
las chicas era viejísima, no era de ellas y la tenían que devolver; el viático
que pagaban era de 50 pesos por día, en ese momento; y en los clubes no
cobraban nada, porque el fútbol femenino era amateur. Cuando llegué a River en
2013 me encontré con todo lo que ellas habían descrito, y al vivirlo ya me daba
cuenta de que algo estaba mal. Nos sacaban de la cancha porque cualquier
categoría masculina -incluyendo a la escuelita- tenía prioridad sobre nosotras
para usarla. La calidad de las canchas donde jugábamos era pésima. Mis
compañeras contaban las dificultades que tenían para empezar a jugar de
chiquitas: no tenían el espacio, sus papás decían que “no” porque era un
deporte de varones; no tenían equipos femeninos para incorporarse hasta que
fueran más grandes. No hay categorías formativas para mujeres en Argentina,
hasta ahora.
-¿Cuáles
fueron las diferencias que viste respecto a Estados Unidos?
-Es totalmente
lo opuesto. Yo arranqué jugando allá a los 8 años. Me incorporé a un equipo de
nenas que jugaban en una liga de diez equipos más con nenas de nuestra edad.
Para seguir jugando, tenía categorías para todas las edades. Después, hay
jugadoras que pueden llegar a ser becadas en la universidad para jugar: allá
tenés la posibilidad de seguir estudiando y jugando. En Argentina son pocas las
que pueden hacer ese equilibrio por un tema de horarios, y ninguna de las dos
instituciones se acomoda para que la jugadora lo pueda hacer. Allá es muy
aceptado que la mujer juegue al fútbol. Es uno de los deportes más populares
para las mujeres. Acá es un deporte históricamente para varones, así que es una
lucha también cultural.
-¿Cuáles
fueron los descubrimientos que lograste con tu investigación?
-Esta exclusión
de la mujer del fútbol ha sido un proceso histórico, y que el fútbol haya sido
un espacio sumamente importante para la sociabilidad de los varones en
Argentina hizo que el ingreso de las mujeres a ese ámbito fuera muy difícil. En
temas de infraestructura, en la liga femenina de AFA, que fue más mi enfoque
(en particular, UAI Urquiza), se podían ver estos temas de amateurismo y el
roce con el fútbol profesional. Ahora se dio un paso hacia una
semiprofesionalización, porque no son contratos como para un plantel completo,
y es solamente la primera división, pero antes de esto en UAI Urquiza ya había
muchas jugadoras que vivían -o sobrevivían- del fútbol, en una situación
bastante precaria porque no tenían contratos, así que en cualquier momento el
club las podía dejar libres, y ellas si se querían ir del club tampoco tenían
garantizado poder irse.
-¿Qué efectos
esperás que tenga tu investigación?
-Lo que
espero es abrir la puerta para futuras investigaciones. Es un puntapié, porque
es la primera tesis de posgrado en Humanidades sobre fútbol femenino. Espero
que sea la primera de muchas. También hago un repaso histórico del fútbol
femenino en el país, como para dar inicio a los estudios del fútbol femenino en
las Ciencias Sociales. Obviamente, también quisiera ver cambios concretos en el
fútbol femenino: tratar de mejorar estas situaciones de precariedad que viven
las jugadoras y que haya más difusión; visibilizar más la práctica para que la
gente entienda la realidad de las jugadoras y las diferencias que existen con
el fútbol más conocido, el de hombres.
Fuente: Diario Página 12, 15 de
agosto de 2019.