CONTRATAPA
Los mercados quieren disciplinarnos
El estallido fue en
las urnas
Por Marta Dillon
No hay mejor felicidad que la que se comparte y este primer
lunes del resto de nuestra vida política la felicidad colectiva se siente
como corrientes de aire cálido, como cosquillas en el vientre, como una
ganas de llorar de alegría y abrazarte a todas las personas que querés y a las
que reconocés en la calle porque llevan esa sonrisa dibujada que sólo se
consigue después de un polvo enamorado o después de sentir que el poder de
transformar el escenario político y también la vida cotidiana está en nuestras manos.
En las manos de quienes tenemos nombres olvidables, de quienes hacemos cuentas
todo el día para sobrevivir, de quienes nos reconocemos pueblo y no “gente”.
Qué felicidad.
Hay que decirlo de nuevo: qué felicidad. El hartazgo rompió las paredes de la
represa que nos hicieron aguantar todo este tiempo, el ¡Basta! se hizo
también marea y explotan las sonrisas, se festeja en los lugares de trabajo, se
siente complicidad en el andén del subte y los chats desbordan de abrazos
virtuales. Y ahí los oscuros dioses de los mercados empujando el dólar para
disciplinarnos, para intentar sin éxito borrar con especulación la euforia
popular. Es una pulseada que hoy la pierden aunque pretendan disolver
nuestros ingresos -quienes los tenemos- a fuerza de devaluación y extorsión
económica prácticamente terrorista. Me hago cargo de la palabra. Porque esa
voluntad popular, todos esos cuerpos que el domingo se movilizaron, no
solamente estaban buscando poner fin a la expropiación constante de nuestro
tiempo y nuestra potencia para pagarle las cuentas a las grandes empresas de
energía, a los que se llevan los dólares afuera, a los que compran bonos -el
presidente, por ejemplo- de la miseria de la mayoría. Fue eso también, pero no
solamente. Porque también se votó por la memoria de Santiago Maldonado, de los
cuatro adolescentes asesinados en San Miguel del Monte, se votó en contra de la
doctrina Chocobar, de las armas siempre dispuestas de Patricia Bullrich, se
votó por la memoria de Sandra y Rubén y de la escuela que explotó con ellxs
adentro. ¿Que no hubo estallido frente a la violencia estatal? El estallido
fue en las urnas. El estallido todavía se siente en ondas expansivas que
empujan las ganas de juntarse con amigues, con cada una y cada uno que venimos
resistiendo estos cuatro años en los que pareció que el cielo pesaba sobre
nuestras cabezas y el aire alrededor no alcanzaba pero que no dejamos de salir
a la calle, que abrazamos ministerios, reclamamos aborto legal, dijimos y
repetimos Ni Una Menos, arrancamos los paros a las centrales obreras desde los
sindicatos combativos, caminamos con los movimientos sociales que se rebelan a
la privatización constante de lo común con el llamado macrista a “hacer futuro”
de a uno y sin mirar a quien tenés al lado.
Resistimos y acá
estamos, resistiendo a la amenaza a punta de despojo de los fondos
especulativos oponiendo la alegría popular, oponiendo decisión y voluntad
política de transformar no sólo la economía si no un paradigma en el que ya no
cabe el emprendedurismo, la meritocracia, la indiferencia frente a quienes
quedaron en la calle, la indiferencia frente al gatillo fácil y la tortura en
las cárceles. Queda un largo camino, cuando terminaba el domingo el presidente
nos mandó a dormir; debería saber que sólo empuja un poco más a sacudirse
cualquier letargo remanente. Porque hasta octubre hasta nuestros sueños serán
activos y si esta elección primaria se ganó poniendo el cuerpo en las esquinas,
en las charlas privadas, en la puerta de las escuelas, en cada barrio donde se
dijo Basta, donde se dijo NO a la apropiación de nuestros deseos y nuestros
esfuerzos con la única promesa de un orden regido por la propiedad privada y la
prepotencia de un Estado cada vez más policial; si esta elección se ganó así,
ahora la demostración de poder que el pueblo puso en las urnas va a generar el
único derrame posible, el de compartir la potencia colectiva que sabe ocupar
las calles y así es capaz de modelar su propio destino. Qué alegría. Contra
el terror de los mercados, nos tenemos.
Fuente: Diario Página 12, 13 de agosto de 2019.