Amigues, sean todes
bienvenides
La mente entre la lengua y el mundo
Desde
una perspectiva lingüística cognitivista, se sabe que la lengua que hablamos no
se relaciona de forma directa con la realidad objetiva, sino que lo expresado
lingüísticamente establece un vínculo indirecto con el mundo. Lo que media
entre ambos polos, lengua y mundo, es la conceptualización.
Por
medio del uso lingüístico, accedemos a pistas de cómo se conceptualiza tal o
cual situación. Ser hablantes de una lengua X, con una gramática particular,
nos predispone a “ver” determinados aspectos de la realidad. Esto no sucede de
una manera determinística absoluta, pero sí se da una predisposición, al hablar
español o inglés, por ejemplo, a hacer foco en ciertas facetas de la realidad y
no, o menos, en otras.
Un
caso interesante se relaciona con las escenas que poseen movimiento. En lenguas
como el inglés, existen muchos verbos que, además de movimiento, expresan la
manera en que dicha acción se ejecuta. Hay un verbo específico para cuando
alguien camina en puntas de pie y otro para cuando se camina tras haber bebido
en exceso. Al querer expresar estos mismos movimientos en español, solemos
utilizar el verbo caminar y luego decidimos si queremos especificar la manera
en que dicho caminar se ejecutó, si es relevante hacerlo.
Esto
no significa que un hablante de español no pueda percibir los aspectos de la
situación que se manifiestan por medio del inglés; sin embargo, el hecho de que
el inglés posea una gran variedad de verbos de este tipo, y el español, no
permite a los hablantes de la lengua anglosajona proveer muchos más detalles en
cuanto al aspecto “manera de moverse” que no suelen estar presentes en las
narraciones de hablantes de español. Es decir, la lengua que hablamos y los
recursos que posee imponen un límite al cómo expresamos lo que expresamos. En
palabras de la lingüista Silvia Kiczkovsky, el mundo en el que vivimos es (en
parte) el mundo de nuestra sintaxis.
¿Qué efectos produce el uso recurrente de una expresión?
Si
a partir de las posibilidades que nos brinda nuestra lengua, las estructuras
lingüísticas que empleamos se vinculan con sistemas conceptuales, podemos
preguntarnos ¿qué manera de concebir la realidad X se pone de manifiesto con determinada
expresión Y?
Para
responderla, podemos remitirnos a comienzos del siglo 21, cuando los medios
todavía hablaban de “crimen pasional”. Dicha expresión daba cuenta de una forma
específica de conceptualizar la violencia extrema ejercida por un hombre sobre
una mujer. Hoy, el empleo de “femicidio”, definido en el Diccionario de
estudios de género y feminismos como un “neologismo que surge directamente del
análisis feminista”, pone énfasis “en el carácter misógino del asesinato”.
La
lingüista Susan Ehrlich explica que los movimientos a favor del lenguaje no
sexista, de las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado en Estados Unidos,
promovieron la generación de estudios que demostraron, entre otras cuestiones,
que el uso de “él” y “hombre” en sentido genérico 1) evoca imágenes de hombres
en vez de mujeres (es decir, no es “genérico”), 2) tiene efectos negativos en
las creencias individuales sobre la habilidad de las mujeres para llevar a cabo
un buen trabajo y 3) tiene un impacto negativo en los sentimientos de orgullo,
importancia y poder de las propias mujeres. De manera similar, la filóloga
española Teresa Meana Suárez señala, en una entrevista para “Las 12”, que
cuando el género gramatical hace referencia a “seres sexuados”, invoca en
nuestra mente, respecto del género masculino, seres de sexo masculino, y en
cuanto al género femenino, seres del sexo femenino.
En
el ámbito del análisis del discurso, no se analiza solamente el léxico, sino
que se estudian las prácticas discursivas de, por ejemplo, determinados
periódicos cuando abordan temas como la violencia machista hacia mujeres. Aquí
discurso, entendido como una lengua en uso, funciona como discurso en un
segundo sentido: como una forma de práctica social que construye los temas a
los que se refiere. Esta postura se desprende de una concepción de discurso
como acción social e implica que los periodistas, en la medida que ellos mismos
son actores sociales, contribuyen a moldear los hechos en consonancia con la
línea editorial que el medio asume respecto de la realidad representada. De
este modo, las representaciones emergen no solo de creencias específicas sino
que su repetición ayuda a naturalizar y a mantener vigentes tales creencias.
Vale
subrayar que existen grados de conciencia distintos cuando empleamos una
lengua. En la mayor parte del tiempo, no pensamos cómo decir lo que decimos.
Por eso resulta interesante desgranar la conceptualización que subyace a los
usos espontáneos, esos usos en los que nadie repara porque, por estar tan
naturalizados, a nadie le llaman la atención. Sin embargo, todo uso, con mayor
o menor grado de conciencia, se vincula a un modo particular de concebir una
situación.
¿Qué efectos produce el uso recurrente de una expresión?
Si
a partir de las posibilidades que nos brinda nuestra lengua, las estructuras
lingüísticas que empleamos se vinculan con sistemas conceptuales, podemos
preguntarnos ¿qué manera de concebir la realidad X se pone de manifiesto con
determinada expresión Y?
Para
responderla, podemos remitirnos a comienzos del siglo 21, cuando los medios
todavía hablaban de “crimen pasional”. Dicha expresión daba cuenta de una forma
específica de conceptualizar la violencia extrema ejercida por un hombre sobre
una mujer. Hoy, el empleo de “femicidio”, definido en el Diccionario de
estudios de género y feminismos como un “neologismo que surge directamente del
análisis feminista”, pone énfasis “en el carácter misógino del asesinato”.
La
lingüista Susan Ehrlich explica que los movimientos a favor del lenguaje no
sexista, de las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado en Estados Unidos,
promovieron la generación de estudios que demostraron, entre otras cuestiones,
que el uso de “él” y “hombre” en sentido genérico 1) evoca imágenes de hombres
en vez de mujeres (es decir, no es “genérico”), 2) tiene efectos negativos en
las creencias individuales sobre la habilidad de las mujeres para llevar a cabo
un buen trabajo y 3) tiene un impacto negativo en los sentimientos de orgullo,
importancia y poder de las propias mujeres. De manera similar, la filóloga
española Teresa Meana Suárez señala, en una entrevista para “Las 12”, que
cuando el género gramatical hace referencia a “seres sexuados”, invoca en
nuestra mente, respecto del género masculino, seres de sexo masculino, y en
cuanto al género femenino, seres del sexo femenino.
En
el ámbito del análisis del discurso, no se analiza solamente el léxico, sino
que se estudian las prácticas discursivas de, por ejemplo, determinados
periódicos cuando abordan temas como la violencia machista hacia mujeres. Aquí
discurso, entendido como una lengua en uso, funciona como discurso en un
segundo sentido: como una forma de práctica social que construye los temas a
los que se refiere. Esta postura se desprende de una concepción de discurso
como acción social e implica que los periodistas, en la medida que ellos mismos
son actores sociales, contribuyen a moldear los hechos en consonancia con la
línea editorial que el medio asume respecto de la realidad representada. De
este modo, las representaciones emergen no solo de creencias específicas sino
que su repetición ayuda a naturalizar y a mantener vigentes tales creencias.
Vale
subrayar que existen grados de conciencia distintos cuando empleamos una
lengua. En la mayor parte del tiempo, no pensamos cómo decir lo que decimos.
Por eso resulta interesante desgranar la conceptualización que subyace a los
usos espontáneos, esos usos en los que nadie repara porque, por estar tan
naturalizados, a nadie le llaman la atención. Sin embargo, todo uso, con mayor
o menor grado de conciencia, se vincula a un modo particular de concebir una
situación.
Del símbolo @, pasando por “x”, hasta “e”
“Amigues,
sean todes bienvenides” aparece como alternativa superadora de variantes tales
como “Amig@s, sean tod@s bienvenid@s”, que emplea el símbolo “@”, o “Amigxs,
sean todxs bienvenidxs”, en la que se usa la letra “x”. Ninguna de las dos
puede pronunciarse. La primera, además, se vincula con una división binaria,
solamente, del “género social” y excluye los géneros que no “encajan” en la
categorización “masculino-femenino”.
Decir
“Amigues, sean todes bienvenides” responde a movimientos explícitos,
conscientes, en pos de evitar el empleo de la forma masculina “en sentido
genérico”. El mentado sentido genérico de la forma masculina (“Amigos, sean
todos bienvenidos”) se relaciona con una norma que procede de entes que
regularizan la lengua española, como la RAE. “Regularizar” con idea de
“normalizar”, de “estandarizar”. Este sentido genérico no puede dejar de
vincularse con una conceptualización específica.
La
variedad estándar de toda lengua es una herramienta que empodera: ser hablante
de esta permite acceder a espacios donde se ostenta poder social: la
escuela, los libros, los ámbitos laborales, los entes del gobierno, los medios,
entre otros. Sin embargo, no deja de ser una variedad, una versión, de las
muchas otras variedades (geográficas, sociales, situacionales) que toda lengua
posee. Por lo cual, empodera ser hablante de la variedad estándar, pero esto no
conlleva que las variedades no estándares sean inferiores ni menos
gramaticales.
Decir
“Amigues, sean todes bienvenides” es una manifestación no estándar que no está
avalada por los entes reguladores del español. Emplea el morfema “e”, que es un
recurso que existe en la lengua española, de una manera creativa: esta “e”
quiere aquí señalar un género neutro cuando remite a seres sexuados. Responde a
una concepción que no adhiere a la forma masculina como genérica. Conjuga el
género gramatical con el género social. Es un posicionamiento político. Es una
manera de expresarse que se asocia todavía con un alto grado de conciencia,
dado que hay que pensar, muchas veces, cómo utilizar ese morfema y producir un
mensaje que lo emplee correctamente. Es un indicio de que la conceptualización
que la subyace quiere diferenciarse de la que evoca la forma estándar.
Habrá
que ver si llegó para quedarse. Los cambios de esta naturaleza, gramatical, no
suceden de la noche a la mañana. Algo que es diferente en el nivel del léxico,
donde es más frecuente toparse con palabras o frases nuevas. Para que un cambio
morfológico llegue a emplearse de manera no consciente, de forma que nadie
repare en él y que la RAE lo incorpore en su gramática, debe superar la prueba
del paso del tiempo. Hay que esperar.
Mientras
tanto, por qué no darle la bienvenida al hecho de que una parte de nuestra
sociedad quiere manifestar, con el uso de este recurso lingüístico, entre
muchos otros, su forma de entender nuestro mundo: uno en el que cabemos todes.
Natalia Gómez Calvillo
Magíster
en Lingüística
Biografía
consultada
Periodismo
confiable Al revés / Titulares / Amigues, sean todes bienvenides /
21-agosto-2018.
https://alreves.net.ar/amigues-sean-todes-bienvenides/