Heroína de la independencia del Alto Perú, actual
Bolivia. Descendiente de una familia mestiza, quedó huérfana en edad muy
temprana. Pasó los primeros años de su vida en un convento de monjas de su
provincia natal, Chuquisaca, la cual era entonces sede de la Real Audiencia de
Charcas.
Biografía de Juana Azurduy Bermúdez: Nació el 12 de
julio de 1780 en Toroca, población ubicada en la Intendencia de Potosí del Virreinato
del Río de la Plata, hoy municipio de Ravelo, departamento de Potosí, actual Bolivia.
Sus padres fueron don Matías Azurduy, un rico blanco dueño de muchas
propiedades y doña Eulalia Bermúdez, una chola de Chuquisaca. Fue bautizada en La
Plata, hoy Sucre, Chuquisaca, por lo que se suponía que nació en esa ciudad.
Creció en Chuquisaca y a partir de los doce años de edad se educó en el
prestigioso Convento de Santa Teresa de Chuquisaca para posteriormente ser una monja y hablaba tanto
el español como el quechua. Debido a su comportamiento rebelde fue expulsada
del convento cuando tenía 17 años.
En
1802 contrajo matrimonio con Manuel Ascencio Padilla, con quien tendría cinco
hijos. Tras el estallido de la revolución independentista de Chuquisaca el 25
de mayo de 1809, Juana y su marido se unieron a los ejércitos populares,
creados tras la destitución del virrey y al producirse el nombramiento de Juan
Antonio Álvarez como gobernador del territorio. El caso de Juana no fue una
excepción; muchas mujeres se incorporaban a la lucha en aquellos años.
Juana
colaboró activamente con su marido para organizar el escuadrón que sería
conocido como Los Leales, el cual debía unirse a las tropas enviadas desde
Buenos Aires para liberar el Alto Perú. Durante el primer año de lucha, Juana
se vio obligada a abandonar a sus hijos y entró en combate en numerosas
ocasiones, ya que la reacción realista desde Perú no se hizo esperar. La
Audiencia de Charcas quedó dividida en dos zonas, una controlada por la
guerrilla y otra por los ejércitos leales al rey de España.
En
1810 se incorporó al ejército libertador de Manuel Belgrano, que quedó muy
impresionado por el valor en combate de Juana; en reconocimiento a su labor,
Belgrano llegó a entregarle su propia espada. Juana y su esposo participaron en
la defensa de Tarabuco, La Laguna y Pomabamba.
Mención
especial merece la intervención de Juana Azurduy en la región de Villar, en el
verano de 1816. Su marido tuvo que partir hacia la zona del Chaco y dejó a
cargo de su esposa esa región estratégica, conocida también en la época como
Hacienda de Villar. Dicha zona fue objeto de los ataques realistas, pero Juana
organizó la defensa del territorio y, en una audaz incursión, arrebató ella
misma la bandera del regimiento al jefe de las fuerzas enemigas y dirigió la
ocupación del Cerro de la Plata. Por esta acción y con los informes favorables
de Belgrano, el gobierno de Buenos Aires, en agosto de 1816, decidió otorgar a
Juana Azurduy el rango de teniente coronel de las milicias, las cuales eran la
base del ejército independentista de la región.
Tras
hacerse cargo el general José de San Martín de los ejércitos que pretendían
liberar Perú, la estrategia de la guerra cambió. San Martín quería atacar Lima
a través del Pacífico, por lo que era necesario, para poder desarrollar su
estrategia, la liberación completa de Chile. Esta decisión dejó a la guerrilla
del Alto Perú en condiciones muy precarias; Juana y su marido vivieron momentos
extremadamente críticos, tanto que sus cuatro hijos mayores murieron de hambre.
Poco
tiempo después Juana, que esperaba a su quinto hijo, quedó viuda tras la muerte
de su marido en la batalla de Villar, el 14 de septiembre de 1816. El cuerpo de
su marido fue colgado por los realistas en el pueblo de la Laguna, y Juana se
halló en una situación desesperada: sola, embarazada y con los ejércitos
realistas controlando eficazmente el territorio. Tras dar a luz a una niña, se
unió a la guerrilla de Martín Miguel de Güemes, que operaba en el norte del
Alto Perú. A la muerte de este caudillo se disolvió la guerrilla del norte, y
Juana se vio obligada a malvivir en la región de Salta.
Tras
la proclamación de la independencia de Bolivia en 1825, Juana Azurduy intentó
en numerosas ocasiones que el gobierno de la nueva nación le devolviera sus bienes
para poder regresar a su ciudad natal, pero a pesar de su prestigio no
consiguió una respuesta favorable de los dirigentes políticos.
Murió indigente el 25 de mayo de 1862 cuando
estaba por cumplir 82 años y fue enterrada en una fosa común. Sus restos fueron
exhumados cien años después y fueron depositados en un mausoleo que se
construyó en su homenaje en la ciudad de Sucre.