Quema de
Libros
En la antesala
del 24 de marzo, en donde se conmemora el “Día Nacional de la Memoria, por la
Verdad y la Justicia”; recordamos algunos hechos históricos con la imagen y el
video que muestra la incineración de los libros considerados subversivos pertenecientes
a centros culturales, escuelas, universidades y bibliotecas.
En abril de 1976 hubo dos quemas
importantes de libros y ambas fueron en la provincia de Córdoba. La primera se
produjo en la Escuela Secundaria Comercial “Manuel Belgrano” el 2 de abril. Ese
día el interventor teniente primero Manuel Carmelo Barceló recorrió la
biblioteca, seleccionó 19 libros (entre los autores estaban Marx, Engels,
Margarita Aguirre, Godio y Martí) y procedió a quemarlos en el patio a la vista
de numerosos estudiantes como testigos.
La fogata fue acompañada por la
posterior desaparición de 12 estudiantes, decenas de chicos expulsados y varios
docentes cesanteados.
Años después, los estudiantes acusaron a
su ex director Tránsito Rigatuso de haber armado “listas negras” de libros y
personas. Rigatuso fue un hombre del peronismo ortodoxo que ocupó el cargo a
partir del Navarrazo en 1974 y fue diputado nacional durante el gobierno de
Alfonsín. Uno de los tantos colaboradores de la dictadura que murió sin ir
preso. (1)
La segunda gran fogata se produjo el 29
de abril. El general Luciano Benjamín Menéndez ordenó la quema colectiva de
libros que habían sido secuestrados de bibliotecas, colegios y universidades en
los días previos. Luego de brindar conferencias de prensa con periodistas de la
provincia el Jefe del Regimiento de Infantería Aerotransportada 14 del Comando
del III Cuerpo del Ejército, Jorge Eduardo Gorleri, exhibió ante los presentes
la pila de libros confiscada y ordenó quemarlos. Periodistas, funcionarios y
militares estuvieron invitados a observar la gran fogata de autores marxistas.
Quema de libros del III Cuerpo del
Ejército
Ante los presentes Gorleri afirmó que “a
fin de que no quede ninguna parte de estos libros, folletos, revistas, etc (…)
para que con este material se evite continuar engañando a nuestra juventud,
sobre el verdadero bien que representan nuestros símbolos nacionales, nuestra
familia, nuestra Iglesia, nuestro más tradicional acervo sintetizado en Dios,
Patria, Hogar”.
Así informó el diario La Voz el
día 30 de abril bajo el título “Incineración de literatura marxista”.
Algunos de las obras eliminadas
pertenecían a García Márquez, Marx, Trotsky, Galeano, Bayer, Perón, Cortázar,
Saint-Exupery, Engels, Freud, Sartre, entre muchos otros.
“Los libros (y las ideas) como enemigo”, Víctor Hugo dijo alguna vez que las que conducen y arrastran el mundo no son las máquinas sino las ideas. En la Argentina de los 70, producto del ascenso obrero y revolucionario mundial, calaron profundamente entre los estudiantes y trabajadores las ideas de igualdad, revolución y socialismo. La mayoría de estas definiciones partían de la literatura marxista, cuestionadora del orden social establecido, que se difundía ampliamente en escuelas y universidades de todo el país y en el resto de América Latina. Los libros eran considerados una amenaza de primer orden: transmitían ideas e incentivaban el uso de la imaginación y de la reflexión.
Por eso, con el golpe no sólo se buscó
destruir aquella vanguardia obrera y juvenil que se había forjado a partir del
Cordobazo, sino también dar una guerra en el ámbito cultural y educativo. La
dictadura debía combatir al marxismo, considerada como la ideología de mayor
peligrosidad, según cuentan Hernán Invernizzi y Judith Gociol en Un golpe a
los libros. Represión a la cultura en la última dictadura militar. La quema
de libros fue sólo un eslabón dentro de un plan sistemático para censurar,
controlar y, eventualmente, eliminar “la infiltración marxista en las escuelas”
y terminar con la subversión (2). El libro también afirma que la
persecución ideológica no comenzó con el régimen militar sino que los criterios
de censura eran los mismos que aplicó el gobierno peronista de Isabel, no
olvidemos que en julio de 1974 un grupo de hombres ingresó en los talleres de
Eudeba al grito de “¿dónde está El marxismo, de Henri Lefevre?” y
quemaron más de 25 mil libros. Estas acciones fueron realizadas por grupos de
tareas como la Triple A que también amenazaba y asesinaba artistas y
periodistas (además de miles de obreros y estudiantes).
A partir de 1976, el Ministerio de
Interior estaba a la cabeza de la cruzada mientras que la Dirección General de
Publicaciones se encargaba de la censura de los libros. También se identificó
120 “editoriales marxistas”. Temáticas como psicoanálisis, lógica, feminismo,
sexualidad, erotismo, materialismo histórico y literatura fueron las más
golpeadas. En las bibliotecas se realizaron estrictos controles sobre los
ficheros, se retiró de los mismos cualquier ficha que tuviera alusión a las
palabras: “rojo”, “Cuba” o “revolución”. Cientos de revistas y diarios, muchos
de ellos partidarios, fueron prohibidos. Ni los infantiles escaparon de la
censura: El reino del revés de Maria Elena Walsh, Un elefante ocupa
poco espacio de Elsa Borneman (según el decreto militar la huelga que
convocaban los animales en el cuento tenía la finalidad de adoctrinar y captar
ideológicamente a los niños) y muchos más de autores de origen nacional y
extranjero.
El arsenal de decretos, normas e
informes sobre antecedentes permitía desarrollar un estricto control sobre la
cultura y la literatura pero era necesaria la colaboración de los padres para
que el accionar represivo se extienda también al ámbito doméstico. Por eso la
revista Para Ti se sumó a la cruzada antisubversiva y escribió una carta
abierta a los padres argentinos porque “en esta guerra no sólo las armas son lo
importante. También los libros, la educación, los profesores”. Incentivaba a
los padres a leer los libros y cuadernos de sus hijos y a estar alertas, “no es
sólo una obligación sino también una responsabilidad”. Queda claro que la
colaboración de la prensa y de miles de funcionarios civiles, como los
políticos radicales y peronistas, fue vital para sostener al régimen político y
económico de la dictadura. Pero también fueron necesarios para sostener el
estricto aparato de control cultural y comunicacional.
Bibliografía y Fuentes
Notas
1)- Rigatuso
debió costear el juicio que le realizó a Sonia Torres, madre de una alumna
desaparecida que lo acusó de delator, absuelta luego de que el político
peronista la llevara a juicio por calumnias e injurias. Más allá del
reconocimiento de su participación murió en 2012 libre e impune.
2)- Ver
Invernizzi Hernán y Gociol Judith, Un golpe a los libros. Represión a la
cultura en la última dictadura militar. Eudeba, 2002.
Foto: Imagen
AGN_DDF/ Caja 3099, inv.: 348575.
Video: Quema de libros en el Comando del III Cuerpo de Ejército, 29 de abril de 1976, en Córdoba.
Especial multimedia "Libros Prohibidos", revista Alfilo Facultad de
Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba. https://www.youtube.com/watch?v=Ixclcj1Bk2k