Pueblo Mataco o Wichi
De los pueblos de la etnia mataguaya que subsisten hoy en nuestro país,
el más importante es el de los matacos o wichis, cuya población para el
2004-2005 era de unos 40.000 indígenas. Un número similar o mayor puebla el
Chaco boliviano y parte del paraguayo. La mayoría de los autores también
clasifican como mataguayos a los chorotes y a los chulupíes. Hoy quedan
alrededor de 3.000 aborígenes de estos pueblos en el Pilcomayo, centro norte de
Formosa y en Tartagal, Salta.
Los mataguayos habitaban en las proximidades de las márgenes del curso
superior de los ríos Pilcomayo, Bermejo y en la franja entre este río y el
Tarija de Bolivia. Lo hacían, casi siempre monte o tierras adentro por temor a
sus vecinos chiriguanos y tobas, razón por la que no poblaban las orillas de
los ríos.
Su modo de vivir ocultos por temor a sus vecinos, los obligaba a juntar
el agua que bebían, durante los períodos de lluvia, para lo que cavaban grandes
pozos. No obstante, si eran descubiertos y no podían huir, luchaban con valor y
eran buenos guerreros, ya que físicamente estaban muy bien dotados. Cuando
ellos eran los agresores, actuaban siempre por sorpresa.
La parcialidad denominada matacos o abuchetas poblaba más en el Chaco
boliviano que en el nuestro. Sus extremidades cortas y sus narices anchas son
las diferencias más notables con respecto a los demás aborígenes de la región.
Hombres y mujeres andaban desnudos. Cuando concurrían a un poblado de
españoles, usaban unas camisas tejidas por ellos que les cubrían el cuerpo
hasta las rodillas. Se cubrían del frío con una capa hecha de pieles. Ambos
sexos se tatuaban y se pintaban el rostro con colores negro, verde y rojo.
Vivían de la caza, pesca y recolección. Para pescar usaban una especie
de arpones, con que ensartaban los peces en lugares de poca profundidad como
los esteros. La naturaleza les daba la algarroba, porotos, higos de tuna,
cogollo de palmeras, tubérculos, etc., pero principalmente abundante miel de
varias clases distintas de abejas. Ingerían bebidas fermentadas, como la aloja
de algarrobo. Fumaban tabaco en pipas de madera.
Sus viviendas eran chozas pequeñas y bajas, construidas con ramas y
pajas, sin puertas y de forma cupular hemisférica.
El matrimonio requería un convenio previo de los pretendientes. Eran
buenos padres.
A los muertos, que cubrían con ramas o los depositaban en un árbol dentro de una red, les dejaban una tinaja con agua.
A los muertos, que cubrían con ramas o los depositaban en un árbol dentro de una red, les dejaban una tinaja con agua.
Tenían caciques para la guerra y la vida interna. Sus armas eran el arco
y la flecha, la lanza y la macana.
Tristemente, como los restantes pueblos originarios de nuestro norte,
han sido desamparados por los distintos gobiernos, que poco o nada han hecho o
hacen para su integración. Padecen las mismas enfermedades que otros grupos
indígenas, sin recibir una correcta atención, y no se les brinda educación
elemental.
Fuente: Roberto E. Porcel.
Imagen: “Matacos”. 1906. Carlos Bruch.
Archivo Fotográfico y Documental Museo Etnográfico
Juan B. Ambrosetti. UBA.