Congreso Estatal de Educación
Social
¿Qué es Educar?
Educar siempre hay que ir a la
etimología, al término original y además en este caso el término original ayuda
mucho. “Ducere”, “exducere”, significa tanto guiar como extraer algo que la
persona lleva dentro; los dos conceptos son buenos para entender qué significa
educar. Educar es guiar, establecer unas pautas de comportamiento; educar es
extraer de la persona lo mejor que lleva dentro, lo que decía Sócrates que él
hacía: identificaba su quehacer con un método que llamaba la “mayéutica”
y que identificaba con el trabajo de la comadrona (Sócrates era hijo de una
comadrona) y decía que lo que hacen las comadronas es ayudar a nacer a los
niños, ayudar a que el niño salga de la madre. Eso es educar, esa era para
Sócrates la función de la filosofía, el poner en cuestión el conocimiento más o
menos sabido por sus interlocutores y el hacer ver que aquello que pensaban que
sabían no lo sabían del todo sino que había que profundizar más.
A mí me gusta mucho este origen
de la palabra educar, sobre todo porque la necesidad de conectar educar y ética
está implícita en ese significado. Si educar es guiar y es extraer de la
persona lo mejor que lleva dentro, hay que saber qué es lo mejor y qué es lo
peor; por lo tanto, hay que tener criterios para educar, hay que tener
criterios para dirigir. El educador está siempre (y esto a veces nos ha
parecido políticamente incorrecto, pero no lo es) en una posición superior al
educando; sabe más, tiene que saber más y, por lo tanto, puede dirigir y puede
reprimir (una palabra que no gusta pero que está implícita en lo que es la
educación) todo aquello que la persona debe procurar que no aparezca, porque no
es bueno, porque no es conveniente, y sin embargo potenciar todo lo bueno. Yo
siempre he sido muy contraria a las teorías de Rousseau en educación, casi uno
de los pocos filósofos centrados en la educación y que ha dicho algunas cosas
interesantes, pero ese pensar en la espontaneidad del niño como lo bueno que ha
de proteger el educador, creo que es ir sin criterio a la educación; no todo lo
espontáneo es bueno, hay cosas buenas, cosas no tan buenas y por tanto hay que
saber qué es lo que hay que preservar y lo que hay que potenciar.
Educar significar formar el
carácter, de ahí viene la palabra ética en principio, la manera de ser de la
persona, la forma de vida, de las costumbres, “mores”; moral viene de ahí y ese
es el objetivo de la educación: formar el carácter. Hoy no tenemos ni podemos
tener un concepto unificado de persona. Me explico. En el mundo griego, cuando
los filósofos, como Aristóteles, empiezan a hablar de ética y de educación
saben que la excelencia de la persona está en la dedicación a la vida política;
el hombre libre –dice Aristóteles- debe dedicarse a la vida pública, a servir a
los demás. Y esa es la forma de vida más excelente; en la época medieval,
cuando la filosofía depende mucho de la teología, está muy vinculada al
cristianismo, a la religión, a los teólogos, ser buena persona es cumplir los
mandamientos de la ley de Dios. Por lo tanto, hay también un concepto unitario
de lo que es ser buena persona.
Con la modernidad esto se acaba
porque el gran valor de la modernidad es la libertad individual, la autonomía
de la persona para decidir el tipo de vida que quiera vivir y la forma de vida
que quiera y también autonomía para construir su conciencia y, por lo tanto, su
moral. Los psicólogos que nos han hablado de la evolución de la conciencia
moral nos dicen que ser moral, ser una persona con conciencia moral, significa
ser autónomo, es decir, aceptar las normas no porque están establecidas, no
porque son leyes sino porque yo considero que son buenas normas, eso es ser
moralmente autónomo, tener conciencia moral. Por tanto, el único valor que hoy
podemos entender como el valor que la educación debe transmitir es precisamente
la autonomía, es la libertad. Y esto ha confundido mucho a la educación y a los
educadores porque ha parecido que educar para ser libres es educar en la
libertad, lo cual no es así. No se puede educar para ser libres sin normas, sin
leyes.
Autonomía significa decidir
cuáles son las normas mejores, pero no significa ausencia de normas.
Por lo tanto, ¿qué significa hoy
formar a la persona? ¿Qué significa extraer de la persona lo mejor que lleva
dentro? Es enseñarle a ser libre, enseñarle a ser autónomo pero en un mundo en
el cual todos deben poder ser libres; por lo tanto no hay auténtica autonomía,
auténtica libertad, si esa libertad no es para todos, si no coincide con la
convivencia, con la civilidad, con la posibilidad de que todos puedan ejercer
igualmente su libertad. No tiene nada que ver la libertad con la ausencia de
normas; tiene que ver con el poder elegir desde las posibilidades que me
ofrecen las normas de convivencia. Por eso está muy vinculada la educación
moral a lo que hoy llamamos educación cívica; he dicho muchas veces que el
civismo hoy es el mínimo común ético que todos necesitamos; es lo que configura
al ciudadano, los valores, las virtudes que hacen del ciudadano un ciudadano;
eso es el civismo. Lo cual significa que ser ciudadano no es sólo ser sujeto de
derechos sino también ser sujeto de deberes, no es sólo reivindicar unos
cuantos derechos (entre los cuales está el de la educación) sino también
sentirse partícipe de una sociedad y de un estado que tiene que garantizar esos
derechos y garantizarlos a todos y, por lo tanto, algo hay que aportar para que
esos derechos sean posibles.
Para resumir este primer punto,
(qué significa educar), educar significa hacer personas autónomas, que
configuren su vida en torno a unas normas, a valores fundamentales, que hagan
posible no sólo su libertad individual sino también la de los demás, la
libertad de todos, y, por lo tanto, educar significa hacer personas autónomas y
cívicas o civilizadas (más o menos la matriz o raíz de la palabra es la misma),
personas capaces de vivir en la ciudad. Siempre que explico ética a mis
alumnos, me ha ido muy bien y sobre todo cuando el público está especialmente
sensibilizado hacia la pedagogía, la educación, la explicación que hace Platón
en uno de sus diálogos, el Protágoras, sobre la necesidad de enseñar la virtud
y la ética. Es el mito de Prometeo. Se trata de la explicación que hace
Protágoras, el sofista que discute con Sócrates de si se puede o no enseñar la
moral y Protágoras defiende que sí, que se puede enseñar y aduce para ello,
para explicarlo el mito de Prometeo.
Como saben Prometeo fue el que
robó el fuego para dárselo a los hombres. Según la interpretación de Platón de
ese mito, Prometeo roba el fuego de los dioses porque los hombres una vez
creados por Zeus se encuentran indefensos, sin posibilidades, sin atributos,
sin capacidades para defenderse de los demás hombres, de los animales, de las
adversidades. El fuego simboliza la técnica, la posibilidad de construir una
vivienda, de manipular los alimentos, construir armas y poderse defender y
sobrevivir. Pero una vez que Prometeo ha dado el fuego a los hombres, Zeus se
da cuenta de que no es suficiente la técnica, los hombres se pelean entre ellos
y corren el peligro de destruirse unos a otros y de que la especie humana
desaparezca de la tierra. Entonces Zeus manda a la tierra a Hermes para que
dote a los hombres de dos cosas: el sentido moral (en griego “paidós”, palabra
que se traduce como el sentido moral, la conciencia moral) y la virtud de la
justicia. Pero lo más interesante no es esto sino lo que le pregunta Hermes a
Zeus: ¿cómo debo distribuir estos valores? ¿Debo dárselos a unos pocos para que
sean éstos los que administren las ciudades y gobiernen a los demás? Porque
serán los sabios los que tienen esos valores y Zeus le dice: No, esos valores
tiene que adquirirlos todo el mundo porque la persona que no los adquiera no es
digna de vivir en la ciudad y debe ser expulsada de ella. Es como la primera
fundamentación de la moral, de la filosofía: sin valores éticos, valores que
hoy llamamos de civilidad, valores cívicos, nadie tiene derecho a vivir en la
ciudad y eso es lo que hay que fomentar a través de la educación, a través de
la formación de la persona. Y esto es tan así y tan convencidos estamos que los
valores morales son unos valores fundamentales y que la educación es necesaria
que la educación es hoy un derecho universal, es uno de los derechos sociales,
junto a otros como la protección de la salud, el derecho al trabajo, la
seguridad social. Que es un derecho universal quiere decir que la educación es
un bien primario –algunos filósofos lo llaman así- que debe ser garantizado por
el estado de bienestar, es decir, debe ser garantizado por los poderes públicos,
los derechos universales no son derechos que nos inventamos y que decimos este
es un derecho, (hablamos un poco alegremente de los derechos y decimos que
todos son derechos).
Los derechos son algo serio;
decir que algo es un derecho significa que el Estado lo debe garantizar, que
debe ser realmente un derecho para todos, es decir, todos deben tener acceso a
ese derecho.
¿Por qué se ha convertido la
educación en un derecho universal?
Diría que hay tres grandes
razones para mantener la educación como un derecho universal: la primera es lo
que he dicho antes, la necesidad de inculcar valores cívicos, que todos,
hombres y mujeres, todos los individuos compartan unos mismos valores
fundamentales. Esto está escrito en la misma Constitución española: en el
artículo 27 que es el que habla del derecho a la educación, después de decir
que todos tienen derecho a la misma, dice qué es la educación. Se afirma que la
educación tiene por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el
respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y
libertades fundamentales. Aquí está dicho qué es educar: formar íntegramente a
la persona en el respeto a la democracia y los derechos y libertades
fundamentales, es decir valores cívicos.
En estos años pasados en que hubo
un debate un poco absurdo en torno a una asignatura que es la educación para la
ciudadanía, como asignatura que tenía que impartirse como parte del
currículo, una asignatura obligatoria y que unos decían que no debía estar en
el currículo porque no es una asignatura ordinaria y sí ideológica y los otros
que era ordinaria y no ideológica, yo creo que sí, que es ordinaria e
ideológica porque responde al principio de la Constitución; es un principio
constitucional, es decir, es la doctrina y la ideología que todos debemos
compartir, no sólo unos cuantos sino que todos debemos compartir. Claro que es
ordinario inculcar unos valores cívicos, más ordinario que no inculcar nada.
Pero es que el Estado no puede ser neutral en cuanto a los valores cívicos y
por eso necesita la educación. Para que la educación reglada, tanto la escolar
como la social, sea la alternativa, la forma, de hacer llegar a todos aquello
que la familia que es el órgano primario, el agente primario de la educación, a
veces no transmite, no hace llegar.
Si el Estado debe garantizar el
derecho a la educación, debe garantizar en primer lugar que los valores cívicos
se transmitan y por eso es el primer elemento de que la educación sea un
derecho universal. En segundo lugar, la educación tiene que ser un derecho
universal porque afianza la cohesión social, ayuda a que los individuos se
integren en la sociedad y a que las sociedades sean más congéneres, más
cohesionadas. Puede parecer que esto va en contra de un valor que también en
los últimos años se ha defendido mucho y que también ha aparecido en este
congreso y que es el concepto de la diversidad: educar en la diversidad, para
la diversidad. Está muy bien, es reconocer también derechos de aquellos que no
se identifican del todo con lo que es hegemónico, con lo que es homogéneo, pero
la educación no puede ser sólo educación para la diversidad porque uno de los
objetivos de la educación es la cohesión, que haya un mínimo común que todos
comparten. Si no ese objetivo de la comunidad no se puede cumplir nunca, si
cada uno defiende sus valores, si cada cual va a lo suyo, defiende su propia
identidad y esas identidades están en conflicto, no hay cohesión y, por tanto,
no hay tampoco civilidad.
Por eso es importante incidir en
los guetos y que la educación trascienda la existencia en la sociedad de guetos
donde las personas (sobre todo en el caso de la investigación que ha habido en
los últimos años) forman comunidades raras, comunidades diversas, que cultivan
su propia identidad y que les gusta mucho integrarse en el todo de la sociedad,
precisamente porque se les mantiene al margen y la educación intenta trascender
eso, corregir de alguna forma eso.
Y, finalmente, el tercer punto es
que la educación afianza también la igualdad de oportunidades. No es la
panacea. Que todos tengan acceso a la educación obligatoria que hoy es una
educación que llega hasta los 16 años, no quiere decir que el resultado de esa
educación sean las mismas oportunidades para todos, eso no es cierto. No es la
panacea pero es la mejor vía o el primer paso para igualar oportunidades que en
principio son muy desiguales en todas las sociedades, tanto las desarrolladas
como las menos desarrolladas. Todas las sociedades o la mayoría de ellas
adolecen de falta de oportunidades (en las más desarrolladas no podemos decir
que todo el mundo tenga las mismas oportunidades). La educación es un elemento
de movilidad social, de ascenso social, de poder superar la propia clase social
(un concepto que hoy ya no utilizamos): la educación es el primer paso para
poder pasar de una clase social a otra. Es el primer elemento que puede servir
porque la educación iguala en principio a los diferentes. No sólo responde sino
que les da medios e instrumentos para la integración social en general,
empezando por la integración laboral.
Ahora bien, aquí también hay que
tener en cuenta una cosa que sobre todo los educadores sociales la conocen muy
bien porque son los que se dedican a los sectores más desfavorecidos, a los más
marginados y a los más débiles en general de la sociedad, que consiste en que
la educación es un arma de doble filo: por una parte integra, iguala y
cohesiona, pero al mismo tiempo perpetúa también las desigualdades y, a veces,
puede incluso acentuar las marginaciones. Aquí hay una distinción importante
que hay que hacer: no es lo mismo hablar de igualdad que hablar de equidad.
Igualdad es igualdad para todo el mundo; inicialmente se intenta igualar
haciendo que los más desiguales se acerquen a los que están mejor. Es decir que
hay un modelo de hacer igual: igualar con el que está en el estrato superior
(es lo que ha pasado con la igualdad de la mujer que se ha tratado de igualar
con los hombres, el modelo es el hombre, ser iguales a ellos). La equidad es
otra cosa; consiste en el mero reconocimiento de que la sociedad es desigual y
porque lo es, hay que tratar igual al igual y desigual; es decir, no hay que
tratar a todos de la misma forma para conseguir más equidad sino que hay que
tratar de forma desigual al desigual para que acabe siendo igual. No es un
trabalenguas. Eso lo dice muy bien John Rawls, un filósofo que ha hablado de la
justicia distributiva y de la teoría de la justicia. Cuando habla de la
igualdad de oportunidades dice que para conseguir una mayor igualdad de oportunidades
hay que poner en marcha lo que llama el principio de la diferencia que
significa dar más a los que están peor, tratar mejor a los más desfavorecidos.
Por eso son tan peligrosos los
recortes en el estado de bienestar porque siempre acaban perjudicando primero
a los más desfavorecidos. No sólo no es una buena técnica, por ejemplo,
reducir los salarios de todos, copago para todos, los 400 euros de Zapatero
para todos, porque para los que están mejor no son nada y los que están peor no
necesitan 400 euros, necesitan más.
Por lo tanto, hablemos de equidad
y no de igualdad y tengamos en cuenta que la igualdad de oportunidades tiene
que verse desde esta perspectiva. Para que las oportunidades acaben siendo para
todos no hay que tratar a todo el mundo igual, hay que tratarlo diferente y hay
que invertir mucho más en los más desiguales, en los menos favorecidos. Esto es
muy claro que es así porque cuando reflexionamos, por ejemplo, sobre los
resultados del informe PISA, ese informe que nos da tantos quebraderos de
cabeza porque siempre es nefasto para nosotros, nos damos cuenta que el fracaso
escolar -muy alto en España-, es un fracaso que incide sobre todo en las clases
menos favorecidas; son los que están peor, los pobres, los que fracasan más en
la educación. Y esto sucede porque el acceder a la misma educación, no consigue
siempre las mismas oportunidades para todos. Por eso decía antes que hay que
tener cuidado al pensar que el acceso universal a la educación significa las
mismas oportunidades. No es cierto. Bueno, por eso tiene que haber educadores
sociales, precisamente porque hay personas que quedan fuera, que quedan
marginadas y a las que hay que atender de otra forma porque la educación formal
no lo consigue.
¿Cuáles son los factores que
influyen en la escuela educativa? Vamos hablar sólo de dos. Uno es la
diferencia en las capacidades. Los individuos no sólo somos distintos y hay
diferencias de origen porque procedemos de familias, culturas y entornos
distintos sino también porque las capacidades de todos los individuos no son
las mismas de todos y cada uno de los individuos. Parece que no es muy correcto
decirlo así, pero es así. Y hay que tener en cuenta que los currículos
educativos los han hecho siempre las clases dominantes y los han hecho a la
medida de ellas y, por lo tanto, hay ciertas habilidades y capacidades que no
se tienen muy en cuenta porque no son las que han dominado. La cuestión de las
capacidades es muy difícil de identificar, de ver cómo se pueden corregir; hay
capacidades que de alguna forma ya están en los genes, pero la genética
condiciona hasta cierto punto pero sobre todo es el entorno social el que hace
que ciertas capacidades se puedan desarrollar más o menos y éste es el segundo
elemento que contribuye a incidir en las desigualdades. Uno es la diferencia en
las capacidades y el otro es la diferencia en el entorno social de la persona:
lo social, lo económico, lo cultural. La familia, por ejemplo, es fundamental.
Luego hablaré más de ello, pero es fundamental como agente de educación. No
sólo pienso en familias desestructuradas porque al final son tantas que casi es
más normal una familia desestructurada que una estructurada, pero sí en
familias en donde hay personas en el paro, la pobreza, etc. Todo eso en la edad
de la educación de los hijos afecta mucho a la igualdad de oportunidades, y a
que la igualdad de oportunidades lo sea.
Las mismas diferencias étnicas
que hacen que el individuo se sienta como un extraño, que sienta que no está en
su casa, y que por lo tanto es también un elemento de desigualdad que no ayuda
a aprovechar las oportunidades. Siempre pongo un ejemplo que, en fin, es muy
personal pero que me parece muy claro: mis hijos sí que fueron a la escuela
pública y en la época en que lo hicieron fue la época de la transición política
y en un momento además en que muchos nos sentimos muy obligados con respecto a
la escuela pública, a potenciarla y a conseguir tener una para todos y de
calidad. Era una escuela bastante mezclada, cosa que pienso se ha ido perdiendo,
se ha vuelto a la doble vía. En aquel el momento se procuró que no fuera así.
Aún así, mis hijos que eran de padre y madre catedráticos de universidad, en la
escuela pública eran una “rara avis” y, claro, el entorno familiar que tenían
ellos y unos pocos más, comparado con el entorno familiar de la mayoría, no tenían
nada que ver.
Es claro que ese soporte que
puede proporcionar una casa llena de libros, donde el periódico es habitual,
donde los padres pueden ayudar porque tienen cultura para hacerlo, comparado
con un entorno familiar que no tiene nada de eso ni puede proporcionarlo es una
diferencia que muy difícilmente puede suplir la educación escolar. Por lo tanto
hay que tener en cuenta eso. Pasa lo mismo con la salud. La protección de la
salud no es igual en las personas que tienen medios para entender una
información médica, una receta, para saber organizar su tratamiento y para
convencerse de que hay que llevarlo a cabo que en aquellas personas que están
en un entorno donde todo eso no es lo fundamental, no es lo más importante y,
por lo tanto, la protección de la salud, aunque formalmente sea la misma para
todos, acaba no siendo la misma porque el entorno no lo facilita.
Quiero decir esto para que lo
tengamos muy en cuenta, sobre todo en estos momentos de crisis en que se está
reduciendo precisamente aquello más básico y lo más primario. Tengamos en
cuenta que esas reducciones acaban afectando como siempre y primordialmente a
los más desfavorecidos.
Tercera cuestión: ¿quiénes son
los agentes de la educación? ¿Quién debe educar? Este es un gran tema, me
parece muy obvio y es el tema que desarrollé en el libro “Creer en la
educación” y es que estamos muy desconcertados respecto a lo qué es educar,
cómo hay que educar y en qué hay que educar y también quiénes son los que deben
educar. Como he dicho antes el primer agente socializador es la familia y eso
no hay que quitárselo de la cabeza. Muchas veces cuando hay un problema en la
sociedad todo el mundo mira a la escuela y yo he dicho muchas veces, tenemos un
problema y debemos convertirlo en una asignatura más, es decir, hay un problema
de educación vial y hay que poner una asignatura de educación vial, hay un
problema con la televisión y hay que poner una asignatura para enseñar a
ver la televisión, hay problemas de obesidad y hay que poner una asignatura que
eduque para la salud. No es la escuela el primer agente educativo ni son los
educadores más profesionales los primeros, lo es la familia. Y como he dicho
antes, son sobre todo aquellas familias que tienen menos medios las que pueden
colaborar menos en la tarea de la educación aunque no siempre son sólo esas
familias las que contribuyen poco. La familia es quizás el agente social que
más se ha inhibido en la educación en nuestro tiempo por muchas razones, entre
otras porque las mujeres que siempre han estado más en casa y se ocupaban del
cuidado de los hijos, de los ancianos y de los enfermos, ahora afortunadamente
ya no es así, tienen acceso al mundo laboral y los hijos están más solos, más
desprotegidos y más a su aire, pero también hay una inhibición, a veces una
falta de complicidad de la familia con respecto a lo que es la educación
escolar, la educación más formal, una falta de connivencia. Hay una anécdota de
Juan de Mairena en el libro de Machado, cuando Mairena era profesor de
filosofía, que cuenta anécdotas de su trato con los alumnos en el ambiente
escolar y cuenta que en un momento determinado un padre le increpa de mala
manera porque ha suspendido a su hijo y le dice: “Le basta con ver al alumno
para suspenderle” y Mairena muy digno le contesta “me basta con ver a su
padre”.
Es decir, a veces los padres no
ayudan en absoluto a que la educación sea como debe ser. Por eso la familia es
el primer agente educador, pero no obstante cuando los profesionales, los
maestros, los profesores y, por supuesto los educadores sociales, que tienen el
nombre propiamente que debería tener la educación (toda educación debería ser
educación social). Si la educación es lo que he dicho antes que es formar a la
persona en la autonomía y en los valores cívicos, eso es educación social y la
escuela de alguna forma se ha inhibido de esa educación porque cada profesor va
a lo suyo, cada uno es profesor de matemáticas, lengua, filosofía,
física, gimnasia y parece que lo que es la formación de la persona es algo que
corresponde a alguien que no se sabe a quién. En cambio tengo la impresión que
la educación social eso lo tiene muy claro: educar es educar, es formar a la
persona. Pero aparte de esto, educar es una responsabilidad compartida y no
aceptar esto es uno de los grandes problemas que tiene la educación: la
educación de los educadores profesionales e incluso de la familia que el resto
de la sociedad no comparte (esa responsabilidad) con respecto a la educación.
Hay una frase que se ha repetido
muchas veces que dice: “Para educar a un niño hace falta la tribu entera”. Esto
es muy cierto. No se puede educar a la infancia si todos los agentes sociales
no colaboran en esa educación. Y hoy no están colaborando todos los agentes
sociales. No están colaborando porque el “ethos” dominante -“ethos” es la
manera de ser, el ambiente dominante-, no es el de los valores cívicos sino el
de los valores económicos precisamente: el individualismo, el hedonismo, el
consumismo, la rentabilidad inmediata, el éxito rápido, el enriquecerse a
cualquier precio, es decir, esos son los valores que dominan en la sociedad,
eso es lo que todo el mundo aprende por ósmosis, sin necesidad de que alguien
se lo enseñe porque es lo que está en todas partes. Eso es lo que se transmite
y, por otra parte, hay un gran desconcierto con respecto a cuáles deben ser los
valores que tenemos. Hay una confusión. En otras épocas hay unos referentes más
claros, ha habido unos referentes fijos, aunque para su desgracia porque no
tener unos referentes muy fijos, muy claros, es bueno, es una señal de
progreso, significa que la sociedad es plural y cada cual estructura su vida
como piensa que es mejor. Siempre pongo un ejemplo que es el de todas esas
novelas de mujeres adúlteras que hay en el siglo XVI, Madame Bovari, Ana
Karenina, la Regenta, en todas ellas hay una mujer que porque gusta de la
libertad, del adulterio, es absolutamente rechazada por la sociedad. Porque esa
mujer ha perdido el honor y porque no tiene derecho a vivir con los demás,
hasta el punto que en muchos casos esas mujeres se suicidan. Eso hoy no pasa
por suerte.
Esto quiere decir que la sociedad
es mucho más permisiva, mucho más tolerante, pero esa tolerancia nos ha hecho
perder unos referentes claros que nos confunden a la hora de decir cuáles son
los valores fundamentales y a la hora de defender a éstos. Por esto digo
siempre que la educación tiene que ir a contracorriente: no son los valores
dominantes los que hay que inculcar a través de la educación sino que son los
valores que no dominan, los que deberían dominar pero no lo hacen.
Cuando decimos que la crisis
económica puede ser buena, es cierto porque puede significar una época crítica,
de reflexión para cambiar. El cambio tiene que ser de valores, de prioridades,
no todo debe ser sólo buscar el enriquecimiento más fácil y más inmediato, la
rentabilidad económica, el éxito o el reconocimiento social sino unos valores
más espirituales que finalmente son básicos para la convivencia y son fundamentales
para vivir mejor e incluso para ser más felices.
Todo esto no se produce en la
sociedad porque nadie da ejemplo, porque nadie muestra esos valores y pienso
que cuando una persona alcanza la edad adulta y se convierte en un profesional,
en una persona que tiene una cierta responsabilidad, esa persona lo quiera o
no, se lo proponga o no, está educando a los más jóvenes, está sirviendo de
referente para los demás, sea o no educador o educadora, es igual, es una
persona que sirve de ejemplo, de imagen, de modelo y, por lo tanto, está
ejerciendo una función educativa.
Vayamos al último punto: cómo se
educa. Sabemos qué es educar, que la educación es un derecho que hay que
defender a toda costa, que es importante para la integración y la cohesión
social, para conseguir más oportunidades, que es algo que nos compete a todos,
que hay profesionales que tienen más responsabilidad por el hecho de ser
profesionales, pero qué difícil es educar, conseguir resultados para esta
educación. En el libro sobre educación que he dicho antes, partía del hecho de
que no creemos en la educación porque si creyéramos en ella, le daríamos mucha
más importancia, se le daría más importancia desde la política; cuando hay
campañas electorales todas las fuerzas políticas, los grupos, dicen que la
educación es lo más importante, pero luego se olvidan que es lo más importante.
Todavía no destinamos suficientes recursos a la educación; aún no hay un
reconocimiento social de los educadores. Me parece importante mencionar el
ejemplo de Finlandia que es pionera en educación. Por los informes PISA es la
primera hasta tal punto que había convertido en un negocio la cuestión de la
educación porque todos los países, los políticos, han ido ahí a ver cómo
lo hacen para tener tan buenos resultados. Y lo más importante no son los
sueldos, no es el dinero que se destina a la educación, no es el tiempo que los
niños están en la escuela; lo más importante es el prestigio social que tiene
la educación en general. La carrera educativa (y esto es muy importante para lo
que tenéis la carrera de magisterio que ahora tiene mucho nombre) en Finlandia
es una carrera con tanto prestigio, es muy selectiva, no está en todas las
Universidades ni se puede acceder a ella muy fácilmente; es una de las carreras
que tienen una nota de corte más alto y eso revierte en un prestigio social de
la educación que es lo que hace que los profesionales de la educación se
dediquen a ésta con entusiasmo y consigan muy buenos resultados.
Esto ha sido un éxito en
Finlandia y además otra cosa que me dijeron alguna vez que supongo que es
cierta: en Finlandia nunca ha habido una reforma educativa. Creo que los
cambios en educación deben ser algo intuitivo y que no se hacen a golpe de ley
y a golpe de reformas. Una vez dije esto en Cataluña delante del presidente
Pujol y le encantó y dijo que debíamos haber tomado nota cuando nosotros
tenemos la LOGSE y en fin todas las leyes que han ido cambiando la educación y
que no siempre lo han hecho bien.
Vamos al tema de cómo educar. La
educación transmite un saber práctico; esta es una idea que viene también del
mundo antiguo, de los griegos, y que creo que es muy válida; la educación no es
sólo un saber teórico; se puede hacer teoría –como lo estoy haciendo ahora-,
puede haber técnicas educativas, se pueden explicar más o menos, se
pueden configurar en un “power point” y eso es un conocimiento más o menos
teórico, pero sobre todo la educación es la formación de la persona y a ésta se
la forma inculcándole hábitos de conducta y eso es una práctica, no es una
técnica, una práctica que requiere dos cosas: tiempo y ejemplo.
Tiempo porque inculcar hábitos no
se puede hacer de un día para otro y eso todos los que hemos tenido hijos o
alumnos lo sabemos de sobra; las cosas hay que repetirlas muchas veces para que
finalmente los hijos, los alumnos, se enteren de que aquello hay que hacerlo y
hacerlo de esa forma. Pero repetir muchas veces significa invertir mucho tiempo
en trata de transmitir, inculcar, los hábitos fundamentales. O sea, en primer
lugar tiempo.
En segundo lugar, ejemplo. La
ejemplaridad es fundamental para la educación porque educar es también mímesis,
es imitación de lo que hace el otro. Por eso hoy nos va tan mal porque los
ejemplos públicos no son buenos, salvo el fútbol, salvo el Barça concretamente,
que el modelo de moralidad sea hoy Guardiola, -que lo es- da qué pensar, el que
manda es él. El otro día estaba yo en una mesa redonda en un pueblo de Cataluña
sobre los valores en la época de crisis y en la mesa había un representante que
había sido futbolista que habló de los valores del fútbol y oyéndole estaba
diciendo sin saberlo algo que es una tendencia en una corriente filosófica que
se llama el comunitarismo: es muy difícil enseñar valores en una sociedad
liberal en la que cada quien va a lo suyo, son sociedades muy atomizadas, hay
que volver a la comunidad, crear comunidades para poder producir valores
comunes. Claro el fútbol es eso y el Barça es eso: una comunidad que educa a
sus miembros, a sus futbolistas, los forma no sólo en unas técnicas sino en
unos valores fundamentales y eso es lo que cuenta, y finalmente se ha impuesto
ese modelo. No sé si es un modelo trasladable a la sociedad en general, pero da
qué pensar porque es una sociedad falta de modelos, de los que hemos dicho antes,
que realmente sean admirables, que nos despierten una admiración digna de ser
imitada; el ejemplo es fundamental. Y no sólo el ejemplo en las personas sino
el ejemplo también práctico. Hablamos antes de la equidad y ésta se transmite
practicándola.
No se puede enseñar a las
personas a ser equitativas, si empezamos a construir un modelo educativo donde
los ricos van a unas escuelas y los pobres van a otras; eso no es equidad. La
educación afianza la equidad si realmente consigue que las personas se mezclen
y que los distintos orígenes de las personas se mezclan en el campo de la
educación.
Bueno, éstas son las ideas
fundamentales que tienen que ver con la ética conectada con la educación.
Educar moralmente es eso. Educar es siempre educar moralmente y para terminar
quiero decir que el educador no sólo debe tener claros unos criterios, como he
dicho al principio, unos contenidos morales valorativos que hay que perseguir
sino que debe tener mucha moral para poder educar bien. Es una satisfacción
estar aquí con tanta gente y saber que aunque estamos en una época de grandes
desánimos –todo desanima cada día-, sin embargo hay gente entusiasta con lo que
hace y está convencida de que está haciendo algo que merece la pena y que lo
hace con gusto. A mí me gusta mucho cuando al hablar de ética, recordar lo que
decía José Luis Aranguren que afirmaba que la palabra moral tiene dos
significados: el de la moral como una serie de contenidos, valores, normas,
principios y deberes y la moral como el tener moral, como el no desfondarse;
eso forma parte también de la moral; eso forma parte de las soluciones, del
sentimiento; la moral no es sólo una cuestión racional, de esto es bueno y esto
es malo; lo bueno tiene que gustar, procurar la adhesión del sentimiento y lo
malo tiene que ser rechazado también por el sentimiento. La educación tiene que
ser ética.
Por lo tanto, acabo diciéndoles
mucha moral y que les vaya muy bien en este congreso y que les cunda mucho el
trabajo que hacen todos los días.
Por Victoria Camps
Fuente: VI Congreso de
Educación Social. Valencia 2012. Publicado en la Revista de Educación Social http://www.eduso.net/res/?b=23&c=251&n=797