lunes, 13 de marzo de 2017

Educar

Congreso Estatal de Educación Social
¿Qué es Educar?
Educar siempre hay que ir a la etimología, al término original y además en este caso el término original ayuda mucho. “Ducere”, “exducere”, significa tanto guiar como extraer algo que la persona lleva dentro; los dos conceptos son buenos para entender qué significa educar. Educar es guiar, establecer unas pautas de comportamiento; educar es extraer de la persona lo mejor que lleva dentro, lo que decía Sócrates que él hacía: identificaba su quehacer con un método que llamaba la “mayéutica”  y que identificaba con el trabajo de la comadrona (Sócrates era hijo de una comadrona) y decía que lo que hacen las comadronas es ayudar a nacer a los niños, ayudar a que el niño salga de la madre. Eso es educar, esa era para Sócrates la función de la filosofía, el poner en cuestión el conocimiento más o menos sabido por sus interlocutores y el hacer ver que aquello que pensaban que sabían no lo sabían del todo sino que había que profundizar más.
A mí me gusta mucho este origen de la palabra educar, sobre todo porque la necesidad de conectar educar y ética está implícita en ese significado. Si educar es guiar y  es extraer de la persona lo mejor que lleva dentro, hay que saber qué es lo mejor y qué es lo peor; por lo tanto, hay que tener criterios para educar, hay que tener criterios para dirigir. El educador está siempre (y esto a veces nos ha parecido políticamente incorrecto, pero no lo es) en una posición superior al educando; sabe más, tiene que saber más y, por lo tanto, puede dirigir y puede reprimir (una palabra que no gusta pero que está implícita en lo que es la educación) todo aquello que la persona debe procurar que no aparezca, porque no es bueno, porque no es conveniente, y sin embargo potenciar todo lo bueno. Yo siempre he sido muy contraria a las teorías de Rousseau en educación, casi uno de los pocos filósofos centrados en la educación y que ha dicho algunas cosas interesantes, pero ese pensar en la espontaneidad del niño como lo bueno que ha de proteger el educador, creo que es ir sin criterio a la educación; no todo lo espontáneo es bueno, hay cosas buenas, cosas no tan buenas y por tanto hay que saber qué es lo que hay que preservar y lo que hay que potenciar.
Educar significar formar el carácter, de ahí viene la palabra ética en principio, la manera de ser de la persona, la forma de vida, de las costumbres, “mores”; moral viene de ahí y ese es el objetivo de la educación: formar el carácter. Hoy no tenemos ni podemos tener un concepto unificado de persona. Me explico. En el mundo griego, cuando los filósofos, como Aristóteles, empiezan a hablar de ética y de educación saben que la excelencia de la persona está en la dedicación a la vida política; el hombre libre –dice Aristóteles- debe dedicarse a la vida pública, a servir a los demás. Y esa es la forma de vida más excelente; en la época medieval, cuando la filosofía depende mucho de la teología, está muy vinculada al cristianismo, a la religión, a los teólogos, ser buena persona es cumplir los mandamientos de la ley de Dios. Por lo tanto, hay también un concepto unitario de lo que es ser buena persona.
Con la modernidad esto se acaba porque el gran valor de la modernidad es la libertad individual, la autonomía de la persona para decidir el tipo de vida que quiera vivir y la forma de vida que quiera y también autonomía para construir su conciencia y, por lo tanto, su moral. Los psicólogos que nos han hablado de la evolución de la conciencia moral nos dicen que ser moral, ser una persona con conciencia moral, significa ser autónomo, es decir, aceptar las normas no porque están establecidas, no porque son leyes sino porque yo considero que son buenas normas, eso es ser moralmente autónomo, tener conciencia moral. Por tanto, el único valor que hoy podemos entender como el valor que la educación debe transmitir es precisamente la autonomía, es la libertad. Y esto ha confundido mucho a la educación y a los educadores porque ha parecido que educar para ser libres es educar en la libertad, lo cual no es así. No se puede educar para ser libres sin normas, sin leyes.
Autonomía significa decidir cuáles son las normas mejores, pero no significa ausencia de normas.
Por lo tanto, ¿qué significa hoy formar a la persona? ¿Qué significa extraer de la persona lo mejor que lleva dentro? Es enseñarle a ser libre, enseñarle a ser autónomo pero en un mundo en el cual todos deben poder ser libres; por lo tanto no hay auténtica autonomía, auténtica libertad, si esa libertad no es para todos, si no coincide con la convivencia, con la civilidad, con la posibilidad de que todos puedan ejercer igualmente su libertad. No tiene nada que ver la libertad con la ausencia de normas; tiene que ver con el poder elegir desde las posibilidades que me ofrecen las normas de convivencia. Por eso está muy vinculada la educación moral a lo que hoy llamamos educación cívica; he dicho muchas veces que el civismo hoy es el mínimo común ético que todos necesitamos; es lo que configura al ciudadano, los valores, las virtudes que hacen del ciudadano un ciudadano; eso es el civismo. Lo cual significa que ser ciudadano no es sólo ser sujeto de derechos sino también ser sujeto de deberes, no es sólo reivindicar unos cuantos derechos (entre los cuales está el de la educación) sino también sentirse partícipe de una sociedad y de un estado que tiene que garantizar esos derechos y garantizarlos a todos y, por lo tanto, algo hay que aportar para que esos derechos sean posibles.
Para resumir este primer punto, (qué significa educar), educar significa hacer personas autónomas, que configuren su vida en torno a unas normas, a valores fundamentales, que hagan posible no sólo su libertad individual sino también la de los demás, la libertad de todos, y, por lo tanto, educar significa hacer personas autónomas y cívicas o civilizadas (más o menos la matriz o raíz de la palabra es la misma), personas capaces de vivir en la ciudad. Siempre que explico ética a mis alumnos, me ha ido muy bien y sobre todo cuando el público está especialmente sensibilizado hacia la pedagogía, la educación, la explicación que hace Platón en uno de sus diálogos, el Protágoras, sobre la necesidad de enseñar la virtud y la ética. Es el mito de Prometeo. Se trata de la explicación que hace Protágoras, el sofista que discute con Sócrates de si se puede o no enseñar la moral y Protágoras defiende que sí, que se puede enseñar y aduce para ello, para explicarlo el mito de Prometeo.
Como saben Prometeo fue el que robó el fuego para dárselo a los hombres. Según la interpretación de Platón de ese mito, Prometeo roba el fuego de los dioses porque los hombres una vez creados por Zeus se encuentran indefensos, sin posibilidades, sin atributos, sin capacidades para defenderse de los demás hombres, de los animales, de las adversidades. El fuego simboliza la técnica, la posibilidad de construir una vivienda, de manipular los alimentos, construir armas y poderse defender y sobrevivir. Pero una vez que Prometeo ha dado el fuego a los hombres, Zeus se da cuenta de que no es suficiente la técnica, los hombres se pelean entre ellos y corren el peligro de destruirse unos a otros y de que la especie humana desaparezca de la tierra. Entonces Zeus manda a la tierra a Hermes para que dote a los hombres de dos cosas: el sentido moral (en griego “paidós”, palabra que se traduce como el sentido moral, la conciencia moral) y la virtud de la justicia. Pero lo más interesante no es esto sino lo que le pregunta Hermes a Zeus: ¿cómo debo distribuir estos valores? ¿Debo dárselos a unos pocos para que sean éstos los que administren las ciudades y gobiernen a los demás? Porque serán los sabios los que tienen esos valores y Zeus le dice: No, esos valores tiene que adquirirlos todo el mundo porque la persona que no los adquiera no es digna de vivir en la ciudad y debe ser expulsada de ella. Es como la primera fundamentación de la moral, de la filosofía: sin valores éticos, valores que hoy llamamos de civilidad, valores cívicos, nadie tiene derecho a vivir en la ciudad y eso es lo que hay que fomentar a través de la educación, a través de la formación de la persona. Y esto es tan así y tan convencidos estamos que los valores morales son unos valores fundamentales y que la educación es necesaria que la educación es hoy un derecho universal, es uno de los derechos sociales, junto a otros como la protección de la salud, el derecho al trabajo, la seguridad social. Que es un derecho universal quiere decir que la educación es un bien primario –algunos filósofos lo llaman así- que debe ser garantizado por el estado de bienestar, es decir, debe ser garantizado por los poderes públicos, los derechos universales no son derechos que nos inventamos y que decimos este es un derecho, (hablamos un poco alegremente de los derechos y decimos que todos son derechos).
Los derechos son algo serio; decir que algo es un derecho significa que el Estado lo debe garantizar, que debe ser realmente un derecho para todos, es decir, todos deben tener acceso a ese derecho.
¿Por qué se ha convertido la educación en un derecho universal?
Diría que hay tres grandes razones para mantener la educación como un derecho universal: la primera es lo que he dicho antes, la necesidad de inculcar valores cívicos, que todos, hombres y mujeres, todos los individuos compartan unos mismos valores fundamentales. Esto está escrito en la misma Constitución española: en el artículo 27 que es el que habla del derecho a la educación, después de decir que todos tienen derecho a la misma, dice qué es la educación. Se afirma que la educación tiene por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales. Aquí está dicho qué es educar: formar íntegramente a la persona en el respeto a la democracia y los derechos y libertades fundamentales, es decir valores cívicos.
En estos años pasados en que hubo un debate un poco absurdo en torno a una asignatura que es la educación para la ciudadanía,  como asignatura que tenía que impartirse como parte del currículo, una asignatura obligatoria y que unos decían que no debía estar en el currículo porque no es una asignatura ordinaria y sí ideológica y los otros que era ordinaria y no ideológica, yo creo que sí, que es ordinaria e ideológica porque responde al principio de la Constitución; es un principio constitucional, es decir, es la doctrina y la ideología que todos debemos compartir, no sólo unos cuantos sino que todos debemos compartir. Claro que es ordinario inculcar unos valores cívicos, más ordinario que no inculcar nada. Pero es que el Estado no puede ser neutral en cuanto a los valores cívicos y por eso necesita la educación. Para que la educación reglada, tanto la escolar como la social, sea la alternativa, la forma, de hacer llegar a todos aquello que la familia que es el órgano primario, el agente primario de la educación, a veces no transmite, no hace llegar.
Si el Estado debe garantizar el derecho a la educación, debe garantizar en primer lugar que los valores cívicos se transmitan y por eso es el primer elemento de que la educación sea un derecho universal. En segundo lugar, la educación tiene que ser un derecho universal porque afianza la cohesión social, ayuda a que los individuos se integren en la sociedad y a que las sociedades sean más congéneres, más cohesionadas. Puede parecer que esto va en contra de un valor que también en los últimos años se ha defendido mucho y que también ha aparecido en este congreso y que es el concepto de la diversidad: educar en la diversidad, para la diversidad. Está muy bien, es reconocer también derechos de aquellos que no se identifican del todo con lo que es hegemónico, con lo que es homogéneo, pero la educación no puede ser sólo educación para la diversidad porque uno de los objetivos de la educación es la cohesión, que haya un mínimo común que todos comparten. Si no ese objetivo de la comunidad no se puede cumplir nunca, si cada uno defiende sus valores, si cada cual va a lo suyo, defiende su propia identidad y esas identidades están en conflicto, no hay cohesión y, por tanto, no hay tampoco civilidad.
Por eso es importante incidir en los guetos y que la educación trascienda la existencia en la sociedad de guetos donde las personas (sobre todo en el caso de la investigación que ha habido en los últimos años) forman comunidades raras, comunidades diversas, que cultivan su propia identidad y que les gusta mucho integrarse en el todo de la sociedad, precisamente porque se les mantiene al margen y la educación intenta trascender eso, corregir de alguna forma eso.
Y, finalmente, el tercer punto es que la educación afianza también la igualdad de oportunidades. No es la panacea. Que todos tengan acceso a la educación obligatoria que hoy es una educación que llega hasta los 16 años, no quiere decir que el resultado de esa educación sean las mismas oportunidades para todos, eso no es cierto. No es la panacea pero es la mejor vía o el primer paso para igualar oportunidades que en principio son muy desiguales en todas las sociedades, tanto las desarrolladas como las menos desarrolladas. Todas las sociedades o la mayoría de ellas adolecen de falta de oportunidades (en las más desarrolladas no podemos decir que todo el mundo tenga las mismas oportunidades). La educación es un elemento de movilidad social, de ascenso social, de poder superar la propia clase social (un concepto que hoy ya no utilizamos): la educación es el primer paso para poder pasar de una clase social a otra. Es el primer elemento que puede servir porque la educación iguala en principio a los diferentes. No sólo responde sino que les da medios e instrumentos para la integración social en general, empezando por la integración laboral.
Ahora bien, aquí también hay que tener en cuenta una cosa que sobre todo los educadores sociales la conocen muy bien porque son los que se dedican a los sectores más desfavorecidos, a los más marginados y a los más débiles en general de la sociedad, que consiste en que la educación es un arma de doble filo: por una parte integra, iguala y cohesiona, pero al mismo tiempo perpetúa también las desigualdades y, a veces, puede incluso acentuar las marginaciones. Aquí hay una distinción importante que hay que hacer: no es lo mismo hablar de igualdad que hablar de equidad. Igualdad es igualdad para todo el mundo; inicialmente se intenta igualar haciendo que los más desiguales se acerquen a los que están mejor. Es decir que hay un modelo de hacer igual: igualar con el que está en el estrato superior (es lo que ha pasado con la igualdad de la mujer que se ha tratado de igualar con los hombres, el modelo es el hombre, ser iguales a ellos). La equidad es otra cosa; consiste en el mero reconocimiento de que la sociedad es desigual y porque lo es, hay que tratar igual al igual y desigual; es decir, no hay que tratar a todos de la misma forma para conseguir más equidad sino que hay que tratar de forma desigual al desigual para que acabe siendo igual. No es un trabalenguas. Eso lo dice muy bien John Rawls, un filósofo que ha hablado de la justicia distributiva y de la teoría de la justicia. Cuando habla de la igualdad de oportunidades dice que para conseguir una mayor igualdad de oportunidades hay que poner en marcha lo que llama el principio de la diferencia que significa dar más a los que están peor, tratar mejor a los más desfavorecidos.
Por eso son tan peligrosos los recortes en el estado de bienestar porque siempre acaban perjudicando primero a  los más desfavorecidos. No sólo no es una buena técnica, por ejemplo, reducir los salarios de todos, copago para todos, los 400 euros de Zapatero para todos, porque para los que están mejor no son nada y los que están peor no necesitan 400 euros, necesitan más.
Por lo tanto, hablemos de equidad y no de igualdad y tengamos en cuenta que la igualdad de oportunidades tiene que verse desde esta perspectiva. Para que las oportunidades acaben siendo para todos no hay que tratar a todo el mundo igual, hay que tratarlo diferente y hay que invertir mucho más en los más desiguales, en los menos favorecidos. Esto es muy claro que es así porque cuando reflexionamos, por ejemplo, sobre los resultados del informe PISA, ese informe que nos da tantos quebraderos de cabeza porque siempre es nefasto para nosotros, nos damos cuenta que el fracaso escolar -muy alto en España-, es un fracaso que incide sobre todo en las clases menos favorecidas; son los que están peor, los pobres, los que fracasan más en la educación. Y esto sucede porque el acceder a la misma educación, no consigue siempre las mismas oportunidades para todos. Por eso decía antes que hay que tener cuidado al pensar que el acceso universal a la educación significa las mismas oportunidades. No es cierto. Bueno, por eso tiene que haber educadores sociales, precisamente porque hay personas que quedan fuera, que quedan marginadas y a las que hay que atender de otra forma porque la educación formal no lo consigue.
¿Cuáles son los factores que influyen en la escuela educativa? Vamos hablar sólo de dos. Uno es  la diferencia en las capacidades. Los individuos no sólo somos distintos y hay diferencias de origen porque procedemos de familias, culturas y entornos distintos sino también porque las capacidades de todos los individuos no son las mismas de todos y cada uno de los individuos. Parece que no es muy correcto decirlo así, pero es así. Y hay que tener en cuenta que los currículos educativos los han hecho siempre las clases dominantes y los han hecho a la medida de ellas y, por lo tanto, hay ciertas habilidades y capacidades que no se tienen muy en cuenta porque no son las que han dominado. La cuestión de las capacidades es muy difícil de identificar, de ver cómo se pueden corregir; hay capacidades que de alguna forma ya están en los genes, pero la genética condiciona hasta cierto punto pero sobre todo es el entorno social el que hace que ciertas capacidades se puedan desarrollar más o menos y éste es el segundo elemento que contribuye a incidir en las desigualdades. Uno es la diferencia en las capacidades y el otro es la diferencia en el entorno social de la persona: lo social, lo económico, lo cultural. La familia, por ejemplo, es fundamental. Luego hablaré más de ello, pero es fundamental como agente de educación. No sólo pienso en familias desestructuradas porque al final son tantas que casi es más normal una familia desestructurada que una estructurada, pero sí en familias en donde hay personas en el paro, la pobreza, etc. Todo eso en la edad de la educación de los hijos afecta mucho a la igualdad de oportunidades, y a que la igualdad de oportunidades lo sea.
Las mismas diferencias étnicas que hacen que el individuo se sienta como un extraño, que sienta que no está en su casa, y que por lo tanto es también un elemento de desigualdad que no ayuda a aprovechar las oportunidades. Siempre pongo un ejemplo que, en fin, es muy personal pero que me parece muy claro: mis hijos sí que fueron a la escuela pública y en la época en que lo hicieron fue la época de la transición política y en un momento además en que muchos nos sentimos muy obligados con respecto a la escuela pública, a potenciarla y a conseguir tener una para todos y de calidad. Era una escuela bastante mezclada, cosa que pienso se ha ido perdiendo, se ha vuelto a la doble vía. En aquel el momento se procuró que no fuera así. Aún así, mis hijos que eran de padre y madre catedráticos de universidad, en la escuela pública eran una “rara avis” y, claro, el entorno familiar que tenían ellos y unos pocos más, comparado con el entorno familiar de la mayoría, no tenían nada que ver.
Es claro que ese soporte que puede proporcionar una casa llena de libros, donde el periódico es habitual, donde los padres pueden ayudar porque tienen cultura para hacerlo, comparado con un entorno familiar que no tiene nada de eso ni puede proporcionarlo es una diferencia que muy difícilmente puede suplir la educación escolar. Por lo tanto hay que tener en cuenta eso. Pasa lo mismo con la salud. La protección de la salud no es igual en las personas que tienen medios para entender una información médica, una receta, para saber organizar su tratamiento y para convencerse de que hay que llevarlo a cabo que en aquellas personas que están en un entorno donde todo eso no es lo fundamental, no es lo más importante y, por lo tanto, la protección de la salud, aunque formalmente sea la misma para todos, acaba no siendo la misma porque el entorno no lo facilita.
Quiero decir esto para que lo tengamos muy en cuenta, sobre todo en estos momentos de crisis en que se está reduciendo precisamente aquello más básico y lo más primario. Tengamos en cuenta que esas reducciones acaban afectando como siempre y primordialmente a los más desfavorecidos.
Tercera cuestión: ¿quiénes son los agentes de la educación? ¿Quién debe educar? Este es un gran tema, me parece muy obvio y es el tema que desarrollé en el libro “Creer en la educación” y es que estamos muy desconcertados respecto a lo qué es educar, cómo hay que educar y en qué hay que educar y también quiénes son los que deben educar. Como he dicho antes el primer agente socializador es la familia y eso no hay que quitárselo de la cabeza. Muchas veces cuando hay un problema en la sociedad todo el mundo mira a la escuela y yo he dicho muchas veces, tenemos un problema y debemos convertirlo en una asignatura más, es decir, hay un problema de educación vial y hay que poner una asignatura de educación vial, hay un problema con la televisión y hay que  poner una asignatura para enseñar a ver la televisión, hay problemas de obesidad y hay que poner una asignatura que eduque para la salud. No es la escuela el primer agente educativo ni son los educadores más profesionales los primeros, lo es la familia. Y como he dicho antes, son sobre todo aquellas familias que tienen menos medios las que pueden colaborar menos en la tarea de la educación aunque no siempre son sólo esas familias las que contribuyen poco. La familia es quizás el agente social que más se ha inhibido en la educación en nuestro tiempo por muchas razones, entre otras porque las mujeres que siempre han estado más en casa y se ocupaban del cuidado de los hijos, de los ancianos y de los enfermos, ahora afortunadamente ya no es así, tienen acceso al mundo laboral y los hijos están más solos, más desprotegidos y más a su aire, pero también hay una inhibición, a veces una falta de complicidad de la familia con respecto a lo que es la educación escolar, la educación más formal, una falta de connivencia. Hay una anécdota de Juan de Mairena en el libro de Machado, cuando Mairena era profesor de filosofía, que cuenta anécdotas de su trato con los alumnos en el ambiente escolar y cuenta que en un momento determinado un padre le increpa de mala manera porque ha suspendido a su hijo y le dice: “Le basta con ver al alumno para suspenderle” y Mairena muy digno le contesta “me basta con ver a su padre”.
Es decir, a veces los padres no ayudan en absoluto a que la educación sea como debe ser. Por eso la familia es el primer agente educador, pero no obstante cuando los profesionales, los maestros, los profesores y, por supuesto los educadores sociales, que tienen el nombre propiamente que debería tener la educación (toda educación debería ser educación social). Si la educación es lo que he dicho antes que es formar a la persona en la autonomía y en los valores cívicos, eso es educación social y la escuela de alguna forma se ha inhibido de esa educación porque cada profesor va a lo suyo, cada uno es profesor de matemáticas, lengua, filosofía,  física, gimnasia y parece que lo que es la formación de la persona es algo que corresponde a alguien que no se sabe a quién. En cambio tengo la impresión que la educación social eso lo tiene muy claro: educar es educar, es formar a la persona. Pero aparte de esto, educar es una responsabilidad compartida y no aceptar esto es uno de los grandes problemas que tiene la educación: la educación de los educadores profesionales e incluso de la familia que el resto de la sociedad no comparte (esa responsabilidad) con respecto a la educación.
Hay una frase que se ha repetido muchas veces que dice: “Para educar a un niño hace falta la tribu entera”. Esto es muy cierto. No se puede educar a la infancia si todos los agentes sociales no colaboran en esa educación. Y hoy no están colaborando todos los agentes sociales. No están colaborando porque el “ethos” dominante -“ethos” es la manera de ser, el ambiente dominante-, no es el de los valores cívicos sino el de los valores económicos precisamente: el individualismo, el hedonismo, el consumismo, la rentabilidad inmediata, el éxito rápido, el enriquecerse a cualquier precio, es decir, esos son los valores que dominan en la sociedad, eso es lo que todo el mundo aprende por ósmosis, sin necesidad de que alguien se lo enseñe porque es lo que está en todas partes. Eso es lo que se transmite y, por otra parte, hay un gran desconcierto con respecto a cuáles deben ser los valores que tenemos. Hay una confusión. En otras épocas hay unos referentes más claros, ha habido unos referentes fijos, aunque para su desgracia porque no tener unos referentes muy fijos, muy claros, es bueno, es una señal de progreso, significa que la sociedad es plural y cada cual estructura su vida como piensa que es mejor. Siempre pongo un ejemplo que es el de todas esas novelas de mujeres adúlteras que hay en el siglo XVI, Madame Bovari, Ana Karenina, la Regenta, en todas ellas hay una mujer que porque gusta de la libertad, del adulterio, es absolutamente rechazada por la sociedad. Porque esa mujer ha perdido el honor y porque no tiene derecho a vivir con los demás, hasta el punto que en muchos casos esas mujeres se suicidan. Eso hoy no pasa por suerte.
Esto quiere decir que la sociedad es mucho más permisiva, mucho más tolerante, pero esa tolerancia nos ha hecho perder unos referentes claros que nos confunden a la hora de decir cuáles son los valores fundamentales y a la hora de defender a éstos. Por esto digo siempre que la educación tiene que ir a contracorriente: no son los valores dominantes los que hay que inculcar a través de la educación sino que son los valores que no dominan, los que deberían dominar pero no lo hacen.
Cuando decimos que la crisis económica puede ser buena, es cierto porque puede significar una época crítica, de reflexión para cambiar. El cambio tiene que ser de valores, de prioridades, no todo debe ser sólo buscar el enriquecimiento más fácil y más inmediato, la rentabilidad económica, el éxito o el reconocimiento social sino unos valores más espirituales que finalmente son básicos para la convivencia y son fundamentales para vivir mejor e incluso para ser más felices.
Todo esto no se produce en la sociedad porque nadie da ejemplo, porque nadie muestra esos valores y pienso que cuando una persona alcanza la edad adulta y se convierte en un profesional, en una persona que tiene una cierta responsabilidad, esa persona lo quiera o no, se lo proponga o no, está educando a los más jóvenes, está sirviendo de referente para los demás, sea o no educador o educadora, es igual, es una persona que sirve de ejemplo, de imagen, de modelo y, por lo tanto, está ejerciendo una función educativa.
Vayamos al último punto: cómo se educa. Sabemos qué es educar, que la educación es un derecho que hay que defender a toda costa, que es importante para la integración y la cohesión social, para conseguir más oportunidades, que es algo que nos compete a todos, que hay profesionales que tienen más responsabilidad por el hecho de ser profesionales, pero qué difícil es educar, conseguir resultados para esta educación. En el libro sobre educación que he dicho antes, partía del hecho de que no creemos en la educación porque si creyéramos en ella, le daríamos mucha más importancia, se le daría más importancia desde la política; cuando hay campañas electorales todas las fuerzas políticas, los grupos, dicen que la educación es lo más importante, pero luego se olvidan que es lo más importante. Todavía no destinamos suficientes recursos a la educación; aún no hay un reconocimiento social de los educadores. Me parece importante mencionar el ejemplo de Finlandia que es pionera en educación. Por los informes PISA es la primera hasta tal punto que había convertido en un negocio la cuestión de la educación  porque todos los países, los políticos, han ido ahí a ver cómo lo hacen para tener tan buenos resultados. Y lo más importante no son los sueldos, no es el dinero que se destina a la educación, no es el tiempo que los niños están en la escuela; lo más importante es el prestigio social que tiene la educación en general. La carrera educativa (y esto es muy importante para lo que tenéis la carrera de magisterio que ahora tiene mucho nombre) en Finlandia es una carrera con tanto prestigio, es muy selectiva, no está en todas las Universidades ni se puede acceder a ella muy fácilmente; es una de las carreras que tienen una nota de corte más alto y eso revierte en un prestigio social de la educación que es lo que hace que los profesionales de la educación se dediquen a ésta con entusiasmo y consigan muy buenos resultados.
Esto ha sido un éxito en Finlandia y además otra cosa que me dijeron alguna vez que supongo que es cierta: en Finlandia nunca ha habido una reforma educativa. Creo que los cambios en educación deben ser algo intuitivo y que no se hacen a golpe de ley y a golpe de reformas. Una vez dije esto en Cataluña delante del presidente Pujol y le encantó y dijo que debíamos haber tomado nota cuando nosotros tenemos la LOGSE y en fin todas las leyes que han ido cambiando la educación y que no siempre lo han hecho bien.
Vamos al tema de cómo educar. La educación transmite un saber práctico; esta es una idea que viene también del mundo antiguo, de los griegos, y que creo que es muy válida; la educación no es sólo un saber teórico; se puede hacer teoría –como lo estoy haciendo ahora-, puede haber técnicas educativas, se pueden explicar más o menos,  se pueden configurar en un “power point” y eso es un conocimiento más o menos teórico, pero sobre todo la educación es la formación de la persona y a ésta se la forma inculcándole hábitos de conducta y eso es una práctica, no es una técnica, una práctica que requiere dos cosas: tiempo y ejemplo.
Tiempo porque inculcar hábitos no se puede hacer de un día para otro y eso todos los que hemos tenido hijos o alumnos lo sabemos de sobra; las cosas hay que repetirlas muchas veces para que finalmente los hijos, los alumnos, se enteren de que aquello hay que hacerlo y hacerlo de esa forma. Pero repetir muchas veces significa invertir mucho tiempo en trata de transmitir, inculcar, los hábitos fundamentales. O sea, en primer lugar tiempo.
En segundo lugar, ejemplo. La ejemplaridad es fundamental para la educación porque educar es también mímesis, es imitación de lo que hace el otro. Por eso hoy nos va tan mal porque los ejemplos públicos no son buenos, salvo el fútbol, salvo el Barça concretamente, que el modelo de moralidad sea hoy Guardiola, -que lo es- da qué pensar, el que manda es él. El otro día estaba yo en una mesa redonda en un pueblo de Cataluña sobre los valores en la época de crisis y en la mesa había un representante que había sido futbolista que habló de los valores del fútbol y oyéndole estaba diciendo sin saberlo algo que es una tendencia en una corriente filosófica que se llama el comunitarismo: es muy difícil enseñar valores en una sociedad liberal en la que cada quien va a lo suyo, son sociedades muy atomizadas, hay que volver a la comunidad, crear comunidades para poder producir valores comunes. Claro el fútbol es eso y el Barça es eso: una comunidad que educa a sus miembros, a sus futbolistas, los forma no sólo en unas técnicas sino en unos valores fundamentales y eso es lo que cuenta, y finalmente se ha impuesto ese modelo. No sé si es un modelo trasladable a la sociedad en general, pero da qué pensar porque es una sociedad falta de modelos, de los que hemos dicho antes, que realmente sean admirables, que nos despierten una admiración digna de ser imitada; el ejemplo es fundamental. Y no sólo el ejemplo en las personas sino el ejemplo también práctico. Hablamos antes de la equidad y ésta se transmite practicándola.
No se puede enseñar a las personas a ser equitativas, si empezamos a construir un modelo educativo donde los ricos van a unas escuelas y los pobres van a otras; eso no es equidad. La educación afianza la equidad si realmente consigue que las personas se mezclen y que los distintos orígenes de las personas se mezclan en el campo de la educación.
Bueno, éstas son las ideas fundamentales que tienen que ver con la ética conectada con la educación. Educar moralmente es eso. Educar es siempre educar moralmente y para terminar quiero decir que el educador no sólo debe tener claros unos criterios, como he dicho al principio, unos contenidos morales valorativos que hay que perseguir sino que debe tener mucha moral para poder educar bien. Es una satisfacción estar aquí con tanta gente y saber que aunque estamos en una época de grandes desánimos –todo desanima cada día-, sin embargo hay gente entusiasta con lo que hace y está convencida de que está haciendo algo que merece la pena y que lo hace con gusto. A mí me gusta mucho cuando al hablar de ética, recordar lo que decía José Luis Aranguren que afirmaba que la palabra moral tiene dos significados: el de la moral como una serie de contenidos, valores, normas, principios y deberes y la moral como el tener moral, como el no desfondarse; eso forma parte también de la moral; eso forma parte de las soluciones, del sentimiento; la moral no es sólo una cuestión racional, de esto es bueno y esto es malo; lo bueno tiene que gustar, procurar la adhesión del sentimiento y lo malo tiene que ser rechazado también por el sentimiento. La educación tiene que ser ética.
Por lo tanto, acabo diciéndoles mucha moral y que les vaya muy bien en este congreso y que les cunda mucho el trabajo que hacen todos los días.
Por Victoria Camps
Fuente: VI Congreso de Educación Social. Valencia 2012. Publicado en la Revista de Educación Social http://www.eduso.net/res/?b=23&c=251&n=797