sábado, 4 de febrero de 2017

Un poco de cultura universal

La edad de oro del cómic en español
Por
Portadas de "Las Meninas" (Astberri, 2014), una de las obras ganadoras más recientes del premio nacional de cómic de España, y de "Rulfo. Una vida gráfica", publicada por la editorial colombiana Rey Naranjo.
Al menos los dos últimos premios nacionales de cómic de España son obras maestras. Tanto Las Meninas (Astiberri, 2014) (una compleja reconstrucción de la vida de Velázquez, de la concepción y ejecución de su cuadro más famoso, y de su recepción artística y crítica con el paso de los siglos), de Santiago García y Javier Olivares, como El Paraíso Perdido (Sexto Piso, 2015) (que interpreta en viñetas pictóricas el poema de John Milton: la caída del ángel, la gestación del infierno, el nacimiento de la muerte, la corrupción del edén), de Pablo Auladell, son libros de una excelencia secuencial indudable, literaria y gráfica. No imitan los modelos estadounidenses o franco-belgas. Inventan un lenguaje propio, que abre caminos.
Lo mismo ocurre con los últimos libros de Paco Roca, también extraordinarios: esa autoficción que narra el periplo de los soldados republicanos que, tras una terrible deriva, terminaron reconquistando París como parte de las tropas aliadas (Los surcos del azar, Astiberri, 2013); y ese retrato sentimental de una familia, a través de tres relatos protagonizados por los tres hijos que acaban de perder a su padre (La casa, Astiberri, 2015). En un ámbito más vanguardista, también es magistral V.I.P. (Reservoir Books, 2016), de Felipe Almendros, un proyecto que además de la novela gráfica, diseñada como una revista y con ilustraciones en 3D, incluye una exposición de fotografía y dibujo e incluso un disco.
“El boom de la novela gráfica española llega a América”, titulaba Publishers Weekly a propósito de la publicación en septiembre del año pasado de la antología Spanish Fever (Fantagraphics) en los Estados Unidos. El responsable de la edición, el propio Santiago García, dice en el prólogo de la versión original del libro: “El cómic murió. En algún momento entre 1985 y 2000, lo que entendíamos como tebeos dejó de existir”.
Fue una mutación industrial y creativa. Condujo de las revistas semanales de cómics que se compraban en los quioscos a las novelas gráficas que, fruto de un esfuerzo mucho mayor, llegan irregularmente a las librerías. La novela gráfica, prosigue, no es un género ni un formato ni un estilo ni una moda.
Es una mutación feliz, añado, y ha llegado para quedarse.
De los países de lengua castellana, España es el que cuenta con una industria editorial de historietas más sólida y con más iniciativas, públicas y privadas, de estímulo creativo (desde las becas de residencia en Angoulême hasta el Premio Internacional de Novela Gráfica FNAC-Salamandra Graphic). Pero el fenómeno de la novela gráfica de alta calidad no solo es español, sino que se expande por América Latina.
La poderosa y tanguera Fueye (2008) es obra del argentino Jorge González. En 2014 la editorial colombiana Rey Naranjo publicó Rulfo. Una vida gráfica, de Óscar Pantoja y Felipe Camargo, la mejor biografía en viñetas que he leído, aunque tal vez sería mejor decir “interpretación biográfica”, porque la vida de Juan Rulfo es sometida a una lógica narrativa espectral y metafórica, sin las servidumbres que imponen las cronologías.
El sello mexicano Sexto Piso, por su lado, editó en 2015 Uncle Bill, una investigación de Bef sobre la estancia de William Burroughs en Ciudad de México; y el año pasado inició la publicación de un proyecto de largo aliento: la biografía en tres volúmenes de Ernesto Guevara escrita por Jon Lee Anderson y dibujada por José Hernández: Che. Una vida revolucionaria.
Intuyo que estamos viviendo el inicio de una edad dorada del cómic en castellano. Aunque hubiera toneladas de talento, por ejemplo, en la editorial española Bruguera o alrededor del semanario argentino Hora Cero, donde en 1955 comenzó a publicarse por entregas la primera gran obra maestra de la novela gráfica en castellano, El Eternauta, de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López, los artistas del siglo XX no podían pensar en el formato libro ni en la ambición que le es intrínseco.
El álbum de Paco Roca El invierno del dibujante (Astiberri, 2010), crónica sentimental o retrato de grupo, podría leerse como puente con esa época tan importante para la cultura popular española. Y la inclusión en el catálogo de la editorial argentina Común, dirigida por Liniers, de Jusepe en América (2014), un proyecto de Carlos Trillo (fallecido en 2011) y de Pablo Tunica (nacido en 1983), también podría interpretarse como vínculo entre dos momentos importantes de la historieta en nuestra lengua. Autores de referencia como Carlos Giménez o Enrique Breccia son los abuelos (conscientes o fantasmales) de los novísimos autores de arte secuencial, como Power Paola, Álvaro Ortiz, Jean Paul Zapata, Antonio Hitos o Clara Soriano. Porque siempre hay pilares en la tradición sobre los cuales se construye lo radicalmente nuevo. “Radical”, nos recuerda el diccionario: “perteneciente o relativo a las raíces”.
Fuente: The New Work Times ES (01-02-2017)
https://www.nytimes.com/es/2017/02/01/la-edad-de-oro-del-comic-en-espanol/?em_pos=small&emc=edit_bn_20170202&nl=boletin&nl_art=2&nlid=78084759&ref=headline&te=1