La historia y las letras
van acompañadas a lo largo de los tiempos, he aquí un texto de la época del 50
en España, digno de leer y que da a la reflexión, y con pequeñas cosas, que
parecerían, el presente.
La Cultura y la Paz
En las calles de Barcelona, en el paseo de San Juan, y en la barriada de
Gracia, en Pueblo Nuevo y en el Arco del Triunfo, han aparecido letreros contra
los planes de guerra de agresión de los imperialistas norteamericanos y de
Franco. Estos letreros han sido pintados por los jóvenes de la Juventud Socialista
Unificada de Cataluña. Los jóvenes socialistas unificados han expresado en esos
letreros que “Los jóvenes catalanes no harán jamás la guerra a la Unión
Soviética”. ¿Podemos ver en este hecho un acto de agitación sin mayor
trascendencia? No, porque es la expresión de una voluntad bien determinada, que
no queda recóndita, sino que sale al aire libre, no importa el riesgo y la
persecución, para que se vea y se comente, para que tome estado público.
Si en España se hiciese un plebiscito, con las
garantías democráticas necesarias, para conocer la opinión de los españoles
sobre la guerra, es seguro, segurísimo, que la casi totalidad de nuestros
compatriotas dirían NO a la guerra. Por la guerra sólo votarían Franco y su
camarilla de falangistas enriquecidos fabulosamente a costa del hambre del
pueblo y de la ruina de España.
Los sentimientos del pueblo están invariablemente
del lado de la paz, de una paz democrática y justa. Sólo en la paz el pueblo
español puede encontrar su libertad, la democracia y volver a vivir en un
régimen republicano.
La guerra que preparan los imperialistas norteamericanos, y en cuya
preparación participan Franco y los jerarcas falangistas, es una guerra de
rapiña, de agresión en beneficio de los grandes multimillonarios de los Estados
Unidos, y en la que Franco y los jerarcas falangistas tratan de encontrar un
medio de prolongar la existencia de su régimen fascista y esclavista y de hacer
mayores negocios.
La guerra, pues, representaría para el pueblo
mayores sufrimientos y calamidades, una matanza horrible, y para España ruinas
incontables, destrucciones que la reducirían a montones de escombros. Sus joyas
y monumentos artísticos serían convertidos en promontorios de cenizas bajo el
fuego devorador de las máquinas modernas de guerra.
Es fuerte y poderoso el movimiento por la paz
dentro y fuera de España. Los españoles nos sentimos combatientes por la paz y
formamos parte del gran ejército mundial por la paz, integrado por centenares
de millones de seres humanos, de las más diversas clases, religiones, raza y
color.
Queremos dedicar una parte especial del presente
artículo a los intelectuales y artistas demócratas y patriotas españoles.
Fijamos la atención en los intelectuales y artistas, porque su saber, su pluma
y su arte deben constituir una mayor contribución a la lucha por la paz. O sea,
deben, con su palabra, con su pluma y con su arte, expresar y cantar, estimular
la lucha del pueblo español por la paz. No puede inferirse de nuestro
comentario que los intelectuales y artistas demócratas y patriotas españoles
están ausentes de la lucha por la paz. Lo que debe deducirse es que los intelectuales y artistas españoles
demócratas y patriotas deben hacer más en la gran lucha por la paz. Y esto que
decimos no se refiere en forma particular a los que viven amordazados por el
terror fascista y sometidos a la censura negra en España, o a los que en
forzada emigración disponen de mayor libertad. Consideramos que en cada caso, y
con arreglo a las circunstancias, cabe actuar con eficacia, puesto que la lucha
por la paz es tan variada, en cuanto a las formas que debe adquirir, que nos
parece impropio el pretender recluirla a patrones determinados.
Recordamos el ejemplo -porque es imborrable- de
Antonio Machado, durante la guerra nacional liberadora al lado del pueblo
español, compenetrado, más aún, fundido con el heroísmo y la grandeza de los
que con su sacrificio y su sangre cerraban el paso al fascismo en tierra
española. Lo recordamos porque no hay mayor honor y gloria para un intelectual
que servir a su pueblo en la defensa sagrada de la causa de la democracia y de
la paz. Si Antonio Machado viviera hoy, los letreros de Barcelona alimentarían
sus inquietudes, y su poesía cantaría al heroísmo de los que salen a la calle
en España a dejar constancia escrita de lo que es el anticipo de su firme
resolución de que no harán jamás la guerra a la Unión Soviética.
La intelectualidad española democrática y
patriótica puede y debe hacer más en la lucha por la paz y contra los
imperialistas y los franquistas que quieren convertir a España en cuarteles,
trincheras y cementerios en beneficio del capital financiero ávido de más
ganancias, de mayor dominio.
Los intelectuales españoles democráticos y
patriotas pueden y deben hacer más en la lucha por la paz y contra los
imperialistas norteamericanos y los franquistas que pretenden regimentar al
pueblo para lanzarlo a la guerra.
La novela, el ensayo, el artículo, la poesía, la
pintura, la música, toda manifestación intelectual debe estar inspirada por
esta causa de la paz que, por añadidura, para España es también la causa de la
libertad y la democracia, la causa de la independencia nacional, porque la
lucha por la paz es la
lucha contra el tirano Franco y su dictadura fascista, y forma parte
inseparable de la causa de la liberación del pueblo español.
Luchar por la paz es defender la cultura, porque la
cultura no puede cultivarse sobre bayonetas y cañones al rojo vivo. No puede
desarrollarse ni vivir bajo la oprobiosa tiranía del fascismo. El desarrollo de
la cultura, su floración, está en la paz, que es donde encuentra su más amplio
dominio de creación el pensamiento humano. Los imperialistas, los franquistas,
son enemigos de la cultura.
Una prueba evidente de que Franco es un enemigo
encarnizado de la cultura está en que lo mejor de la intelectualidad
democrática española vive en forzada emigración desde 1939. Está, igualmente,
en que todo intelectual democrático ha sido arrojado de las universidades,
institutos, centros de enseñanza, de la prensa y se encuentra en la cárcel o
dedicado a ganarse la vida, los que pueden, en trabajos manuales para no
morirse de hambre.
Médicos, catedráticos, profesores, abogados que no
pueden ejercer; escritores, poetas, músicos, periodistas que no pueden
escribir, porque nada les publican. Todo esto y mucho más no deja de mostrar,
con perfiles de tragedia, a lo que ha quedado reducido lo mejor de la
intelectualidad bajo la dominación fascista de Franco.
El puesto de la intelectualidad honesta, patriótica
y democrática española está en las filas de los combatientes de la paz. La
defensa de la paz está muy lejos de ser el eco de un pacifismo inoperante,
porque exige la acción contra
los que preparan la guerra de agresión, exige que los defensores de la paz
sean, por lo mismo, combatientes por la paz.
A esto tendemos, esto nos proponemos: a que cada
intelectual español sea un combatiente por la paz para España, allí donde se
encuentre, con los medios y posibilidades que tenga a su alcance, muy unido al
pueblo, porque muy unido al pueblo se está, aunque físicamente haya una barrera
de miles de kilómetros, si la causa que se defiende es la causa por la que
lucha el pueblo.
No caben terceras fuerzas, ni escudarse en las
falsas posiciones de los que, pretendiendo ser o denominándose «puros», no
hacen más que rodar por la pendiente que lleva al abismo, al campo enemigo.
Porque en literatura, artes, ciencias, música, poesía, etc., o se está en el
campo de la paz o en el campo de los promotores de una nueva guerra de
agresión. El campo de la paz es el campo de los pueblos; el campo de los
promotores de una nueva guerra de agresión es el campo de los imperialistas, el
campo en el que está Franco y Falange.
Y para todo intelectual honesto, patriota y
demócrata, no debe haber duda ni vacilación en la opción, ya que es junto al
pueblo, luchando con el pueblo, en el frente de la paz y de la democracia, donde
está su puesto.
A pesar del terror y del engaño el pueblo encontró su camino y dio la victoria
al Frente Popular
en las elecciones del 16 de febrero de 1936.
Fuente: Cultura y Democracia, Nº
2 (Febrero de 1950)
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/cultura-y-democracia-revista-mensual--2/html/dcd95530-2dc6-11e2-b417-000475f5bda5_2.html