Entrevista a la escritora Andrea
Ferrari
“La
literatura juvenil empieza a correr sus propios límites”
En El ruido del éxito, tercera parte de la saga
policial Sol de noche, la autora propone una historia atravesada por la intriga
y el suspenso, en la que se expresa, también, una mirada lúcida sobre la
dinámica actual de los medios de comunicación.
Andrea Ferrari cerró una saga que
atrapó a lectores jóvenes, pero también a los más grandes.
(Imagen: Pablo Piovano)
(Imagen: Pablo Piovano)
Por Karina Micheletto
Una saga policial atrapó a lectores jóvenes, pero
también a los más grandes, de un tiempo a esta parte: Sol de noche, que comenzó
con La velocidad de la música, siguió con Las marcas de la mentira, y
recientemente culminó con El ruido del éxito, plantó una historia capaz de
tender los hilos de la intriga y el suspenso en múltiples direcciones, pero
también de tensarlos con personajes y situaciones muy verosímiles y actuales.
Pero además su autora, Andrea Ferrari, fue abriendo con esta trilogía editada
por loqueleo, reflexiones implícitas sobre, por ejemplo, los medios de
comunicación y su dinámica.
Está el modo en que se construye la noticia escrita, porque Sol
Linares, la protagonista de la saga, creció entre los pasillos de un diario,
donde su padre es jefe de redacción, y mientras va descubriendo libro a libro
diferentes casos en su blog –que se llama, como la saga, Sol de noche–, termina
ganándose allí un lugar de pasante. Y están también los medios audiovisuales,
con su necesidad de primicias, en los libros anteriores, y en el último, con lo
que significa un formato como el del reality show en tiempos que la autora
define como “la era de exaltación del yo”.
Todo comienza cuando una mujer muere en vivo y en directo, frente
a las cámaras, en medio de un reality show. Es un reality particular: la idea
es que los participantes permanezcan despiertos, a como dé lugar. El que se
duerme, pierde. Este escalofriante formato no es solo verosímil sino que está
inspirado en la vida misma, porque, cuenta la autora en diálogo con PáginaI12,
algo así se hizo ya en Gran Bretaña. Lo cierto es que aquí da pie para un
enigma policial que Sol Linares irá resolviendo, mientras se resuelven otros
hilos bien tirados en la trama: el de su propia historia, con la muerte de su
madre cuando ella era muy chica. El de un misterioso ayudante cibernético que
le tira pistas muy precisas para resolver los casos. El de una tierna historia
de amor. El de la relación con un padre amoroso pero no siempre dispuesto a ver
crecer a su hija.
“La idea desde el origen fue una saga en tres partes, en la que
algunos hilos de la trama se resolvieran en cada libro y otros se extendieran
al siguiente”, cuenta Ferrari sobre la estructura que se planteó, y que cierra
El ruido del éxito. “Por un lado, quería una historia policial independiente
que abriera y cerrara en cada volumen y dejara al lector satisfecho con la
resolución. Pero también quería una protagonista que fuera creciendo a lo largo
de la serie, desarrollar ese tránsito hacia la adultez que vive Sol, en sus
relaciones afectivas, en su trabajo y en su búsqueda de la verdad sobre la
muerte de su madre. Eso fue lo que me guardé para resolver en el último libro:
el misterio en torno a la madre. Y también la identidad de A.L. Timón, el
personaje que la ayuda desde el anonimato”, explica.
–Como lectores es fácil encariñarse con un personaje como Sol. ¿Le pasó
lo mismo mientras escribía el final?
–Y sí, cuesta despedirse de los personajes que han ido creciendo adentro
de una a lo largo de tres libros. Una acaba sintiéndolos familiares, parte del
propio mundo. Pero también es bueno cerrar un proyecto y abrirse al siguiente.
–Viene planteando implícitamente el tema de los medios de comunicación y
su dinámica con esta saga, y ahora aparece un reality show. ¿Qué quiso mostrar
en ese sentido?
–Me interesaba hablar de cómo recibimos y digerimos información
permanentemente. Por un lado, cómo se construye una noticia, qué intereses
intervienen, qué hace que un medio sostenga una historia en primera plana
durante días o la haga desaparecer en un santiamén. Pero también me interesaba
pensar en esa avalancha de información indiscriminada que nos inunda cada día
desde las pantallas y redes sociales: cómo la procesamos, cómo nos ubicamos
ante esta tendencia a la exhibición personal permanente. Creo que el reality
show, que usé como escenario de la historia policial en el último libro, es
también una marca de esta era de exaltación del yo, de la fama instantánea, de
la búsqueda desesperada de éxito. Y para captar a la audiencia las propuestas
son cada vez más extremas y absurdas. La que describo en el libro –un reality
donde no permiten dormir a la gente–no es un invento mío, sino que se hizo en
Gran Bretaña. El programa se llamaba Shattered, algo así como Destruidos.
–¿Qué devoluciones tuvo con los libros anteriores, qué provocó el
personaje de Sol Linares y su historia hasta ahora?
–Los adolescentes con los que tuve oportunidad de charlar se engancharon
mucho con la trama policial, con las intrigas abiertas. Y sobre todo con el
personaje enigmático, A.L.Timón: antes de que saliera este último libro escuché
todo tipo de especulaciones sobre quién era. Una lectora estaba segura de que
sería Francisco, el protagonista de la serie El nuevo Sherlock, que escribí
hace unos años. Una idea divertida, que incluso había evaluado antes de
empezar, pero no es así. El otro tema del que me preguntaron mucho fue cómo iba
a avanzar la relación entre Sol y Tatú. El romance, sobre todo un primer
romance, tiene mucho peso para los adolescentes. En este caso hay además otros
elementos, como la diferencia de edad –Tatú es cinco años mayor
que Sol–, las objeciones del padre de Sol, sus propias inseguridades.
–La protagonista, una joven adolescente, entre muchas otras cosas vive
su iniciación sexual. ¿Cómo quiso plantear el tema, teniendo en cuenta que se
dirige a lectores jóvenes?
–Me pareció que en una relación afectiva de una chica de dieciocho años
el sexo tenía que estar como algo normal. Pero es cierto que el tema sigue
siendo tabú en la literatura juvenil. No quise convertirlo en un eje central –a
esa altura de la serie los nudos pasan por otro lado–, sino mostrarlo con
naturalidad, como una parte más de la relación.
–Ya había trabajado el género policial, con esa fascinación que provoca
seguir pistas y deducciones, arriesgar hipótesis. ¿Qué encuentra de especial en
el género, por qué le interesa?
–Yo fui lectora de policial desde chica. Me gusta mucho el manejo del
suspenso, la tensión propia del género cuando está bien llevado. Como autora me
atrae el desafío de armar esa suerte de maquinaria que es un policial, donde
todos los engranajes tienen que encajar bien para que funcione: ir tirando
datos para que el lector pueda generar sus propias hipótesis y al mismo tiempo
otros que lo despisten.
–¿Así trabajó en Sol de noche?
–Sí pero en este caso, siendo una saga, tuve algunas dificultades extra,
ya que tenía que manejarme con lo ya dicho. Porque en un policial, a medida que
aparecen nuevas ideas para la resolución, uno suele cambiar cosas ya escritas
para que todo encaje. Pero acá tuve que ceñirme a lo publicado en los libros
anteriores, lo que agregó algo más al desafío.
–Dice que es bueno cerrar un proyecto para abrirse al siguiente. ¿Ya
está trabajado en algo?
–Estoy escribiendo por primera vez una novela “a cuatro manos” con
Martín Blasco. Tomamos un personaje cada uno: el mío es una chica de familia
china y el suyo un tipo que roba en los trenes. Las historias de ambos corren
paralelas y cada tanto se cruzan. Me está resultando un trabajo sumamente
estimulante. Si bien partimos de una trama definida entre los dos, uno nunca
sabe exactamente qué va a escribir el otro hasta recibir el capítulo, y eso
dispara nuevas ideas.
–Cómo evaluaría el panorama general del campo de la literatura infantil
y juvenil en el año que pasó? ¿Qué hitos, momentos, ediciones fueron
auspiciosos y cuáles negativos?
–Fue un año difícil, como lo fue para el país y en particular para el
área cultural, con muchos planes desactivados. En el campo de la LIJ se sintió
fuerte la ausencia de compras oficiales, una política que había dinamizado
mucho el sector. Además se desarmó el Plan Nacional de Lectura, que distribuía
libros, promovía visitas de autor y producía publicaciones propias en áreas
poco comerciales, como la poesía o los textos en las lenguas de los pueblos
originarios. Pero también hay que decir que la LIJ argentina viene mostrando
una enorme fuerza y creatividad en los últimos años.
–¿En qué lo nota, por ejemplo?
–Hay una cantidad de autores que se destacan aquí y en el exterior, tal
como se ve en los premios internacionales. Los de poesía que ganaron
recientemente Laura Escudero y Cecilia Pisos en México, por ejemplo. También es
interesante cómo la literatura juvenil empieza a correr sus propios límites y
presenta propuestas más audaces que ganan espacio en la lectura escolar, como
sucedió con novelas recientes de Paula Bombara, Inés Garland o Martín Blasco. Y
también destacaría la reedición de títulos descatalogados, como algunos de
Graciela Montes, una autora fundamental.
Fuente: Pagina 12 – Cultura y Espectáculo (12-02-2017)