Selknam, Ona.
Área Cultural: Tierra del Fuego, Patagonia (América
del Sur)
Lengua: Selknam
Cultura Extinta
Junto a los haush, formaban el componente insular del Complejo
Tehuelche.
Ocupaban casi toda la superficie de Tierra del Fuego, a excepción de la
Península Mitre en el sudeste, territorio de los haush; y el extremo sur
hábitat de los yámana.
Excavaciones hechas por los arqueólogos demuestran que la Isla Grande
fue habitada por pueblos cazadores hace unos nueve mil años. Pero no se sabe
cuándo llegaron los selknam. Según sus tradiciones llegaron a pie a la
Isla Grande tras la caza de guanacos, cuando aún estaba unida al continente; lo
hicieron posteriormente a los haush, a quienes acorralaron en el sudeste.
En un ambiente ecológico similar al de la Patagonia, compartían con esas
culturas una misma forma de vida, sustentada por la caza del guanaco y
secundariamente patos, cisnes, y recolección de raíces y frutas silvestres.
Nómadas por excelencia, marcaban sus huellas de trashumancia de acuerdo a la
disponibilidad de recursos alimenticios en los distintos lugares, determinando
una ocupación reiterada en todos aquellos que les ofrecían mayor abundancia y
variedad de alimentos.
A pesar de su geografía, no eran navegantes ni tenían forma
alguna de embarcación. Asentados en un territorio aislado, mantenían escasas
relaciones con otras culturas, entre ellas con los yámanas y alakaluf, visibles
a través de los ritos de iniciación y ciertas manifestaciones de organización
comunitaria.
Su primer
contacto directo con europeos fue en 1580, cuando el español Pedro Sarmiento de
Gamboa llega a la costa occidental de la isla, a un lugar que luego denominaría
bahía Gente Grande, haciendo alusión a la talla de los lugareños.
Entre fines del
siglo XVIII y las tres primeras décadas del XIX, una serie de expediciones
científicas visitaron la zona, como la de Charles Darwin, quien llegó en 1832,
a bordo del Beagle, buque comandado por el capitán Robert Fitz Roy.
La familia era
el núcleo social, conformada bajo el principio patrilineal y patrilocal. Con un
fuerte concepto de territorialidad, cada uno de estos grupos familiares vivía
dentro de un territorio o haruwen, cuyos límites geográficos estaban
claramente preestablecidos, y debían ser respetados por los vecinos para
asegurar una buena convivencia.
Se identificaban
por linajes y divisiones (puntos cardinales). Cada individuo pertenecía al "cielo"
que le correspondía a su haruwen. Si por alguna razón cambiaba de
residencia, inmediatamente pasaba a pertenecer a nuevo cielo.
Los "cielos"
constituían unidades exogámicas, vale decir que el matrimonio quedaba prohibido
entre dos personas que pertenecieran al mismo "cielo"; eran generalmente
monogámicos aunque se practicaba el levirato, el sororato y en situaciones de
supervivencia grupal la poligamia.
De carácter
igualitario, esta sociedad no reconocía estructuras jerárquicas y se regía por
la reciprocidad, trueque y acceso común de cada grupo familiar a las fuentes de
alimentación, materias primas, vestido y habitación. Sin embargo había tres
grupos de mayor prestigio:
Chamanes ("Xo'on"): Eran respetados por los contactos
que podían establecer con los "cielos", fuente de poder; y
temidos, pues se los creía capaces de provocar una enfermedad mortal a
cualquier persona por quien se sintiesen
agraviados.
Sabios ("Lailuka"): Depositarios de las tradiciones
mitológicas, sin poder sobrenatural, profetas.
Guerreros ("K'mal"): Respetados por su experiencia cuando
llegaban a edad madura, eran los que más se aproximaban a un líder, y había uno
en cada familia extendida.
Su nomadismo
imponía el uso de viviendas de estructuras sencillas, definidas por las
características naturales de los territorios ocupados, y eran de dos tipos, uno
de forma cónica ("kauwi") de unos cuatro metros de ancho,
construida sobre una estructura de ramas cubierta de pieles cosidas,
característica de la zona boscosa del sur y la “tienda” o paravientos,
hecha de palos trabajados y un cobertor de pieles de guanaco, o lobo marino,
que una vez instalados, formaban tres cuartos de un círculo, propio de la zona
esteparia al norte de la isla. Esta última tenía un carácter más provisorio, y
podía ser fácilmente llevada de un campamento a otro en sus desplazamientos.
Utilizaban el
arco y la flecha. El corte de la carne y faenamiento de los animales se
efectuaba con cuchillo y raederas de piedra.
La vestimenta
La realizaban con pieles y cueros de animales, especialmente guanacos.
Consistía en un manto o capa con el pelo hacia afuera, las mujeres la ataban
con tiras sobre el pecho y los hombres se la ajustaban al cuerpo ciñéndola bajo
el brazo derecho, asegurándola con la mano. Mujeres y niños usaban un
taparrabo, se calzaban con mocasines de cuero.
Gustaban de adornarse con collares, brazaletes y pulseras,
confeccionados con huesos de aves, conchillas y trenzas de tendón de guanaco,
los hombres llevaban uno triangular de cuero sobre la frente, atado alrededor
de la cabeza (Kóchil).
Ambos sexos se pintaban con los colores rojo, negro, blanco y amarillo
en dibujos sencillos. A la derecha, boceto de Gusinde de las pinturas faciales
de un novio selknam.
Perro
Fueguino
El misionero salesiano Antonio Coiazzi en su trabajo "Los Indios
del Archipiélago Fueguino", relata respecto a los animales domésticos:
"Hay uno solo, que por decirlo así, forma parte de la familia; el
perro, llamado por ellos tisne. Los onas tienen muchos perros y les guardan un
afecto grandísimo. Nuestros misioneros vieron a menudo a mujeres indígenas
dando de mamar a perritos cuya madre había muerto; más aún, vieron a indios
hacerse tajos en las piernas por la muerte de un perro, como por la muerte de
uno de sus deudos. Por lo demás, razones tienen para quererlos, pues les sirven
de guardianes del toldo, y para varias clases de caza y además, durante la no
che. Hacen el oficio de abrigo, poniéndoselos sobre el cuerpo mientras
duermen."
En la imagen un ejemplar taxidermizado
del tipo de perro que convivió y
se extinguió junto con la raza selknam.
Fuentes bibliográficas
Fin de un Mundo. Anne Chapman
Los indios de Tierra del Fuego. Martín Gusinde