Hernán Reinaudo presenta Neocriollo
El tango que no para
Como parte de una
generación que se encontró con el tango y en eso fue descubriendo nuevas
maneras de componer, Reinaudo viene dando muestras de talento. Hoy se presenta
en el CAFF.
Por Andres Valenzuela
“La figura de Leopoldo Marechal
para mí fue muy fuerte.”
Imagen: Sandra Cartasso
Hernán Reinaudo
se reconoce parte de una generación, la de jóvenes que se reencontraron con el
tango en la bisagra del siglo. El guitarrista llegó a Buenos Aires desde
Córdoba desde 2001 para explorar ese lenguaje. Pero a diferencia de muchos de
sus colegas, su búsqueda estilística no lo llevó a recuperar elementos rockeros
para sus tangos ni a rastrear las claves de las orquestas típicas de la época
de oro. Reinaudo encontró su camino en los libros de Leopoldo Marechal,
especialmente en el Adan Buenosayres y el concepto de “Neocriollo”. Tal es así
que Neocriollo es el título de su flamante disco, que presentará esta noche en
el Club Atlético Fernández Fierro (Sánchez de Bustamante 772) con su grupo y la
voz invitada del Cardenal Domínguez, su recurrente compañero de aventuras
musicales.
“En Córdoba
tocaba rock y venía muy interesado en lo que significaba la idea de lo
nacional, la estética”, recuerda el guitarrista y compositor. “En el tango
encontré lo propio, porque lo que me pasaba con el rock, más allá de la
historia muy fuerte de rock nacional, era que siempre había que estar atento a
lo que pasa afuera y pedir prestadas estéticas, modos”, plantea. “El libro de
Marechal me mató y la idea del ‘neocriollo’ siempre fue un símbolo, porque
somos una ciudad cosmopolita y tenemos información de todos lados, ¿pero cómo podemos
traducir eso con una mirada nuestra? Y hasta me gusta cómo suena la palabra”.
–¿Maduró
la idea durante 18 años, entonces?
–Sí, siempre
estuvo la idea pero nunca pensé “lo voy a hacer”. Siempre fue una cosa tácita,
una guía. Yo buscaba hacer algo con colores de acá, música de acá y permeable a
otras cosas. Nada nuevo.
–Dice
“nada nuevo” pero hay vanguardia en el disco.
–Sí, pero
supongo que es lo que todos los compositores buscamos. Digo “nada nuevo” en ese
sentido. Todos nos amparamos en algo, la figura de Marechal para mí fue muy
fuerte. Estuve componiendo todo este tiempo y pude organizarlo y grabarlo
después de bastante tiempo y con el premio del Fondo Nacional de las Artes pude
editarlo.
–¿Cómo
fue ese proceso?
–Cuando llegué a
Buenos Aires trabajaba con cantantes, acompañando. Al principio empecé con las
34 Puñaladas. Estaban en el mismo proceso que yo y que toda nuestra generación:
reapropiarse y reaprender un género que si bien era nuestro, no lo sabíamos
tocar. Rarísimo, ¿no? Aun teniendo conocimientos musicales, mucha información
de conservatorio, ¿cómo lo tocás? Y en Córdoba empecé a juntarme con unos
viejos que habían quedado que tocaban muy bien. Y ya en Buenos Aires sí, entré
en contacto con más gente. Pero la mía es toda una generación que tuvo que
reaprender un género que nunca debería haber olvidado. Con los Puñaladas grabé
el segundo disco y ya estaban componiendo. Toda esa generación estaba
componiendo. Y yo también, pero faltaba para plasmarlo, hasta que pude darle
forma a un grupo y a un disco. Y de ahí no paré.
–¿Qué
buscaba como sonido para este disco?
–Creo que lo más
difícil que tenemos hoy los compositores es la estética. Comparando con la
historia del tango, los compositores siempre tuvieron la estética del tango.
Para Firpo, De Caro, la estética no era un problema: era su música. Agregaban
cosas por su conocimiento musical, lo contrapuntístico, lo armónico, le iban
poniendo a esa estética materiales digamos vanguardistas. A mí lo que más me
costó y obsesionó, porque esos conocimientos académicos los tenía, era
estético, qué hacer con eso.
–¿Cómo
lo solucionó?
–¡No lo
solucioné! (risas)
–Pero
hay una estética definida.
–Sí. El problema
era que todo lo que escuchaba sonaba a tango viejo o a Piazzolla. Era muy fácil
caer en el post-piazzollismo y eso es algo que yo siempre traté de
evitar.
–La
mayoría de su generación resolvió eso tomando cosas del rock o yéndose a un
lado más oscuro. Usted se va a otro lado que no es ni tango ni folklore.
–Es que en esa
obsesión de la estética me la pasaba pensando en cómo no caer en una cosa u
otra. Pero uno tiene un norte al que ir, y capaz es imposible o utópico, y me
relajé y me puse a hacer. Y en ese ir haciendo apareció una estética que me
favorecía o me gustaba, que era tomando la guitarra, que es mi instrumento y de
dónde salen las composiciones. Busqué también una parte rítmica por el lado de
la milonga y el candombe. Eso me liberó un poco, me sacó la presión que uno se
pone de que tiene que ser de determinada forma o buscar el tango
revolucionario. Uno se ahoga en la exigencia que se pone. Me di la libertad de
que si algo no me cerraba 100% en la estética del tango lo dejaba pasar y que
fuera decantando.
–Además
abreva en el cancionero criollo con el Cardenal.
–Sí, pero ya lo
tomo dentro de esta estética nacional.
–¿El
neocriollo va mirando al futuro?
–Sí, totalmente.
–¿Y qué
ve en el futuro?
–Tengo momentos.
Ahora estoy más optimista. No con la realidad del país, pero sí con mis
colegas, que siguen para adelante y nada los para. Eso me da ánimos para tocar,
componer. ¿Para qué hacer discos hoy? Todo decanta en algo.
Fuente: Diario
Página 12 / Cultura y Espectáculo / 12 de julio de 2018
https://www.pagina12.com.ar/127805-el-tango-que-no-para