Recuerdo
las tardes con mi padre ya en su anunciado final.
Supe
de repente que lo más duro era tener que ir despidiéndose de esas sensaciones,
del instante continuo de la emoción.
De
los amores de verdad que jamás vuelves a ver.
Por
eso cuando veo a las personas tan apegadas a lo ajeno, a lo tangible, a lo que
tiene un precio físico material, siempre pienso que tendrán que despedirse
doblemente de todo.
La
vida se reduce a muy poco y dura muy poco como para acumular tantas pérdidas
inservibles.
Carlos Boragno