La identidad
de un pueblo, el pueblo cubano, es sobre todo un concepto de pluralismo
popular, que nace desde su raíz de apuntalar el sostén de una democracia
socialista recuperada desde la base de la revolución cubana a cargo del
comandante Fidel Castro, que duro seis décadas de castrismo y hoy un hijo de la
revolución dirigirá los destinos de Cuba.
Fidel Castro
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Raúl Castro
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Miguel Díaz Canel
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He aquí un artículo
de un medio de comunicación que expresa el siguiente texto:
Miguel Díaz
Canel asumió la presidencia de la isla con palabras de reconocimiento a los
Castro
Un hijo de la Revolución toma el
mando de Cuba
El flamante presidente, que hoy cumple 57 años, dijo en uno de los tramos
de mayor espesura política de su discurso: “Para nosotros está totalmente claro
que sólo el Partido Comunista garantiza la unidad de la nación y de su pueblo”.
Por
Gustavo Veiga
Desde La Habana
Miguel Díaz
Canel saludó como se saluda en el básquetbol a cada integrante del nuevo
Consejo de Estado. Tocó con la palma de su mano derecha la de sus 30 colegas.
Después subió al estrado ya proclamado como nuevo mandatario cubano. Acaso ése
fue el único gesto fuera del protocolo. Una de las secretarias de la Asamblea
del Poder Popular lo convocó diciéndole “compañero diputado usted es el nuevo
presidente…” Minutos antes se habían leído los resultados de la votación. El
ingeniero electrónico que conducirá los destinos de la isla durante los
próximos cinco años había sido elegido por 603 de los 604 legisladores
presentes. Ese porcentaje abrumador de votos lo alcanzó cada uno de los
candidatos propuestos en el Palacio de las Convenciones. Muchos recogieron
unanimidades. Sobre todo los representantes de la vieja generación
revolucionaria como el comandante Ramiro Valdés Menéndez. O el primer
vicepresidente, Salvador Valdés Mesa, un sindicalista que es observado como
fuente de preservación de la continuidad del socialismo.
“No estamos
inaugurando una legislatura más”, dijo Díaz Canel en la apertura de su discurso
de poco menos que media hora (ver aparte). Y enseguida les dedicó palabras de
reconocimiento a los líderes que, como Raúl Castro, bajaron del Granma y
acabaron con el régimen de Fulgencio Batista hace casi 60 años. “Cuba espera de
nosotros que seamos como ellos, capaces de librar victoriosamente todos los
combates que nos esperan. La presencia de Raúl, Machado, Ramiro, Guillermo y
otros revolucionarios, nos da la posibilidad de abrazarlos y abrazar la
historia viva.”
Castro había
subido al escenario primero, convocado por el presidente de la Asamblea,
Esteban Lazo Hernández. “Cuente con nosotros siempre”, le dijo la vice Ana
María Mari Machado anticipando la despedida. El saliente presidente del Consejo
de Estado clausuró la Asamblea después del discurso de Díaz Canel. Con un tono
campechano y pausado reafirmó la orientación socialista de la Revolución y
repasó sus logros y dificultades. No se refirió a EE.UU con el tono
conciliatorio que dominó la relación de ambos países durante el gobierno de
Barack Obama. Eso quedó descartado. “No tenemos que recibir lecciones de nadie
y mucho menos de Estados Unidos”, señaló. Y aludió a Donald Trump sin nombrarlo
como “el vecino que tenemos…”. El final, casi improvisado, lo sorprendió
bromeando con el auditorio. Tomó las hojas donde estaba redactado su discurso y
dijo: “Bueh, acabé” (ver aparte). Un aplauso uniforme y prolongado, como todos
los aplausos que los diputados cubanos le tributaron a cada uno de sus
candidatos a los Consejos de Estado y de Ministros, cerró la sesión de la
Asamblea.
El mundo vive
con más ansiedad las primeras horas posteriores al cambio de mando en la isla
que los propios cubanos. Ayer, en las calles habaneras, la actividad laboral se
mantenía inalterable. Bajo un sol primaveral que empieza a anticipar el
caluroso verano caribeño, la gente no modificó su agenda. En las inmediaciones
del Palacio de las Convenciones se mantuvo una discreta custodia que impedía
acceder a la zona. El taxista que conducía a este cronista hacia el lugar logró
pasar un primer retén, pero no el segundo. Hubo que conformarse con regresar al
hotel y seguir la asamblea por televisión. El Centro de Prensa Internacional
que acredita a los periodistas había organizado una visita temprano, a las 6.30
de la mañana. Pero ya nos había anticipado un colega de Prensa Latina que sería
“muy improbable” que consiguiéramos el testimonio de algún diputado. Se nos
informó que solo ingresarían los reporteros gráficos y camarógrafos a tomar
imágenes.
La asamblea del
Poder Popular empezó a las 9, como estaba pautado. Los 604 legisladores
esperaban sentados en sus butacas. Lazo, el presidente del parlamento, abrió la
sesión. La representante de la Comisión Electoral Nacional leyó los resultados
y porcentajes de la votación y cerró con la frase “todos resultan elegidos para
los cargos mencionados”. Los 31 que integran el Consejo de Estado.
Castro y Díaz
Canel entraron casi a la par y recibieron el primer aplauso del día. El
comandante de 86 años se detuvo sobre sus pasos. Le sonrió a su sucesor, acaso
buscando romper la solemnidad del momento. Después vendrían los discursos de
reafirmación del socialismo y los informes genéricos –sobre todo de Raúl–
de la actualidad de Cuba, pero sin perder de vista el pasado revolucionario.
El flamante
presidente que hoy cumplirá 57 años elogió a los diputados, de quienes dijo:
“Si alguien quisiera ver a Cuba en un conjunto de ciudadanos, bastaría con que
estudie la representación de la Asamblea”. En ella conviven un crisol de
profesionales, científicos, educadores, deportistas, sindicalistas, jóvenes de
las UJC y celebridades en su área de competencia como la hija del propio Raúl,
Mariela Castro Espín, diputada por el municipio Plaza de la Revolución y
directora del Centro Nacional de Educación Sexual.
En uno de los
tramos de mayor espesura política de su discurso, el nuevo mandatario expresó:
“Para nosotros está totalmente claro que solo el Partido Comunista de Cuba
garantiza la unidad de la nación y de su pueblo”. También elogió por varios
pasajes a Castro: “Raúl, como cariñosamente le llama nuestro pueblo, es el
mejor discípulo de Fidel. Asumió la dirección de la Revolución ante una difícil
situación económica y supo sobreponer al dolor personal, el deber”.
Aseguró que la
Revolución cubana no había terminado con sus guerrilleros. “Sigue de verde
olivo para vencer en todos los combates”, comentó. Puntualizó que se debían
“rectificar nuestros errores, indisciplinas y problemas” en la misma línea que
habló después Castro. “Sabemos demasiado de pedir y muy poco de racionalizar”,
criticó el primer secretario del Comité central de PC. Lo hizo para describir
como en una ocasión se habían utilizado “sin autorización y por equivocaciones”
miles de litros de combustible. “Tendrán que devolverlos”, sugirió de un
organismo o funcionarios que no precisó. Otra de las cuestiones que abordó fue
la del desendeudamiento del país. Felicitó en público al responsable del área
de Economía que llevó las negociaciones a cabo.
Por lo que
proyecta a futuro, no quiso dejar de lado la sucesión al frente del Partido
Comunista, un poder insoslayable en la isla. “El paso lógico será que en 2021
el compañero Díaz Canel asuma también el cargo de primer secretario del comité
central del partido, cuando se cumpla el mandato que el VII Congreso le dio a
él al frente de la organización política”. Castro sabe muy bien que “vivimos en
un lugar y en un tiempo en el que no podemos cometer errores”, aseguró. De eso
se trata la continuidad sin mayores zozobras de la Revolución. Ahora con un
presidente a su frente del que poco se sabe y que surgió con nitidez entre la
nueva generación de dirigentes políticos. Al que hoy puede verse en una foto en
blanco y negro junto a Fidel, cuando era muy joven, flaco y lucía el pelo largo
a la moda en los años 80. El mismo que ayer dio muestras de su lealtad al
Partido Comunista cubano cuando dijo: “más de medio siglo de calumnias no han
podido derribar las columnas del templo de nuestra fe”.