Biografía
de Manuel López:
Nació en la provincia de Córdoba en el paraje de Pampayasta Sud, en el
departamento Tercero Arriba, en el año 1780.
Fue
un ganadero y militar argentino, fue gobernador de la provincia de Córdoba
durante 17 años, como aliado incondicional de Juan Manuel de Rosas.
Se educó en la
capital provincial, pero vivía en su estancia del sur de la provincia, sobre el
río Tercero.
Era un hombre de
trato rústico, aunque leía y escribía asiduamente. Su formación como patrón de
estancia lo acostumbró al mando, y sus propios enemigos le reconocieron
franqueza y rectitud en su justicia.
En el año 1817
fue la autoridad política del departamento Tercero Arriba, nombrado por el
gobernador unitario Manuel Antonio Castro.
En el año 1821,
el gobernador Juan Bautista Bustos lo nombró comandante militar del mismo
departamento, y su misión era reunir tropas, evitar las correrías de los
ladrones y frenar los avances de los indígenas de la Pampa.
Instaló la
cabecera de su departamento en Villa Nueva (enfrente de lo que hoy es la ciudad
de Villa María) y colaboró en la construcción de fortines y una escuela,
obligando a los padres a enviar allí a sus hijos.
Estaba casado
con María de los Santos Arias de Cabrera, descendiente del fundador de la
ciudad de Córdoba.
La guerra civil interna de Córdoba
Transitando el
año 1829 el general unitario José María Paz invadió la provincia de Córdoba, se
apresuró a mostrarse sumiso y obediente a la nueva autoridad, pero no le prestó
ninguna ayuda. Después de la Batalla de La Tablada se puso al habla con el
federal Facundo Quiroga, y cuando (ante el regreso de éste, en el año 1830) Paz
ordenó evacuar todo el sur de la provincia, se unió al ejército federal. Pero
apenas quince días después, Paz venció a Quiroga en Oncativo, y López se vio
obligado a huir hacia Santa Fe, donde se puso bajo la protección del gobernador
Estanislao López y participó de la campaña de guerrillas que éste llevó contra
la coalición unitaria Liga del Interior en suelo de la Provincia de Córdoba.
La zona sur de
la provincia fue asignada al ejército federal porteño, de modo que Manuel López
se puso a las órdenes del gobernador porteño Juan Manuel de Rosas y de coronel Ángel
Pacheco. Durante esta campaña, Pacheco derrotó al coronel unitario Juan Esteban
Pedernera en la decisiva Batalla de Fraile Muerto, mientras que Manuel López,
invadió la zona del río Tercero, al sur de la Provincia de Córdoba, derrotando
al capitán Ciriaco Echenique en el combate de Arroyo de San José, del 26 de
marzo de 1831. Sin embargo, El 7 de abril Manuel López es derrotado por fuerzas
del coronel unitario Juan Gualberto Echeverría, muriendo en el encuentro su
segundo, el comandante Ramón Lira.
Cuando recibió
la noticia de que Paz había sido capturado por las tropas del gobernador
santafesino Manuel López ocupó la localidad de Villa Nueva, y desde allí
dirigió una ofensiva contra el coronel Echevarría, quien fue capturado en un
breve combate en Puntas del Sauce el 29 de junio, y fusilado unos días más
tarde junto con los comandantes Tomás Haedo y Navarro en La Carlota. Por
influencia de Estanislao López, uno de los hermanos Reynafé, caudillos locales
del norte cordobés, fue elegido gobernador de la Provincia de Córdoba.
En la expedición
al desierto del año 1833, López brindó apoyo con caballos y soldados, pero no
participó directamente en la misma.
Cuando Facundo
Quiroga fue asesinado en Barranca Yaco por orden de los Reynafé, Manuel López
se decidió a enfrentar al caudillo santafesino Estanislao López y a sus
aliados, los cordobeses Reynafé, éstos fueron derrocados y López ayudó a su
captura. Cuatro gobernadores se sucedieron en menos de cien días: Rodríguez, Casanovas,
Aramburú y González.
La Primera Gobernación
de Córdoba
Ante la
anarquía, López se puso al frente de sus hombres y el 17 de noviembre de 1835
entró en la ciudad de Córdoba. No necesitó imponerse por la fuerza: enseguida
la legislatura lo nombró gobernador interino, y el 30 de marzo de 1836 lo
nombró titular. Su ministro general era Calixto María González, en quien delegó
la gobernación en varias oportunidades.
Se dirigió al
sur y pactó un tratado de paz con algunas tribus indígenas, pero masacró a una
tribu que no quiso pactar. Durante el resto de su gobierno, sin embargo, debió
soportar varios ataques de los indígenas ranqueles.
Ordenó el
gobierno, aseguró la enseñanza primaria en varios pueblos del interior, cuidó
mucho el sistema de postas de la provincia, que era vital para el comercio,
liquidó los últimos pueblos de indios que quedaban en la sierra y levantó un
censo de la población, que mostró que había 101.000 habitantes y 14.000 en la
capital.
Solucionó los
problemas que habían tenido los Reynafé con el obispo, pero sus relaciones con
la iglesia nunca fueron buenas.
Autorizó la
entrada de los jesuitas y les devolvió una iglesia y un colegio que tenían en
la ciudad, pero cerró el seminario y transformó su sede en casa de gobierno.
Persiguió sin
piedad a los unitarios, a los que encarceló con cualquier excusa, y les
prohibió ejercer empleos públicos. Pero, al menos en su primer período, resultó
ser mucho más humanitario que el gobierno de Paz. No fue un hombre violento,
pero enfrentó a sus enemigos con toda firmeza, sin más crueldad que la común en
su época.
Para él, ser
federal significaba ser conservador, realizar un gobierno fuerte y "de
orden", apoyar a la Iglesia, y proteger paternalmente a los pobres. Se
perpetuó en el poder porque eso se creía entonces, que debía hacer un gobierno
fuerte.
Una nueva etapa de la guerra civil en Córdoba
En el principio
del año 1939 comenzaron a estallar sublevaciones organizadas por dirigentes de
las provincias vecinas, entre ellos Domingo Cullen, ex gobernador de Santa Fe,
quien huyó a Santiago del Estero. El 25 de febrero, el gobernador López derrotó
en el combate de La Trinchera a los comandantes Santiago Oroño y José Manuel
Salas.
Poco después
invadió la provincia de Córdoba desde Catamarca el ex gobernador Rodríguez,
pero éste también fue fácilmente vencido por López el día 28 de marzo en Las
Cañas, al norte de la capital cordobesa.
Cierta
tranquilidad se logró cuando el gobernador de Santiago del Estero, Juan Felipe
Ibarra, arrestó a Cullen y lo envió preso a Buenos Aires, donde fue fusilado
sin ningún trámite.
En el año 1840
enfrentó y derrotó una nueva revolución, esta vez dirigida por Sixto Casanovas;
y más tarde, una filial de la Asociación de Mayo organizó un nuevo intento para
derrocarlo, que tampoco tuvo éxito.
Tiempo después,
y de regreso la calma, el organizó un nuevo censo de la población de la
provincia, el cual arrojó una población total de 103.280 habitantes, de los que
47.503 eran varones y 55.758 mujeres 13.795 habitantes vivían en la capital.
Más tarde, el
gobernador partió hacia el sudeste de la provincia de Córdoba, para frenar a
una posible invasión del general unitario Juan Lavalle, quien venía retirándose
desde Buenos Aires después de su fallida invasión a esa ciudad.
Pero, mientras
estaba ausente de la capital, entró a la provincia desde La Rioja el general Lamadrid.
Los conspiradores unitarios locales aprovecharon la ausencia de López para
derrocarlo el 10 de octubre de 1840. En su lugar nombraron al coronel José
Francisco Álvarez.
Después de
ocupar Santa Fe, Lavalle se retiró a Córdoba, donde fue derrotado en la Batalla
de Quebracho Herrado por el jefe del ejército federal, el depuesto presidente
uruguayo Manuel Oribe.
Tras reunirse en
Córdoba, Lavalle y Lamadrid se retiraron hacia el norte, permitiendo al
gobernador López recuperar el control de la capital.
Durante unos
meses, López desató una cruel persecución hacia sus enemigos, varios de los
cuales fueron asesinados; en muchos casos, los responsables de estos hechos
fueron los oficiales de Oribe, durante la permanencia del ejército federal en
la capital cordobesa.
Tras la derrota
de los ejércitos unitarios a fines del año 1831, el gobernador cordobés apoyó
la campaña de Oribe para la recuperación de la provincia de Santa Fe, cuyo gobernador
se había pasado al bando unitario.
La Segunda Gobernación de Córdoba
Durante el
segundo gobierno, su ministro siguió siendo Calixto María González, en quien
delegó el gobierno durante sus repetidas ausencias al interior de la provincia;
en ocasiones también delegó el gobierno en Claudio Antonio Arredondo, que
terminaría reemplazando a González como ministro.
Durante la
década de 1840, López fundó el pueblo de Achiras, construyó un cementerio más
grande en la ciudad capital y reabrió la Casa de la Moneda, en la que acuñó una
escasa cantidad de dinero.
En 1847 reformó
la constitución provincial de la época de Bustos, sancionando lo que se llamó
un "Código Constitucional provisorio de la provincia de Córdoba" por
el cual se le otorgaba más poder al Poder Ejecutivo provincial.
Expulsó a los
jesuitas de la provincia de Córdoba, pero sostuvo con fondos provinciales a la
Iglesia católica, mientras que la Universidad de Córdoba, a pesar de las
dificultades económicas, crecía notoriamente.
Durante todo su
mandato, Rosas había ejercido no solamente como gobernador de Buenos Aires,
sino también como Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación
Argentina, lo que de hecho se consideraba el equivalente a un Poder Ejecutivo
nacional.
En el año 1851,
cuando el gobernador entrerriano Urquiza se pronunció contra Rosas, lo declaró
"loco, salvaje unitario" y, ante la sospecha de que varios de sus
opositores estuvieran en connivencia con Urquiza, ordenó su inmediato
fusilamiento.
Durante la
crisis política y militar desatada por la campaña del Ejército Grande contra
Rosas, López intentó llevar ayuda militar y logística a Rosas. Pero, estando en
viaje con sus hombres hacia la frontera con Santa Fe, lo sorprendió la noticia
de la victoria de Urquiza en la Batalla de Caseros.
López volvió
rápidamente hacia la ciudad de Córdoba, desde donde envió una nota de
felicitaciones a Urquiza, expresándole su congratulaciones por su triunfo
militar y anunciándole que para él a partir de entonces, había llegado:
"el momento de recuperar nuestros derechos, usurpados durante veinte años
por el déspota Rosas". Los demás gobernadores tuvieron similares gestos
hacia el general vencedor de Caseros.
Urquiza decidió
apoyarse en los gobiernos federales y proclamó la fórmula "ni vencedores
ni vencidos". Envió a Bernardo de Irigoyen a entrevistarse con López, a
quien aconsejó rodearse de funcionarios nuevos, para dar una imagen de cambio.
Por ello, López nombró ministro a Alejo del Carmen Guzmán y delegó el gobierno
en su hijo José Victorio López.
Pero los
unitarios clamaban venganza, justificándola en los abusos de los años de
persecución rosista. El 27 de abril de 1852, un grupo de opositores dirigidos
por Manuel Esteban Pizarro realizaron una revolución sangrienta, logrando
derrocar López, e instauraron en su lugar a Alejo del Carmen Guzmán.
El Olvido del
Caudillo
Luego de su
derrocamiento, Manuel López fue arrestado y sometido a juicio, y sus bienes
fueron confiscados; pero debieron serles devueltos más tarde, para poder
condenarlo por confiscar los bienes de sus opositores.
Recobró su
libertad en octubre de 1852, pero siguió sometido a juicio. En 1853, su hijo
fue acusado de participar en una conspiración con los ex gobernadores Celedonio
Gutiérrez y José Manuel Saravia para recobrar el poder en sus respectivas
provincias. Los López, padre e hijo, fueron reducidos nuevamente a prisión
durante varias semanas.
En abril de 1854
Manuel López solicitó y obtuvo permiso para residir en la ciudad de Paraná,
capital provisional de la Confederación. Falleció en el olvido, en la ciudad de Santa Fe, el 5 de octubre del año 1860.