LITERATURA
Alba Murúa:
«Para recordar: La presentación de «Servicio meteorológico» de Alba Murúa en el
Museo del Libro y de la Lengua» (por Elizabeth Molver).
Por Elizabeth Molver
El
19 de octubre fue un día despejado, de sol absoluto y brisa fresca que nos
acarició. En verdad no recuerdo exactamente como estuvo el clima en sí. Lo que
recuerdo es que ese día presentó su nuevo libro la amiga y poeta Alba Murúa,
oriunda habitante de Morón, ciudadana del conurbano, caminadora de ciclos
literarios en cualquier rincón de La Matanza, compartidora de poesía aquí o
allá, en lo real o en el ciberespacio. Ya que Alba es una gran difusora
cultural. Es excelente escribiendo reseñas de libros, comentarios o posteos en
redes.
Pero lo que aquí me convoca es contar la exquisita presentación de “Servicio
meteorológico” de ediciones de la Eterna, que dirigen María Belén Aguirre y
Andrés Kischner.
Primero
se refirió al libro María Belén quien desmenuzó delicadamente el prólogo que
ella misma escribió. Habló de oráculos de perplejidad y ternura. De los
fenómenos climáticos tan abrazados a las sensaciones y sentimientos propios o
sociales.
Destacó
los diversos pájaros: benteveos, calandrias, golondrinas y chimangos presentes
en los poemas unidos a estas expresiones tan íntimas “todavía / no levantas los
ojos / hacia la huida de las golondrinas”.
También
comentó acerca de ese aire lóbrego que sobrevuela el poemario. Eso que se
siente, que está ahí, pero no se nombra. Esa peste que nos atacó y nos persigue
todavía. Tan fuerte, tan insistente, pero en silencio, callada,
persiguiéndonos. Y destacó la valentía de Alba de no decir la palabra exacta,
sino de darle merodeos al asunto, disfrazándolo de nubes, tormentas o
chaparrones.
Culminó
diciendo que la poeta posa su mirada en aquello que está y que, por efectos de
vulnerabilidad, puede dejar de existir. “El desamparado que dormía en la
estación / ¿dónde está?”
El
segundo momento estuvo a cargo de Andrés Kischner, quien se refirió a la obra
como una hermenéutica de los pájaros. Una contemplación absoluta del cielo y
sus fenómenos, cosa no tan común es estos días donde las urgencias son mirar
pantallas, relojes, colectivos que no llegan o cuentas que pagar. Se refirió a
los presagios de los pájaros, que Alba toma como una sentencia, al horizonte del
conurbano donde suceden los poemas y el cotidiano. Calificó al libro como un
templo abierto a la intemperie.
Para
este momento estábamos sumergidos en un espacio sin tiempos, en una sala con
muchos amigos y amigas, poetas, familia ya flotando en un cielo de nubes
blancas que nos mecían serenamente. Aquellas palabras de María Belén y Andrés
nos habían hecho sentir en la piel el fresco que se levanta después de una
furiosa lluvia de verano, o la tibieza que nos deja el sol luego de una tarde
de plaza y primavera.
Pero
eso no fue todo, faltaba la lectura. Alba leyó algunos poemas acompañada por
Agostina Zito en violín, que tan magistralmente supo darle el tono que
necesitaban esos versos.
Abrazada
también por la emoción la poeta pudo agradecer, nombrar a los y las presentes,
respirar hondo más de una vez y dejar que alguna lágrima escapara de sus ojos.
Y también a nosotras quienes la queremos y sabemos que en estos tiempos tuvo
golpes en la vida tan fuertes yo no sé, diría Vallejos.
Se
proyectó el video “Llueve en Père- Lachaise” basado en el poema homónimo con la
voz de Alba. Sutil, triste, desgarrador, con una belleza de imágenes que dan
cuenta de las manos, cabezas que lo pensaron y realizaron: otra vez la
maravilla de Aguirre y Kischner.
Cuando
parecía que todo terminaba se acercó el músico Juan Rosasco e interpretó una
bella canción en el piano de ese auditorio que temblaba de emoción y de
agradecimiento por el momento vivido.
A
la salida y por un posible pronóstico de lluvias (mentirosas) los nietos de
Alba nos regalaron un paraguas de chocolate como souvenir. Todo registrado
hermosa y amorosamente por el fotógrafo y amigo Facundo Gastón Floria.
Así
volvimos abrazando al libro, observando la tapa una y otra vez, porque es
encantadora, sorprendente la potencia de Eleanor Macnair en esa mujercita que
duerme, sueña o se deja llevar en un cielo oscuro suspendida por el servicio
meteorológico incierto de cada día.
Biografía
consultada
Devenir111,
Revista de Arte y Cultura.