CULTURA
El diablo en la
cultura del NOA (I)
El Chiqui: rituales y apariciones
Al diablo
cristiano se agregan, por lo menos, una docena de diablos, dice Adán Quiroga.
Por Rosario Andrada
Mikilo, ilustración de Ricardo
Deambrosi.
Habitan en la montaña, Supays, Mikilos, Chiquis,
Apiniños, Uturuncus, Mula-Animas, Duendes, Yastay.
Son seres
imaginarios que se proyectaron en el incconsciente colectivo desde tiempos
inmemoriables en la necesidad de encontrar la justificación a la existencia del
mal.
El Chiqui, muy popular en la cultura
calchaquí causante de toda desgracia, plagas, pestes, sequía, se lo aplacaba
con sacrificios. Lafone Quevedo, refiere a la Fiesta del Juego del Chiqui, que practicaban los
indígenas en La Rioja y
Catamarca, pueblos como San Blas de los Sauces, Pituil, Pueblo del Pantano y Pilciao, se
reunían bajo un algarrobo con tinajas llenas de aloja. Antes de la celebración,
cazaban guanacos, avestruces, pumas. Fiesta que también es tratada por Margarita E. Gentile en
un artículo dedicado íntegramente al Chiqui.
Los
sacrificios que se hacían a la deidad maléfica fue señalada por Adán Quiroga; “… las urnas funerarias
de estrecha boca circular y reducida capacidad, guardaban restos de párvulos,
sacrificados en la conjuración al Chiqui…éstas cántaras cuando se encuentran
llenas de chicha, maíz y de algarroba, no son propiamente urnas cinerarias,
sino vasos votivos o ceremoniales…”
En el
ritual, mientras entonaban cánticos báquicos y propiciatorios, llenaban de agua
las cántaras, para ser colocadas en las cabezas. Otros subían y bajaban las
cabezas de animales sacrificados honrando la divinidad maligna.
En La Cruz de América, Adán Quiroga encuentra
en las urnas funerarias y cántaras diseños que muestran al Chiqui, como en la Urna de Andalguala, donde
en su parte superior se observa una máscara con grandes ojos y boca abierta,
largos brazos caídos y sobre el hombre la huma o cabeza de sacrificio. Entre
ambos pies transformados en suri hay otra cabeza humana destroncada. En la
parte delantera se observa un suri y, en la figura izquierda la imagen es
feroz, parece una cabeza cortada provista de un cuerpo artificial.
La creencia advierte que el suri tiene
relación con el demonio, porque el Chiqui se transforma en suri. Este es un
ejemplo en una multiplicidad de casos presentados por el mencionado arqueólogo.
Según Matilde Lanza,
existe un sitio arqueológico conocido como “el Diablo”, el Potrero de
Payogasta, departamento Cachi- sector norte del Valle Calchaquí- Salta. Se trata de un
cerro con aloramientos rocosos que forman planchones verticales y horizontales.
Varios de estos aloramientos y bloques sueltos son los soportes seleccionados
para la ejecución de los grabados rupestres. Existe un panel principal en
posición vertical que se ubica en la parte superior del cerro, este contiene el mayor porcentaje de
representaciones grabadas y se destaca una figura antropomorfa felinizada que
por su diseño los pobladores lo llaman el diablo; de ahí se tomó el nombre del
sitio arqueológico. Este motivo tiene un largo de 150 cm, lo que hace que
tenga una alta visibilidad. Estas representaciones de perfil, son en algunos
casos, una combinación antropomorfa con cabeza de felino, presenta una
emplumadura, ojo formado por un punto pequeño y fauces abiertas con dientes.
El Mikilo, adquiere distintas formas
según el lugar, por ejemplo, el Mikilo riojano es el colmo de la perversión, sus maldades
son similares a las del tigre uturunco, mientras el Mikilo catamarqueño -según
Quiroga- suele vivir en forma de pájaro o vivir en las cuevas de las salamanca.
Este demonio se esconde en las zanjas o tras de pencas y tuscas para sorprender
a los niños distraídos. En Tucumán cambia
su metamorfosis a un gato montés, de pelo áspero y duro, parecido al cuchi.
Para Adolfo Colombres, el Mikilo es
un numen de le tierra, humilde y proteiforme, cuyas representaciones son
múltiples, es esquivo y poco sociable. Se lo conoce por su grito ululante,
o por un extraño rumor que viene del corazón de las tinieblas nocturnas, algo
así como el eco de un lamento hace mucho extinguido. Las huellas que deja no
pueden ser reconocidas. Lo describen como un animal, mitad humano y la otra
como un perro, sus pies son de gallo y su cola larga cubierta de plumas. En Chilecito (La Rioja),
es un pájaro gris, maligno y brujo, asusta a la gente, llora su soledad con
gritos. Duerme la siesta a la sombra de las higueras y, sus víctimas son los
niños que roba.
La
mitología andina se nutre de un universo de leyendas, aparecidos, seres
sobrenaturales como El Yastay, el Uturunco y Hapiniños, que serán tratados en
la Parte II.
Bibliografía consultada
Diario Página 12 Catamarca