miércoles, 22 de enero de 2020

La criminalidad del acto

LOS HIJOS CARENCIADOS DEL EXCESO
Por Analía Forti *
Ningún individuo en pleno ejercicio de sus facultades mentales podría no preveer que 11 personas atacando a golpes a otra, no ocasionarán la muerte de esta. De esto no caben dudas, es una consecuencia previsible.
Lo que sí puede suceder, es que no se encuentren en pleno uso de sus facultades mentales por el consumo excesivo de alcohol y/o de sustancias, de manera tal que no pudieran comprender la criminalidad del acto ni dirigir sus acciones.
O bien puede ocurrir que, previendo las consecuencias posibles de sus actos, las llevaran adelante de todos modos, por absoluta ausencia de valores y empatía, además de ausencia de límites y de respeto a la vida de otro ser humano y a la ley.
Lo cierto es que estos 11 individuos, cuyo accionar ha sido el de una manada de depredadores salvajes, capaces de causar la muerte de un joven de 18 años como consecuencia de un severo traumatismo de cráneo generado por los golpes bestiales que le propinaron, fueron educados por sus padres en sus hogares.
Allí, en sus hogares y con sus padres, es donde no aprendieron valores morales, ni internalizaron límites, ni aprendieron el respeto por la vida del otro ni el respeto por la autoridad y la ley.
Allí, en sus hogares y con sus padres, es donde el proceso de socialización falló y se formaron individuos capaces de conductas homicidas.
Y hago referencia a los hogares y a los padres, porque es allí (y no en la escuela ni el club) donde inicia el proceso de socialización de un individuo, es allí donde se forjan valores, es allí donde se aprenden límites y respeto por el otro, por la autoridad y por la ley.
La primera ley son los padres y cuando estos abdican de sus funciones educadoras y socializadoras, que implican la responsabilidad de “forman a un ser humano socialmente adaptado”, para dedicarse a consentir sin limitar y evitando frustrar a sus hijos para eludir toda situación de conflicto, entonces estarán criando sin educar ni formar personas de bien.
Ni los costosos colegios ni los prestigiosos clubes, sustituyen la tarea de educación en valores que deben realizar los padres. Los límites a sus conductas excesivas que los hijos no encuentran en sus padres, los encontrarán en la ley. Los límites que no encontraron dentro, los hallarán fuera. Esos límites serán la ley, la justicia, la cárcel.
Generaciones de padres que han abdicado de su rol y de sus funciones dejando hijos huérfanos. Hijos huérfanos con padres vivos, carenciados de valores morales, de límites, de empatía, de respeto a la autoridad y a la ley.
Los hijos del exceso son carenciados de límites y de valores, por eso son capaces de conductas homicidas. Los hijos del exceso son huérfanos con padres vivos, que asisten de manera contemplativa y condescendiente al proceso de crecimiento de sus hijos. Padres vivos que dejan huérfanos a sus hijos por no establecer límites que los protejan a tiempo, porque están agotados y no quieren conflictos. Padres que no educan, no forman, no cumplen con sus tareas y funciones. Padres que naturalizan los excesos bajo el slogan “todos consumen, todos toman, todos hacen “, “no podés ir en contra de lo que hacen todos”. Padres que no pueden orientar porque ellos mismos están desorientados. Padres “todo bien” que creen que una buena relación con los hijos es sin límites, sin frustraciones, sin conflictos.
Padres que dejan a sus hijos a la deriva, creyendo que todo se puede, que la ley, la autoridad, los límites y los otros, no existen.
Padres de hijos que se creen omnipotentes y solos son carentes.
Carentes de valores que los hagan seres humanos valiosos para la sociedad.
Hoy, esas 11 parejas de padres de los rugbiers que causaron la muerte de un joven de 18 años en ejercicio brutal e ilimitado de su fuerza física, están ante la consecuencia de la conducta homicida de esos hijos a los que no han educado con valores ni con límites. Un homicidio.
Todos los actos tienen consecuencias, educar hijos en la permisividad de los excesos, sin límites y sin valores, también. Y las consecuencias de esa educación, la padecen los padres de los victimarios y de las víctimas.
Ser padres no debería ser solo un deseo sino también una responsabilidad.
*Licenciada en Ciencias para la Familia, Consultora Psicológica.