El
tesoro escondido es uno de los libros de cuentos infantiles, en este caso del
autor Luis Daniel Londoño Silva, y la nota periodística es la fantasía del
tesoro escondido.
Opinión
Fendrich y la
fantasía del tesoro escondido
Contó una
mentira que no se creyó ni él. Y repitió: Ojalá algún día se sepa la verdad.
El ex tesorero Mario Fendrich en 2010, durante una entrevista con
Clarín en su casa de Santo Tomé, en Santa Fe. FOTO JOSÉ ALMEIDA
Es cierto que
hay secretos que se llevan a la tumba.
Mario César
Fendrich fue un tipo normal antes y después del robo del siglo, pero aquello
extraordinario que hizo en el apogeo de su madurez (extraordinario en
el estricto sentido de lo inesperado) lo volvió único. Quizá sólo buscaba eso.
Era el tesorero
del Banco Nación de Santa Fe y un viernes fue a la sucursal, esperó el
camión con el dinero, abrió el tesoro y se llevó 3,2 millones de
dólares porque sí. En su exceso de corrección dejó una nota para
asegurarse de que no culparan a nadie más.
Fue en 1994 y
pasó 109 días prófugo. Toda una primavera.
Encarnó entonces
la fantasía del sueño prohibido: la del tipo común que un día se harta de todo
y se va con la plata ajena que se había pasado contando durante 30 años. La
plata de los otros que en un minuto hizo propia.
El debate
estalló, en un tiempo sin redes sociales.
¿A usted le
hubiese gustado ser Fendrich? En el imaginario popular -y hasta en la
visión de algunos expertos- era el robo perfecto donde nadie
perdía: no hubo armas ni violencia y el dinero robado sería repuesto por el
seguro. No perdían ni los clientes, ni los empleados, ni el banco, ni el seguro
(los expertos explicaban, con suficiencia debida, que los seguros necesitan de
los robos para mantener su razón de ser y su modelo de negocio).
Pero una cosa es
pensarlo y otra hacerlo. Los psicólogos hablaron de fallos en los frenos
inhibitorios. ¿Cómo alguien se acuesta oficinista y se levanta
ladrón de banco?
Fendrich y su
fortuna prohibida interrogaban a todos.
Hasta que el
hombre -barba, pelo teñido de oscuro, piel bronceada- apareció un día (se
entregó el mismo 9 de enero en que enterraban a Carlos Monzón), fue a la cárcel
poco más de cuatro años y volvió a su casa de Santa Fe, aún más humilde que
como se había ido.
Le dijo a la Justicia
que había sido secuestrado y que el dinero se lo robaron. Una mentira que no se
creyó ni él. Y suspiró: "Ojalá algún día se sepa la
verdad".
Siempre creímos
que era un acto dramático, una puesta en escena sublime del engaño tras la
cual, luego de un tiempo, Fendrich iría con una pala al medio del campo a
desenterrar de una buena vez los billetes intactos para vivir la gran vida
que imaginó. Que imaginaban todos los que se imaginaron Fendrich.
Pero el día
nunca llegó.
Se dijo que el
tesoro efectivamente estaba enterrado en el campo o en un cementerio
privado -¿y entonces, aún sigue allí?-; que no le quedaba
nada porque había cambiado fortuna por silencio durante los días en que anduvo
prófugo; que lo perdió en un casino de Paraguay; que lo repartió entre
familiares y amigos en dosis tan prudentes que lo hicieron imperceptible. Se
dijo mucho pero no se sabe nada.
Ir a las playas
de Cuba, hasta donde fue a buscarlo la muerte este último miércoles, fue lo más
ostentoso que hizo Fendrich en toda su vida. Un viaje de un jubilado con un
amigo, después de todo. Ahora, a los 77 años, tenía una agencia de quiniela
modesta y se guardaba los domingos para ir a la cancha a ver a Colón.
Cada uno de sus
porqués también se fueron con él.
Va a
sobrevivirlo el misterio que le anduvo dando vueltas todos estos años, como un
fantasma individual y colectivo. El que vuelve a alimentar aquello de "que
se sepa toda la verdad". Porque agiganta el mito urbano de la
fantasía prohibida y, sobre todo, porque ya nadie cree que la verdad se sepa
nunca.
Fuente: Diario
Clarín (21-12-2018)
https://www.clarin.com/opinion/fendrich-fantasia-tesoro-escondido_0_nRYtPdzMp.html