PSICOLOGÍA
¿Por qué el cerebro prefiere los
libros en papel?
El cerebro humano es capaz de
percibir un texto en su totalidad, como si se tratara de una especie de paisaje
físico. Y es que cuando leemos, no sólo estamos recreando un mundo con las
palabras del relato, sino que construimos una representación mental del mismo
texto.
Al pasar las páginas de un libro
de papel, realizamos una actividad similar a dejar una huella tras otra por un
sendero, hay un ritmo, una cadencia y un registro visible en el transcurrir de
las hojas impresas.
La prestigiosa revista
Scientifican American publicó un artículo con el que se busca dar una
explicación a esta paradoja: en la época de la hiperconectividad, cuando cada
vez tenemos más equipos que nos permiten leer con mayor facilidad y contamos
con acceso a bibliotecas enteras en formato electrónico, muchos siguen
prefiriendo al formado de papel.
El libro tradicional, la
revista, el diario, siguen siendo los favoritos del público en general. Aunque
resulte difícil de creer, siendo que los formatos digitales nos abren las
puertas a muchas libertades.
Papel versus píxeles Muchos
trabajos hablan de que en pantalla se lee más lentamente y, además, se recuerda
menos. Hay “fisicabilidad” en la lectura, dice Maryanne Wolf de la Universidad
de Tufts. Las personas necesitan sentir el papel al leer, el cerebro lo pide
inconscientemente.
Nosotros no hemos nacido con
circuitos cerebrales dedicados a la lectura, porque la escritura se inventó
hace relativamente poco tiempo en nuestra evolución: alrededor de cuatro
milenios antes de Cristo.
En la niñez, el cerebro
improvisa nuevos circuitos para leer y para ello usa parte de otros dedicados
al habla, a cuya habilidad se suma la coordinación motora y la visión.
El cerebro comienza a reconocer
las letras en base a líneas curvas y espacios y utiliza procesos táctiles que
requieren los ojos y las manos. Los circuitos de lectura de los niños de 5 años
muestran actividad cuando practican la escritura a mano, pero no cuando se
escriben las letras en un teclado.
Más allá de tratar a las letras
individuales como objetos físicos, el cerebro humano puede percibir un texto en
su totalidad como una especie de paisaje físico. Cuando leemos, construimos una
representación mental del texto.
La naturaleza exacta de tales
representaciones permanece clara, pero algunos investigadores creen que son
similares a un mapa mental que creamos de un terreno, como montañas y ciudades,
y de espacios físicos de interior, tales como departamentos y oficinas.
En paralelo, en la mayoría de
los casos, los libros de papel tienen una topografía más evidente que el texto
en pantalla. Un libro de papel abierto presenta dos dominios claramente
definidos: páginas de izquierda y derecha y un total de ocho esquinas en las
que uno se orienta.
Al pasar las páginas de un libro
de papel se realiza una actividad similar a dejar una huella tras otra por un
sendero, hay un ritmo y un registro visible del transcurrir de las hojas. Todas
estas características permiten formar un mapa mental, coherente, del texto.
En contraste, la mayoría de los
dispositivos digitales interfieren con la navegación intuitiva de un texto y a
pesar de que los e-readers (libros electrónicos) y tabletas replican el modelo
de páginas, estas son efímeras. Una vez leídas, esas páginas se desvanecen.
“La sensación implícita de dónde
usted está en un libro físico se vuelve más importante de lo que creíamos”,
dice el artículo de la Scientifican American.
En un trabajo sobre comprensión
de textos, al comparar alumnos que leyeron en papel con otros que leyeron un
texto en versión PDF en la pantalla, se concluyó que los primeros tuvieron
mejor rendimiento.
La tinta electrónica refleja la
luz ambiental al igual que la tinta de un libro de papel, pero las pantallas de
ordenadores, teléfonos inteligentes y tabletas hacen brillar la luz
directamente en los rostros de las personas y la lectura puede causar fatiga
visual, dolores de cabeza y visión borrosa.
Es probable que el organismo de
los nuevos nativos digitales cree otras redes neuronales que les permitan
preferir lo electrónico al papel, pero mientras tanto, hoy el resto de la
población sigue prefiriendo el contacto con las históricas hojas.
Fuente consultada