CULTURA Y ESPECTÁCULO
Tenía 74 años
Murió Tom
Lupo, una voz fundamental
Cinco años atrás había sufrido un
accidente automovilístico del que nunca logró recuperarse. "Soy un simple
obrero del lenguaje", solía decir cuando le pedían que definiera su
trabajo. Fue locutor de radio, psicoanalista, aprendiz de boxeador, periodista,
editor y profesor universitario, además de un gran difusor del rock y de la
poesía. Se lo recordará por programas radiales como Submarino Amarillo, El pez
náufrago y El loco de la colina, entre otros.
Por Cristian Vitale
Entrañable, Tom Lupo. Muy
querible. Más querido aún. Encontrarse con él, al azar, en los pasillos de Radio
Nacional implicaba ingresar a un mundo de anécdotas al paso que podía durar
de bastante a mucho. Era recurrente y diverso. Agradable. Tierno. Ecléctico.
Bien nacional. Le gustaba mucho recordar a Luca Prodan, claro, con quien había
compartido larguísimas charlas sobre Lacan, además de haberle presentado a
Andrés Calamaro, en un encuentro que terminó en la tremenda versión a dúo del
tema “Años”, de Pablo Milanés. Pero entre sus temas preferidos también estaban
Perón, Scalabrini Ortiz y Jauretche. Piazzolla. Charly y el enamoramiento que
le había causado su interpretación del Himno Nacional, tal vez por unir dos de
sus grandes amores: el rock argentino y la identidad. Freud. Le gustaba mucho
hablar del péndulo, de la antinomia –dicho mejor— producción-angustia. También
de las dimensiones del tiempo: el lógico y el simbólico. Recurría a
Shakespeare y al flaco Spinetta. Lo adoraba a Luis. Tanto como a Leopoldo
Marechal. A Girondo. A Macedonio. A Galeano. Los recitaba cotidianamente.
Le dolía horriblemente que a Lorca lo hubieran matado,
entre otras cosas, por homosexual. Contaba con orgullo que había tenido como
profesor de literatura a Haroldo Conti en la secundaria. Y le gustaba evocar
que su sobrenombre había nacido, espontáneamente, cuando le pidieron en radio
que se pusiera un apodo rockero, pero que después se dio cuenta que el
inconsciente lo había primereado, porque su más admirado poeta del rock era Tom
Wolfe y, en una hábil maniobra lingüística, le quitaba la `e`, traducía la
palabra al castellano (lobo), y volvía a traducirla al italiano: lupo. Genial.
Tom murió este lunes. Tenía 74 años y hacía tiempo
(aunque seguía presente mediante Grabaciones encontradas,
programa de AM 870 en el que era presentado por León Gieco, los sábados a la
medianoche), no se lo veía caminando pasillos en busca de esa charla cálida. De
algún abrazo. El sábado 20 de junio de 2015 fue atropellado por una
camioneta, mientras conducía un Palio por Avenida del Libertador, y desde
ahí viene la mala. Increíble, pero entre esas charlas de café o pasillo, Lupo
también solía citar a Nietzsche con una frase premonitoria: “no cualquiera se
merece un accidente”. Que mueca absurda del destino. Que cruce fatal. “Hay algo
que nos iguala a todos, la muerte”, solía decir también. Carlos Luis Galanternik, nombre por el que no muchos lo conocían,
había nacido en Charata, Chaco el 22 de octubre de 1945, el mismo día que se
casaron Juan Perón y Eva Duarte en Junín. Fue psicoanalista, locutor de
radio, aprendiz de boxeador, periodista, y profesor universitario. Escribía
y leía poesía muy bien. En el éter fue capo. Inolvidable ese Submarino
Amarillo que surcaba las profundas aguas de Del Plata (emisora en la que
también haría El pez náufrago) en los ochenta, o de Radio
Municipal de Buenos Aires, a través del Tom Lupo Show, donde casi
que inventó el rol del movilero de rock (hasta ese momento, era una función
mayormente empleada en el fútbol). Fue además uno de los principales fogoneros de
bandas clave de la época, de las que pasaba demos y demos y demos: Redondos,
Sumo, Los Ratones, Virus, los segundos Abuelos, el Charly solista. Condujo
también Taxi, en Radio Provincia. No pocos recuerdan su paso por El
loco de la colina, por Radio Uno. O por Grabaciones encontradas,
en Radio Nacional. Menos visible era su faceta como editor de revistas
under. Eso hizo con Twist y gritos, tal vez la más conocida. Y también
con la publicación feminista Alfonsina. “Soy un simple obrero del
lenguaje”, solía decir cuando le preguntaban qué era.
Otro metié clave de Tom fue su amor por los discos
recitados. Fernando Samalea lo ayudó con su música para grabar En mi
propia lengua, que también fue nombre de otro de sus programas de radio. Y
el tándem Gieco-Gurevich, Giro Hondo, trabajo inspirado en el vate
porteño. Fue, además, un gran defensor de la Ley de Medios promulgada en
tiempos kirchneristas porque habilitaba la pluralidad de voces, el treinta por
ciento obligatorio de música nacional en las radios, y las producciones
regionales. En eso confiaba para repetir y, no solo eso, multiplicar lo que
había logrado cuando el under de los ochenta. Que logró, en parte, para seguir
traccionando a pulmón bandas como Los Espíritus. Le encantaba el tema “Lo
echaron del bar”. Lo pasaba siempre durante su vuelta a Del Plata.
O durante su retorno con el Tom
Lupo Show, en Radio Nacional, donde ocurrían las largas charlas de pasillo
y café. “Está bueno no preocuparse por el rating. Pero el plus es que la radio
tiene que diferenciarse de la TV, porque es el medio menos alienante. Persiste
en ella esa cuota de imaginación que el receptor tiene que poner”, dijo en nota
a PáginaI12, cuando se produjo tal regreso, en 2005. Aquella vez recordó
también sus cruces con Luca y Los Redondos. “(En los ochenta) todos escuchaban
a Prince y yo pensaba: ‘El tipo debe tener algo que los no músicos no
entendemos’. ¿Luca? El cocondujo el programa varias veces conmigo, mostraba una
lucidez asombrosa. Era más inteligente de lo que uno suponía. En cinco años
habrán pasado quinientas bandas nuevas por el programa”, dijo de Luca y después
recaló en Patricio Rey. “La primera vez trajeron el disco blanco de Gulp.
Me acuerdo que vinieron con una actitud medio defensiva, sobre todo Rocambole.
Estaba predispuesto a enfrentarse con un programa careta, y yo me sentía todo
lo contrario. Discutimos, mientras el Indio Solari me palmeaba la espalda, como
diciendo: “Divertite, no le des pelota”. Eso me calmó muchísimo: él ya tenía
pasta de líder”.
Fuente: Diario Página 12,
04 de mayo de 2020.