Estoy con los jóvenes que queremos ser personas libres y comprometidas,
capaces de tomar decisiones y expresar nuestras opiniones con espíritu crítico,
negándonos a participar en lo que sea para ser aceptados y abriendo nuevos
caminos. Defiendo la diversidad, la singularidad y la igualdad educativa.
Algo estamos haciendo mal
Estamos en la Era de la Globalización y de las
Comunicaciones. Se supone que tanto avance debería ser positivo para la
sociedad en general, porque nos hace la vida más fácil, más cómoda, en incluso
más divertida. Pero en mi opinión, tanto avance en las comunicaciones está
suponiendo un absurdo retroceso en las relaciones humanas. En muchos casos
la gente se siente sola teniendo a millones de personas a su alcance a través
de las redes sociales, aunque por desgracia estas últimas están llegando a ser
un caldo de cultivo para los insultos, vejaciones, estafas y malos tratos
psicológicos sin ni siquiera dar la cara.
Las televisiones están invadidas por personas sin
fundamento y vendedores de humo que ganan una pasta, que hablan y hablan y nos
lo creemos todo a “pies juntillas”. Manipulan nuestra opinión diariamente
obligándonos a pensar y a dar importancia a lo que ellos quieren, cuando
quieren y como quieren.
Decía Séneca que “no hay viento bueno para quien no sabe
a dónde va”. La sociedad está claramente enfermando, a la vez que avanzamos
tecnológicamente, des-avanzamos en valores, en sentido común, en espíritu
crítico, en tolerancia o en respeto al prójimo.
Leyendo los periódicos, me encuentro continuamente con
noticias espeluznantes. Personas que desaparecen y no son capaces de saber
dónde se encuentran, padres que maltratan o directamente matan a sus hijos,
ex-maridos que matan a sus ex-mujeres porque no soportan que les dejen, madres
que abandonan a recién nacidos en contenedores, novios que maltratan a sus
novias, jóvenes e incluso niños que maltratan a sus padres, abuelos, compañeros
de clase, parejas, niños que se quitan la vida porque no han podido soportar el
bullying al que estaban sometidos en sus colegios, menores de edad que mueren
por comas etílicos, continuos casos de corrupción por parte de cualquier
partido político, robos, violencia en las aulas, alijos de droga, cientos de
personas pasando hambre. Y todo esto en nuestro país “desarrollado”.
Se ha perdido el sentido de lo normal, nos interesa más
lo que pueda opinar de nosotros una persona por las redes sociales que no nos
conoce de nada, que lo que te pueda decir un familiar o un amigo. Vamos por
la calle como autómatas conectados a nuestros móviles y solo reaccionamos si
alguien nos dice algo desde otro dispositivo.
Somos intolerantes con lo que no nos encaja y no le damos
ni la más mínima oportunidad a lo que nos parece diferente. Somos expertos
en la ley del mínimo esfuerzo, cultivamos los músculos de los brazos, hombros,
abdominales, piernas... Es decir, cultivamos los músculos y, sin embargo,
dejamos que nos cultiven el cerebro
Tenemos un problema: hay mucha gente que pasa de todo, y
otros no se molestan en aprender, pero sí en poner la zancadilla a los les
viene en gana. Los jóvenes necesitamos modelos ejemplares a seguir, y estos
últimamente brillan por su ausencia.
La única manera de frenar las noticias escalofriantes de
los medios de comunicación es pararnos en seco y mirar dentro de nosotros. El
materialismo solo nos lleva a una vida falsa, vacía, intolerante e infeliz. ¿Saben
que el 8% de los niños españoles son adictos al juego online?
Siento ser tan poco positivo, pero como sigamos así,
cualquier día -no muy lejano- abriremos el periódico y encontraremos normal
todo lo malo que ocurre. Entonces ya no habrá remedio
Fuente:
La Razón / Álvaro Cabo.