Fuente del Diario Página 12 - sección
Contratapa (17-09-2017)
Persistencias
Bernardino Rivadavia, Juan Bautista Alberdi,
Salvador María Del Carril y Arturo Jauretche.
Dorrego era
amigo de “los de abajo”, tenía arraigo popular y buenas relaciones con las
provincias. Esto lo condenó. También las famosas cartas de Juan Cruz Varela y
Salvador María Del Carril. ¿Por qué fueron famosas estas cartas, por qué
trascendieron cuando tantas cosas se ocultan? Hace poco, en este diario, el
sacerdote Domingo Bresci escribió sobre los archivos de la Iglesia durante los
años de la dictadura. Pidió que se revelaran, que salieran a luz. Difícil,
están bien guardados. La Iglesia participa del poder de la Argentina y fue
cómplice de la dictadura. ¿Por qué ese poder –que escribe la
historia a su antojo, el de los vencedores– no salvó a Del Carril y Varela, que
eran figuras de la “civilización”? Para salvar al valiente y glorioso general
Lavalle, que fue el “otro” San Martín, el del frente interno, el de las guerras
civiles, el soldado de la ilustrada Buenos Aires. El que desenvainó su espada
para derramar sangre de hermanos. La de Dorrego, en primer lugar y tal como se
lo pidieron sus amigos unitarios. Juan Cruz Varela, consciente de la crueldad
que le pedía a Lavalle, escribió: “Cartas como éstas, se rompen”. Pero no se
rompieron. El fusilamiento de Dorrego fue un crimen imperdonable, había que
entregar a alguien para salvar al evidente ejecutor, Lavalle. Se decidió contar
la historia publicando las cartas de un poeta extraviado y de un áspero, duro
unitario.
Rosas utiliza la
muerte de Dorrego para asumir su primer mandato. Asume para vengar esa muerte y
restablecer las leyes. Es, entonces, el Restaurador de las Leyes. Será,
también, un estanciero keynesiano. Se lleva bien con los gauchos, los indios y
los negros. Tuvo que hacerse gaucho para poder convocarlos. Será, para Sarmiento,
el más gaucho de los gauchos, el más bárbaro de los bárbaros. Con sólo masticar
el pasto de cualquier lugar de la pampa sabrá dónde se encuentra.
Después de
fusilar a Dorrego, Lavalle envía a dos de sus coroneles a rastrillar la
frontera sur. Son Federico Rauch y Ramón Estomba. Entre gauchos e indios matan
dos mil hombres. Los atan a los cañones y ordenan hacer fuego. Estomba va
enloqueciendo. Rauch es atrapado por los guerreros del jefe indio Arbolito. Le
cortan la cabeza y la arrojan sobre Buenos Aires.
Rosas se
presenta como “el vencedor de la anarquía”. Los jóvenes del Salón Literario
–Alberdi, sobre todo– lo ven como la etapa del Orden, que sigue a Mayo, la de
la Espada, y concluye con la Inteligencia, que representan Alberdi y sus
amigos.
Rosas asume su
segundo gobierno como el vengador de Facundo Quiroga. Antes, en 1834, su mujer,
Encarnación Ezcurra, arma una revolución, la de los Restauradores, para imponer
a Rosas como jefe del país. Encarnación muere joven, como Eva Perón, quien,
como ella, será parte del movimiento del 17 de octubre, que gana el gobierno
para Perón. La mujer bravía que lucha por el poder de su hombre persiste de
Encarnación a Eva. A nuestra historia le gustan las simetrías.
Con Rosas llegan
al gobierno los saladeristas de la pampa húmeda. La burguesía mercantil de
Buenos Aires lo acepta porque quiere orden y no anarquía, que es perjudicial
para los negocios. Las Provincias lo ven como un federal, una persistencia de
Dorrego. Rosas exige la suma del poder público y la representación de las
relaciones exteriores.
Alberdi (y, en
menor grado, los jóvenes románticos, Echeverría, Sastre, Gutiérrez etc) le
ofrece su apoyo. Hay aquí una importante persistencia que trama una necesaria
guía de estudio: la relación de los intelectuales con el poder. Moreno y
Castelli tenían el gobierno y eran sus propios asesores porque eran cultos.
Luego, los asesores de Lavalle: Agüero, Varela, Del Carril. Después Alberdi y
Rosas, lo que no fue. Rosas confió en Pedro de Angelis. Al fin del siglo XIX,
la generación del 80 y Roca. En el siglo XX, Lugones y Uriburu. Forja y Perón.
“Sur” y la Libertadora. Hasta los montoneros y el tercer Perón. Todos estos
proyectos no funcionaron. Durante los días que corren tenemos a Alejandro
Rozitchner y Macri, que vendrían a ser una persistencia de la dialéctica entre
Alberdi y Rosas. ¿Quién dijo que la historia no progresa?
Por José Pablo Feinmann
Fuente:
https://www.pagina12.com.ar/63404-persistencias