NOTA PERIODÍSTICA
“La maldición de la
Argentina
Por
Mempo Giardinelli
En ningún país del mundo los ríos nacionales
son entregados de manera tan imbécil como en la Argentina. Que, siendo un país
tan influenciado por los Estados Unidos, no lo es precisamente en materia
hídrica. Así lo señaló esta columna en este diario, en junio de 2021, en la nota "Los
gringos, sus puertos y sus aguas". Allí se explicaba que en su política
interior y en defensa de sus intereses estratégicos, los norteamericanos son ejemplarmente inteligentes,
patrióticos, cuidadosos y sistemáticos.
Así,
mientras aquí nosotros desesperamos por no perder nuestra soberanía sobre el
río Paraná y el sistema fluvial-marítimo --víctimas de privatizaciones y abusos
transnacionales-- los
Estados Unidos proceden de manera ejemplar con su río Mississippi, en el
cual invierten millones de dólares para crear carreteras marítimas controladas
por el Estado a fin de agilizar el transporte, aliviar autopistas y fortalecer el rol estatal en el
control de sus grandes ríos, creando a la vez empleos en puertos y
astilleros. Así, el
país más pro-mercados del mundo y paradigma del capitalismo, no deja sus
puertos ni la industria naval en manos del mercado ni de extranjeros.
Acaso no
haya mejor ejemplo de cuidado soberano de un río nacional. Operado, cuidado y
controlado como vía fluvial de máxima importancia política, económica y
estratégica, el río Mississipi con sus tributarios Missouri, Illinois y
Arkansas compone un sistema ejemplar de 6.275 kms de aguas y es el cuarto río
más largo del mundo. Por razones de seguridad e interés nacional fundamentales para
ellos, la soberanía de sus
ríos está a cargo del Gobierno de los Estados Unidos y el cuidado y
control de los puertos está en manos del más poderoso ejército del planeta,
mientras el dragado, balizamiento y control de esas vías navegables está a
cargo de la Marina norteamericana. Y tan inteligente es el control que ejercen sobre
sus ríos, que hay disposiciones que no permiten siquiera remontar sus aguas a
buques que no hayan sido construidos en astilleros estadounidenses.
Frente a
esto, y más allá del previsible y zonzo argumento de que aquí no hay dinero
para algo semejante, lo
que alarma es por un lado la ignorancia, por el otro el accionar cipayo, y por
un tercero la
indecisión del gobierno, que parece mirar las entregas de soberanía
como si no tuviera nada que ver.
Así se
rifan nuestro Padre Río, el majestuoso Plata y el Canal Magdalena, cuya
habilitación se demora como para que la Argentina fluvial nunca tenga salida
directa y soberana al océano Atlántico, a fin de que el comercio exterior siga
bajo control extranjero, como hoy sucede.
En tal
contexto, lo ocurrido en la Cámara de Diputados la semana pasada fue un baldazo
de agua fría. En lugar de pronunciarse por reactivar todos los puertos,
generando trabajos de balizamiento y dragado, y el estricto cuidado de un bien
natural único, el hecho
asombroso fue que se votó ceder a municipios diferentes bienes y
territorios nacionales, entre ellos el puerto de Paraná, capital de Entre
Ríos, así como una parte del emblemático terreno que ocupa el Espacio para la
Memoria en el ex-Centro Clandestino de Detención “La Perla”, en la Provincia de
Córdoba.
El proyecto de ley fue presentado por
la diputada entrerriana Blanca Osuna (FdeT), pero lo más asombroso fue
la aprobación con el voto del 98% de los diputados presentes: 210 votos de
peronistas, radicales y macristas juntos, con la sola oposición cualunque de 3
incendiarios de ultraderecha.
Desde luego
que la masiva votación en favor de estos desguaces puede ser un síntoma de
descomposición de la democracia, lo que hace temer que también sea aprobado
este criterio en la Cámara de Senadores, lo que sería una tragedia para la Soberanía Argentina. Máxime
cuando el actual es un gobierno que se supone peronista.
El cuento
del turismo en ex puertos bonitos, como el de la libre navegación, no es otra
cosa que imponer
dominio privado absoluto en favor de minorías sobre bienes que son de todos y
todas.
Como sea,
es obvio conjeturar que por lo menos dos presidentes, Juan Perón y Néstor
Kirchner, han de estar condenándolos desde sus tumbas.
Claro que
más allá de revires verbales, y/o conjeturas bienintencionadas o ladinas, lo
cierto e indesmentible es que el Congreso Nacional con esta disposición, de ser
aprobada también por el Senado, será una vergüenza porque, digan lo que digan intentando justificar lo
injustificable, es
conjeturable que con esta decisión legislativa se entregarán las aguas con que
la naturaleza dotó a este país a políticos y empresarios de dudosas
trayectorias y abollados prestigios. Y así también lo que hoy es uno
de los más trascendentes y emblemáticos símbolos de la Soberanía Argentina,
nuestro río, pasará a manos de cipayos y traidores.
Esta
decisión legislativa es prueba de que se ha empezado a recorrer el mismo camino
que hace 30 años facilitó la privatización de decenas de puertos, hoy todos de
propiedad de corporaciones extranjeras. Y así también se destruyó la siderurgia
nacional y casi toda la industria naviera, que pasó de 70 astilleros a los
pocos que hoy subsisten, y entre ellos los emblemáticos Río Santiago y
Tandanor, amenazados ahora mismo por similares codicias.
Menem
perfeccionó, además y con camiseta peronista, las traiciones de los dictadores.
Si ahora, entonces, los que administran la democracia por voto popular hacen lo
mismo, estaremos
presenciando el retorno de viejas maldiciones argentinas. Por eso lo
acontecido en Diputados no puede ser entendido sino como provocación o enorme
torpeza oportunista. Con CFK bajo inminente condena, y en medio del desastre judicial
y constitucional que impera hoy en la Argentina, es evidente que peligran la Paz y la Democracia.
Y es que no
se visualiza reparación posible mientras no se desanden los únicos caminos de esperanza
que le quedan al pueblo argentino: declarar a todo el sistema judicial en
comisión y a la vez iniciar el proceso de cambio constitucional que es ya
imperativo.
Desde todo
punto de vista es injustificable que la Cámara de Diputados acepte someter los
intereses nacionales al proyecto de ampliar una costanera que en el fondo no es otra cosa que un
futuro negocio inmobiliario. Lo que haría pensar que acaso todo el recinto se
ha larretizado. Viendo la destrucción de la Historia y la timba
inmobiliaria porteña se advierte fácil que es el mismo modelo, que ya empezó en
Corrientes y seguirá en Paraná.
Todo lo
aquí expresado sería apenas una somera descripción de la maldición de la Argentina, sí que también es la
pasión de quienes no bajan los brazos. Porque como dijo hace dos siglos uno de
los Padres de la Patria, Manuel Belgrano, “una Nación que deja hacer por otra una navegación que
puede hacer por sí misma compromete su futuro y el bienestar de su pueblo”.
Es de esperar que al menos en la Cámara de Senadores se rechace este disparate
votado por un inexplicable 98% de los diputados.
Para volver
a ser una nación soberana es urgente repensar y reafirmar a la Argentina como territorio
integrado que controla y cuida celosamente su Historia, sus bienes naturales y
sus aguas. Que es precisamente lo que los intereses extranjeros buscan
frustrar, con repugnante ayuda de cipayos locales. Esa maldición argentina.”
Fuente: Diario
Página 12, lunes 5 de diciembre de 2022.