Como
introducción la literatura nos da placer de leer y reflexión también; el hambre
es un vector muy común desde el 2016, cuanto he visto, cuanto veo, cuanto trato
de palear, y vos que haces.
La
coyuntura es frágil, y ya esta quebrada, se habla de grieta, lo que veo es una
rajadura que más da el que tiene dinero y cree que a él no le va a tocar, y el
que la esta pasando mal, sin pan, para comer.
Siempre
digo que el amor es dar, y cargando la cruz de Cristo es amor. Reflexión con
esta literatura de un escritor de trinchera.
Soy ladrón
"Me llamo
Ignacio, tengo 17 años, soy ladrón.
Soy ladrón
aunque nunca quise serlo. No lo era cuando vivía en casa con mi vieja, con mi
viejo, con Mica. Soy ladrón porque quiero a Mica con toda mi alma, porque
quiero que Mica me quiera. Mica es mi hermana, tiene 5 años y sonríe más lindo
que nadie en el mundo.
Hasta hace poco
podía dormir. Hoy es la primera noche en la que no tenemos dónde. ¿Sentiste
mucho frío alguna vez? Esperando un colectivo, caminando, donde sea. Ese frío
que duele, que lastima. Ese frío, mucho frío, lo sentí durante toda la noche.
No dormí. No puedo pensar. Tengo frío. Estamos en la calle. Mica y yo. Y mi
viejo. Tengo cartón encima y acabo de descubrir que el cartón no abriga. Mica
está tapada con toda la ropa que conseguimos. Duerme temblando.
Mi viejo dice
que van a ser unos días. Que pronto vamos a tener dónde ir. Yo voy encontrar un
trabajo y a sacarnos a todos de acá. No un buen trabajo: un trabajo.
Cualquiera. No me hace falta pedirle monedas a nadie. Y no voy a dejar que Mica
lo haga, nunca.
En sexto grado
fui abanderado. Ese día mi vieja vino a verme. Fue la última vez que la vi
sonreír antes de morirse. La de matemáticas me decía que tenía un montón de
futuro. Pero eso no le importa a nadie.
Cortar el pasto,
pasear perros, atender un kiosco: parezco no servir para nada. No consigo ni un
estúpido trabajo. Ninguno.
Van 23 días pero
parecen muchos más. Mi viejo empezó a juntarse con unos tipos en otro lugar y
aparece borracho, insulta, se va. Me pregunto de dónde saca lo que toma. Ya ni
habla de irnos de acá. Pedí monedas durante unos días y recibí cientos de “andá
a laburar”. ¿Dónde, dónde consigo un trabajo que me saque de acá?
Cada vez me
siento más sucio: aunque me bañara durante una semana no me sacaría esta mugre
de encima. Mica sí consigue algunas monedas pidiendo. Las suficientes para no
morirnos de hambre. Ella me mantiene y yo me siento un inútil. ¿Qué diría la de
matemáticas si me viera ahora?
Tengo algunos amigos
por acá. Me dicen que hay que aspirar y robar. Que es la única forma. Que tarde
o temprano voy a darme cuenta. Pero yo no voy a robar nunca. No soy como ellos.
Y la única vez que aspiré pegamento, Mica me vio y se puso a llorar. No voy a
volver a hacer llorar a Mica. Nunca, nunca más.
¿Cuántos días
van? ¿60? ¿70? ¿Mil? Es igual, esto no tiene fin. No sé dónde está papá. Rodri,
el pibe que dormía acá a la vuelta, se juntó con una bandita y ya tiene dónde
dormir. “Dos veces por día”, me dice. “Manoteás dos carteras, dos bolsillos, lo
que sea, y ya está, tenés techo y algo para morfar”, me dice. “Nunca maté a
nadie, el arma ni siquiera está cargada”, me dice.
¿Vos qué harías?
¿Qué harías si no podés dormir por tanto, tanto frío? ¿Qué harías si sabés que no
podés bañarte, si comés sólo a veces, si Mica ya casi no sonríe? ¿Qué harías?
Yo no voy a
robarle a nadie. No voy a hacerlo. Voy a sacar a Mica de acá y voy a poder
mirarla a la cara. No voy a robarle a nadie. Nunca.
Necesito 40
pesos. Sergio dijo que por 40 pesos consiguió esa frazada increíble con la que
duerme.
Que puede
conseguirme una. Desde que la tiene, Sergio duerme de otra manera. ¿Yo? Yo ya
ni duermo. Cada vez hace más frío y no siento las manos.
Anteayer, antes
de que amanezca, pasó una vieja y no me vio. No sé que buscaba, sacó la
billetera.
Sólo tenía que
sacársela y correr. Ni empujarla, ni asustarla: sólo sacarle la billetera y
correr. Y Mica hubiera dormido abrigada y sonriendo. Hoy Mica cumple 6 años. La
vieja parecía inmóvil con toda esa plata en la mano. Se me pasaron mil cosas
por la cabeza. Mica, y mi abuela, y Mica, y ser ingeniero, y toda esa gente
mirándome con miedo, y mi vieja, y Mica. No pude. No le robé. Nunca voy a
hacerlo.
No voy a
drogarme ni a robar ni a hacer nada que no pueda explicarle a Mica cuando sea
más grande.
Perdón, Mica,
por no poder regalarte nada en tu cumpleaños. Perdón por tanto, tanto frío.
Anoche no sólo
llovió: anoche hizo más frío que nunca. No es que yo lo haya sentido, para mí
todos los fríos son iguales. Me di cuenta porque fue la primera noche que Mica
no durmió. La abracé, le hablé, la tapé con todo lo que tenemos, pero sentía
sus hombritos temblar y sus ojos parpadeando.
Mica no durmió
en toda la noche. No es un segundo de verla sufrir. Son dos, tres, cuatro.
Diez, once, doce. Cien, doscientos, trescientos. A cada segundo, Mica temblaba.
Mil, dos mil, tres mil. ¿Cuántos segundos dura la peor noche de tu vida? Que
salga el Sol. Que salga el Sol para que Mica deje de temblar. Es la primera vez
que lloro desde que murió mamá. Perdón, Mica. Perdón.
Son las once de
la noche y Mica está pálida. Hace tanto, tanto frío. La dejo con Natalia, un
ratito.
Natalia sabe que
no tiene que fumar delante de Mica. Le hace mal. Me duele mucho la cabeza.
Tengo las medias mojadas y van a tardar años en secarse. Me pica el cuerpo.
Todo el día pensando en Mica, en sus ojitos sin dormir. ¿Cuánto hace que no
sonríe? Necesito 40 pesos. Tengo 12 y los voy a gastar pronto para que Mica
pueda comer. Nunca voy a llegar. 40 pesos no significaban nada antes. Pero,
¿cómo los conseguís cuándo no tenés nada para ofrecer? ¿Cómo?
Son las once y
media y ese tipo que habla por celular tiene plata en la otra mano. Y está
distraído.
Mica. Creo que
no me vio. Me acerco rápido. Mica. Sólo un manotazo, lo que salga y correr.
Mica. Mica. Mica.
“¡Hijo de puta,
chorro hijo de puta! ¡La puta que los parió, son todos iguales, negro de
mierda! ¡Chorro!”.
Escucho los
gritos del tipo y sigo corriendo. Freno, estoy agitado. 76 pesos. Mica va a
comer y va a dormir sin frío. Me tiemblan las manos, el cuerpo, tengo la vista
nublada. Pienso en mamá, en mi viejo, en la de matemáticas. Siento tanta
vergüenza, y miedo, y dolor.
Me llamo
Ignacio, tengo 17 años y, desde hace exactamente veinticinco segundos, soy
ladrón"
Martín
Gonzalo Estévez
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