HISTORIA
María Moliner,
la bibliotecaria que llevó las bibliotecas a miles de pueblos
El 22 de enero de 1981 moría en Madrid María Moliner. Nos decía adiós a los 81 años de edad esta bibliotecaria, archivera, filóloga y lexicógrafa nacida en el municipio español de
Paniza (Zaragoza) un 30 de marzo de 1900. Es verdad que hizo un grandísimo
trabajo con la creación del Diccionario de
uso del español, y por lo cual es más conocida, pero no menos importante fue su trabajo
para llevar miles de bibliotecas al entorno rural de España a través de
las Misiones Pedagógicas.
El Servicio de Bibliotecas, coordinado por el poeta Luis Cernuda y los
bibliotecarios María Moliner y Juan Vicens de la Llave, fue el más importante
de los siete que tenía el Patronato de las Misiones Pedagógicas (el cual
dependía del Ministerio de Instrucción Pública), pues a él estuvo destinado
casi el 60 % del presupuesto del mismo en sus tres primeros años de andadura,
esfuerzo económico que permitió la creación, en junio de 1936, de 5.522
bibliotecas. […] A pesar de la desaceleración de su etapa final, las Misiones
Pedagógicas fueron capaces de establecer una biblioteca en el 11,3 % del total
de escuelas primarias existentes en España, en tan solo cinco años de vida.
Las bibliotecas en las Misiones
Pedagógicas (Mariano Boza Puerta, Miguel Ángel Sánchez
Herrador)
En 1937 se publicó en Valencia el libro Instrucciones para el servicio de pequeñas
bibliotecas, y cuyo prólogo redactó María Moliner. El objetivo de esta guía era dar unas pautas
básicas sobre cómo crear bibliotecas en entornos rurales. Por su mensaje de
aliento y ánimo a los bibliotecarios rurales ante el reto de acercar los libros
y la lectura a las personas en plena Guerra civil española (1936-1939), me
gustaría compartir dicho prólogo íntegramente y que he recuperado de la revista Educación y Biblioteca (Núm. 86, Año 1998). Un texto que me viene a
recordar el discurso inaugural que Federico García Lorca realizó en la biblioteca de Fuente Vaqueros
en 1931, y en el cual la palabra cultura cobraba especial relevancia para la
progresión de las personas y de la sociedad.
Prólogo de Instrucciones para el
servicio de pequeñas bibliotecas, María Moliner
Estas Instrucciones
van especialmente dirigidas a ayudar en su tarea a los bibliotecarios provistos
de poca experiencia y que tienen a su cargo bibliotecas pequeñas y recientes.
Porque, si el éxito de una biblioteca depende en grandísima parte del
bibliotecario, esto es tanto más verdad cuanto más corta es la historia o
tradición de ese establecimiento. En una biblioteca de larga historia, el
público ya experimentado, lejos de necesitar estímulos para leer, tiene sus
exigencias, y el bibliotecario puede limitarse a satisfacerlas cumpliendo su
obligación de una manera casi automática. Pero el
encargado de una biblioteca que comienza a vivir ha de hacer una labor mucho
más personal, poniendo su alma en ella.
No será esto
posible sin entusiasmo, y el entusiasmo no nace sino de la fe. El
bibliotecario, para poner entusiasmo en su tarea, necesita creer en estas dos
cosas: en la capacidad de mejoramiento espiritual de la gente a quien va a
servir, y en la eficacia de su propia misión para contribuir a ese
mejoramiento. No será buen
bibliotecario el individuo que recibe invariablemente al forastero con palabras
que tenemos grabadas en el cerebro, a fuerza de oírlas, los que con
una misión cultural hemos visitado pueblos españoles: «Mire usted: en este
pueblo son muy cerriles; usted hábleles de ir al baile, al fútbol o al cine,
pero… ¡A la biblioteca…!».
No, amigos
bibliotecarios, no. En vuestro
pueblo la gente no es más cerril que en otros pueblos de España ni que en otros
pueblos del mundo. Probad a hablarles de cultura y veréis cómo sus ojos se
abren y sus cabezas se mueven en un gesto de asentimiento, y cómo
invariablemente responden: ¡Eso, eso es lo que nos hace falta: cultura!
Ellos
presienten, en efecto, que es cultura lo que necesitan, que sin ella no hay posibilidad de liberación
efectiva, que sólo ella ha de dotarles de impulso suficiente para
incorporarse a la marcha fatal del progreso humano sin riesgo de ser
revolcados; sienten también que la
cultura que a ellos les está negada es un privilegio más que confiere a ciertas
gentes sin ninguna superioridad intrínseca sobre ellos, a veces con un
valor moral nulo, una superioridad efectiva en estimación de la sociedad, en
posición económica, etcétera. Y se revuelven contra esto que vagamente
comprenden pidiendo cultura, cultura … Pero, claro, si se les pregunta qué es
concretamente lo que quieren decir con eso, no saben explicarlo. Y no saben
tampoco que el camino de la cultura
es áspero, sobre todo cuando para emprenderlo hay que romper con una tradición
de abandono conservada por generaciones y generaciones.
Tú,
bibliotecario, sí debes saberlo, y debes comprenderles y disculparles y ayudarles. No es extraño que una biblioteca recibida con
gran entusiasmo quede al poco tiempo abandonada si se la confía a su propia
suerte; no es extraño que el libro cogido con propósito de leerlo se
caiga al poco rato de las manos y el lector lo abandone para ir a distraerse
con la película a cuya trama su inteligencia se abandona sin esfuerzo. Todo
esto ocurre; pero no ocurre sólo en tu pueblo, ni lo hacen sólo tus convecinos;
ocurre en todas partes, y ahí radica precisamente tu misión: en conocer los recursos de tu biblioteca y las
cualidades de tus lectores de modo que aciertes a poner en sus manos el libro
cuya lectura les absorba hasta el punto de hacerles olvidarse de acudir a otra
distracción.
La segunda
cosa en que necesita creer el bibliotecario es en la eficacia de su propia
misión. Para valorarla, pensad tan
sólo en lo que sería nuestra España si en todas las ciudades, en todos los
pueblos, en las aldeas más humildes, hombres y mujeres dedicasen los ratos no
ocupados por sus tareas vitales a leer, a asomarse al mundo material y al mundo
inmenso del espíritu por esas ventanas maravillosas que son los libros.
¡Tantas son las consecuencias que se adivinan si una tal situación llegase a
ser realidad, que no es posible ni empezar a enunciarlas…!
Pues bien:
esta es la tarea que se ha impuesto y que está llevando a cabo el Ministerio de
Instrucción Pública por medio de su Sección de Bibliotecas y en la que vosotros
tenéis una parte esencialísima que realizar.
Bibliografía consultada