UNA VINDICACIÓN DE LA CULPA
Pandemia. Un balance social y político de la crisis del
COVID-19 de Daniel Feierstein
El sociólogo
argentino Daniel Feierstein indaga en la puja de representaciones
sociales de la pandemia del COVID-19 partiendo de la convicción del
triunfo de la agenda del neoliberalismo, pero sin abandonar la esperanza.
*Docente, periodista y escritor. Desde hace años me dedico a
leer y comentar libros, y voy a hacerlo ahora en tu casilla de correos
con los de Fondo de Cultura Económica.
Podés enviarme tus comentarios a lecturasdefondo@fce.com.ar
Quizás
no sea del todo delicado empezar con una anécdota dada la gravedad de los
temas sobre los que habla el libro de Daniel Feierstein, pero hagámoslo
de todos modos. Cuando era joven yo tenía una amiga cuya madre era
psicoanalista. Pertenecían a una zona muy precisa del mapa social: no
eran patricios de abolengo en mi a veces rancia ciudad, pero tampoco eran
comerciantes; habían sabido escalar desde un apellido italiano hacia la
clase media alta a través de la universidad pública. La Hija en cuestión
y yo éramos compañeros de facultad, y yo era más bien pobre. Una tarde
estábamos en el departamento Madre, Hija y yo, y no sé por qué terminamos
hablando de su empleada doméstica (mi madre era empleada doméstica en ese
entonces). La Madre dijo, refiriéndose al momento en que la empleada
doméstica cumplía con su trabajo, que prefería abandonar su casa, y lo
único que se me ocurrió fue preguntarle si lo hacía por culpa. Yo hoy sé
que ser empleado doméstico es un trabajo como cualquier otro, y gracias a
ciertos instrumentos del Estado argentino es un trabajo dignificado por
derechos de los que antes carecía, pero en aquel momento (tenía dieciocho
años) pensaba que estar limpiando la casa de otro que se ganaba la vida
mucho más holgadamente con un trabajo más liviano generaría un
sentimiento de dolor, y que el reflejo en el otro sería la culpa. Me
sorprendió la agresiva carcajada de la Madre en cuestión:
—¿Culpa?
—me respondió— ¡Me molesta escucharla!
Unos
días después, la Hija y yo bajábamos desde Ciudad Universitaria hacia el
centro cuando nos encontramos (segunda presidencia de M*nem) con un padre
que pedía plata para viajar a Traslasierra con su hijo ahí presente. Yo
le di lo que me quedaba en el bolsillo. Cuando nos alejamos, sonriendo y
recordando el incidente anterior, la Hija me preguntó si me daba “culpa”.
©Getty Images
Crecí
con esta idea de que la culpa era una respuesta emocional equivocada
frente a cualquier estímulo: la culpa tenía mala prensa, había sido solamente
un instrumento de los poderes históricos para subyugar fieles bajo la
idea de dioses que podían “juzgar o hacer un balance de nuestros
comportamientos”. Frente a cada impulso culposo sentí el dedo imaginario
de esta familia progresista que quedó en mi memoria señalándome a mí como
a una obsoleta reliquia moral.
Ahora,
en Pandemia, un libro sobre la crisis del COVID-19 escrito por el
sociólogo argentino Daniel Feierstein, me encuentro sorprendido por una
suerte de vindicación de la vergüenza y la culpa. La vergüenza y la culpa
no son, nos dice el autor, solo esos instrumentos del poder, y es más
bien la obligación de abjurar de ellas lo que es funcional al orden
dominante contemporáneo, “variantes extremas de la manipulación del deseo
y el postulado del carácter ilimitado y sagrado de la libertad, que no es
otra cosa que la libertad de quien tiene poder para arrasar cualquier
obstáculo objetivo o subjetivo, cualquier cuestionamiento moral propio o
ajeno”. Sorprende encontrar esta idea, tan liberadora: la vergüenza
y la culpa son respuestas legítimas a la comprensión de que mis acciones
pueden causar daño en el otro, y son “momentos psíquicos” (la expresión
es mía, las comillas son para escudarme de la posible ramplonería) de una
toma de consciencia que puede impulsarme a la respuesta, a la
responsabilidad, a la acción.
Todo
esto está dicho en el marco de un libro que trata sobre cómo pensar
acciones colectivas frente a un escenario como el de la pandemia, que en
espíritus optimistas había despertado la esperanza de una transformación
de nuestros modos de vida, pero que ha sido, por el contrario, una
lección sobre una dolorosa derrota que ya había sucedido: la que
sufrieron “aquellos sectores más interesados por el bienestar colectivo,
la igualdad de derechos e incluso la propia supervivencia de la especie
(…) en el mundo occidental a partir de la demolición del principio
precautorio y la primacía de la continuidad de ‘la vida como era y al
costo que fuere’”. En la disputa por las representaciones sociales de la
pandemia, la subjetividad neoliberal, asistida por mecanismos psíquicos
individuales articulados con respuestas colectivas (la negación, los
pactos denegativos, la proyección paranoica que hizo incluso de los
médicos una “otredad negativa” en su calidad de mensajeros de lo que no
se quiere escuchar), terminó por conformar un marco ideológico
negacionista a través de una serie de estrategias intelectuales (la
minimización, las equivalencias falsas —la más escuchada: la equivalencia
de la pandemia con los accidentes de tránsito—, la sobre simplificación y
las teorías conspirativas). Algo a lo que no fue ajena la actuación
fluctuante, indecisa, de los gobiernos de la región y, en particular, del
argentino, en el cual Feierstein centra su descripción de la respuesta
colectiva a la pandemia con un espíritu estrictamente constructivo. El
resultado fue la doble derrota del principio precautorio (una muy
peligrosa frente a una amenaza desconocida en muchísimos sentidos) y la
del rol del Estado.
Quizás
la apuesta más fuerte de este libro hoy imprescindible es el desafío de hacer
entender al mismo tiempo a los Estados y a la ciudadanía aquello que una
especie de sentido común (asentado en una articulación entre los poderes
corporativos, algunas zonas recalcitrantes de las derechas, pero también
de izquierdas inactivas, y poblaciones legítimamente hartas) da por
sentado: que los “observables”, los “datos” (hoy invisibilizados detrás
del triunfo de la agenda neoliberal sostenida en el hartazgo y el lobby),
indican que las muertes son reales, pero que la única respuesta posible no
es la espera de una vacuna o de una inaccesible inmunidad de rebaño, sino
también el restablecimiento de la norma como instrumento fundamental de
nuestras posibilidades para “poner límites a los poderosos a través de la
acción colectiva”.
Por
razones personales, no tengo un gran aprecio por las charlas TED (podría
decirlo con más intensidad). Pero quizás esta de Guadalupe Nogués pueda
darnos una pauta de cómo hablar con aquellos que están perdidos detrás de
la nube del miedo, la negación y la irresponsabilidad.
Nos
vemos en la próxima,
Flavio Lo Presti
Fuente: Fondo de Cultura
Económico
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