REFLEXIÓN
DESIGUALDAD LEGISLATIVA
La
Provincia de los Bonaerenses y una Ley Electoral que distorsiona la voluntad
popular
En
pleno Siglo XXI, más de 13.3 millones de bonaerenses -el 37% del electorado
nacional- siguen votando bajo un sistema electoral concebido para una provincia
que, en 1946, apenas superaba los 4.6 millones de habitantes. Esta estructura
normativa, heredada de la Ley 5109 (modificatoria de la Ley 4536 de 1936), se
ha convertido en un engranaje anacrónico que reproduce desigualdades
representativas, genera distorsión política y expone una evidente
inconstitucionalidad. manifiesta.
La
Constitución que rige en la provincia de Buenos Ayres data, en sus fundamentos,
del año 1934, elaborada durante el gobierno del conservador Manuel Fresco y
bajo la presidencia del Gral. Agustín P. Justo. Su raíz está en la constitución
de 1889 y apenas fue maquillada con modificaciones superficiales en 1994. Es,
en los hechos, una arquitectura jurídica pensada para otra provincia, otra
realidad y otro país.
La
Ley Electoral 5109 establece Ocho Secciones Electorales que eligen un número
fijo de diputados y senadores, sin importar cuántos habitantes haya en cada
una. El resultado: una grave distorsión de la representación, donde hay votos
que valen el doble -o más- que otros.
Veamos
un caso concreto:
La
Cuarta Sección Electoral, con 540.354 electores en 19 municipios (como
Rivadavia, Junín, 9 de Julio o Trenque Lauquen), elige 14 diputados y 7
senadores.
En
cambio, la Quinta Sección, con 1.290.948 electores en 27 municipios (como Mar
del Plata, Tandil o Necochea), apenas elige 11 diputados y 6 senadores.
Así,
un voto en la Cuarta Sección vale más del doble que uno en la Quinta. Y esto,
al igual que ocurre con otras secciones, viola el principio de proporcionalidad
consagrado en el artículo 60 de la Constitución bonaerense y en los artículos
109 y siguientes de la propia ley 5109.
La
desproporción se agudiza cuando analizamos la Tercera Sección Electoral, donde
se concentra casi un tercio del electorado bonaerense (La Matanza, Avellaneda,
Lanús, Ezeiza, Quilmes, entre otros), tiene 4.637.863 electores, pero elige
solo 18 diputados y 9 senadores.
Si
se respetara el criterio proporcional, le corresponderían 32 diputados y 16
senadores.
En
resumen, le faltan 14 diputados y 7 senadores.
Lo
mismo ocurre con la Primera Sección, que también sufre una subrepresentación
severa. Y del otro lado, la Cuarta y la Quinta están sobrerrepresentadas, con
bancas de más que no se justifican en términos poblacionales.
Este
esquema fue diseñado, en su momento, con una lógica ruralista y territorial,
pero en un contexto donde la Pampa Húmeda era el corazón político y económico
del país. Hoy, más del 70% del electorado bonaerense se concentra en estas dos
secciones electorales y La Plata, que juntos ocupan menos del 8% del territorio
provincial, con una representación legislativa menor a la que les
correspondería por cantidad de habitantes. Es decir, de actualizarse, el 92% de
la provincia no tendría ningún peso en la legislatura.
Si
hoy se corrigiera esta distorsión y se actualizara el reparto de bancas según
el principio de “un ciudadano, un voto”, la Primera, Tercera y Octava Sección
(La Plata) deberían tener 69 diputados (de los 92) y 35 senadores (de los 46).
El resto de la provincia quedaría con 23 diputados y 11 senadores. Una
distribución más justa desde la perspectiva democrática, pero sin duda más
conflictiva desde la lógica de los intereses territoriales y de poder.
Y
aquí surge el nudo político: los legisladores que podrían corregir esta
distorsión son los mismos que se benefician de ella.
En
los últimos años, he enviado múltiples propuestas, análisis y planteos a
diputados y senadores de diversas fuerzas para reformar esta distorsión.
Ninguno respondió. Pero lo más insólito -y doloroso- es que los legisladores de
las secciones subrepresentadas tampoco quieren discutir el tema. El miedo a
“romper la lógica interna de los acuerdos” pesa más que la voluntad de
representar a sus votantes.
Mientras
esto siga así, los municipios más relegados -sobre todo los agroganaderos, que
no tienen peso en las grandes decisiones estructurales de la provincia-
seguirán sin respuestas a sus problemáticas específicas. No se trata de pelear
campo contra ciudad, sino de lograr una representación real, equilibrada y
democrática, donde las decisiones se tomen en base a la voluntad popular y no
por el peso político histórico de una elite territorial.
Luis
Gotte
La Trinchera Bonaerense