EFEMÉDIDE
Día Nacional del Mate
En la fecha se celebra
el Día Nacional del Mate, un merecido reconocimiento a una infusión
profundamente arraigada en las costumbres y tradiciones de nuestro país.
El hábito de
matear es incluso previo a la colonización, ya que fueron los guaraníes quienes
introdujeron al “hombre blanco” en el consumo de la yerba mate.
Tomar
mate implica mucho más que beber una infusión. Tomar mate es un gesto de
amistad, de cordialidad; un sinónimo de encuentro que trasciende edades y
estratos sociales. Además, gracias a sus reconocidas propiedades antioxidantes
y energizantes, tomar mate también implica incorporar al cuerpo una serie de
beneficios para la salud. Científicos argentinos y de otras partes del mundo
cuentan con trabajos que destacan las virtudes del mate. Y muchos de ellos ya
están investigando de qué manera se puede aprovechar sus propiedades en el
desarrollo de alimentos funcionales y también en planes nutricionales que
potencien sus efectos benéficos.
Fue
precisamente esta combinación de valores sociales, culturales y saludables la
que llevó al Congreso de la Nación a sancionar en el 2014 la Ley 27.117, la cual dispone que
el día 30 de noviembre de cada año se celebre el “Día Nacional del Mate”, en
conmemoración del nacimiento del caudillo Andrés Guacurarí y Artigas, más
conocido como “Andresito”. De familia guaraní, “Andresito” nació el 30 de
noviembre de 1.778 en Santo Tomé (Corrientes) y gobernó la denominada Provincia
Grande de las Misiones.
El
hecho de que hoy se celebra el día de nuestro fiel compañero de jornada no
es un dato menor, ya que, mediante esa legislación en todos los eventos y
actividades oficiales de índole cultural, se promocionará el consumo de mate y
por supuesto, también se hará hincapié en la bebida como representativa de las
tradiciones nacionales.
En
la Argentina se consumen alrededor de 256 millones de kilos de yerba mate, lo
que implica un consumo anual per cápita de unos 6,4 kilos. La yerba mate está
presente en más del 90% de los hogares y su consumo, bajo la forma de mate
tradicional, aporta al organismo gran cantidad polifenoles, vitaminas del
complejo B, potasio, magnesio y xantinas. Los polifenoles actúan como un
poderoso antioxidante, que ayudan a aumentar las defensas y a disminuir el
envejecimiento celular.
Las vitaminas del complejo B ayudan al
cuerpo a aprovechar mejor la energía de los alimentos ingeridos. El potasio y
el magnesio son sustancias indispensables para el correcto funcionamiento del
corazón.
Las
xantinas (cafeína, teobromina) son compuestos que estimulan el Sistema Nervioso
Central; es decir, apuntalan al esfuerzo físico e intelectual.
Los
orígenes del mate
Se remontan a la
cultura de la etnia guaraní. Este pueblo utilizaba las hojas de la planta de
yerba mate (Ilex paraguariensis) como bebida, eran objeto de culto y ritual, y
moneda de cambio en sus trueques con otros pueblos prehispánicos: los incas,
los charrúas y aún los araucanos a través de los pampas, recibían yerba
elaborada de manos de los guaraníes.
Caá
en lengua guaraní significa “yerba”, pero también significa planta y selva.
Para el guaraní, el árbol de la yerba es el árbol por excelencia, un regalo de
los dioses. Tomar la savia de sus hojas era para ellos beber la selva misma.
Los
conquistadores aprendieron de los guaraníes el uso y las virtudes de la yerba
mate, e hicieron que su consumo se difundiera en forma extraordinaria al punto
de organizarse un intenso tráfico desde su zona de origen a todo el Virreinato
del Río de la Plata.
Más
tarde los religiosos jesuitas introdujeron el cultivo en las reducciones
distribuidas en el norte de la Argentina, y Sur de Paraguay y Sudoeste
brasileño. Fueron los grandes responsables de que la Yerba Mate Fuera conocida
en el mundo civilizado, en donde llegó a conocérsela como el “té de los
jesuitas”.
Recién
en 1903 en Santa Ana (provincia de Misiones) se realiza la primera plantación
moderna de yerba mate. Hasta entonces y aún por muchos años, la yerba que se
consumía provenía de la selva, de plantas silvestres que crecían en manchones
con gran densidad de árboles, llamadas islas.
La
explotación irracional, donde la tala de árboles fue moneda corriente por
siglos, terminó insumiendo por completo el recurso que parecía inagotable. Sólo
con las plantaciones racionales, los cultivos de yerba volvieron a hallar su
lugar en la historia.
La
costumbre del mate ha permanecido inalterada por cinco siglos de historia,
arraigándose cada vez más en los usos del sur de Sudamérica y extendiéndose a
lugares lejanos.
La leyenda
de la yerba mate
Sostienen los
investigadores que hace más de mil años, los aborígenes guaraníes iniciaron una
larga migración hacia el sur desde el corazón de las selvas sudamericanas:
quizás desde la meseta del Mato Grosso, donde se separan las aguas que se
encauzan hacia el norte, hacia las selvas amazónicas, y las que descienden
hacia el sur, a la cuenca del plata; o quizás desde más al Norte todavía.
Fue,
tal vez, durante ese periplo que los guaraníes dieron nacimiento a una de las
leyendas que explica el origen de la planta de yerba mate. Como es
característico de su cultura, esta historia se transmitió oralmente de
generación, hasta llegar a nuestros días.
“Se dice que antes de que Yací bajara, los hombres estaban tan
ocupados en sus propios quehaceres que apenas se miraban o conversaban un poco.
Yací era inmensa, refulgente, poderosa. Era magia y luz. Porque Yací era la
luna, y plantada sobre el firmamento, alumbraba cada noche las copas de los
árboles y los caminos, pintaba de color plata el curso de los ríos y revelaba
los sonidos, que sigilosos y aterrorizantes, se escondían en la penumbra de la
selva.
Una mañana Yací bajó a la tierra, acompañada por la nube Araí.
Convertidas en muchachas, caminaron por los senderos apartados de la aldea,
entre el laberinto de sauces, lapachos, cedros y palmeras. Y entonces, de
improviso, se presentó un yaguareté. Con mirada tranquila y desafiante. El paso
lento y decidido. Las zarpas listas para ser clavadas y las fauces dispuestas a
atacar. Pero una flecha atravesó como la luz el corazón de la bestia. Yací y
Araí no acababan de entender lo sucedido cuando vieron a un viejo cazador que
desde el otro extremo de la selva las saludaba con un gesto amistoso. El hombre
dio media vuelta y se retiró en silencio.
Aquella noche, mientras dormía en su hamaca bajo la luz de la
luna, el viejo cazador tuvo un sueño revelador. Volvió a ver el yaguareté
agazapado y la fragilidad de las dos jóvenes que había salvado aquella tarde,
aunque esta vez le hablaron:
─Somos Yací y Araí, y queremos recompensarte por lo que has hecho.
Mañana cuando despiertes encontrarás en la puerta de tu casa una planta nueva.
Su nombre es Caá, y tiene la propiedad de acercar los corazones de los hombres.
Para ello, debes tostar y moler sus hojas. Prepara una infusión y compártela
con tu gente: es el premio por la amistad que demostraste esta tarde a dos
desconocidas.
En efecto, a la mañana siguiente el hombre halló la planta y
siguió las instrucciones que en sueños se le habían dado. Colocó la infusión en
una calabaza hueca y con una caña fina probó la bebida. Y la compartió. Aquel
día los hombres, entre mate y mate, conocieron las horas compartidas y nunca
más quisieron volver a estar solos.”
Fuente consultada