domingo, 28 de julio de 2024

Schopenhauer y la Voluntad de vida de los Animales

FILOSOFÍA

La cuestión no es si los animales ¿pueden pensar o hablar? Sino: ¿Pueden sufrir? “El mundo no es una obra de arte y los animales no son un producto fabricado para nuestro uso” (1). Y, “la razón por la que tanto nos complace ver animales, es porque nos complace ver nuestra propia naturaleza frente a nosotros” (2). A los animales que no existían en la filosofía moral, Schopenhauer les incluyó en su ética de la compasión.

En efecto, advirtió que no debemos ser indiferentes al sufrimiento animal. “La visión de un animal libre yendo a sus asuntos sin ser molestado, buscando su alimento, o cuidando a sus crías, o mezclándose con su especie, siendo todo el tiempo exactamente lo que debe y puede ser, ¡qué extraño placer! ¡nos da! Aunque sea sólo un pájaro, puedo observarlo durante mucho tiempo con deleite; o una rata de agua o un erizo; o mejor aún, una comadreja, o un ciervo. La razón principal por la que disfrutamos tanto mirando a los animales es que nos gusta ver nuestra propia naturaleza en una forma tan simplificada. Sólo hay un ser mentiroso en el mundo y ese es el hombre. Cada animal es verdadero y sincero, y no intenta ocultar lo que es, expresando sus sentimientos tal como son” (3).

El “bípedo”, como solía llamar Schopenhauer a los humanos, era esencialmente instintivo, codicioso e incapaz de alcanzar la verdadera felicidad. En general, la vida es un único valle de lágrimas. Según Schopenhauer, vivimos en el peor de todos los mundos posibles. No elogiaba a los animales de dos patas; pero, valoraba –en sumo grado a los de cuatro patas:

“¿Cómo podría uno recuperarse de las interminables pretensiones, falsedades y traiciones de los humanos si no fuera por los perros cuyos rostros honestos ¿Se puede mirar sin sospechas? (4) escribía el filósofo alemán.

Imagino que debe haber sido un espectáculo, ver al excéntrico filósofo pasear y filosofar con su querido caniche por las calles de Frankfurt. Schopenhauer tenía caniches desde sus años de estudiante: el perro y su dueño eran una parte integral del paisaje urbano de Frankfurt. Cuando uno moría (dada la esperanza de vida promedio de un caniche, aproximadamente una vez cada doce años), pronto adquiría un nuevo caniche de aspecto similar. A todos les dio el mismo nombre: "Atman". Viene de la palabra sánscrita que significa "aliento de vida". Schopenhauer fue uno de los primeros filósofos occidentales en ser un lector entusiasta de la filosofía india. Y la idea, tomada del hinduismo, que las almas individuales (Atman) de sus fieles amigos de cuatro patas eran simplemente partes de la misma alma eterna del mundo -de Brahman- se unía a su sistema filosófico. “El núcleo del caniche” no se pierde: al alemán le gustó esta idea (5).

Hay tantas anécdotas sobre el amor de Arthur Schopenhauer por los perros, como sobre su miedo rezongón a la gente. Lo que es menos conocido, sin embargo, es que el filósofo fue uno de los primeros pensadores de Europa continental en dar a los animales (no humanos) un lugar explícito en la ética. Con su ética compasiva, se convirtió en un importante pionero del movimiento europeo por los derechos y la protección de los animales.

La pregunta no es si los animales ¿pueden pensar? Sino: ¿Pueden sufrir?

Kant, a quien Schopenhauer le llamaba mi maestro, sentó las bases para la cuestión del trato moralmente apropiado de los animales, que había sido tan descuidada en la historia de la filosofía: Sólo los humanos, que poseían razón y dignidad, tenían derecho a un estatus moral. Los animales, en la medida en que no eran capaces de razonar, debían equipararse a meras “cosas”. Para Kant, nuestro comportamiento hacia los animales tenía -en el mejor de los casos- una relevancia moral indirecta. La tortura de animales corrompe el carácter. Embota nuestra compasión por otros seres vivos, debilitando nuestra disposición moral y teniendo un efecto embrutecedor en nuestro trato con nuestros semejantes.

En Inglaterra, la ética animal avanzó aún más: Jeremy Bentham, el fundador del utilitarismo clásico escribe: “Otros animales, que, por haber sido desatendidos en sus intereses por la insensibilidad de los antiguos juristas, quedan degradados a la clase de las cosas. (...) Ha llegado el día, y lamento decir que en muchos lugares todavía no ha pasado, en que la mayor parte de las especies, bajo la denominación de esclavos, han sido tratadas ... en el mismo pie de igualdad en que ... los animales lo son todavía. Es posible que llegue el día en que el resto de la creación animal adquiera los derechos que nunca se le habrían podido negar si no fuera por la mano de la tiranía. Los franceses ya han descubierto que la negrura de la piel no es razón para que un ser humano sea abandonado sin reparación al capricho de un torturador. Puede que algún día se reconozca que el número de piernas, la vellosidad de la piel o la terminación del hueso sacro son razones igualmente insuficientes para abandonar a un ser sensible al mismo destino. ¿Qué otra cosa puede trazar la línea insuperable? ¿Es la facultad de razonar, o tal vez, la facultad de hablar? la cuestión no es, ¿pueden razonar? ni, ¿pueden hablar? sino, ¿pueden sufrir? ¿Por qué debería la ley negar su protección a cualquier ser sensible?... Llegará el momento en que la humanidad extenderá su manto sobre todo lo que respira...” (6)

En la Europa continental, fue Schopenhauer quien rompió con la filosofía moral de su estimado maestro Kant y, como los utilitaristas británicos antes que él, situó la capacidad de sufrir en el centro de su ética en lugar de la capacidad de razonar. Pero si el sufrimiento es decisivo para el estatus moral, entonces hay que prestar la misma consideración a los seres no humanos capaces de sufrir. Los animales sufren, y podemos sentir compasión por ellos, razón suficiente a favor del trato moral a los animales. La supuesta anarquía de los animales, la ilusión que nuestras acciones hacia ellos carecen de significado moral, que no hay deberes hacia ellos, es barbarie escandalosa de Occidente, cuya fuente se encuentra en el hebraísmo. En filosofía, se basa en la suposición, a pesar de toda evidencia, de una completa diferencia entre el hombre y el animal, que, fue expresada por Cartesius, como consecuencia necesaria de sus errores (7).

Jhonny Lazo Zubieta

Villazón, 18 de julio de 2024.

Notas.

1. Schopenhauer, Parerga y Paralipomena, 2 vols., Capítulo 15. De la religión

2. Schopenhauer, Parerga y Paralipomena, 2 vols., 1851. Segundo volumen. Capítulo 26. Comentarios psicológicos

3. Ibíd.

4. Cf. Jannis Puhlmann, Schopenhauer: misántropo y amante de los animales, 11 de marzo de 2019

5. Ibíd.

6. Jeremy Bentham (1748 - 1832), Introducción a los Principios de Moral y Legislación, Ética práctica, Ariel, Barcelona 1955, 4ª ed., p. 70.

7. Schopenhauer, Los dos problemas fundamentales de la ética, 1841, premio sobre los fundamentos de la moral.