LITERATURA
LA INSPIRACIÓN
Un día del año 1830 cierta
prostituta fue estrangulada en las afueras de Nueva York. Varios testigos
vieron huir al asesino, pero no pudieron distinguir su rostro, aunque
advirtieron que iba uniformado como los cadetes de West Point.
Las investigaciones efectuadas
por los agentes de la ley dejaron constancia de que aquel día todos los cadetes
tenían una coartada irrefutable, con solo dos excepciones. Uno de los posibles
sospechosos era el joven Jack Marlowe, muchacho de buena familia y expediente
intachable. El otro era un individuo de costumbres disolutas y mente algo
desequilibrada, al que sus escasos amigos solían llamar Eddy. Con semejantes
antecedentes, no es de extrañar que este último se convirtiera en el blanco de
todas las sospechas. O, mejor dicho, de casi todas, pues uno de sus compañeros
había hecho buenas migas con él y creía en su inocencia. Así pues, Robert
Reynolds decidió investigar el caso por su cuenta, para echarle una mano a su
amigo Eddy antes de que alguien decidiera ahorcarlo.
Aquella noche consiguió salir de
la academia sin que su fuga fuera advertida y se acercó a la ciudad,
concretamente al depósito de cadáveres. Tras sobornar al guardia, examinó el
cadáver de la desdichada prostituta y, tras hacerse con una buena lupa, examinó
atentamente las marcas que los dedos asesinos habían dejado en su cuello. Tras
una larga observación, se guardó la lupa en el bolsillo y se dijo:
-A juzgar por la posición de las
marcas, quien asesinó a esta desgraciada debía de tener unas manos bastante
grandes. Las de Eddy son más o menos como las mías (lo sé porque nos hemos
echado unos cuantos pulsos). Las de Marlowe no sé cómo serán, nunca me he
fijado en ese detalle. Pero él es un hombre bastante alto y fuerte, así que lo
lógico sería pensar que tiene unas manos grandes.
Pero aquel era un indicio
demasiado vago para satisfacer a Reynolds. Además, Marlowe no era de los que
frecuentan la compañía de las prostitutas y, desde luego, no estaba loco. ¿Qué
razón podía tener para matar a una desconocida? Entonces Reynolds decidió
acercarse al barrio donde se había cometido el crimen y, tras otro soborno,
pudo hablar con una compañera de la víctima. Esta no tenía ni idea de quién
podía haber estrangulado a la pobre Betty, así que Reynolds optó por
preguntarle directamente:
-¿Le habló alguna vez su amiga
de un cadete llamado Marlowe?
La apenada prostituta caviló en
silencio durante unos segundos y luego dijo:
-Creo que no. Recuerdo que hace
pocos días Betty mencionó a un tal Marlowe, con el cual se había acostado
varias veces. Pero, por lo que dijo de él, debía de ser un pez más gordo que un
simple cadete. Además, lo mencionó precisamente para decir que había muerto.
Como aquella línea de
investigación parecía cerrada, Reynolds se despidió de la prostituta con una
generosa propina y volvió a West Point antes de que alguien notara su ausencia.
Una vez allí, buscó a un veterano ordenanza llamado Seymour. Este era un hombre
astuto, que, sin ser amigo de nadie, conocía los entresijos de todo el mundo.
Normalmente era un tipo
discreto, pero Reynolds obtuvo el placer de su conversación a cambio de unos
cuantos dólares. Tras asegurarse de que nadie los escuchaba, le preguntó:
-Seymour, ¿sabe si recientemente
ha fallecido algún pariente del cadete Marlowe?
-En efecto. Y me extraña que
usted lo haya descubierto, porque es un asunto del cual se ha hablado muy poco
por estos lares. El hermano mayor de Marlowe murió la semana pasada, después de
que se disparara por accidente la pistola que estaba limpiando. Ya sabe: la
típica tontería que se cuenta para ocultar un suicidio.
-¿Y qué motivo podía tener ese
hombre para suicidarse?
-Según tengo entendido, iba a
casarse con una señorita de alta alcurnia, pero el compromiso se rompió
bruscamente pocos días antes de la boda. Al parecer, ese individuo quiso comer
entremeses antes del banquete nupcial y hubo un entremés que no mantuvo la boca
cerrada. No sé si me entiende. Reynolds entendía perfectamente y pensó que la
pobre Betty había sido un entremés demasiado parlanchín. Si el hermano de Jack
Marlowe se había suicidado por culpa de sus habladurías, entonces ya había un
móvil para el asesinato. El cadete Marlowe podía ser un hombre irreprochable en
muchos aspectos, pero en varias ocasiones había manifestado un carácter
arrogante y vengativo, incapaz de perdonar.
Tras unas palabras de Reynolds
con el jefe de policía, se procedió al arresto de Jack Marlowe, quien consiguió
escapar antes del interrogatorio. Aquella fuga se consideró un indicio evidente
de culpabilidad y así Eddy dejó de ser sospechoso. Este abrazó a su amigo
Reynolds con lágrimas en los ojos y le dijo:
-Muchas gracias, Robert. No
sabes cuánto te debo.
-No exageres, Eddy. De todas
formas, no había ninguna prueba contra ti.
-No me refiero a eso. Ya sabes
que quiero ser escritor cuando abandone esta maldita academia. Y tú me has
inspirado la creación de un nuevo género literario.
Varios años después Eddy, cuyo
nombre completo era Edgar Allan Poe, creó la literatura de misterio.
Por Cesar
Garmendia