Actualidad
Daniel Córdoba, un docente que armó
un taller de física en la clandestinidad
El profesor rebelde
que convirtió a Salta en el semillero del Instituto Balseiro
El curso se
llama "Física al alcance de todos" y nació sin aprobación oficial.
Ahora es un taller exitoso, de concurrencia masiva y muy popular.
Por Pablo Esteban
Daniel Córdoba:
"Charlo hasta por los codos".
Imagen: Rocío
López San Martín
Daniel Córdoba nació en Jujuy pero es conocido como “Daniel
Salta”. Tiene 55 años, riega su pasión por la física en tierras norteñas,
donde asegura que se cocinan las empanadas más ricas del mundo. Sus amigos lo
suelen catalogar con una frase típica: “Es muy duro para las blandas y muy
blando para las duras” y él, por su parte, responde como siempre, en silencio y
con una sonrisa a media asta. “A diferencia de los físicos que son de pocas palabras,
yo charlo hasta por los codos”, suelta relajado. Está acostumbrado a pasearse
por los límites, a galopar las fronteras; disfruta de las oscuridades, educa
desde los bordes. Desde siempre corrió en forma paralela al sistema
educativo hasta que un buen día consiguió “hackearlo” como usualmente hacen
los jóvenes para acceder a los films, videojuegos y otros contenidos en las
profundidades de la web. Rebelde y sin pedir permiso, se burló del tiempo y de
las formalidades. Solo se divierte con los pibes, pero mientras tanto todos
aprenden y... vaya que aprenden.
“Alumnos salteños ganaron las primeras olimpiadas en
Física”; “Primer joven salteño al mundial de Física 2010”; “Los salteños
arrasaron con el medallero de Física”; “No somos unos genios, somos pibes
comunes que logramos apasionarnos”; “Los salteños copan el Balseiro”; rezaban
los titulares de los diarios locales hace poco menos de una década. “Física
al alcance de todos” es el título que lleva el taller, devenido en orgullo
provincial. Fue bautizado de ese modo gracias a la ocurrencia de un amigo de
Daniel tras advertir que, al poco tiempo de iniciado, no solo asistían
aquellos estudiantes que buscaban participar de las olimpiadas sino también los
que tenían dificultades con la materia. “El nombre viene de los soviets,
donde circulaban libros del estilo: ‘Cocina al alcance de todos’; ‘Química al
alcance de todos’. Había uno que me llamó la atención particularmente
‘Colisiones al alcance de todos’... parecía un chiste. ¿Quién entiende así, de
un modo tan sencillo, qué es una colisión atómica?”, señala con un dejo de
ironía. Y apunta encendido: “Ese es el problema de la divulgación actual. Nuestros
referentes hacen parecer que la ciencia es muy fácil, pero en ningún momento le
cuentan a los pibes lo difícil que es estudiar y aprender, el esfuerzo que hay
que poner, las veces que hay que convivir con la frustración. Las
vocaciones científicas no se capturan con espejitos de colores”.
Aunque hoy es un
taller exitoso, de concurrencia masiva y muy popular, los inicios no fueron
tan auspiciosos. A principios de los '90 nació del riñón del colegio que
depende de la Universidad Nacional de Salta (UNSa). “Como no había surgido por
iniciativa de la propia institución lo practicábamos de manera clandestina.
Venían chicos a los cuales les costaba la física, entonces, trataba de
enseñarla de un modo distinto al que se hacía habitualmente”, dice. Y
continúa: “Siempre me interesó comenzar mis clases a partir de una historia. A
los chicos les gusta porque festejemos las metidas de patas y los errores; solo
las equivocaciones nos recuerdan nuestra humanidad”, reflexiona.
Así, de
contrabando, cuando los pibes descuidan la retaguardia, Daniel incrusta de
lleno una fórmula, como si de una estocada al centro del cerebro se tratara.
“Antes que nada los pibes tienen que entender los fenómenos, por qué ocurren
las cosas, la historia de los problemas, las ideas, los fracasos, las
controversias. Recién después vienen los cálculos y las ecuaciones”. ¿La
clave? A diferencia de lo que sucede con las instituciones de enseñanza
formales, en el taller los ritmos no están prestablecidos. “El tiempo
escolar no coincide con el tiempo de aprendizaje. Nunca tuve que rendir cuentas
a nadie, esa fue la principal ventaja. Los docentes, en general, somos presas
de un famoso triángulo: debemos cumplir con el libro de temas, revisar la
carpeta de los alumnos y la planificación y todo ello junto aplaca la
curiosidad de los alumnos”, asegura. Del primer grupo, que no eran los
típicos “bochos” o “nerd”, salieron los primeros pibes que participaron de las
Olimpiadas de Física. En la actualidad, uno es investigador del Conicet, otro
es neurocientífico y trabaja en Canadá y el restante es médico. En 1995, la
Universidad comenzó a utilizar internet y, un tiempo después, a través del
famoso buscador AltaVista Daniel extrajo múltiples ejemplos de ejercicios. “Se
logró tal ingeniería, tal ida y vuelta, que a mediados de 1990 ingresó nuestro
primer estudiante al Instituto Balseiro. El objetivo nunca había sido formar
físicos de primer nivel, las competencias por los ingresos a lugares de elite
era una excusa para que todos los que asistieran pudieran conocer la ciencia”,
describe. Sin embargo, con el primer resultado positivo y las mieles de la
recompensa por el esfuerzo refrendado vino la mala noticia.
“Como el taller
no estaba institucionalizado nos debimos trasladar, me desplazaron del colegio
y empecé a trabajar directamente en la Universidad con solo dos o tres alumnos.
Me decían que era elitista, cuando en realidad participaban todos”, admite. La
voz se fue corriendo y, pronto, muchas personas empezaron a asistir cada sábado
al curso. Primero empezaron en un aula chiquita, luego necesitaron una más
grande y, por último, fue tal la cantidad que solo cupieron en el anfiteatro.
“Había dos guardias que me conocían, jugaba a la pelota con ellos. Sabían que
era docente y cuando iba los sábados me daban la llave. No sabían, por
supuesto, que no tenía permiso en la UNSa, de hecho, me habían impedido dar
este taller paralelo. No tenía sueldo; con mis ayudantes, los pibes más
grandes, teníamos un acuerdo tácito: ellos me ayudaban con los chicos más
pequeños y yo los preparaba aparte para ingresar al Balseiro”, comenta.
Con el tiempo, el
23% de los postulantes que ingresaban al prestigioso Instituto eran salteños,
“¡1 de cada 4!, ¡Una locura”, exclama de alegría. “Observábamos los
gráficos de ingresos y veíamos que Salta estaba al tope con pibes de la UBA, la
UNLP, la UNC, es decir, de instituciones donde relativamente hay dinero.
Parecíamos la mosca en la leche. Nosotros tenemos barrios carenciados por todos
lados, nuestros pibes pasan hambre y nadie puede entender cómo califican en los
mejores lugares. Acá vienen de todos los sectores sociales y ello genera un
aprendizaje muy lindo para todos”, plantea. Un día, uno de los jóvenes había
ingresado al Balseiro y le agradeció muy conmovido. Daniel pensó que era por su
apoyo y la preparación para el examen, pero el adolescente le dejó una
enseñanza: “Te agradezco mucho porque gracias a vos le perdí el miedo a la
gente”. Vivía en un country y, desde “la burbuja”, no tenía la más pálida idea
acerca de cómo eran las otras realidades de sus compañeros. No obstante, la
anécdota bisagra vino más adelante. En otra ocasión, el profesor se encontró en
la calle a uno de sus alumnos, era vendedor ambulante. “No puedo ir más a clase
porque no me alcanza el dinero para viajar desde mi casa a la Universidad, pero
me encanta la física”, le dijo. Entonces, Daniel le ofreció hacerse cargo del transporte
($5 en ese momento) con tal de que no abandonase el curso. Después de unos
años, aquel estudiante representó a Argentina en dos mundiales de Física.
Desde hace
unos años, Física al alcance de todos dejó la clandestinidad. Las
autoridades universitarias descubrieron el curso porque los diarios salteños
reflejaban que un montón de pibes ingresaban al Balseiro y a otros institutos
de primer nivel y nadie sabía cómo. “Algo se olfateaba porque los viernes
me llevaba un montón de tizas e instrumentos de geometría y nadie entendía muy
bien porqué”, confiesa. Ahora que es oficial, cada cuatrimestre, las
inscripciones se completan en tan solo dos horas. “Si bien antes no tenía
un mango, porque al no ser oficial nadie me pagaba, solo me preocupaba por
enseñar física. Ahora que es legítimo hay dinero que nos ayuda para seguir
adelante, pero también hay trabas. A veces paso más tiempo en reuniones que en
las aulas y a mí me apasiona lo segundo. Es donde más cómodo me siento”,
comenta Daniel.
El taller fue
distinguido por el Ministerio de Educación de la Nación, la Cámara de Diputados
de la Provincia, el Senado de la Nación y el Concejo Deliberante de Salta. Recibió
reconocimientos de centros educativos y fundaciones de todos los colores aunque
recién este año obtuvo el más importante, el Doctor Honoris Causa de la UNSa.
De hecho, está en marcha una tesis doctoral que analiza el fenómeno de la
divulgación científica a partir del ejemplo de su trabajo. Así, Daniel se
convirtió en objeto de estudio y la libretita en la que acostumbraba a anotar
todas las emociones que veía en los pibes y le permitía reconocerlos en la
clase siguiente con facilidad, devino en bibliografía obligatoria.
Recientemente, a un alumno que hoy se destaca por una gran carrera científica
en el exterior le preguntaron: ‘¿Entendiste física a la primera clase?’ ‘No’.
‘¿Y a la segunda?’ ‘¡Menos!’ ‘¿Y a la décima?’ ‘¡Tampoco!’ ‘Entonces, ¿por qué
te quedaste?’ ‘Porque necesitaba saber por qué no entendía. Si el profesor
explicaba con tanta pasión, me estaba perdiendo algo que evidentemente valía la
pena”. Y su testimonio llenó de emoción al profe: “Si no los engancho, el
sábado siguiente no vuelven al taller. Tengo que ser capaz de venderle hielo a
los esquimales”.
El enigma final:
¿habrá más Danieles en Argentina? Córdoba está convencido de que las
autoridades se reúnen para cambiar los planes de estudio pero que nadie se
pregunta por lo más importante, el cómo se enseña. Afirma, en este sentido,
que lo fundamental para los docentes es saber transmitir emociones: “Los
chicos están necesitando una proyección, volver a pensar en futuros posibles,
sentir que pueden”, concluye.
poesteban@gmail.com
Fuente:
Diario Página 12, 17 de julio de 2019.